miércoles, 12 de julio de 2017

Coincidencias insospechadas (Gabriel Zas)


                                        


Pablo Ezequiel Tonalli estaba sentado en la sala de interrogatorios de la Comisaría Tercera de Arrecifes. Fue detenido por asesinar de una puñalada certera en el tórax a quien en vida fuera su mejor amigo desde siempre: Gustavo Moscona. Cuando la Policía arribó a la escena por un llamado anónimo a la línea de emergencias, Tonalli sostenía entre sus dos manos el cuchillo empleado para matar a Moscona. Estaba confundido, desorientado y no paraba de llorar, y más aún para sorpresa de los investigadores, no dejaba de proclamar insistentemente su inocencia. Pero más allá de las circunstancias en las que Pablo Ezequiel Tonalli fue hallado por efectivos de la Brigada de Homicidios de la Policía de la provincia de Buenos Aires (in flagrancia, como se dice en la jerga policial), en su último suspiro y ante la mirada atenta de los paramédicos que quisieron salvarle la vida y no pudieron y del resto del personal policial, Gustavo Moscona pronunció una sola palabra contundente, elocuente, mordaz y solemnemente incriminatoria: Tonalli. La propia víctima lo señaló como su asesino antes de morir, lo que no era poca cosa y se convirtió en la pieza fundamental del caso tanto para los investigadores como para la propia Justicia. Además, Tonalli sostenía el arma y sus ropas estaban ligeramente salpicadas de sangre, y nadie había huido de la escena del crimen antes de que la Policía llegase. De hecho, el propio Tonalli aseguró no haberse cruzado con nadie más.

 El caso estaba esclarecido. Sólo faltaba averiguar el motivo y asunto concluido. Pablo Tonalli no tenía antecedentes judiciales de ninguna clase. Estaba nervioso, consternado, algo fuera de sí y bastante alterado emocionalmente. Rechazó un vaso de agua que le ofrecieron unos oficiales y también renunció a su derecho de realizar una única llamada. Inclusive, declinó el patrocinio de un abogado defensor.

_ Lástima que te rehúses a tu derecho a ser representado legalmente por un abogado defensor_ le dijo en tono sobrante el sargento Félix Basterra, uno de los dos oficiales que estaban junto a él en la sala de interrogatorios._ Te aseguro que lo necesitás urgente para que los jueces que te juzguen no se hagan un festín con vos y te boluden de lo lindo.

_ Además, yo que vos lo pediría para que en prisión los otros presos no te violen ni te fajen a trompadas limpias_ agregó el cabo Mayor, Enrique Baldomar.

Y ambos oficiales se rieron burlonamente.

_ Yo no hice nada, no maté a nadie_ aseguró tímido y nervioso, y con la mirada esquiva; Pablo Ezequiel Tonalli.

Basterra se le plantó autoritariamente sin reparos.

_ Te agarramos con las manos en la masa y encima la víctima te deschabó_ le retrucó con énfasis._ ¿Por qué carajo te empeñás en decir que sos inocente, como si fueras un verdadero imbécil que no piensa? Estás hasta las manos. ¿Entendés eso?

_ Nos quiere tomar por boludos. Miralo, es un pobre enfermo de cuarta. Dejémoslo solo para que refresque el Bocho.

_ Les estoy diciendo la verdad. No maté a Gustavo. Era mi mejor amigo de toda la vida.

_ ¿Y por qué dijo tu nombre antes de morir?_ preguntó en un alarido Baldomar.

_ No sé_ contestó Tonalli, siempre tímido y manteniendo la misma postura._ Quizás porque me quiso decir algo. O porque quiso pedirme que lo ayudara.

Los dos oficiales se miraron uno a otro y se destronaron de la risa por las palabras de Tonalli.

_ Si hubiese querido decir algo, ¿por qué no lo dijo y listo?_ indagó Basterra con lascivia.

_ Porque no pudo porque antes murió. No tuvo tiempo_ respondió Pablo Ezequiel Tonalli inocentemente y sin bajar la guardia ante la presencia imponente de ambos oficiales.

_ ¿Vos estás diciendo que Moscona estaba agonizando cuando llegaste, que lo quisiste ayudar y no pudiste?_ preguntó ya en un tono serio, Baldomar.

Tonalli afirmó con un ligero pero tímido movimiento de cabeza.

_ Nosotros llegamos a los cinco minutos y el forense dijo que había sido recientemente  apuñalado. Estabas vos solo junto al cuerpo, no había nadie más. Los oficiales revisaron todo. No encontraron a nadie más adentro de la casa ni en los alrededores. ¿Cómo explicás eso, Tonalli?

_ No puedo explicarlo, porque no sé cómo escapó el verdadero asesino sin que lo viera. Yo sólo les estoy diciendo la verdad, mi única verdad.

_ ¿Quién llamó al 911, Tonalli?_ interpuso Basterra con curiosidad e interés, a la vez.

_ Yo_ respondió él, con un poco más de seguridad y confianza que hasta hacìa unos instantes._ Es lo que se hace, ¿no?

_ ¿Llamaste al 911 porque es lo que se hace, decís? Saliste, llamaste desde un teléfono público, volviste y seguiste tocando el cuerpo, y encima agarraste el cuchillo en vez de dejarlo. ¿Te das cuenta lo poco creíble que suena lo que me estás diciendo? No creo que hayas llamado vos a la Policía. En fin.

_ Actué sin pensar. No es fácil estar ahí. Si cometí errores, pido perdón. Procedí por instinto.

_ ¿Por qué tenías las manos ensangrentadas y el cuchillo entre tus manos?_ inquirió Basterra.

_ Intentaba reanimarlo. Pero de nada sirvió, porque murió igual.

_ ¿Por qué fuiste a casa de Moscona?_ volvió a preguntar Baldomar.

_ A pedirle disculpas.

_ ¿Se pelearon?

_ Sí, hace tres días atrás.

_ Está admitiendo que tenía motivos para el homicidio_ interpuso vehemente, el sargento Baldomar.

No obstante, Enrique Basterra le hizo un ademán con la mano para evitar que avanzara y que Tonalli siguiera con la declaración. Y Baldomar, muy a pesar suyo, obedeció.

_ Seguí_ le ordenó Basterra a Tonalli._ ¿Por qué vos y la víctima estaban peleados?

_ Por un secreto_ procedió Pablo Tonalli._ Gustavo descubrió que su mujer era hija de un militar que secuestró personas durante la última dictadura del setenta y seis. Cuando ella se enteró de ése pasado oscuro de su padre, recurrió a un abogado e inició todos los trámites legales para desvincularse de su nombre y apellido, de cualquier cosa que lo relacionara con él. La Justicia falló a su favor y ella logró acceder al cambio de identidad, básicamente.

_ ¿Estaba casado, entonces?

_ Se separó hace dos semanas, me dijo, cuando se enteró de todo esto. La confrontó a su esposa, ella se enojó y se fue de la casa.

_ ¿Cuál es el nombre actual de la exmujer de Moscona?

_ Yael Petraglia. Según me contó Gustavo, ella hizo las valijas y se mandó a mudar sin decir adónde. Y él, estoy seguro y doy fe que no se molestó en buscarla y recuperarla.

_ Baldomar: averiguame ya todo lo que haya de ésta Yael Petraglia. Dale, apurate.

El oficial aludido acató la orden de inmediato y abandonó la sala.

_ ¿Te dijo cuál era el nombre real de su exesposa?_ prosiguió Basterra con el interrogatorio.

_ No, lo único que me contó fue lo que les acabo de decir recién, nada más_ confirmó Tonalli.

_ ¿Y pensabas que iba a decírtelo en algún momento? Eran amigos de toda la vida, según vos.

_ O no lo averiguó o estaba esperando el momento oportuno para eso.

_ ¿Y por eso lo mataste, no? Aunque no entiendo qué carajo ganás vos con la muerte de Moscona.

_ Nada. Su muerte no me beneficia en nada a mí. Tiene que creerme: le juró por mi madre que está en el cielo, que no asesiné a Gustavo.

_ Se me hace muy difícil creerte. Igual, no me entra la discusión que tuviste con él. ¿Qué tiene que ver lo de su exesposa con la pelea entre ustedes dos?

_ Cuando Gustavo me contó todo, prometí guardar silencio, porque es un asunto muy complicado, ¿vio, oficial? Y se me escapó todo en un bar, así como si nada, cuando fuimos hace tres noches atrás a ver a un grupo de amigos que teníamos en común. Con los muchachos nos juntamos una vez al mes, más o menos. Tomamos unas cervezas, fumamos, hablamos de minas...

_ Pero, vos no hablaste de minas, Pibe. Cerraste mal el buzón y cantaste todo en detalle el secreto que Gustavo Moscona te pidió que guardes y adelante suyo, encima. Sos un fenómeno, Hermano. Te tienen que dar un premio a vos.

_ No sé cómo pasó. Fue algo inconsciente, algo que no controlé. Ni siquiera estábamos hablando de nada parecido. Estábamos hablando de cómo Argentina perdió contra Nigeria la final hace poco en los Juegos Olímpicos.

_ Esos africanos nos embocaron de lo lindo, ¿eh? Qué los parió, lo que hace el fútbol. Entonces, Moscona agarró, y en vez de cagarte bien a trompadas por boludo, se fue a la mierda. Y bueno, estabas en pedo y afilaste la lengua, ¿qué va a hacer? ¿Cómo fuiste a parar a su casa?

_ Lo llamé varias veces al teléfono de línea de la casa y cuando atendía y me escuchaba, puteaba y me cortaba de una. Después, directamente ni se molestaba en atender.

_ Y vos decidiste ir a la casa para intentar hablar con él en persona. ¿Llegaste y qué pasó?

_ Toqué el timbre un par de veces y nada, y cuando me iba a ir, escuché como un fuerte grito que venía del fondo de su casa. Agarré la llave y entré enseguida. El resto ya lo sabe.

_ ¿Por qué tenías llave de la casa de Moscona?

_ Él tenía un juego ocultó bajo la alfombra de la entrada.

_ Por eso los peritos no encontraron la puerta de ingreso violentada. ¿Y decís que no viste salir a nadie más de ahí adentro? ¿Escuchaste gritos y el tipo estaba solo y encima muerto, cuando lo encontraste?

_ Suena delirante, pero más o menos así pasó todo.

_ No te creo. La sangre en tu ropa, el cuchillo que sostenías y tiene tus huellas, la debilidad de tu historia... ¿Te das cuenta que todo apunta a vos? Inventate algo mejor y más creíble para la próxima. Dudo que así puedas convencer a un tribunal.

_ Pero, le juro que no...

Tonalli se mostró más asustado y nervioso que nunca.

_ Tenías llave de la casa de la víctima y motivo para el crimen_ remató Basterra con soberbia._ ¿Cómo averiguó Moscona todo el tema de lo de su mujer?

_ No, me mató. No me refirió nada respecto a eso. Desconozco si actuó por las vías legales o no. Eso fue cuestión suya.

_ ¿La conocías bien a ésta Yael Petraglia, vos, Pibe?

_ Lo suficiente como para saber que era una mina muy buena  pero con un carácter complicado y difícil de llevar. Pero amaba mucho a Gustavo. Él era todo para ella.

_ Pero, aun así, lo dejó y sin decirle adónde se iba. ¿Eso es amor? ¿Realmente lo amaba, como vos afirmás?

_ Le dije que es una mujer con un carácter particular. Y dadas las circunstancias.

_ ¿Hace cuánto que la conocías?

_ Desde que se casaron, hace dos años atrás.

_ ¿Cómo era tu relación con ella?

_ Buena. Se puede decir que era aceptable.

_ ¿Ella también te conocía a vos lo suficientemente bien?

_ Supongo que sí. Eso se lo tiene que responder ella.

Basterra apoyó las dos manos firmes sobre la mesa y miró a Tonalli desafiante.

_ ¿Cómo que se lo tengo que preguntar a ella? ¡Te lo estoy preguntando a vos, carajo!_ soltó en un grito eufórico.

Pablo Ezequiel Tonalli se asustó bastante por ésta reacción inesperada por parte de Félix Basterra, pero trató de disimularlo lo mejor que pudo.

_ Sí. Retracto mi respuesta. Los dos nos conocíamos lo suficientemente bien_ corrigió Tonalli, con cierta precaución.

_ ¿Para saber o imaginar que una tragedia así se podía desatar en cualquier momento?

_ No entiendo a qué se refiere, exactamente.

_ No necesito que entiendas nada. Decime una cosa: ¿Moscona intentó reconciliarse con su exesposa después de tan fortuita separación?

_ Sí, claro. Pero ella nunca le atendió el teléfono. Así que, Gustavo fue hasta la casa y no la encontró. Y una vecina le dijo que hacía días que no la veía.

_ Como si ella hubiese tenido pensado de antemano divorciarse e irse a la mierda. Y Moscona le dio el motivo perfecto.

_ No lo creo. Ellos estaban perfectos. Era un matrimonio sumamente feliz.

_ ¿Te consta?

_ Indudablemente. Nunca los vi discutir, además.

_ Todas las parejas discuten, Tonalli. Unas más y otras menos. Y todas puertas adentro. Mi experiencia me dice que tengo que descreer en buena parte lo de la parejita feliz. Seguramente, la mina se estaba revolcando con otro por ahí y tu amigo resultó flor de cornudo.

Tonalli se levantó con cierta euforia de su asiento e intentó arremeter contra el sargento Basterra, pero fue reprendido por éste y volvió a sentarse en su lugar.

_ No le voy a permitir que le falte el respeto así a Gustavo_ dijo gritando Tonalli.

Y en ese momento, el agente Enrique Baldomar ingresó al recinto con la información que le fue requerida por el sargento Basterra. Cuando le fue exhibida y la revisó, su reacción fue de una sorpresa absoluta y genuina.

_ ¿Esto está chequeado, Baldomar?_ le preguntó Basterra azorado y con los ojos terriblemente abiertos.

_ Sí. ¿La vamos a buscar?_ repuso Baldomar.

_ Sin una orden de un juez que lo fundamente, no podemos hacer nada.

_ Perdón. Pero tampoco tenemos permitido indagar a los imputados porque eso es potestad por derecho de la Fiscalía y así lo establece el Código Procesal, y sin embargo al tipo este lo bombardeamos a preguntas.

_ Esto es distinto. Traela como testigo, y cuando venga, la encaramos sin vueltas.

Pablo Tonalli contempló la conversación sin entender demasiado de qué estaban hablando. Lo que sí quedaba claro era que lo que descubrieron acerca de Yael Petraglia los descolocó súbitamente.

A las dos horas, la exesposa de Gustavo Moscona, la víctima, estaba sentada en la sala de interrogatorios contigua adonde esperaba Tonalli. Los dos oficiales confrontaron a la dama sin rodeos después de algunas preguntas y cuestiones de rigor.

_ ¿Me dijo que se llama Yael Petraglia, verdad?_ le preguntó con disimulada duda, Félix Basterra.

_ Sí_ respondió secamente ella._ Ya sé que agarraron a Pablo y que Gustavo lo delató antes de morir. Hagamos los trámites que haya que hacer rápido, que estoy apurada.

_ Gustavo Moscona descubrió que usted se cambió legalmente el nombre porque su padre fue un genocida en la última dictadura militar y no quería nada tener que ver con un monstruo así. Quería expulsarlo de su vida y empezar de cero. La entiendo. Y lo consiguió. Bien por usted. Pero su exesposo hurgó en su vida y la descubrió, por lo que se divorció. Guardó el secreto muy bien por muchos años y él lo sacó a la luz. Y no se detuvo. Insistió e insistió hasta que al fin lo averiguó todo. El resto se deduce fácilmente. La extorsionó con volver con él a cambio de no revelarle su secreto al mundo. Se rehusó y pidió arreglar las cosas personalmente. Él aceptó. En el ínterin, Pablo Tonalli decidió ir a visitar a Gustavo. Llegó cuando aún agonizaba, porque minutos antes usted lo mató para preservar su honor y por considerar a su exmarido un traidor.

Él le abrió, usted entró, esperó el momento justo para actuar y lo apuñaló. Escuchó que el señor  Pablo llegaba, así que se escondió. Y entre la conmoción de haber encontrado el cuerpo de su mejor amigo sin vida, usted huyó de la escena por la puerta de atrás y se deshizo en el camino de la ropa ensangrentada.

_ Tiene una imaginación admirable, oficial. Y lo aplaudiría si fuese cierta. Pero no lo es y yo estoy perdiendo mi tiempo con usted.

_ Su nombre real es Tonalli María Manfredo. ¿O me lo va a negar? Tonalli suena como un apellido, y lo es en efecto. Pero también es un nombre genérico y poco convencional, más propicio en mujeres que en hombres. Supongo que por eso su padre lo eligió para usted. A propósito, era Rafael Manfredo, procesado por más de 164 crímenes de lesa humanidad durante el setenta y seis y el setenta y siete. Lástima que se suicidó. Prefirió la muerte antes que enfrentar el juicio e ir a prisión. Le hizo un favor a la humanidad con su decisión.

Yael Petraglia, si ése era su nombre, se cruzó de brazos y adoptó una mirada vahída que apuntaba directo al unísono. Y su expresión era la de una mujer derrotada y atrapada entre cuatro paredes.

Gustavo Moscona, con su último suspiro, proclamó que descubrió finalmente la verdad acerca de su exmujer, y además, el nombre de su asesina.

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