sábado, 8 de mayo de 2021

Confesiones homicidas: 4. Confesión en la Iglesia (Gabriel Zas)

 

 

_ Padre, vengo a confesarme_ le dijo Lucas al cura en el confesionario.

_ Tranquilo, hijo mío. Estás en la casa de Dios. ¿Cuándo fue la última vez que te confesaste?_ repuso el cura con el típico tono amable en su discurso parroquial que lo distingue.

_ Es la primera vez.

El cura rezó.

_ Dios te perdona.

_ Gracias, padre.

_ Ahora cuénteme. ¿Qué has hecho?

_ He pecado.

El padre volvió a rezar.

_ Acúsate con toda sencillez de tus pecados y confiésalos con entera confianza al confesor.

_ Padre, me acuso de haberme acostado con la amante de mi padre y haberle ocultado toda la verdad a mi madre.

_ Ese es un pecado terrible, hijo.

_ Pero hay otro mucho mayor, que no me atrevo a confesar.

_ Si por vergüenza callas algún pecado mortal, aumentarás la inquietud de tu conciencia y añadirás pecados a tus pecados.

_ Ayúdeme a hacer esto, padre, se lo ruego.

_ Dios está con nosotros, hijo. No temas. Habla con absoluta libertad.

_ ¿Lo que se habla acá es confidencial?

_ Sí, hijo. No te preocupes. Lo que tú digas no saldrá de este humilde espacio.

_ ¿No va a ir a la Policía a contarle nada?

_ ¿Policía?

_ Sí, padre. ¿Me lo promete?

_Si divulgo algo de lo que se dijo acá, me quitan los hábitos y puedo ser severamente juzgado. Habla con entera confianza.

_ Como un terapeuta, digamos.

_ No te distraigas, hijo. Te escucho.

_ Hace dos meses conocí a una mujer hermosa, encantadora. Viviana.  Nos conocimos en un evento de caridad que organizó la empresa de mi viejo. Nos miramos, hablamos, pegamos onda y bueno, fue un impulso que ninguno de los dos supo controlar. Ella es más grande que yo. Me supera en edad y bastante. Pero ese no es problema. A mí me da igual y a ella también. Cuestión que me dijo que estaba casada, pero que su matrimonio iba de mal en peor y que quería divorciarse de su esposo cuanto antes. La contuve, la apoyé, la acompañé a ver a un abogado para resolver el tema… Bueno, la cosa es que me enteré a los pocos días por una fortuita casualidad que yo no era el único amante que ella tenía. Tenía a alguien más: a mi viejo. Traté de digerir la cosa. Me angustié, me desesperé. Mi terapeuta trató de ayudarme pero eso no bastó. Era una situación abrumadoramente compleja y bien de porquería. Sabía que mi mamá estaba siendo engañada por mi viejo y a su vez, sabía el secreto de mi viejo. Pensé en encarar a mamá y decirle todo. Pero desistí de hacerlo porque mi viejo iba a enterarse que yo me estaba acostando con su amante y la cosa se iba a pudrir mal. Así que, opté por el silencio. Noches enteras mirando a mi padre a los ojos en casa haciendo de cuenta que estaba todo bien. Noches enteras mirando a los ojos a mamá sin poder decirle ni una sola palabra de todo esto, haciendo de cuenta que estaba todo bien. Me sentía una reverenda basura. Un día se me dio por preguntarle a Viviana el nombre de su esposo. Yo hasta ese momento, no lo conocía. No tenía ni la menor idea de quién era ni de cómo se llamaba, pese a que la estaba ayudando en el tema del divorcio. Cuando me lo dijo… Sentí un ataque de ira que me dieron ganas de romper todo. El marido de Viviana era mi viejo. ¿Entiende lo que le digo, padre? Mi viejo no era otro más del montón, era el marido de Viviana, mi amante. Y mi viejo la estaba cagando a mamá como el mejor. Lo primero que hice en casa, fue aprovechar un momento de ausencia de mamá para buscar el acta de casamiento y revisarla. Era trucha, falsa. El juez que los casó no tenía título, no era nadie. Era uno pagado por mi viejo. O sea, que ya estaba casado con Viviana o tenía pensado casarse con ella legalmente cuando se casó con mamá. Imagínese lo que sentí cuando descubrí que toda mi vida era una mentira por culpa de mi viejo, que todo el matrimonio, que todos esos años juntos fueron una mentira, una ilusión de mi viejo. Yo no podía ocultar eso. Estaba tan enojado, que no sabía ni yo mismo de lo que era capaz de hacer. Toda esa situación me generó una gran duda. ¿Quién es mi madre en realidad? Y tengo miedo de la respuesta. Mucho miedo de la respuesta. Por eso estoy completamente cerrado a realizarme el examen de ADN. Además, Viviana y mamá me tendrían que donar su ADN voluntariamente y eso es imposible, a no ser que les cuente la verdad. Y no puedo, no puedo hacerlo. Pero al mismo tiempo, sentía la necesidad de hacer algo porque no me podía quedar de brazos cruzados paspando moscas, porque la cosa era grave. Entonces, decidí encarar a mi viejo. Fui hace dos días a su oficina a la noche, el de seguridad me dejó entrar, subí hasta el piso de mi viejo, me metí en su oficina toda en penumbras; vi una sombra, algo oscuro que se deslizaba, pensé que era él, lo intercepté y lo maté. Y cuando encendí la perilla de la luz y vi lo que hice… ¡Era Viviana! ¡Maté a Viviana! Mi amante, mi madre biológica, no sé… La maté por error. Ella no debería haber estado ahí, no tendría que haber estado ahí. Y el de seguridad me tendría que haber dicho que había una mujer en compañía de mi viejo. ¡Y no! ¡No! Y yo pelotudo, que actué apurado, enojado, enceguecido por una rabia incontenible… Y preparé todo para que pareciera que mi viejo la había asesinado. Con el quilombo en el que estaba metido, la Policía podría deducir que la mató porque Viviana amenazó con contarle todo a mamá e ir preso. Y es lo que la Cana presume. Está totalmente convencido de que mi viejo es el asesino. Para colmo, está prófugo. Desde hace dos días que no se sabe nada de él. Quedó como que asesinó a Viviana y huyó. Es perfecto. ¿Usted qué opina, padre?

_ ¿Te arrepientes de tus actos?

_ De culpar a papá de algo que yo hice, no. Se lo merece. Se merece cargar con toda la culpa por lo miserable que fue. Y de matar a Viviana… Sí. Si pudiese volver el tiempo atrás para no haber actuado en caliente… Qué pelotudo fui. Nunca me lo voy a perdonar en la vida.

_ Repite conmigo la siguiente oración: pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el Infierno que merecí y el Cielo que perdí. Pero mucho más me pesa, porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como vos. Antes querría haber muerto que haberte ofendido. Y propongo firmemente no pecar más, y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.

Lucas repitió la oración al pie de la letra. El cura tomó un objeto punzante de grueso tamaño, lo traspasó por la ventanita que divide los dos habitáculos del confesionario entre sí y lo estocó con contundencia y precisión en el pecho de Lucas, quien falleció en cuestión de segundos.

_ ¿Querías estar muerto antes que haberme ofendido?_ preguntó el cura con ironía y con un tono de voz completamente diferente, más agresivo y lábil._ Deseo concedido.

Y abandonó el confesionario y posteriormente la Iglesia con absoluta rapidez. Una vez que se halló en una zona segura, se deshizo del traje de párroco y huyó. El falso cura no era otro que el papá de Lucas. Y todavía sigue prófugo.