La víctima de este caso se llamaba Donato Herrera. Y sus asesinos estaban fehacientemente identificados. Se llamaban Elviro Gaona y Gerónimo Molina, respectivamente. Pero los dos atacaron a la víctima en distintos momentos y con diferentes métodos. El señor Gaona lo golpeó reiteradamente en la cabeza hasta que Donato Herrera perdió el conocimiento. Y el señor Molina le dio un tiro en el pecho.
_ ¿Cómo los atrapó, capitán Riestra?_ preguntó Dortmund, sumamente interesado en el caso.
_ No resultó difícil. Había muchos elementos en su contra, no fueron para nada precavidos. Los acorralamos con todas las evidencia que habíamos reunido y sólo fue cuestión de esperar que confesaran. Y lo hicieron. Soltaron la lengua a lo loco_ repuso el capitán, vanagloriándose de su logro.
_ Sin embargo, no parece estar del todo satisfecho… ¿O sí?
_ No. El forense no pudo comprobar la causa de muerte. Alega que es incomprobable determinar si al señor Herrera lo mataron los golpes en la cabeza que le propinó repetitivamente el señor Gaona. O el disparo que le efectuara el señor Molina.
_ Entiendo el punto. Y eso representa un problema legal muy serio.
_ Absolutamente, Dortmund. El abogado de Molina va a alegar en el juicio que su cliente le disparó cuando el señor Herrera ya estaba muerto, por lo que va a depositar la culpa en Elviro Gaona. Y viceversa. El abogado de Gaona va a presentarle al tribunal el mismo argumento. Y ante la conclusión a la que arribó el forense, los dos van a quedar en libertad por falta de mérito.
_ Y quiere que yo descubra lo que el forense no puede.
_ Sé que usted, Dortmund, es la única persona en el mundo capaz de conseguirlo.
_ Haré todo lo posible. Pero no le prometo resultados favorables.
_ Gracias. Conociéndolo como lo conozco, sé que lo descubrirá.
_ ¿Por qué mataron al señor Herrera, para empezar?
_ Por los rumores que se corrían sobre él en el barrio, Dortmund. Usted sabe perfectamente que la gente toma muy en serio los rumores.
_ ¿Y qué decían esos rumores, exactamente, capitán Riestra?
_ Que el señor Herrera conquistaba mujeres ricas y hermosas para robarles. Desde que se corrió la voz por el barrio, el señor Herrera empezó a ser ignorado y despreciado por sus propios vecinos. No le hablaban y si lo veían venir, lo evitaban deliberadamente. Los rumores cada vez fueron más grandes hasta que supo que el señor Donato Herrera supuestamente se habría acostado con las esposas de Gaona y Molina, respectivamente, aunque ellas lo negaran, por supuesto. Pero los dos no se convencieron y actuaron, y sucedió lo que ya sabemos.
_ ¿Los señores Gaona y Molina se conocían ya? ¿Eran amigos?
_ No. En absoluto.
_ Pensé que fue un plan urdido por los dos para salir libres.
_ También lo pensamos. Pero dado que no se conocen, lo descartamos de plano.
_ Yo aún lo considero. Ya me conoce, capitán Riestra. No descarto absolutamente nada hasta que el caso queda completamente dilucidado.
_ Ese es el proceder correcto que se debe seguir.
_ ¿A qué hora fue el ataque del señor Gaona?
_ Hace dos días, a las 19.
_ ¿Y el del señor Molina?
_ Unos minutos más tarde, a las 19:21.
_ Interesante… ¿Está comprobado?
_ No hay lugar a dudas al respecto, Dortmund.
Sean Dortmund estaba reflexivo, pero soberbio, lo que significaba que se la había ocurrido algo.
_ ¿Podemos ir a la escena del crimen, por favor, capitán Riestra?
El capitán complació a Sean Dortmund y lo llevó hasta la escena del crimen.
_ ¿Es una sola escena, capitán?_ inquirió Dortmund, mientras revisaba exhaustivamente el lugar.
_ Sí. Elviro Gaona lo golpeó y la víctima quedó tendida en el suelo, inconsciente. Unos minutos después, Molina lo vio y le disparó. Había salido a buscarlo.
Una vez que terminó de examinar la escena cuidadosamente, Dortmund miró triunfante al capitán Riestra.
_ Lo tengo. Ya sé cómo pasó todo_ se ufanó el inspector, envuelto en una manta de soberbia indiscriminada.
_ ¡Lo sabía!_ pronunció eufórico Riestra._ Sabía que usted iba a poder averiguarlo. ¿Quién de los dos mató verdaderamente al señor Donato Herrera? ¿Gaona o Molina?
_ Fueron los dos, capitán Riestra.
_ ¿¡Qué!?
_ Hay huellas en la tierra. Pero hay un juego que es más profundo que el otro. Los peritos seguramente lo interpretaron de una manera equivocada, si no es que lo pasaron completamente por alto. Pero la razón por la que este juego de huellas es más profundo que el otro es porque la misma persona volvió apenas unos minutos después sobre sus propios pasos. Y por sentido común, ese par de huellas corresponden al señor Elviro Gaona. Seguramente, citó al señor Donato Herrera en este punto con algún pretexto y lo golpeó reiteradamente en la cabeza hasta que quedó inconsciente. Y se retiró sigilosamente sin que lo descubrieran. Pero una gran duda le carcomía la cabeza: ¿realmente estará muerto? Y nervioso por la incertidumbre que lo socavaba, vuelve a la escena del crimen, aún con el temor de que el señor Herrera ya no estuviera. En ese caso, tendría que salir a buscarlo urgentemente antes que hable con alguien y lo identifique a él mismo como su agresor. Pero al volver, el señor Gaona se llevó una sorpresa. Alguien le había disparado al señor Herrera en esos minutos. Y eso lo alivió enormemente. Pero la bala, pese a que impactó de lleno en el pecho de la víctima, no lo mató de inmediato. Así que, el señor Gaona, para ir sobre seguro, le propinó al señor Herrera un par de golpes más en la cabeza y escapó del lugar. Golpes en la cabeza, disparo de pistola en el pecho y otra serie de golpes en la cabeza, todo con escasa diferencia de minutos. Por eso el forense no pudo determinar quién de los dos le había dado muerte al señor Donato Herrera.
El capitán Riestra no supo cómo reaccionar. Simplemente, le dio las gracias al inspector Sean Dortmund una vez más y se presentó ante el juez con esta nueva evidencia. El juez se la giró al fiscal, ambos la avalaron y tanto Gaona como Molina fueron condenados a 25 años de prisión efectiva por el asesinato del señor Donato Herrera.
A los pocos días, Dortmund, tras una investigación exhaustiva, había averiguado quién inició los rumores difamatorios en contra del señor Herrera y la razón de ellos. Pero no viene al caso porque la explicación se extendería demasiado. Lo importante que hay que resaltar es que esa persona en cuestión fue puesta a disposición de la Justicia porque sus injurias y difamaciones llevaron a la muerte al señor Herrera.
Y una última cosa para agregar antes de cerrar. El capitán Riestra no aprendió en absoluto nada del caso anterior sobre la importancia del poder de observación.
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