Él siempre buscaba la perfección de los detalles. Era muy
importante que ella se sintiera cómoda cada vez que se veían. Las velas encendidas tenuemente, la sala en
penumbras y la música funcional de fondo eran parte del ritual romántico que él
implementaba noche tras noche.
Ella lloraba, se le erizaba la piel y no podía contener
su emoción ante tanta demostración de afecto.
Un día, no había nada para cenar y él salió a comprar los
ingredientes necesarios para cocinarle a ella su plato predilecto. Cuando regresó, ella no estaba. Se notaba su
ausencia en el aire de la morada que compartían juntos hacía poco más de seis
meses.
Él se angustió. La bolsa del supermercado se le resbaló
de la mano involuntariamente, estrellándose de manera estrepitosa contra el
suelo. Empezó a sudar, a entrar en
pánico. Estaba siendo víctima de una crisis que por mucho que quisiera, le iba
a resultar imposible controlar con absoluta facilidad. La buscó
desesperadamente por cada rincón de la casa. Revisó hasta en los lugares más
recónditos. Nada. No había rastros de ella.
Él se dejó caer bruscamente sobre una silla. Sollozaba a
borbotones, tapándose la cara con ambas manos. ¿Qué había pasado? Todo era un
completo enigma a resolver.
Repentinamente, la sombra de una mano que sostenía una
pistola emergió de la nada misma y disparó impiedosamente contra él. Recibió dos disparos arteros en el pecho.
Cayó muerto.
La sombra dejó verse: era
ella. Soltó la pistola nerviosa y se acercó a paso lento hacia el cadáver
de él. Lo miró con los ojos enajenados y el rostro rubicundo, y le regentó una
sonrisa lacónica y lasciva.
_ Se terminó_ dijo ella, completamente satisfecha._ Ya no
más calvarios, ya no más maltratos, ya no más insultos ni golpes ni destrato. Ahora soy una mujer libre, verdaderamente
libre. Terminaste como te merecías, basura. Y nunca vas a saber cómo me desaté
de tus cadenas.
Fue al baño, se paró frente al espejo y se quitó la
blusa. Miró su torso desnudo lleno de marcas, magulladuras y golpes de todo
tipo. No pudo evitar llorar compulsivamente al verse así.
_ ¡Se terminó!_ fue lo único que pudo decir en esos
momentos._ ¡Por fin, se terminó! Se terminó para siempre.