lunes, 30 de enero de 2017

Una cuestión Familiar (Gabriel Zas)




_El señor Robledo, reconocido abogado de familia_ relataba el capitán Riestra_ padece una enfermedad terminal y es inminente su partida de ésta tierra. Por eso, para que sus hijos puedan heredar sus bienes de acuerdo a las recomendaciones fijadas por ley y la sucesión pueda ser efectuada en común convenio con sus principios y exitosamente, escribió un testamento, que guardó adentro de un sobre madera en el segundo cajón del escritorio de su oficina.
_Pero el testamento desapareció, ¿correcto?_ inquirió Sean Dortmund, vivamente.
_ Así es_ ratificó el capitán Riestra, apesadumbrado._ El modo en que se perpetró el robo es muy confuso, por no decir inexplicable.
_ Póngame al tanto de los pormenores del caso.
_ El señor Robledo, Ricardo Robledo, tal es su nombre; escribió el testamento ésta mañana. Su esposa, Ana Clara Marín, confirmó que estuvo desde las 9 hasta alrededor de las 11 encerrado en su oficina y no salió para nada. Después que abandonó su despacho, lo hizo con el testamento en mano y se lo expuso a ella para que le diera su opinión al respecto. Una vez eso, regresó a su oficina, colocó el documento en el sobre, lo guardó en el cajón, lo cerró, salió y nadie más volvió a ingresar.
_ ¿Cerró la puerta con llave?_ indagó Sean Dortmund.
_ Sí, por supuesto_ respondió el capitán Riestra_. Siempre que sale de allí, cierra con llave. No permite que nadie más ingrese. Es muy reservado y cauteloso, en ése sentido.
_ ¿Y está completamente seguro de que nadie más volvió a ingresar minutos más tarde?
_ Sí. Sólo el propio señor Robledo a eso de las 13:30 para buscar unos papeles, y según su versión, el testamento estaba en donde lo había dejado.
_ ¡Ahí está!: “según su versión”. Pero los hechos en la realidad, nunca son iguales al ojo de quien los narra. Prosiga, por favor.
_ ¿Cree que…?
_ No creo nada, aún. Pero, dígame una sola cosa: ¿está del todo seguro el señor Robledo que el testamento estaba allí, donde lo había dejado la última vez?
_ Sí.
_ ¿No lo cambió de lugar en absoluto?
_ No, según su declaración.
_ ¿Había algún otra copia de la llave?
_ Sólo una y estaba en poder del señor Robledo. Nunca se deshacía de ella.
_ ¿Cuántas personas había en la casa momentos anteriores o posteriores al robo?
_ Sólo eran él y su esposa, hasta que aproximadamente a eso de las 15 cayeron sus tres hijos junto con su abogado, el doctor Federico Rambler.
_ ¿Una reunión para anunciar lo del testamento?
_ Sí. El señor Robledo fue a buscarlo y no lo encontró. La Policía buscó huellas, evidencias, ADN de terceros, pisadas, algún rastro, algo fuera de lo ordinario… Pero nada, nada de nada.
_ ¿Ninguno de los visitantes pudo…?
_ Imposible. Si alguien se hubiera levantado y se hubiese demorado más tiempo de lo normal, no hubiese pasado desapercibido.
_ ¿Los beneficiarios eran sus tres hijos, solamente?
_ Y su esposa, también.
_ ¿Revisaron toda la casa?
_ Sí. Nada.
_ ¿Y no hizo copia del testamento el señor Robledo?
_ No, no hizo.
_ ¿Ya prestaron todos su declaración?
_ Sí, y todos los testimonios concuerdan.
El inspector Dortmund solicitó autorización y realizó una minuciosa inspección en la oficina del señor Robledo. Revisó vitrinas, muebles, rincones en general y no encontró nada sospechoso. El escritorio disponía de tres cajones amplios: el primero contenía expedientes clasificados; el segundo, el sobre madera con una hoja en blanco en su interior (sustituida por el ladrón, sin dudas); y el tercero, papeles de todo tipo y tamaño. La mesa estaba vacía y sólo había sobre ella una lámpara, un lapicero y un anotador. El teléfono era pequeño, de color negro e inalámbrico y descansaba sobre una pequeña mesa a medida, arrumbada en el extremo izquierdo de la biblioteca.
Dortmund abrió sigilosamente el anotador que yacía sobre el escritorio, lo examinó y notó que alguien arrancó una hoja. La comparó y corroboró que era de la misma calidad, textura y diseño de la que estaba adentro del sobre donde estaba guardado el testamento antes de ser sustraído. Tras eso, inspeccionó el lapicero y percibió que faltaba una birome. Por último, repasó el tercer cajón, en donde entre los papeles había un estudio de ADN practicado recientemente, casi perdido al fondo de la pila. Por la disposición y el orden de los pliegos, la Policía no había revisado ahí.
El inspector salió de la oficina y confrontó al señor Robledo con una simple pregunta insignificante.
_ ¿Qué pasó con la lapicera que falta del lapicero que está sobre su escritorio?
_ ¿Eso importa?_ respondió el abogado, irritado y sorprendido, a la vez.
_ Todo importa en una investigación de ésta naturaleza.
_ Dejó de andar y la tiré a la basura. Eso es todo.
Pero el inspector no confió en su explicación.
_ ¿Podemos hablar en privado?_ lo invitó Sean Dortmund.
El señor Robledo aceptó algo fastidioso y ambos se dirigieron a una habitación desocupada. Después que los dos hombres estaban adentro, Dortmund cerró la puerta para que nadie los molestara.
_ Le voy a decir lo que pienso y quiero que sea franco conmigo_ dijo Sean Dortmund.
El otro hombre asintió con un escueto movimiento de cabeza.
_ Usted se casó_ empezó el inspector_ con la señora Marín, quien venía de un matrimonio anterior y del que traía consigo a dos de sus tres hijos. El tercero, Andrés, lo tuvo con usted. Pero siempre puso en duda la identidad de su verdadero padre y por eso ordenó realizar un examen de ADN. Lo encontré entre sus cosas. Comparó una muestra del cabello de Andrés con una suya y sus peores sospechas se confirmaron: Andrés no es hijo legítimo suyo, lo que implica que inexorablemente su mujer le fue infiel, y además, que le mintió. No quiso hacer un escándalo de todo este asunto, así que acudió a una solución ingeniosa: fingir el robo del testamento, porque ninguno de los cuatro merecía nada suyo, porque sobre todo sus hijos, no son su sangre. Entonces, tomó el testamento y se deshizo de él. Luego, tomó otra hoja, redactó el documento con una lapicera que no escribe y lo guardó en el sobre original_ tomó del interior de su saco el sobre madera, extrajo de adentro la hoja en blanco y por encima deslizó una luz ultravioleta, que puso al descubierto todo lo escrito.
El rostro de Dortmund adquirió una expresión triunfal, en tanto que el señor Robledo se precipitó repentinamente.
_ Con este mecanismo_ continuó el inspector_ podía remarcar con un bolígrafo que funcionase todo lo escrito y volver lo invisible, visible, y así sustituir un documento por otro de una forma infalible y prácticamente sin ser detectado. ¡Brillante! ¡Una jugada brillante!
_ La ley no prohíbe este tipo de escrituras_ reprimió el abogado.
_ ¿Quién es el real beneficiario?
_ Tengo una hija de mi matrimonio anterior. Su madre falleció y perdí todo tipo de contacto con ella, hasta que hace unos días me encontró. Ella sí es mi sangre, ella sí merece mi fortuna, mis bienes y todo lo que tengo. Puede atribuirme todos los cargos que desee, si quiere, pero no me arrepiento de hacer lo que creí mejor, justo y necesario.
_ No lo juzgaré ni tampoco lo hará la Justicia. Su único delito fue mentir.






No hay comentarios:

Publicar un comentario