viernes, 27 de octubre de 2017

Cinco pistas (Gabriel Zas)



El fiscal superior de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal, Francisco Galván, visitó a Geraldine Soria en su domicilio particular. Era la esposa de Julián Rucci, condenado a doce años de prisión efectiva por el asesinato de un tambero en Sierra de la Ventana, en la provincia de Buenos Aires. Su abogado defensor apeló el fallo del tribunal y un fiscal representante de la Justicia quiso entrevistarse con la esposa del único acusado por el homicidio de Roque Palacios porque estaba interesado en saber si la señora Soria tenía datos extra que pudieran servir de respaldo para la causa y ser concluyente para mantener la decisión por unanimidad de los tres jueces o revocarla en su carácter supletorio.
Geraldine Soria solicitó que se revean cinco pistas claves del caso que, según ella, podrían exonerar a su esposo, Julián Rucci, de toda culpa y cargo. Y el juez, para sorpresa de muchos, accedió a su demanda.
Brevemente, los hechos fueron que Rucci visitó a la víctima para reclamarle una deuda que mantenía con él y que cuando llegó, lo encontró muerto, bañado en sangre. Inmediatamente, dio aviso a la Policía y fue detenido in situ acusado del crimen. Pero lo que complicó a Julián Rucci fue la declaración de un testigo que presuntamente lo vio desde la ventana de su casa de enfrente cometiendo el asesinato. Lo llamativo ciertamente en este punto fue que aquél testigo, primero dijo que no vio nada y repentinamente cambió de manera rotunda su declaración de forma inexplicable. Y fue justamente ésa declaración la que selló el destino del señor Rucci.
Cuando el doctor Galván lo entrevistó, dijo que cambió su testimonio porque sentía que tenía necesidad de obrar correctamente. Al principio, declaró en favor de Rucci porque no estaba del todo convencido de que él lo pudo haber hecho. Pero que cuando el fiscal del caso lo confrontó con todas las evidencias que apuntaban en dirección a Julián Rucci, pensó en la víctima y después de repensar varias veces lo que pasó el día del asesinato y lo que él vio, no lo dudó ni por un segundo.
Francisco Galván interpretó que coaccionaron al testigo para que modificara su testimonio, pero era un hecho extremadamente difícil de verificar, aunque no lo descartó nunca de entre sus posibilidades.
La segunda pista fue la mala relación que presuntamente mantenía el señor Rucci con Roque Palacios. La tensión entre ambos se generó a raíz de una deuda de dinero, la cual se acrecentó desproporcionalmente durante las semanas previas al fatídico desenlace. Varios testigos, entre familiares y allegados, dieron cuenta de la veracidad de ésta situación.
La tercera pista que Galván investigó a petición de la señora Soria fueron las huellas recabadas del cuchillo utilizado para el crimen, que contenía las impresiones dactilares del señor Rucci y de absolutamente nadie más. Esto fue un punto que le jugó peligrosamente en contra a Julián Rucci. En su indagación, arguyó que eso se debió a que intentó desenterrar el cuchillo del pecho de Roque Palacios. Podía resultar ser cierto o no, por lo que sobre este punto primó el beneficio de la duda. Pero era innegable el hecho de que pretender desclavar el cuchillo del pecho de la propia víctima era una circunstancia dudosa y arraigadamente imprecisa.
  La cuarta pista refería a la ausencia de sangre en las ropas de Julián Rucci. Entre que se cometió el asesinato, se dio intervención a la Policía y los peritos llegaron a la escena, no pasaron más de diez minutos, por lo que Rucci no habría dispuesto del tiempo suficiente para lavarse perfecta y completamente y esconder las prendas ensangrentadas. Sin embargo, un médico forense experto consultado por Francisco Galván sostuvo que con la ayuda de jabón de glicerina y un poco de cloro puro, las manchas de sangre podían limpiarse por completo en menos de dos minutos. Pero el fiscal decidió darle este tanto excepcionalmente a Julián Rucci.
La quinta y última pista sugerida por Geraldine Soria para ser investigada por el doctor Galván, eran las pisadas de sangre que iban desde la escena hacia la planta alta de la casa, en donde casualmente se encontraba el baño. En su declaración, Rucci argumentó que sus pisadas se impregnaron como consecuencia de que quiso ayudar al señor Palacios y además testificó que subió las escaleras para buscar el teléfono. No obstante, el aparato estaba empotrado en el comedor. Este punto fue decididamente contundente para certificar la culpabilidad de Julián Rucci. De las cinco evidencias proporcionadas, esta fue la más condenatoria, si se quiere decir así.
El doctor Francisco Galván le hizo una segunda visita a Geraldine Soria con sus conclusiones en mano y su parecer al respecto.
_ En base a todo lo que le expuse recién_ expresaba el doctor Galván, sensiblemente_ es muy difícil creer que su esposo sea inocente.
_ Usted me malinterpretó_ deslizó la señora Soria, con un extraño resplandor en sus ojos._ Yo no dije en ningún momento que mi esposo fuera inocente.

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