El incidente que da lugar a este relato sucedió en junio de 1994 en la costa atlántica salteña. Habíamos ido a vacacionar con el inspector a un pequeño pueblo costero de la provincia de Salta, que ahora no recuerdo el nombre, para descansar un poco de la rutina y despejar nuestras mentes, que queríamos mantener fuera del alcance de cualquier acontecimiento criminal.
Era un pueblo pequeño, de no más de mil habitantes, con una única comisaria cerca de la playa, un bosque anclado en el centro del municipio y lejos de cualquier contacto con la civilización. El hotel en el que Dortmund y yo nos hospedábamos era también el único del lugar y tenía una atención de primer nivel. Al tercer día de estar hospedados allí, bajamos al recibidor alrededor de las 9.30 de la mañana para desayunar y nos encontramos con un hombre muerto, que había caído al vacío desde el sexto piso y el presunto asesino estaba custodiado por dos oficiales por orden del comisario del pueblo, que estaba haciendo algunas averiguaciones en el hotel mismo.
Dortmund no pudo resistir la tentación y se presentó con el comisario del pueblo, el oficial Ricardo Enza, para prestarle su colaboración en la investigación del caso. Un hombre de modales poco amables, silueta imponente y pocas luces. Debía tener en promedio unos cuarenta y siete años, según mis propios cálculos.
Al principio, el comisario Enza se negaba a recibir la ayuda de cualquier extraño, pero la persuasión que empleó Sean Dortmund para hacerlo cambiar de parecer dio resultados favorables y el comisario lo puso al corriente de los eventos que reclamaban su intervención.
Lo primero que el comisario le aclaró a mi amigo fue que había un solo forense en el pueblo y que ya lo habían mandado a buscar. Pero que iba a demorar bastante en arribar a la escena. Por otro lado, la Fiscalía y el Juzgado que tenían competencia en la zona se encontraban en otra ciudad ubicada a 25 kilómetros de donde estábamos, por lo que se presumía no se harían presentes en el lugar hasta bien entrada la tarde. Así que el inspector se dispuso no perder más tiempo e intentar resolver el caso antes de la llegada del juez.
Los hechos narrados por el comisario Enza fueron los siguientes: alrededor de las 8:30 de la mañana, el acusado, Mauricio Bejarano, se presentó en el hotel con intenciones de visitar a la víctima, identificada por esta circunstancia como Lorenzo Margulis, oriundo de Buenos Aires.
El conserje se comunicó con la habitación de la víctima para notificarle sobre la presencia del visitante y solicitarle su autorización para permitirle el ingreso. Tras el permiso del señor Margulis, el sospechoso subió en ascensor alrededor de las 8:37. Un botones declaró que estaba en el sexto piso haciendo su trabajo cuando oyó que ambos hombres discutían en fuertes términos. Ante dicha situación, decidió golpear la puerta e intervenir. Por los fuertes gritos, parece que no escucharon los llamados del botones porque no respondieron y aquél decidió seguir con sus tareas. A todo esto, eran las 8:46 a.m. La discusión todavía continuaba.
A eso de las 8:59 a.m. se escuchó un golpe seco afuera del hotel, como si algo hubiera impactado enérgicamente contra el pavimento. Cuando tanto el conserje como uno de los botones salieron a revisar de qué se trataba, se encontraron con la tragedia. El botones que se había quedado adentro del hotel impidió la huida del señor Bejarano al anoticiarse de lo ocurrido y dio aviso a la Policía, que habrá llegado a la escena cerca de las 9:10 a.m. Pese a los hechos hasta aquí descritos, el señor Bejarano clamaba fervientemente su inocencia.
Tras el relato del comisario Enza, Dortmund se quedó unos segundos en silencio antes de tomar la palabra.
_ Interesante. Sí, es muy interesante lo que me cuenta. Un caso curioso y por demás interesante_ opinó mi amigo pensativo._ ¿Cuál era el estado del señor Bejarano al momento de su detención?
_ Estaba muy asustado e intentó huir despavorido_ repuso el comisario Enza._ Se quiso rajar a toda costa, pero no llegó ni a la esquina gracias a la rápida intervención del personal del hotel. Me parece que está todo aclarado, ¿no le parece? Este tipo es culpable de acá a la China.
_ ¿El móvil?
_ Eso es lo de menos. Las circunstancias lo condenan. Así que, averiguar el móvil es irrelevante.
_ Recuerde, comisario, que el móvil es lo que siempre moviliza al asesino a actuar. Sin esa motivación, no creo posible ningún asesinato.
_ ¿Quiere un motivo? El tipo está loco y mató a su amigo porque es un desquiciado. ¿Contento?
_ ¿Contempló la posibilidad de que se haya tratado de un accidente?
_ Accidente o no, Margulis está muerto y tengo a su asesino en mi poder. Fin del asunto.
Era lamentable la falta de lógica y sentido común, además de la mente cerrada, que tenía el comisario Ricardo Enza. A veces pienso que gente como él llega a obtener ciertos rangos jerárquicos por influencias en el poder. Porque dudo que alguien con sus mismas cualidades pueda conseguir un alto cargo en la Policía por mérito propio. En fin. Volviendo al caso que nos compete, Dortmund no dio crédito a las teorías absurdas e infundadas que lanzó el comisario Enza. Ni siquiera se había tomado el trabajo, como es menester, de investigar al señor Margulis.
_ ¿Y un suicidio?_ le preguntó Dortmund con suspicacia.
_ Si Margulis se hubiera suicidado_ repuso Enza con soberbia y altivez_, no hubiera esperado a que viniera a verlo Bejarano. El suicida es solitario, no se mata en presencia de alguien más.
_ ¿Por qué vino Bejarano?
_ ¿Acaso importa eso?
_ En un caso como este, todo importa. Hasta el más mínimo detalle. Supongo que la habitación del señor Margulis tampoco la examinaron.
_ No puedo proceder hasta que vengan el forense y el juez o el fiscal.
Era más que claro que Enza estaba empecinado con achacar toda la responsabilidad de la muerte de Lorenzo Margulis en Mauricio Bejarano. Pero Dortmund no iba a permitirlo hasta llegar al fondo del asunto y descubrir toda la verdad.
Procedió a investigar a la víctima y descubrió un detalle relevante para el caso. Lorenzo Margulis estaba recién separado y había perdido todo. La exesposa se quedó con la custodia de sus dos hijos, con la casa que compartían y con todo su capital. Pensó que el juez iba a darle la razón a él, pero fue al revés. Incluso, el señor Margulis tenía prohibido ver a sus hijos por tiempo indeterminado. La mujer arrasó con todo.
La exesposa de Lorenzo Margulis no estaba calificada para cuidar a ninguno de sus hijos por ser una persona abusiva y maltratadora. Pero se dio la circunstancia de que mantenía un romance en secreto desde hacía algunos meses, casualmente con el juez de la causa.
El señor Margulis, luego del fallo en su contra, tomó las pocas cosas que su ex le permitió sacar de la casa y con eso viajó para Salta. Y otro detalle que tampoco resultaba menor era que el señor Mauricio Bejarano estaba al tanto de toda esta situación. Él era el mejor amigo de la víctima.
Inmediatamente después de conocer estos datos, Dortmund requisó la habitación de la víctima y halló una carta hecha añicos oculta en un neceser. Mi amigo corroboró con indiscutido éxito que la caligrafía se correspondía con la del señor Lorenzo Margulis. El inspector sonrió con satisfacción y le exigió al comisario Enza entrevistarse a solas con Mauricio Bejarano. Después de un tire y afloje intenso, el inspector se encontraba a solas, mano a mano con el acusado.
Se sentó frente a él y lo observó con compasión, en tanto el señor Bejarano le esquivaba la mirada con mucho temor. Cuando Dortmund le exhibió la nota escrita por Lorenzo Margulis, el señor Bejarano prorrumpió en llantos.
_ Lo lamento profundamente, señor Bejarano_ le dijo Dortmund con pesar._ Sé que usted tuvo toda la intención de salvarle la vida, pero no pudo. ¿A eso vino, no es así?
_ Cuando Lorenzo supo lo de su exesposa_ respondió el señor Bejarano más calmo y sereno, _ se hundió en una profunda depresión de la que no pudo salir más. El romance que ella mantenía con el juez de la causa por el divorcio y la tenencia de sus hijos lo devastó terriblemente porque sabía de antemano que iba a perderlo todo. Él me comentó varias veces sus intenciones de suicidarse si las cosas no resultaban en su beneficio, pero siempre lo disuadí de no hacerlo. Diciéndole, además, que el suicidio iba a coronar la victoria de Analía, así se llama ella, con laureles y no podía permitirse ese privilegio. Pero la realidad es que ella sufre del corazón y cualquier disgusto podría inducirle un infarto y matarla. Pienso que esa fue la verdadera razón por la que el juez Luna falló a su favor y no por el otro motivo. Porque si no me lo creo yo mismo, voy a enloquecer y todo va a ser peor. Si a esa mujer le pasa algo, los chicos se quedan sin padres. Y no tengo intenciones de que los críe un juez como Luna.
<Cuando Lorenzo me comentó sus intenciones de viajar para esta zona porque necesitaba descansar de todo lo que le había pasado, supe que me estaba engañando. Supe realmente a qué venía>.
Respiró hondo y continuó.
_ No perdí tiempo y tomé el primer vuelo que salía inmediatamente atrás del que tomó Lorenzo. Llegué con el tiempo justo porque cuando me anuncié en recepción y subí a verlo estaba a punto de saltar. Le insistí que no lo haga y discutimos fuertemente. Y aunque intenté hasta el último segundo que no saltara, se despidió y saltó. No pude detenerlo… ¡No pude detenerlo! Sabía que iban a subir a la habitación en cualquier momento, así que me apuré a romper la carta que le había escrito a Analía explicándole los fundamentos de su decisión y la escondí en el neceser del armario para evitar darle un disgusto a Analía, pese a todo. Más que nada por los chicos, no por ella. Sin ser consciente que ocultar las pruebas del suicidio de Lorenzo harían ver todo como un asesinato y yo como el único sospechoso de haberlo cometido.
Hizo una pausa y continuó.
_ No pude detenerlo. Tendré que vivir con ese remordimiento por el resto de mi vida.
_ No es su culpa, señor Bejarano_ lo animó Dortmund._ Usted fue muy valiente en viajar hasta acá para intentar salvarle la vida. Debe sentirse orgulloso por eso.
_ Si no hubiese sido por usted, ese necio del comisario me hubiera metido preso por asesinato y el juez lo hubiese convalidado. Agradezco que usted haya intervenido para salvar mi pellejo. Aunque merezco ir preso por no haber podido evitar que Lorenzo se matara.
_ Ningún ser humano merece ir preso injustamente. Y en cuanto al comisario Enza, estoy seguro que aprendió la lección. Me quedaré hasta que llegue el juez para hablar personalmente con él.
Y así fue. Mauricio Bejarano fue sobreseído y regresó a Buenos Aires en el vuelo siguiente. Y el comisario Ricardo Enza fue separado preventivamente del cargo por mal desempeño de sus funciones.
Quedaba lo más difícil de todo que era darle la trágica noticia a Analía, la exesposa de Lorenzo Margulis, y a sus hijos. Pero ese ya era otro cantar.
El relato no fue tan corto no pretendí desde que redacté las primeras líneas, pero su resolución sí lo fue y eso es lo que cuenta. Otra vez Dortmund haciendo gala de sus habilidades.