martes, 2 de mayo de 2017

Un robo perfecto (Gabriel Zas)








_ ¿911?_ dijo una voz masculina gruesa, articulada y de buena entonación.

_ ¿En qué lo puedo ayudar, señor?_ respondió una voz femenina al otro lado de la línea.

_ Me llamo Gregorio Irala y quiero denunciar un robo.

_ Dígame, si es tan amable señor Irala, qué le robaron.

_ Yo robé un cheque por cien mil pesos de casa de un amigo.

_ Es una confesión seria la que me está brindando. ¿Está seguro de lo que me está diciendo?

_ Sí. Es más, tengo el cheque en la mano. Estoy dispuesto a devolverlo y a entregarme.

La voz de Gregorio Irala sonaba convincente y segura, y la interlocutora no dudó de que su declaración era verídica.

_ ¿Puede precisarme los detalles del robo, señor Irala?

_ Con dos amigos más vinimos desde Chascomús a pasar el fin de semana en casa de otro amigo que tenemos en común que vive en un complejo departamental en Retiro. Es banquero y el banco le confió el cuidado de un cheque por ése importe. Estoy falto de plata, vi la oportunidad y lo tomé. Y ahora me arrepentí y quiero devolverlo.

_ ¿Cómo fue el robo?

_Me levanté a la madrugada y me lo apropié sin que el resto se diera cuenta. Usé guantes para no dejar impresas mis huellas, tomé una pertenencia de cada uno de ellos tres y las coloqué en la escena para inculparlos y entorpecer a su vez una eventual investigación del caso. Pero pensé en lo que hice y decidí entregarme antes de que ellos lo descubran. Aproveché que salieron cada uno por su cuenta para llamarlos a ustedes.

Gregorio Irala le pasó el domicilio a la empleada del 911 y enseguida se acercó un patrullero hasta el lugar, donde los oficiales constataron la escena. Irala devolvió el cheque y fue arrestado in situ.

Una hora más tarde, se registró un llamado extraordinariamente curioso al 911. Una persona que se identificó como Walter Janner denunció exactamente lo mismo que Gregorio Irala, su declaración fue exactamente igual en todo aspecto. Ante este nuevo llamado, la Policía dudó de su relato y lo desestimó. Pero cuarenta minutos más tarde, el señor Janner se presentó espontáneamente en la Seccional y devolvió el cheque, el que claramente era falso porque el genuino había sido devuelto por el señor Irala, y Walter Janner fue arrestado por falsificación de documento y fraude. Pero las sorpresas no cesaban: ahora Irala sa declaró inocente por consejo de su abogado, aunque igualmente siguió en prisión. Pero lo insólito del episodio no dejó de asombrar a la Policía ni para bien ni para mal, era algo que escapaba de lo habitual y había captado el interés de la mayoría por igual.

Para ponerlo un poco más en claro,  Gregorio Irala robó el cheque y dejó evidencia para inculpar a sus supuestos tres amigos, pero también (intencionalmente o no) dejó evidencia que lo involucraba a él directamente. Esto fue algo altamente sospechoso. Y el caso de Walter Janner fue exactamente igual al de Irala. ¿Acaso los cuatro supuestos amigos se habían puesto de acuerdo en esto? Y si era así, ¿por qué? ¿Llamarían los otros dos que restaban? Porque era claro que si alguien pretendiera desvincularse de un hecho direccionando los indicios alevosamente hacia otras personas, no dejaría jamás nada que lo relacionase al propio autor con el mismo hecho en sí. Y por como estaba dispuesta la escena, daba la impresión de todo lo contrario. Sin embargo, estaba todo carente de huellas. ¿Qué estaba pasando en realidad?

Por recomendación indiscutible de nuestro buen amigo, el capitán Riestra, el jefe de la División Robos y Hurtos de la Policía Federal, el capitán Aldo Ortiz, le consultó en una primera entrevista sobre el caso al inspector Sean Dortmund. Ortiz era un hombre escéptico, de mal carácter y con un temperamento elevadamente arrogante, al que tuve el honor de conocer unos pocos días después.

_ Tomé una decisión al respecto de su planteo_ le dijo el capitán Ortiz a Dortmund, de malas maneras._ No me complace en lo más mínimo consultarle a un investigador privado y mucho menos europeo. Pero dada su intachable repercusión que logró alcanzar ayudando a Homicidios a resolver casos intrincados, decidí dejar de lado mis opiniones y acatar sus sugerencias de la otra vez.

Dortmund se sintió halagado por las palabras de Aldo Ortiz, aunque era claro que desaprobaba los malos tratos de aquél en todas sus formas. De todas maneras, dejó ésa perspectiva de lado y se metió de lleno en las novedades del caso que requerían su intervención.

_ Celebro su decisión_ afirmó mi amigo._ Dígame una cosa, capitán Ortiz: ¿ya habló con la sucursal del banco en la que trabaja el señor Arzeno?

_ Veo que no me mintiò respecto a que conoce los pormenores del robo_ expresó el capitán Ortiz secamente y sin sorprenderse.

_ Sólo hago mi trabajo, como usted hace el suyo. Ahora, si es tan amable...

_ Sí. Y confirmaron que le dieron un cheque por cien mil pesos a Gervasio Arzeno.

_ ¿Con qué finalidad, capitán Ortiz?

_ Debía depositarlo en una cuenta corriente en otra sucursal porque ése dinero era parte de un plan de inversión a futuro en un micro emprendimiento que involucraba la compra de acciones en la Bolsa y toda la mar en coche.

_ Constataron que el cheque que devolvió el señor Janner era falso. Una fotocopia a color muy bien hecha y muy bien ensamblada, perfectamente diseñada y estructurada, adosada en un papel de una calidad muy alta, extremadamente similar a la calidad del papel original del cheque original, ¿correcto?

_.Sí, correcto.

_ ¿Y el primero? ¿El que devolvió el señor Irala? Porque si el segundo resultó ser falso, es altamente probable que el primero también lo sea. Pero ustedes asumieron que se trataba del cheque verdadero y...

_ Está guardado como evidencia. En cuanto el juez lo disponga, será librado y restituido a quien corresponda.

_ Asumieron que es auténtico, comprendo.

_ ¿Usted cree lo contrario? ¿Está cuestionando la idoneidad con la que trabajamos?

_ Sólo me pregunto que si el segundo cheque es efectivamente falso, porqué no podría también serlo el primero. La calidad de la copia y del papel es tan buena, que no percibieron nada raro. Recomiendo una segunda revisión y una posterior comparación del segundo con el primer cheque.

_ Perdone, pero eso es ridículo.

_ Al contrario, es muy posible, capitán Ortiz. Suponiendo que sea un plan que Janner, Irala y el tercer hombre idearon inteligentemente, en donde los tres son culpables del robo, en donde los tres dejan evidencia suya para auto incriminarse, en donde los tres llaman a la Policía en forma separada y en donde los tres luego se declaran inocentes, ¿por qué aparecerían indicios también del propio señor Arzeno?

_ Siguiendo su lógica de que cada uno culpa al otro para, digamos, entorpecer la investigación y desviar las sospechas sobre sus personas, entonces me parece que no es algo tan complicado de deducir.

_ Sí, porque es la primera deducción que se desprende de los hechos en sí, lo que no la hace necesariamente la verdadera.

Ortiz abrió los ojos enormemente y miró a Dortmund con el entrecejo fruncido.

_ ¿Piensa usted que fue al revés, eh? ¿Que Arzeno se quedó con el cheque y dejó evidencia para inculpar a tres inocentes samaritanos? Admito que es una posibilidad que no habíamos considerado.

_ Porque es claramente falsa. Porque de ser cierta, no habría motivo para que tanto los señores Janner como Irala se auto inculparan por el robo_ respondió mi amigo con arrogancia y altivez.

_ ¿Fueron los cuatro? Oiga, Dortmund...

_ Ésta opción es la más fiable de todas hasta ahora. Pero no implica que sea la verdadera. ¿Qué pasó con el señor Arzeno?

_ Declaró y lo dejamos ir. No vimos razones suficientes para aprehenderlo dadas las circunstancias del caso.

_ Más allá de eso, ¿sonó convincente en sus palabras?

_ Absolutamente.

_ ¿Y en su actitud?

_ También.

_ ¿Se mostró  sorprendido o consternado en relación a las actitudes adoptadas por dos de sus tres amigos?

_ Claramente. ¿A dónde quiere llegar?

_ A la verdad, igual que usted. Deje que el tercero se comunique. Hablaremos entonces, capitán Ortiz.

Y Sean Dortmund le estrechó la mano a nuestro visitante.

_ ¿Cree realmente que el tercero va a seguir el juego de los otros dos?_ preguntó Ortiz, con absoluta incredulidad.

_ Lo hará, sé por experiencia que lo hará. Y ahí será cuando atrape al ladrón.

_ ¿Ya sabe todo?_ le pregunté a Dortmund sorprendido, después de que el capitán Ortiz se retirara. Aunque no sé de qué me sorprendí si ya estaba acostumbrado a estos desenlaces inesperados.

_ Tengo una idea, doctor_ me respondió seguro de sí mismo._ Pero me falta un elemento clave para confirmarla.

_ ¿Cuál?

_ Lo sabrá llegado el momento. Estuvo muy callado en presencia de nuestro consultor.

_ Sus deducciones fueron inteligentes y acertadas. ¿Por qué iba a arruinarlo con aportes incoherentes e inexactos?

_ Sus aportes son útiles. No menoscabe su talento, doctor.

Ciertamente, él solía quebrantar mis habilidades a través de su insoportable petulancia, aunque hubo veces en las que realmente valoró mis apreciaciones. Pero no pretendo irme de tema.

_ ¿Cómo fue la secuencia del supuesto robo, Dortmund?_ le pregunté al inspector con denotado interés.

_ El señor Arzeno llegó a su casa alrededor de las cinco de la tarde hace una semana atrás_ comenzó a explicarme,_ sacó el cheque del bolsillo interior de su saco, lo guardó adentro de un sobre y así como estaba lo colocó en el primer cajón del escritorio que tiene en su dormitorio.

_ ¿La Policía revisó allí?

_ Naturalmente, pero el sobre estaba vacío.

_ A simple vista, nadie pensaría que el sobre contendría algo de valor en el interior. Puede pensarse en una carta, en una citación, en un documento de cualquier índole, pero no en un cheque. Al menos, eso es lo que pienso yo.

_ Tiene un poder de deducción superficial, pero interesante. Continuando con la cronología de los hechos que antecedieron y prosiguieron al incidente del robo, cuando el señor Arzeno guardó el sobre con el cheque adentro de donde le mencioné anteriormente, nadie más estaba en la casa. Al menos, eso fue lo que el señor Gervasio Arzeno testificó ante la Policía. De modo que no cabía posibilidad alguna de que nadie más supiese sobre su existencia. Sin embargo, durante la cena, le comentó a sus amigos sobre el cheque aunque sin revelar el lugar de su escondite.

_ Y aun así, alguien a la madrugada se levantó, penetró en la habitación del señor Arzeno, abrió sutilmente el cajón, extrajo el cheque de adentro del sobre, dejó el sobre vacío adentro del cajón tal como estaba, lo cerró y se retiró tal como entró. Pero al día siguiente al ladrón le remuerde la consciencia, llama al 911, confiesa, se entrega y devuelve el cheque. Pero por consejo de su abogado, y así y todo con la mayor parte de los indicios en contra suya, se declara inocente aunque la Justicia decide que continúe en prisión. Y a falta de uno, dos de tres hicieron exactamente lo mismo, todo mecánicamente igual. Y la evidencia en la escena los vincula a los cuatro por igual. Es extraordinario este caso. A eso sumémosle que los cheques devueltos son falsos... Porque coincido con usted, Dortmund, en que ambos lo son.

_ No es para menos. Dejan evidencia plantada, con todo lo que eso implica, penetran en su habitación; abren el cajón, sustraen el cheque y el señor Arzeno no escuchó nada.

_ Pudieron haber amortiguado el sonido del cajón de alguna forma efectiva. Pero, ¿el resto, qué? ¿Ninguno de los otros ruidos los despertó? Lo dudo. Acá hay gato encerrado.

_ ¿Ve cuán interesantes y valiosos son sus aportes, doctor? Caben dos posibilidades en este punto: o el cheque estaba guardado en otro cajón de otra habitación o en el bolsillo de su saco, de donde nunca salió.

_ ¿Él con los amigos orquestaron todo este circo? Digo, porque entonces implica que el señor Arzeno siempre mantuvo el cheque adentro de su saco y que nunca lo sacó de ahí.

_ Yo pienso en algo diferente. Por eso necesito que el tercer hombre también confiese el robo al igual que lo hicieron los otros dos.

_ ¿Es algún tipo de broma extraña? Porque realmente todo esto parece una broma de pésimo sentido del humor.

_ Es algo más elaborado aún, si mi teoría no es equivocada. Pero claro que a toda la Policía, dadas las curiosas circunstancias del hecho, se le cruzó por la cabeza la idea de alguna clase de broma perversa. Pero el robo fue tan real como lo es ésta conversación ahora.

A los cinco minutos sonó el teléfono y Dortmund lanzó una exclamación al aire. Yo lo miré con recelo y desconcierto. Levantó el tubo, habló apenas un minuto y cortó.

_ Adivine qué, doctor_ dijo, dirigiéndose de nuevo a mi persona con el mismo entusiasmo de un chico cuando le obsequian un globo.

_ Nunca voy a lograr descifrarlo_ le respondí obstinadamente.

_ El tercer amigo llamó hace menos de diez minutos al 911 y confesó el robo exactamente igual a como lo hicieron los señores Janner e Irala. Nicolás Krausen dijo que robó el cheque porque necesitaba el dinero, que se arrepintió, que tenía el cheque consigo y que iba a entregarlo y a entregarse él. Sabemos que después lo asistirá un abogado, porque es su derecho, se declarará inocente pero igual seguirá bajo arresto hasta que el juez resuelva la situación procesal de los tres.

Y no dijo ni una sola palabra más. Tomó un libro, se sentó en su sillón de siempre y se puso a leer absolutamente relajado.

_ ¿Eso es todo?_ musité._ Vamos, Dortmund, ¿quién robó el cheque genuino y dónde está oculto?

_ La respuesta a su segunda pregunta es en el banco al que estaba destinado. Fue depositado en tiempo y forma. Caso cerrado_ y me dirigió una mirada impertinente.

_ ¿Siempre lo supo y dejó que dos inocentes permanecieran presos?_ protesté eufórico.

_ Sí, porque ellos también lo sabían y fueron parte de esto.

_ Dortmund, voy a enloquecer. ¿Quiere explicarme ya mismo y sin rodeos lo que está sucediendo?

_ Hace seis días atrás, el capitán Riestra me comentó por teléfono que Asuntos Internos tenía bajo investigación al capitán Ortiz por estar vinculado a una serie de robos y estafas importantes en diferentes bancos durante los últimos ocho meses. Cada vez que pasaba algo extraño, Ortiz aparecía involucrado de por medio. Fue ahí cuando decidieron investigarlo y lo empezaron a seguir. Descubrieron que tenía diversos contactos en varias sucursales bancarias que le pasaban información jugosa y confidencial al capitán Ortiz sobre múltiples transacciones y operaciones que tenían lugar dentro de la propia entidad. Así fue como le pasaron la data del cheque de cien mil pesos que le iban a dar al señor Arzeno para depositar en otra sucursal como parte de una inversión millonaria en acciones de la Bolsa porteña. Para que los cheques los pueda transferir cualquier empleado que la sucursal en cuestión designe, no lo hacen al portador. Fue la presa perfecta para el capitán Aldo Ortiz.

Cuando los expertos de Asuntos Internos anticiparon la jugada, se contactaron inmediatamente con el señor Arzeno para ponerlo en alerta. Habían averiguado que él había sido designado para llevar a cabo la operación. Al día siguiente, cuando le pidió a su superior el cheque en cuestión, aquél le dijo que había decidido encomendarle la diligencia a otro empleado. Y claro que no tardaron en darse cuenta que ése otro empleado era el mismísimo Aldo Ortiz. El jefe del señor Arzeno resultó ser su cómplice.

Gervasio Arzeno notificó el hecho a la Policía, quien por intermedio del capitán Riestra, me contactaron a mí y yo le tendí una ingeniosa trampa a nuestro ladrón y honorable jefe de la División Robos y hurtos de la Policía Federal, el capitán Aldo Ortiz. No fue difícil deducir que no iba a arriesgarse a esconder el cheque en cualquier lado porque podían encontrarlo por accidente. El mejor lugar para preservarlo fue en el bolsillo de su uniforme. Pacté un encuentro con él con la excusa de que la Policía había requerido mi intervención para que me pusiese al tanto de los detalles y avances del caso, y le quité el cheque sigilosamente de ahí mismo cuando le estreché la mano. Lo devolví a quien correspondía y todos salimos ganando. En este preciso instante, el capitán Ortiz debe estar siendo arrestado junto a sus cómplices.

Me quedé sin aliento. Pues me costaba procesar lo que había oído.

_ ¿Toda la idea ésa de que los tres se incriminaran, llamaran al 911, apareciese en la escena evidencia de los cuatro inclusive y todo el resto de la farsa fue idea suya?_ le pregunté mentalmente aturdido a Dortmund.

_ En efecto_ me respondió._ Lo hubiese adivinado desde un comienzo si se hubiese percatado que la evidencia de la propia víctima era lo único que no encajaba en la escena. Ni usted lo percibió ni la Policía misma, tampoco. Se lo propuse al señor Arzeno cuando me enteré de todo y aunque me costó un poco convencerlo, aceptó. Asimismo, el capitán Riestra convenció a la Policía para que hiciese su parte en este drama. Eso fue esencial. Y como ve, el ahora excapitán Aldo Ortiz mordió el anzuelo. Nunca sospechó que ya lo habían descubierto y que todo el caso fue un ardid para generarle una confusión mental y atraparlo.

_ Los cheques falsos...

_ Todo, doctor, incluida la historia y la declaración de los testigos. Y el sobre vacío lo plantó el propio señor Arzeno en el cajón por expresa orden mía. Admítalo: fue un robo perfecto acarreado por un plan perfecto.

_ ¿Por parte de quién?_ le pregunté, mirándolo con sarcasmo_ ¿Por parte del señor Ortiz o por parte suya?

_ Usted ya conoce la respuesta, doctor_ y me dio unos golpecitos en el brazo.

 

 

 

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