He investigado junto al inspector
Dortmund varios casos extraños, complejos y desconcertantes. Pero puedo
asegurar con una certeza irrefutable que ninguno de todos ellos supera en gran
medida el que me propongo narrar a continuación, ya que dispone de una serie de
características por demás extraordinarias y de eventos curiosos que escapan a
lo tradicional de la lógica propiamente dicha.
Como era menester de cada mañana, el
inspector Dortmund me encomendó comprarle el diario, pues era una persona
altamente instruida que le gustaba estar al corriente de los principales
sucesos de interés nacional y de los más sobresalientes del ámbito internacional.
Diariamente le compraba uno diferente porque argumentaba que leer el mismo
periódico todos los días era agotador y poco instructivo. Ése día fue el turno
de Noticias Ahora, cuya nota de tapa era compartida con el resto de los
matutinos de ésa jornada. Y hacía referencia al inaudito suicidio de una mujer,
que según el mismo medio los investigadores identificaron como Eliana Casabella
de 36 años de edad, ocurrido en los Bosques de Palermo alrededor de las cinco
de la tarde del día anterior frente a los ojos de diversos testigos que pasaban
ocasionalmente por el lugar o que estaban allí reunidos en picnic con amigos
celebrando el Día de la Primavera. Todos ellos, del primero hasta el último,
quedaron espantados por la escena y no salían de su asombro. Vieron el preciso
momento en que cómo la señorita Casabella emergió desde la zona del Planetario,
se adentró en el interior de los bosques, se dirigió con decisión hasta la
orilla de la laguna y con idéntica determinación tomó de su cartera un arma, la
apoyó sobre su sien izquierda y apretó del gatillo sin dudar y con una
frivolidad estremecedora. Pero sin embargo eso no era lo más curioso de todo,
sino que lo más llamativo y que hirió tajantemente la moral de los
investigadores, fue que en su domicilio particular encontraron una misiva
escrita en puño y letra por la víctima misma, que expresaba un mensaje del todo
extraño y con un halo de suspenso que ningún caso había adquirido hasta ése
día. Textualmente, manifestaba: "La vida es demasiado hermosa cuando a
una tan sólo le quedan 24 horas en este mundo". Claramente, descubrir
ése mensaje fue un golpe duro para la Policía que sintió su sensibilidad
severamente dañada y emocionalmente afectada. Y no era para menos. Yo también
me estremecí terriblemente cuando leí la nota completa y no podía salir de mi
asombro.
Si los peritos dieron absoluta fe de
que el recado fue escrito por la propia señorita Casabella un día antes de
morir, implicaba inexorablemente que habían cotejado el estilo de escritura y
la letra con otras anotaciones suyas que la Policía encontró cuando allanó y
requisó su morada. No había objeciones de ninguna consideración sobre ése
punto. Pero también era claro que había que practicar pericias documentales
sobre la nota para determinar científicamente la hora exacta en que fuera
escrita.
Lo más complejo era intentar
reconstruir las últimas horas con vida de Eliana Casabella para poder establecer exactamente qué le ocurrió. Y para eso era indispensable hablar
con alguno de sus vecinos, amigos, con algún familiar o pariente cercano a
ella.
El caso era sin lugar a dudas
inquietante y extraordinario, y prometía sorprendernos a cada instante. Dicho
de otra manera, era digno del inspector Dortmund. Aunque él difícilmente
aceptara involucrarse en la investigación de una muerte por suicidio, sabía muy
bien que con este incidente iba a hacer una excepción. Sólo requeríamos que el
capitán Riestra nos contactara para pedirnos asesoramiento, o en su defecto,
nosotros a él.
_ ¿No encontraron específicamente
ninguna nota suicida?_ me preguntó mi amigo con sumo interés, después de que le
expusiera brevemente los pormenores del caso.
Lo miré con recelo sin saber cómo
disipar su duda.
_ Me refiero puntualmente a una nota
en la que dijera los motivos por los que tomó la terrible decisión de quitarse
la vida y además se despidiera de sus seres queridos_ me aclaró.
_ Aparentemente, no. No hallaron más
que ésa extraña y confusa misiva, que anticiparía a simple vista y en una
primera interpretación subjetiva, que algo malo iba a suceder dentro de las
próximas veinticuatro horas_ le respondí a Dortmund con una acentuada
incertidumbre reflejada en el tono de mis palabras.
_ Y sucedió. Y eso es lo terriblemente
inquietante de todo este asunto. Nunca vi nada parecido a esto en toda mi
carrera. Y usted lo sabe mejor que nadie, doctor Tait.
_ Doy plena fe de ello. Y nuestra
vasta experiencia dentro del terreno de las investigaciones nos confirman
determinadamente que ningún suicida elige un lugar tan público y concurrido
como los Bosques de Palermo para... Bueno, matarse. No me gusta decirlo tan
crudamente.
_ Y no obstante, en la realidad es más
crudo y tenaz de lo que suena en palabras. Pero es cierto su criterio, el que
por cierto comparto indiscutiblemente.
_ He oído de suicidas que fingen
torpeza cuando cruzan mal la calle
intencionalmente para que los atropellen, para no dar lástima al resto o para
pasar desapercibidos; o de gente que encuentra a las vías del ferrocarril como
aquél lugar ideal para hallar la paz definitiva que tanto anhelan. Pero nunca
oí de un caso así.
_ Además, doctor Tait, es muy normal
que el suicida reflexione unos segundos, se aflija y vacile un tiempo antes de
concretar el acto. Pero, según usted, ése acto de reflejo estuvo ausente en la
víctima. Por el contrario, su determinación para tomar el revólver y pegarse el
tiro fue abrumadora.
_ El diario también indica que varias
personas intentaron evitar que la señorita Casabella se suicidara a través de
gritos y diversos tipos de intentos desesperados, todos en vano, claro, porque
ella no hizo caso a ninguna advertencia.
_ ¿Dicen los testigos que la víctima
venía caminando desde el Planetario hacia la zona del lago, donde finalmente
extrajo el arma de su cartera e hizo lo que hizo?
_ Así es. Y por lo que leí, todos
coincidieron en que Eliana Casabella estaba rara. Atestiguaron que estaba como
media vahída, fuera de sí, como en un estado de trance, desconectada
completamente del exterior. Estaba desvariada, para resumirlo en un sólo
monosílabo. Otro dato llamativo.
_ Interesante.
_ ¿Cree que sea alguna clase de
paciente psiquiátrica con algún tipo de trastorno mental? Eso explicaría muchas
cosas y le ahorraría a la Policía dolores de cabeza importantes.
_ Eso sería fácil determinarlo
indagando en diversos centros de salud, pero estoy absolutamente seguro de que
nuestra víctima era una persona muy sana, mental y físicamente hablando. ¿Hay
alguna información referente al origen del arma que la señorita Casabella
utilizó para suicidarse?
_ La noticia no menciona ningún
aspecto alusivo al arma. La investigación preliminar debe estar con secreto de
sumario hasta que no se sepa con plena certeza qué fue lo que pasó. Sólo
refiere que era de calibre treinta y ocho, nada más. ¿En qué piensa, Dortmund?
_ En que esto no fue ningún suicidio,
doctor Tait, sino un asesinato admirablemente planeado e impecablemente
ejecutado. Sí, no conservo ninguna duda al respecto sobre ése punto.
Miré a Dortmund fijamente con
inquisición.
_ ¿Habla usted enserio?_ lo
interrogué, mientras me acariciaba el mentón nerviosamente y afligido por las
dudas que la conclusión de mi amigo me inspiró.
_ Sólo que aún no logro descifrar el
sentido de su nota_ me respondió con evasión. Y repitió para sí cada palabra
expresada en la misiva muy pausadamente como si estuviera analizando
fácticamente su contenido: "La vida es demasiado hermosa cuando a una
tan sólo le quedan 24 horas en este mundo". La repitió durante unos
cuantos minutos más, pero finalmente se resignó sin arribar a ninguna
conclusión que lo dejara conforme.
_ Tenemos que averiguar qué hizo la
víctima desde que redactó la nota hasta que cometió suicidio_ sugerí sin
rodeos.
_ Y qué llevó a la señorita Casabella
a escribirla. Estoy seguro que significa algo. Pero por Dios que no puedo
dilucidarlo.
_ Lo hará, Dortmund_ lo alenté.
El timbre de la puerta interrumpió
nuestra charla. Fui a abrir y me alegró ver que del lado de afuera yacía la
imponente figura de nuestro amigo, el capitán Riestra, cuya mirada perdida y
vacilante clamaba la ayuda del inspector Dortmund. Estaba convencido que vino a
consultarnos por el mismo caso por el que Dortmund y yo nos dirimíamos unos
minutos antes de su llegada.
_ Estoy al frente de un caso que es
digno de usted, Dortmund_ dijo nuestro visitante, titubeando.
_ ¿Se refiere al caso Casabella?_
preguntó mi amigo con solidez.
_ ¿Cómo lo supo? ¿Ahora lee las
mentes, Dortmund? Sin dudas, sería usted un gran artista del arte de la
clarividencia. Ganaría fortuna con ello. Sería un mecanismo bastante anticuado
pero efectivo de resolver cientos de casos.
_ Tiene un sentido del humor
apreciadamente muy particular_ repuso Dortmund con simpatía._ Y aunque no deseo
decepcionar la confianza que usted tiene depositada en mí, lo cierto es que el
caso está en la tapa de todos los periódicos.
_ Entonces, asumo que ya conoce los
pormenores y las increíbles circunstancias que lo envuelven.
Dortmund afirmó con un ligero
movimiento de cabeza.
_ ¿Qué puede referirme del arma que la
víctima utilizó para quitarse la vida?_ preguntó enseguida.
_ Estaba en regla_ contestó el capitán
Riestra, con el ánimo caído._ Estaba registrada a su nombre. Hablé con el
registro nacional que fiscaliza éstas cuestiones y nos confirmó la información.
La había comprado hace tres años atrás para defensa personal y hace dos meses
hizo los trámites de renovación de la licencia de tenencia y portación ante la
misma entidad. De hecho, desde el Polígono me cercioraron que asistía dos veces
por semana una hora al día para practicar.
_ ¿Familiares?
_ Dos hermanas y el marido. Cecilia y
Lucila Casabella y su esposo, Norberto Rózambal.
_ ¿A qué se dedican?
_ Ambas hermanas de la víctima son
cosmetólogas y su esposo, anestesista. Sin antecedentes ninguno de los tres. Ya
los investigué.
_ ¿Ya habló con alguno de ellos,
capitán Riestra?
_ Ya saben lo ocurrido y se dirigían a
la Morgue Judicial para hacer el reconocimiento del cuerpo. Esperaba que usted
pudiera interrogarlos al respecto. Sabe cómo hacerlo y ve lo que nosotros no.
Dortmund sonrió y miró a Riestra con
persuación.
_ ¿Supongo que no ordenó extender ningún
certificado de defunción y sugirió hacer la autopista porque, al igual que yo,
también decree de la hipótesis del suicidio?
El capitán Riestra se rindió
frenéticamente ante su planteo.
_ Me conoce usted a mí más de lo que
yo a usted, ¿eh, Dortmund?_ admitió el capitán benevolente y con regocijo.
_ Quizás me adula usted más de la
debida cuenta. Pero dígame con sinceridad: ¿en qué basa sus sospechas?
_ En el contexto, concretamente. El
lugar elegido, la hora y las circunstancias no son compatibles con las propias
de un suicida.
_ El doctor Tait me comentaba lo mismo
hacía un rato. Él se interesó en éste caso antes que yo.
_ Y supongo que ya debe tener una idea
al respecto.
_ Es la cuestión de la carta lo que me
desconcierta. Y aun así, estoy bastante lejos
de alcanzar la verdad en éstas condiciones de incertidumbre e
inestabilidad manifiestas.
_ ¿La carta fue realmente escrita
ayer?_ interpuse con vehemencia.
_ Sí_ aseguró el capitán Riestra._ Los
peritos aplicaron el procedimiento de resinificación sugerido en casos
así. Rocearon el texto con hipoclorito de calcio y la tinta se decoloró a los
seis minutos de aplicada la solución. Y los valores de la Tabla de Spon indican
que esto sucede cuando la escritura se realizó hace un día.
_ Estoy de acuerdo_ concebí
resueltamente.
_ Las deducciones no son útiles si no
hay hechos concretos en qué basarlas, bien sea para ratificarlas o no_ dijo
Dortmund.
Con el capitán Riestra lo miramos
sorprendidos.
_ Usted basa sus conclusiones a partir
de las deducciones que emanan de su intuición y su imaginación_ soslayó
Riestra._ Perdone, pero lo que acaba de decir contradice absolutamente su
premisa principal.
_ Y es mi premisa principal, capitán
Riestra. Es mi lema, mi método, mi pensamiento. Pero en este caso en particular
no aplica. Podemos pasarnos todo el día haciendo un sinfín de deducciones,
muchas de ellas quizás acertadas, pero sería perder el tiempo. Necesitamos más
información. Lo que sabemos no nos alcanza.
_ ¿Qué sugiere, entonces?
¿Entrevistarnos con los principales sospechosos, si le apetece ése término?
El inspector se encogió de hombros.
_ Sí ya terminaron en la morgue, me
parece una idea considerablemente razonable_ repuso luego.
_ Voy a chequearlo_ propuso el capitán
Riestra.
Hizo una llamada desde el teléfono de
línea de nuestra residencia y nos confirmó segundos después que tanto las
hermanas de la víctima como su esposo, el señor Rózambal, hacía veinte minutos
que se habían retirado de la morgue. Nos pasaron la direcciones de los tres y
fuimos a interrogarnos con cada uno de ellos por separado. Al primero que
fuimos a visitar fue al señor Norberto Rózambal. Vivía en una humilde casa en
un vecindario del tipo de clase media, en las cercanías de Lobos, en la
provincia de Buenos Aires. La morada no era gran cosa y el señor Rózambal era
una persona altamente desordenada. La mesa del living estaba arrumbada con
papeles de toda clase, los muebles estaban todos fuera de lugar y la
iluminación era tenue. En tanto, Norberto Rózambal era un hombre de aspecto
bastante feo, con una personalidad resentida, barba desprolija y cabello mal
peinado. Su apariencia daba la impresión de un hombre cuya anatomía parecía un
saco de huesos dispuestos desproporcionadamente, pero no obstante de modales
refinados y buena educación. No entendí cómo Eliana Casabella se había fijado
en un caballero así, tan diferente a ella. Le dimos el pésame y se mostró
abierto a responder a todas nuestras preguntas.
_ ¿Sabía que su esposa tenía un arma
registrada a su nombre?_ preguntó Dortmund en primer lugar.
_ Sí, por supuesto_ respondió
Rózambal, gentilmente y afectado por la pérdida de su esposa._ De hecho, yo fui
quien se la compró.
_ ¿Por qué razón?
_ Por seguridad. La habían asaltado
varias veces y ya estaba harta. Al principio, me negué. Pero después entendí
que era necesario y que no estaba de más.
_ ¿La llevaba siempre encima?
_ Sí. Estaba bastante paranoica. No
estaba muy de acuerdo con ésa idea. Pero no me opuse porque Eliana era una
mujer sumamente responsable.
Si Norberto Rózambal se sentía
afligido por la muerte de su esposa, lo ocultaba bastante bien.
_ ¿La señora Casabella había intentado
quitarse la vida en alguna otra ocasión?_ preguntó el capitán Riestra con
frivolidad.
_ No, no... ¡no!_ protestó Norberto
Rózambal._ ¿Cómo se le ocurre semejante cosa?
_ Una persona que se suicida, tiene
antecedentes en su historial de haberlo intentado previamente.
_ Pero, no Eliana. Ella no era así.
Amaba demasiado la vida. No entiendo qué la llevó a tomar ésta determinación.
Todavía no me entra en la cabeza lo que hizo.
_ ¿Dice que no tenía motivos para
suicidarse? Eso es muy interesante_ adujo Dortmund con arrogancia.
Todos lo miramos, cada uno a nuestra
manera, pero nadie dijo nada.
_ ¿Cómo era su comportamiento durante
las últimas semanas, señor Rózambal?_ siguió preguntando el capitán Riestra.
_ ¡Normal! Ya se los dije. Era una
persona feliz_ repuso el marido, abatido y desorientado.
_ Pero, es claro que algo la
preocupaba. Algo con lo que ya no podía lidiar y por eso hizo lo que hizo.
¿Está totalmente convencido que no notó nada raro en la personalidad de Eliana?
_ Por última vez, ¡no! Y si había
algo, yo no lo sabía, porque ella supo ocultármelo demasiado bien.
_ ¿Ya su esposa le había ocultado
cosas en otras oportunidades?_ intervino Dortmund.
_ Debe entender que las mujeres tienen
sus secretos. Hay cuestiones que no se las cuentan ni siquiera a sus más
íntimas amigas. Todos cargamos con un muerto, después de todo. Ella sin dudas
tenía el suyo. Y todos acá tenemos uno.
_ ¿Y qué puede referirnos sobre sus
problemas personales, señor Rózambal?
_ Los problemas personales no se
hicieron para ser conocidos por cualquiera. Por algo se los cataloga de
personales.
Me daba la impresión de que Norberto
Rózambal estaba dejando aflorar su verdadera personalidad. Su trato inicial era
más ameno y menos vanidoso del que estábamos recibiendo últimamente. Entró en
confianza demasiado rápido y eso francamente me molestó.
_ Nosotros no somos cualquiera, sino
la Policía_ reaccionó enojado el capitán Riestra. Pero mi amigo supo interceder
a tiempo justo antes de que el capitán siguiera dejando fluir su alocución.
_ Con más razón_ arremetió el señor
Rózambal.
_ Sin embargo, yo no represento a la
Policía_ proclamó Sean Dortmund con satisfacción._ Yo represento la ley desde
otra visión, desde otro lugar. Y además, estoy seguro que la pregunta que el
capitán Riestra le formuló se refería puntualmente a los problemas que pudieran
existir entre la señora Casabella y usted.
Norberto Rózambal parecía mostrarse
reacio a responder, pero el tono de voz parsimonioso que empleó Dortmund para
dirigirse a él pareció atenuarlo considerablemente.
_ Teníamos problemas, sí. ¿Pero, qué
pareja no los tiene? Eran problemas superficiales, si a eso se refiere.
_ Pero es claro, porque pasa en la
mayoría de los matrimonios, que usted conocía un secreto muy íntimo de Eliana
Casabella y ella, uno suyo.
_ Está en un error_ titubeó el señor
Rózambal, evasivo._ Usted está algo confundido.
_ No. Y ahora con su actitud me
convenzo de que tengo razón. ¿Cuál era ése secreto? Sea sincero conmigo.
Norberto Rózambal vaciló unos
segundos, pero entendió que no tenía ningún sentido rehusarse a responder o en
su defecto mentir y confesó sin más remedio.
_ Su infancia no fue nada fácil_
dijo._ Ella junto con sus dos hermanas vivieron en un convento prácticamente
toda su infancia y parte de su adolescencia. De hecho, Lucila y Cecilia se
enojaron profundamente con Eliana porque me contó a mí una verdad que se supone
que nunca vería la luz por un pacto de silencio que sellaron las tres. Prometí
no hablar al respecto, pero eso no les alcanzó. Por supuesto, también están enojadas
conmigo. Cuando ellas nacieron, su padre era un borracho empedernido y tenía
fama de mujeriego. Cecilia y Eliana eran hijas de la misma madre, pero Lucila
no. Aunque las madres de las tres tienen algo en común: eran prostitutas en
situación de precariedad, marginación e indigencia y víctimas de explotación
sexual.
Cuando el padre de Eliana, desconozco
su nombre, se enteró de la paternidad; desapareció, simplemente desapareció. Y
ambas mujeres fueron obligadas a abandonar a sus bebas. Por suerte, se apiadaron
de ellas y se pusieron de acuerdo para darlas en adopción a un convento de
monjas en Escobar. Ellas las criaron, las educaron, les inculcaron sus valores
y hábitos... Eran monjas las tres. Conocí a Eliana hace seis años en el
sanatorio en el que trabajaba entonces. Vino a operarse por un tumor en el
ovario izquierdo. Yo fui su anestesista. Fui quien antes de la intervención le
hablé, la tranquilicé, la contuve. Y entre charla y charla, nos dimos cuenta
que había química entre los dos. Empecé a ir verla al convento seguido, con el
pretexto de que era un familiar lejano suyo, aunque con su historia, eso fue un
argumento nada creíble y la Madre Superiora lo supo. Mis visitas eran cada vez
más frecuentes y nada de lo que hacíamos o hablábamos pasaba desapercibido para
el resto de las religiosas. Fue cuando supimos que queríamos estar juntos y
hablamos con la Madre Superiora. Aceptó lo nuestro y permitió que Eliana dejara
sus hábitos por mí. Al año nos casamos. Pero Eliana, rigurosamente todas las
semanas, visitaba el convento. No podía evitarlo. Fue su hogar por años y le
debìa todo lo que ella era.
Nos conmovimos por su relato, sin
saber qué decir ninguno de los tres. Y el capitán Riestra entonces decidió
romper con el clima.
_ ¿Cómo salieron Cecilia y Lucila del
convento?_ preguntó_ ¿Cómo tomaron ellas la relación de Eliana con usted y la
partida definitiva de ella del recinto religioso?
_ Para resumirlo en una frase_ repuso
el señor Rózambal,_ lo tomaron muy mal. Nunca la perdonaron porque ambas
sintieron que Eliana las había traicionado. Pero ella se sintió mal por sus
hermanas y veló por su cuidado, así que la Madre Superiora permitió que tanto
Lucila como Cecilia también abandonaran los hábitos. Claro que a la Iglesia
esto no le cayó nada bien. Pero ése es un capítulo aparte de la historia. Con
el paso del tiempo, Lucila y Cecilia la perdonaron y reconciliaron su relación.
_ Si desconocían absolutamente todo
sobre sus padres, ¿quién les dio el apellido?
_ La Madre Superiora. Se llama Ángela
Casabella. Ella también les puso nombres a las tres y las inscribió legalmente
en el Registro Civil.
_ ¿Ustedes vivían acá o tenían su
vivienda propia?
_ Vivíamos en su casa. Ella lo propuso
en su momento y me pareció buena idea. Ésta es mi verdadera casa desde siempre.
_ Gracias por su ayuda, señor
Rózambal_ le agradeció Dortmund cortésmente._ Ha sido de mucha utilidad.
_ Me queda claro que alguien no quería
que este pasado tan gris y penoso viera la luz_ opinó el capitán Riestra,
seguro de su idea, cuando salimos de la casa del señor Rózambal._ Pero no me
queda claro ni porqué Eliana ni mucho menos cómo la mataron. Todos los testigos
del momento vieron un suicidio. Va a ser muy difícil refutar eso.
_ Intuyo que Eliana Casabella quería
encontrar algo con lo que alguna de sus hermanas o algún desconocido no estaba
de acuerdo_ sugerí en voz alta._ ¿Qué piensa Dortmund al respecto? Su
hermetismo sobre este asunto me tiene seriamente preocupado.
_ Me preocupa la carta_ repuso
pensativo el inspector._ Por el resto, tengo una teoría de cómo se ejecutó el
plan aunque me falta descubrir el quién y saber exactamente el motivo. Vayamos
a tener una charla amigable con Lucila Casabella.
_ Apruebo su sugerencia, Dortmund_
ratificó el capitán Riestra._ Quiero conocer los secretos que guarda el señor
Rózambal.Ellas lo deben saber muy bien.
Lucila Casabella era una mujer alta,
de cabello rubio tostado, ojos verdes, de aspecto bastante austero, pero de
gestos muy delicados y cuidadosos y tenía un lunar arriba del labio superior
derecho. Nos recibió amablemente, aunque algo consternada por lo ocurrido. La
pusimos al tanto de la conversación que mantuvimos con el señor Rózambal y su
comportamiento se tornó repentinamente irascible.
_Habíamos acordado en que ése era
nuestro secreto_ dijo enardecida, Lucila Casabella_ ¡Nuestro y de nadie más!
Pero Eliana se lo tuvo que decir al maridito. Siempre fue muy testaruda. Ni Cecilia ni yo queríamos
encontrar a nuestros padres. Pero Eliana insistió permanentemente. Nunca se
daba por vencida.
_ ¿No buscar a sus padres también era
parte de ése pacto de silencio?_ preguntó el capitán Riestra.
_ ¡Sí! Pero a ella no le importó para
nada. Importaba lo que siempre quería ella, nunca lo que querían los demás.
_ ¿Por qué ni usted ni Cecilia
deseaban hallar a sus padres?_ inquirió Sean Dortmund con interés.
_ Porque nos abandonaron por sus
diferencias y sus estilos de vida tan patéticos. Ninguna de nosotras tres fue
concedida y el pasado, francamente, nos avergonzaba.
_ Pero no a Eliana.
_ Como les dije: ella era la oveja
negra. Por eso mantuvimos diferencias con ella por varios años.
_ ¿Cómo llegó la reconciliación?
_ También, de común acuerdo. Hablamos
y nos dimos cuenta de lo absurdo que era seguir peleadas. Así que, hicimos las
pases hace exactamente dos años.
_ ¿Y desde entonces, se llevan bien?
_ Absolutamente. Ni una sola
discusión, ningún secreto guardado. Nada de nada. La relación era increíble.
_ ¿Qué cree que impulsó a Eliana a
quitarse la vida de ése modo tan confuso?
_ No sé_ y Lucila Casabella rompió en
llanto._ Disfrutaba mucho de la vida y de la intensa relación que nos unía a
las tres. Parece una pesadilla. Pienso que voy a despertar en cualquier momento
y la voy a volver a ver a Eliana como si nada hubiera pasado.
_ ¿Le contó algo sobre el señor
Rózambal? ¿Algún secreto suyo, algo referente a él que la intranquilizaba?_
volvió a preguntar Riestra.
_ No_ respondió Lucila Casabella con
total certeza._ Lo dibujó como una gran persona, nada que me hiciera sospechar
que había algo raro en él. Ni a mí ni a Cecilia nos pareció que Norberto
ocultara algo.
_ ¿Lo siguen sosteniendo aún con
Eliana muerta?
_ Hasta que nos demuestre lo
contrario, sí.
_ ¿La señorita Cecilia tiene un lunar
como usted?_ preguntó para sorpresa de todos, Dortmund.
_ Eso no es relevante_ respondió
Lucila Casabella, visiblemente molesta._ No, sólo yo tengo un lunar. Recuerde
que soy de madre distinta, si recuerda todo lo que le contó Norberto.
_ Perdone, señorita Casabella, una
cosa más_ interpuso modestamente cambiando radicalmente de tema._ ¿Puedo
examinar la casa? Le prometo no tocar nada.
Lucila Casabella no se opuso a la
petición de mi amigo, que ni el capitán Riestra ni yo comprendimos a qué
cuestión puntual respondía. Dortmund dio unas vueltas, observó algunos detalles
de la casa, le agradeció gentilmente a Lucila Casabella y nos retiramos. Una
vez afuera, el inspector sacó una hoja de su libreta personal, hizo una
anotación, dobló el papel por la mitad y se lo entregó en mano al capitán
Riestra.
_ Llévele este recado urgente a algún
empleado del Planetario_ le indicó luego con cierta impaciencia._ Que respondan
a la brevedad de forma concreta y concisa. Entretanto, el doctor Tait y yo
visitaremos a Cecilia Casabella y lo pondremos al tanto de lo que nos cuente.
_ ¿Qué significa esto, Dortmund? No lo
entiendo_ cuestionó Riestra con resignación.
_ Significa que ya sé lo qué pasó_
proclamó mi amigo, triunfante._ Pero necesito disipar ésa duda que le encomendé
en la misiva y es menester tener un encuentro con Cecilia Casabella. Sí, no
puedo equivocarme. Tiene que ser así, no puede serlo de otra manera_ agregó
luego, como pensando en voz alta.
El capitán y yo nos miramos con
reproche y luego dirigimos ésa mirada a Dortmund.
_ ¿Qué espera, capitán Riestra? Vamos,
no podemos perder tiempo.
Nuestro amigo se estaba retirando con
la velocidad de un rayo, cuando la voz de Dortmund lo hizo volverse
intempestivamente sobre sus pasos.
_ ¿Hay algo más?_ le preguntó el
capitán Riestra malhumorado.
El inspector extrajo del bolsillo
interior de su saco un sobre madera de tamaño medio y lo entregó en manos
suyas.
_ ¿Qué es, Dortmund?_ indagó el
capitán con curiosidad.
_ No puedo decirle demasiado por el
momento_ contestó el inspector._ No hasta que esté seguro de que no me equivoco.
Muéstrele el recado que le di junto al contenido del sobre y que el empleado
del Planetario, en lo posible el mismo que estuvo el día de la muerte de Eliana
Casabella, haga una especie de reconocimiento al respecto.
_ Está bien. ¿Dónde lo veo?
_ Yo lo llamaré a usted en cuanto
termine de hablar con Cecilia Casabella. Aguarde mi llamado. Lo veo luego.
_ Muy bien.
Y el capitán Riestra se alejó de
nosotros con igual rapidez que antes.
La casa de Cecilia Casabella estaba
situada en cercanías a Cañuelas, en un punto medio entre dicha localidad y
Lobos, por lo que vivía cerca de Norberto Rózambal. Era el último departamento
de una propiedad horizontal de clase media que constaba de seis pequeñas
cazuelas, todas construídas en base a una misma arquitectura en común. La mujer
en cuestión tendría entre treinta y cinco y treinta ocho años, de una bellaza
obnubilante, que no era opacada por el llanto que recorría delicadamente cada
borde de sus mejillas; ojos color miel, rojos en ése momento por las lágrimas
que florecían sin detenerse; cabello negro y elegantemente vestida. Cuando mis
ojos se cruzaron con su esculpida silueta, me quedé sin aliento al contemplar
que estaba convaleciente en una silla de ruedas. Creo que advirtió mi angustia
al encontrarla en ése estado que era inimaginable para mí. No tanto para
Dortmund que parecía mostrarse satisfecho, aunque claramente afectado por su
convalecencia.
_ No me mire así, no pretendo darle
lástima a nadie_ me dijo ella con una agradable sonrisa desplegada en su
rostro.
_ ¿Qué le sucedió?_ le pregunté
consternado.
_ Un accidente de tránsito que tuve
hace dos años atrás. Pudo haber sido peor_ resumió en una sola frase.
_ ¿Peor a como terminó su hermana,
señorita Casabella?_ Intervino mi amigo, impiadosamente.
Lo miré con hostilidad y estupor, en
tanto que Cecilia Casabella no pareció sentirse ofendida por la intromisión
fuera de lugar de Sean Dortmund.
_ Cada cual es dueño de su propio
destino. No fue la mejor decisión que Eliana haya tomado, pero fue suya y es lo
que vale, aunque duela y la herida no termine de cicatrizar nunca.
_ ¿Por qué cree que lo hizo?
_ El motivo se fue con ella. Y antes
que me pregunte: no, nunca me refirió nada respecto a tomar una determinación
tan drástica como la que tomó ni hizo ningún comentario que me hiciera levantar
las sospechas de que algo más ocurría. Su comportamiento era el habitual. Ella
era la de siempre..._ y tuvo que parar por unos instantes porque pareció quebrarse.
_ ¿La quería?_ le preguntó Dortmund
cuando Cecilia Casabella se sintió mejor.
_ Demasiado.
_ ¿Le guarda el mismo sentimiento a su
otra hermana, Lucila Casabella?
_ Por supuesto que sí. Eso es algo que
debe permanecer fuera de discusión.
_ Sin embargo, la señorita Lucila
parecía que no le guardaba mucho afecto a Eliana. ¿Sabe por qué?
_ Lucila tiene un carácter un poco
difícil de llevar. Pero puedo darle mi palabra de que la adoraba con toda el
alma.
_ ¿La relación entre las tres era
estable?
_ Sí. Solíamos discutir a menudo por
cosas irrelevantes. Ya sabe, cosas de mujeres. Pero eso no nos alejaba. Nos
apoyábamos mucho uno en la otra.
_ Hubo un tiempo en que ambas se
enojaron con Eliana.
_ Sí, es cierto. Ya Lucila le habrá
comentado algo al respecto, sino no me lo estaría preguntando. Así que, sólo le
voy a decir que eso ya quedó en el pasado.
_ ¿Sabía del arma?_ me atreví a
preguntarle, algo tímido.
_ Sí, claro. Francamente, yo estoy en
contra de extremar medidas de seguridad
adquiriendo un arma de fuego. Y más aun, llevarla encima a todas partes. Pero
si a Eliana eso la hacía sentirse segura, por mí no había ningún problema,
siempre y cuando la utilizara responsablemente.
_ ¿La señorita Lucila también estaba
de acuerdo con la medida?_ volvió a interrogar, Sean Dortmund.
_ Su pensamiento era coincidente con
el mío. Tenía nuestro apoyo.
_ ¿Puedo examinar visualmente su casa,
si es tan amable, señorita Casabella?
_ Adelante. No tengo nada que ocultar_
y acompañó sus palabras de un ademán con la mano.
Mi amigo me ordenó quedarme con la
señorita Casabella, mientras él llevaba a cabo su cometido. Tardó menos tiempo
de lo que había tardado en casa de Lucila Casabella. Su inspección no demoró
más de dos minutos cronometrados por reloj.
_ ¡Lo sabía!_ exclamó Dortmund,
triunfante._ Era lo que suponía.
_ Debe estar confundido_ dijo Cecilia
Casabella, dominada en esos momentos por sus nervios._ Está en un error. Yo no
hice nada.
_ ¿Qué encontró?_ le pregunté con
escepticismo.
_ Nada_ respondió Dortmund, con un
tono de voz más relajado._ De hecho, esperaba no encontrar nada. Y no me
equivoqué.
_ ¿Está usted hablando enserio? ¿Qué
le pasa?
Lucila Casabella miraba al inspector
fijamente y con cierto clamor perpetuado en su mirada.
_ Señorita Casabella_ dijo Dortmund, eludiendo
mis dudas._ ¿Podría usar su teléfono de línea un momento, por favor?
Lucila accedió y señalando con el
dedo, le indicó a mi amigo dónde estaba el aparato. Dortmund se inclinó
levemente a modo de agradecimiento y procedió a llamar al capitán Riestra.
Habló durante unos minutos, colgó y al rato, nuestro socio se apersonó en el
domicilio de Cecilia Casabella. Cuando llegó, Dortmund y él mantuvieron una
breve reunión en secreto y Riestra le devolvió todo lo que el inspector le dio
antes. Ambos volvieron a ingresar a la residencia y la expresión de felicidad
de mi amigo lo decía todo. Del sobre que le entregara antes al capitán Riestra,
extrajo una foto en la que estaban juntas Lucila y Cecilia Casabella, y nos la
exhibió a los tres.
_ La encontré entre las cosas que
tenía Lucila Casabella guardadas en un cajón aparte de su mesa de luz. La mujer
de la derecha es la señorita Lucila, fácilmente identificable por el lunar en
el labio. Y la otra, idéntica a ella, es usted, señorita Cecilia.
_ Eso no demuestra nada_ dijo ella con
resignación.
_ Al contrario_ admitió Dortmund._
Demuestra que en verdad Eliana era la media hermana de las dos por ser de
diferente madre, y no Lucila, como me dijo ella cuando empezó la investigación.
Eliana debió descubrir ése secreto, cuyo ocultamiento seguramente respondió a
intereses en común entre ambas, y había que silenciar a la única persona que lo
sabía y que eso implicaba asimismo que su historia había sido una mentira.
Había que evitar que siguiese avanzando y llegara al fondo de la cuestión.
Había que sí o sí asesinarla.
Fue la foto la que me dio la solución
al drama. Así que tuve mis dudas sobre quién de las dos estuvo con ella cuando
murió y por eso envié al capitán Riestra a que le pregunte al empleado del
Planetario que estaba de turno ése día a quién había visto cerca de Eliana
Casabella. ¿Sabe qué respondió? Que era una mujer en sillas de ruedas que la
seguía en secreto y con mucha cautela.
Cecilia Casabella se alteró
repentinamente.
_ ¡Eso no es posible!_ protestó sumamente
nerviosa.
Dortmund tomó la fotografía, un
marcador negro y dibujó una mancha negra circular sobre el labio derecho
superior de Cecilia Casabella, imitando un lunar. Cuando nos la mostró, nos
quedamos todos sin aliento. Pues, el parecido era extraordinario.
_ Creo_ continuó Sean Dortmund_ que la
razón por la que mintieron con respecto a que las hermanas de igual madre eran
Eliana y Cecilia Casabella, y no Lucila Y Cecilia, como realmente es; tiene que
ver con que el padre de las tres era un cura del alto sacerdocio de la Iglesia
Católica, con cierta fama de ser un mujeriego sin escrúpulos y un ebrio
empedernido. Y sus respectivas madres biológicas eran asimismo monjas. Por eso
las tres fueron criadas en un convento y por eso la Madre Superiora del mismo
las inscribió en el Registro Civil tergiversando en el acta los lazos de
consanguinidad de las hermanas Casabella. Quería mantener a salvo el secreto
para evitar un gran escándalo. Pero la señorita Eliana, de algún modo, lo
averigüó y fue su sello al más allá.
_ Prefirió matarse antes que ventilar
todo esto ante los ojos del mundo_ justificó secamente, Cecilia Casabella.
_ Se equivoca: la asesinaron_ refutó
mi amigo con vehemencia_. Y recuerde que en el Planetario confirmaron que una
mujer en silla de ruedas seguía los pasos de Eliana Casabella con absoluta
discreción. Otra de las cosas que encontré en casa de Lucila Casabella fue un
frasco que contenía un gran cantidad de escopolamina. Y sabemos que ésa droga
bloquea los receptores del cerebro y pone a la víctima en un estado de hipnosis
inducido. La víctima obedece cada orden que recibe bajo los efectos de la
escopolamina y cuando aquéllos desaparecen, la persona no recuerda
absolutamente nada de lo que hizo durante el período en el que estaba literalmente
hipnotizada.
Así lo hizo. Usted, señorita Cecilia,
sabía perfectamente que Eliana llevaba el arma consigo a todas partes. También
sabía dónde iba a estar exactamente ése día y a qué hora. Y por último, tenía
el pleno conocimiento de que Eliana llevaba una polvera en su cartera porque le
gustaba estar maquillada y siempre bien presentable, y que a menudo, solía
hacer uso de dicha polvera para embellecerse.
El día anterior a su muerte, vertió en
alguna bebida o comida suya, una dosis fuerte de escopolamina. Una vez
ingerida, le ordenó escribir una misiva que dijera, en resumen, que sólo le
quedaban veinticuatro horas de vida y que la dejara apoyada sobre un lugar
visible para ser encontrada fácilmente. Así entonces, cuando Eliana Casabella
la encontrara en pleno uso de sus cualidades facultativas, se enloquecería
arduamente porque no recordaría cuándo la escribió y mucho menos porqué la
escribió. El objetivo de esto era generarle a la señorita Eliana una tortura
psicológica y mental antes de asesinarla, para que supiese que le quedaba
solamente un día de vida.
Posteriormente, usted Cecilia
Casabella, tomó en secreto la polvera de la cartera de su hermana y sustituyó
su contenido original por escopolamina. Como los colores entre ambas sustancias
son casi idénticos, Eliana nunca notaría la diferencia. Al día siguiente,
cuando ella fue para el Planetario a celebrar el Día de la Primavera, usted la
siguió con mucho cuidado para que no se diera cuenta que era seguida por su
propia hermana. La señorita Eliana entró al Planetario, fue al baño y
efectivamente hizo uso de su polvera, porque así lo hacía con frecuencia. Como
la escopolamina también ingresa al organismo por los poros de la piel, el
efecto fue inmediato. Así que, Cecilia Casabella apareció de repente y le
ordenó que se dirigiera por los bosques hasta la orilla del lago, sacara su
arma y se pegara un tiro. Y así lo hizo. Y tuvo que ser así para que hubiese
testigos que acreditaran irremediablemente la hipótesis del suicidio. Después,
sólo fue cuestión de que la señorita Lucila Casabella la encubriera ocultando
toda la evidencia en su propia casa.
_ ¡Está mintiendo! ¡Está usted
cometiendo un grave error!_ arguyó desesperadamente Cecilia Casabella. Pero
Dortmund no tuvo piedad de una asesina.
El capitán Riestra hizo una seña y
unos oficiales que estaban con él custodiaron a la señorita Casabella, que
oficialmente estaba arrestada por el crimen de su hermana, Eliana Casabella.
_ Yo personalmente intervendré para
que cumpla la condena que reciba en su domicilio por su condición_ dijo el
inspector._ El juez de Garantías estoy seguro, no se opondrá. Pero creo que la
recomendación llegará antes por parte del tribunal encargado de juzgarla.
El capitán Riestra pidió hablar con
Dortmund a solas y ambos hombres se encerraron en una de las habitaciones.
_ ¿Por qué quiere tenerla demorada en
su propia casa y hasta cuándo? _ le preguntó el capitán autoritario.
_ Le haré una pregunta_ replicó
Dortmund._ ¿El empleado del Planetario recuerda haber visto el lunar en el
rostro de la mujer que vio en silla de ruedas el día del asesinato?
_ Sí. Cuando le pregunté si tenía
algún rasgo sobresaliente por recomendación suya, Dortmund, lo afirmó_ y se
quedó vacilando unos instantes y reaccionó enseguida, como si le hubiesen
impartido una cachetada ejemplar. Mi amigo lo miró fijo con su imprudente
sonrisa de siempre, divisada en lo ancho de su boca.
_ Nadie en el Planetario_ siguió Sean
Dortmund con su exponencia_ conocía a las hermanas Casabella. Por lo tanto, el
lunar en el rostro de la mujer de la silla de ruedas no hizo sospechar a nadie
nada extraño. ¡Fue perfecto! Lucila Casabella asesinó entonces a Eliana tomando
el lugar de Cecilia Casabella. Pensé que Cecilia Casabella pudo haber simulado
el lunar con algo de pintura. Pero descarté la teoría de inmediato porque no
tenía sentido recurrir a eso porque, como bien dije antes, nadie las conocía. Y
por eso mismo, Lucila Casabella no se preocupó en hacer desaparicer toda la
evidencia de su casa. Pero igualmente tuve que apelar al engaño de la
fotografía para convencerme de lo ridículo de mi idea y para afirmar o refutar
la historia inicial que nos contara la señorita Lucila Casabella.
_ Asumo que la mató por lo que usted
mismo dijo antes al dirimir su versión de la historia.
_ Hubo algo más por lo que valía la
pena matar, capitán Riestra, que fue lo que terminó de darle forma al plan.
Entre la evidencia que encontré en casa de Lucila Casabella, hallé un examen de
ADN perteneciente a la víctima, Eliana Casabella, y otra serie de documentos
legales. Ella emprendió una búsqueda exhaustiva y complicada, la que finalmente
dio sus frutos, porque Eliana Casabella encontró a su padre, lo que le ocultó a
sus otras dos hermanas. Pero Lucila sospechó y la siguió hasta que la descubrió
y supo que la verdad había sido profanada.
Cuando la señorita Eliana halló a su
padre biológico, además de chocarse con la realidad de su pasado, se dio cuenta
además de que su padre no sabía cuántos hijos había engendrado porque era un
hombre terriblemente mujeriego y nunca pudo controlar eso. Un sacerdote que
violó varios mandamientos y supo ocultárselo muy bien a la Iglesia. A raíz de
un cáncer terminal, decidió hacer el testamento y le dejó en partes iguales a
todos ellos un plazo fijo en el banco y dos departamentos en Capital. Eliana
vio servida su oportunidad de vengarse por todas las mentiras acarreadas en su
historia de vida y le dijo a su padre que tenía dos medias hermanas más de
diferente madre a la suya, pero que murieron hace algunos años y que ella era
la única en vida. Y sin dudarlo, su padre modificó el testamento en beneficio
puro y exclusivo de Eliana Casabella, todo esto cotejado con un análisis de ADN
previamente realizado. Y fue la gota que rebasó el vaso para Lucila Casabella
que decidió asesinar a Eliana e inculpar a Cecilia. Todo está acá. Lucila
Casabella fue la única de todos en general que se preocupó en encontrarlo. No
lo entiendo.
Y Dortmund entregó un sobre madera
abultado en manos del capitán Riestra.
_ ¿Qué hacemos con Cecilia Casabella?
No puedo demorarla sin razón si es inocente.
_ Por ahora, debe permanecer así. Es
mejor que la señorita Lucila se convenza de que se salió con la suya.
_ ¿Hasta cuándo, inspector Dortmund?
_ ¡Por favor, capitán Riestra! Tenga
paciencia. ¿O acaso no confía en su buen amigo irlandés?