jueves, 29 de abril de 2021

Confesiones homicidas: 3. Confesión en el parque (Gabriel Zas)

 


               

 

_ ¿Puedo sentarme con usted, señorita?_ le dijo una simpática anciana a una mujer de mediana edad que estaba sentada sola en un banco en Parque Saavedra.

_ Sí, abuela, por favor_ le respondió la mujer, gentilmente.

La anciana, con esfuerzo, se sentó, negándose a recibir ayuda de su desconocida compañera de banco.

_ ¿Cómo te llamás, mija?_ rompió el silencio la abuela.

_ Norma. Norma Ávila_ respondió la mujer, afablemente._ ¿Y usted?

_ Camelia. Pero me podés decir Carmelita, como me dicen todos.

_ Qué simpático. Me parece muy dulce Carmelita. De verdad.

_ Me hacés sonrojar como cuando era una piba.

_ ¡Y lo sigue siendo! ¡Mírese!

_ Una piba de 97 años.

Y las dos mujeres sonrieron simpáticamente.

_ ¿Venís siempre acá a Parque Saavedra, querida?_ quiso saber Carmelita.

_ No. Estoy de pasada. Vine a hacer unos trámites por acá cerca y aproveché para descansar un poco.

_ Hacés muy buen, querida. Vos sos muy joven todavía.

_ No se crea, abuela… Perdón. Carmelita.

_ ¿Cuántos años tenés?

_ 49. 49 bien llevados.

_ Parecés más chica.

_ Ay, por favor. Mire lo que soy.

_ No te tires abajo. Te lo digo de corazón. Sos una mujer muy hermosa. Me imagino que tus pretendientes se mueren por vos.

_ No. Soy soltera. El amor no es para mí.

_ ¿Por qué decís eso?

_ Larga historia que no tengo ganas de revivir. Espero no se ofenda.

_ ¡Para nada! ¿Vos sabés que yo a tu edad era igual que vos?

_ ¿Sí? ¿En qué sentido?

_ En venir a dar una vuelta, sentarme un rato a disfrutar del paisaje y del aire libre, ver la gente caminar, trotar, hacer ejercicio, ver a los chicos jugar, a las parejas enamoradas y felices sonriendo.

_ Qué lindo que no haya perdido la costumbre de seguir haciéndolo.

_ Es que Parque Saavedra atesora desde hace 50 años algo invaluable para mí.

_ ¿Ah, sí? Mire usted. ¿Qué es, si se puede saber?

El rostro de la anciana cambió por completo. Relojeó a Norma Ávila con desengaño y vilipendio, e inmediatamente volvió su vista hacia delante.

_ Un cuerpo. El cuerpo de mi marido, para ser más exacta. Lo enterré justo detrás de aquél Olmo enorme que está justo atrás tuyo en diagonal_ y lo señaló discretamente.

Norma Ávila observó a Carmelita de otra manera muy distinta, con algo de miedo y dudas.

_ ¿Es enserio? Porque si es una broma, es de muy mal gusto.

_ Te digo enserio, querida. Lo maté hace 50 años cuando lo encontré en la cama revolcándose con mi mejor amiga de entonces.  A ella le perdoné la vida porque decidí que sería la vida misma la que se vengara por mí. Y lo hizo más rápido de lo que supuse. Falleció a las dos semanas a causa de un desafortunado incidente doméstico. Tropezó y cayó al vacío cinco pisos. No murió en el acto. Estuvo internada en coma inducido tres días hasta que falleció por una falla multiorgánica a causa de los severos traumatismos que la caída le había producido. Todos se creyeron la absurda teoría de la caída accidental. Agonizó durante tres días. Y verla en ese estado fue reconfortante. Y cuando la vi fallecer… No puedo explicarte la felicidad que sentí.

_ Me tengo que ir. Disculpe. Me esperan en otro lado.

Norma Ávila amagó con levantarse e irse, pero la anciana se lo prohibió tajantemente. Y ella, ante el temor de lo que pudiera ocurrir, decidió permanecer en el lugar.

_ ¿No querés saber cómo asesiné al turro de mi marido?_ inquirió Carmelita con insolencia y malicia.

_ No…_ respondió Norma Ávila, pavorosa.

_ Yo te lo voy a contar igual. La verdad, no tenía ni idea de cómo matarlo. Los métodos convencionales me parecían muy arriesgados y no quería terminar mal. Entonces, esperé a que el destino me diese la solución a mi dilema. Y un día me la dio. Llegó hasta mis manos un cuento de Roberto Arlt, en el que un veterinario asesina a su hermana envenenando los cubitos de hielo porque a ella le encantaba tomar el whisky bien frío. No me acuerdo con exactitud el nombre del cuento. Creo que era el asesino casi perfecto, un crimen casi perfecto o algo por el estilo. Te imaginarás que a mi avanzada edad la memoria no es un privilegio del que pueda gozar. Cuestión que el destino fue sabio. Muy sabio. Porque casualmente mi marido se la pasaba tomando whisky todo el día a toda hora. Así que, una tarde que él no estaba en casa porque estaba trabajando, fui a una farmacia que había a seis cuadras de donde vivíamos y compré un frasquito de cianuro. En ésa época era mucho más fácil que ahora comprar cianuro en las farmacias. Volví triunfante a casa, aproveché que él todavía no había llegado de trabajar, abrí la heladera y desparramé el veneno por toda la hielera. Era una Siam antigua de madera, para que te des una idea. Llegó esa noche del trabajo y se tomó dos vasos de whisky bien fríos y cargados… Al tercero no llegó. Como no tenía dónde ocultar su cuerpo y no quería que la Policía me descubriese, lo puse en el baúl del auto, manejé de madrugada hasta acá y lo enterré a la luz de las estrellas en medio de una calma alucinante. Jamás lo encontraron. Para desviar las sospechas de mi persona, denuncié su desaparición aportando datos falsos y una historia falsa, que la Policía y la Justicia ingenuamente tomaron por válidos. Como no lograron hallar nada sólido, cerraron la instrucción del caso al año y medio. Y como pasó mucho tiempo ya, la causa prescribió. Y tengo que procurar que se quede así, porque si encuentran accidentalmente los huesos de mi esposo enterrados, pueden reabrir la causa y a mi edad, que no me queda mucho por vivir, no quiero desperdiciar los años que me quedan en la cárcel. Aunque por mi estado, pueden otorgarme la prisión domiciliaria. Pero no dejo de estar presa. Igual, entre que identifican los huesos de mi esposo positivamente haciéndoles toda clase de pruebas, pitos y flautas, yo ya me fui. Pero quiero estar segura. Por eso vengo todos los santos días hasta acá y me quedo horas y horas sentada vigilando el árbol bajo el que está enterrado mi esposo. Nunca tuve la posibilidad de contárselo a nadie. Y de golpe, aparecés vos. Otra vez el destino se puso de mi lado.

Norma Ávila estaba tremendamente paralizada y shockeada por el relato de una anciana a la que le había tomado cariño y que creyó en apariencia que era totalmente inofensiva. Pero las apariencias engañan. 

_ ¿Por qué me eligió a mí para contarme esta barbaridad, esta crueldad que me acaba de contar?_ indagó temerosa. 

_ Porque no me quedan muchos años más de vida y quiero morirme con el alma liberada, sin culpas ni remordimientos_ respondió la abuela, frívolamente.

_ Para eso está la Iglesia.

_ Dios no existe. La religión es la farsa más grande de la historia universal. La inventaron como pretexto para someter al pueblo a las peores miserias humanas. ¿No se pregunta por qué con toda la plata que tiene el Vaticano no acaban con el hambre en el mundo? ¿Por qué en ninguna de las dos guerras mundiales nadie se atrevió a bombardear al Vaticano? Porque su poder es inmensamente enorme. Es el epicentro de toda la corrupción política que existe en el mundo hoy día. Por eso no voy a la Iglesia.

_ Usted está loca.

_ Para algunas cosas, sí. Puede ser. Pero cuerda para muchas otras.

_ ¿Cómo sabe que yo no voy a ir a la Policía a denunciar todo lo que usted me contó?

_ Porque no te van a creer. Suena tan delirante todo, que no te van a creer.

_ ¿Pero qué pasa si me arriesgo y la denuncio igual? Mire que no me conoce lo suficiente para saber de lo que soy capaz.

_ No lo vas a hacer porque tu conciencia no te lo permite. Es así de simple la cosa. Y porque además sabés muy bien que te voy a pedir algo.

_ ¿Usted pedirme algo a mí?

_ Tal como lo escuchaste, querida.

_ ¿Y de qué se trata, si seré curiosa?

El miedo se le había ido a Norma Ávila. Enfrentaba a Camelia con mayor coraje.

_ Que cuando yo haya abandonado este mundo, vos sigas viniendo a este parque rigurosamente todos los días a cuidar y proteger mi secreto.  

_ ¡Es una barbaridad lo que me pide! ¡De ninguna manera!

_ Si no me ayudás, antes de morir puedo complicar tu existencia seriamente de acá a muchos años. Creeme que realmente te puedo jorobar. Y en forma. Ayudame y te voy recompensar muy bien. No seas tonta, mija.

_ ¿Usted complicarme a mí? ¿De qué manera?

_ ¿Querés averiguarlo, nomás?

Norma Ávila se volvió a sentir presa del pánico, intimidada por la mirada cruel de la anciana.

_ ¿De qué recompensa hablamos, entonces?_ se atrevió a cuestionar sin tapujos, Norma Ávila.

_ Así me gusta_ repuso Carmelita, otra vez en tono amigable._ Como te imaginarás, soy sola. Y no quiero que mis posesiones ni todo mi capital vayan a parar a obras caritativas. Por lo tanto, decidí nombrarte única y legítima heredara de todos mis bienes personales.

Norma Ávila se asombró sustancialmente.

_ Es una locura. ¿De verdad me lo está diciendo?_ cuestionó con plena desconfianza, Norma Ávila.

_ Si no aceptás, ya sabés las consecuencias a las que te atenés_ dijo la anciana, con absoluta frivolidad e indiferencia.

_ Está bien. Como usted guste.

_ Estaba segura de que no me ibas a fallar, querida.

Camelia metió su mano en su bolso tipo monedero y extrajo un papel doblado, que desplegó sobre su regazo a lentos movimientos propios por su edad.  Acto seguido, tomó del interior mismo de su bolso un bolígrafo y se lo ofreció gentilmente a Norma Ávila.

_ Firmá al pie del documento. Yo después lo completo con tus datos y se lo entrego al escribano en mano_ anunció la anciana. Y prosiguió._ Por cierto, mi escribano y el buffet de abogados que contraté para la ocasión están al tanto de todo lo que hablamos. Absolutamente de todo. Así que, espero cumplas con tu palabra de venir rigurosamente todos los días acá al parque a verificar que esté todo en orden y fundamentalmente, de no comentar el asunto con nadie. Porque de lo contrario, como te anticipé antes, va a haber serias consecuencias.   

Norma Ávila se quedó mirando fijamente a la abuela por una fracción de segundos, totalmente horrorizada. Y luego, conteniendo sus impulsos, tomó el bolígrafo con la mano temblándole completamente por el susto y firmó, para seguidamente devolverle  todo el conjunto a la venerable anciana.

_ Y una última cosa_ advirtió Carmelita.

_ ¿Qué?_ replicó con los labios temblorosos y la frente enjutada en sudor, Norma Ávila.

_ Cuando vos estés en el último tramo de tu vida, vas a tener que delegar la protección de los restos del cuerpo de mi esposo y el secreto de mi crimen en alguien más, así como yo acabo de hacer hoy con vos. Andá pensándolo desde ahora.

_ Hace 50 años que ocurrió el crimen. Los huesos de su esposo ya deben estar hechos polvo…

_ ¡No me cuestiones! ¡Claramente no sabés nada cómo funciona nuestro cuerpo! Yo me tomé el trabajo de averiguarlo minuciosamente. Las condiciones climáticas pueden conservar el cuerpo hasta después de 100 años de fallecido. Incluso, después de 80 años, los huesos agrietados aún se conservan hasta 20 años más. Lo último que queda y lo que prácticamente resulta imposible que se deteriore es la dentadura.

_ Y en la dentadura, hay ADN.

_ Muy bien, querida. Veo que sos una mujer inteligente. Por supuesto, el ADN se conserva. Y una mínima muestra, si se llega a descubrir el cuerpo, puede condenarme. Y procuré jurarme que el crimen jamás fuera descubierto. Aún después de que yo haya muerto. Mi marido merece ser totalmente olvidado por lo que me hizo. Merece, simplemente, no existir. Y quiero que eso se mantenga así eternamente.  Preciso que me anotes tus datos personales en un papel para completar el trámite.

Norma Ávila accedió sin remedio alguno a la petición de la mujer.

Carmelita se levantó dificultosamente con la ayuda de su bastón.

_ Cuando yo haya muerto, mis abogados te van a contactar.  Espero que no te olvides de nada de lo que hablamos. Creeme que si hacés algo indebido durante el tiempo que yo viva, te van a acusar de mi muerte. Y la cárcel de mujeres no es apta para cualquiera. Al lado de la de mujeres, la de los hombres es el paraíso. Espero que me creas.

Y Camelia se alejó con dirección incierta caminando a paso lento. Norma Ávila la contempló con miedo, angustia, preocupación e incertidumbre. Miles de sensaciones y emociones juntas la embargaban en ese momento.

Una parte suya, inexplicablemente, entendía a esa nociva anciana y hasta sentía compasión por ella. Más que por el miedo mismo que sentía por las circunstancias y sus posibles consecuencias si desobedecía alguna de sus advertencias, Norma Ávila cumplió inexorablemente las directivas impuestas. Y lo hizo con admiración y muy a gusto. Por alguna extraña razón, se había mimetizado con Carmelita y  eso fue algo que ni ella misma pudo jamás explicarse.

 

domingo, 25 de abril de 2021

Confesiones homicidas: 2. Confesión en terapia (Gabriel Zas)

 


_ ¿Sabés por qué estás acá?_ le preguntó la terapeuta, libreta en mano, a su paciente, que estaba cómodamente recostado sobre el diván.

_ Porque dicen que asesiné a una persona_ contestó él.

_ ¿Lo hiciste?

_ No. Ya les dije que fue Raúl. Que él mató a esa pobre chica. Yo estaba en una reunión al momento del homicidio.

_ Pero ni el fiscal ni el juez pudieron corroborar tu coartada.

_ Fue Raúl. ¿¡Qué parte de fue Raúl no entienden!?

El paciente se mostró agresivo y en actitud defensiva.

_ Está bien_ repuso la psicóloga, con tono calmo, para apaciguarlo._ Te creo. Fue Raúl.

_ Gracias por creer en mí, doctora. Usted es una buena persona.

_ ¿Quién es Raúl?

_ Es mi hermano menor.

_ Pero vos no tenés hermanos, Rogelio.

_ Raúl es mi hermano y él mató a esa quien la Justicia dice.

_ Esa, a la que hacés referencia y mataste, era una fiscal federal, lo que agrava el delito de homicidio severamente.

_ Mató. Ya le dije mil veces que yo no hice nada malo.

_ ¿Entendés la acusación?

_ Sí.

La psicóloga esperó unos segundos a ver si Rogelio, su paciente, agregaba algo más. Pero no hizo ninguna acotación.

_ ¿Entendés lo que quiere decir agravante?_ inquirió la terapeuta.

_ Que agrava_ repuso Rogelio. Y se rió como un tonto.

_ ¿Entendés que podés ir a la cárcel de por vida por eso?

_ No, porque yo no maté a nadie, doctora. Ya se lo repetí muchas veces.

_ Ya sé. Fue Raúl, según vos.

_ Sí. Mi hermano menor.

_ ¿Y dónde está él ahora?

_ No sé. Por ahí.

_ ¿Por ahí, por dónde?

_ Por ahí. A veces se va y desaparece por una semana entera. Y después vuelve, y se queda conmigo, me cuida, me compra cosas, me lee un cuento antes de irme a dormir como lo hacía mamá cuando era chico… Raúl es bueno conmigo.

_ Y si Raúl es bueno, ¿por qué desaparece por una semana entera y por qué asesinó a la fiscal?

_ No sé.

_ ¿Y vos qué hacés cuándo Raúl no está?

_ Cosas.

_ ¿Qué clase de cosas?

_ Cosas.

_ Entiendo. ¿Podemos conocer a Raúl?

_ No sé dónde está. Ya le dije que desaparece por una semana entera.

_ Y vos no sabés a dónde va.

_ No.

_ ¿Y vos te quedás solo cuando Raúl está ausente?

_ Duermo solo porque ya soy grande.

_ ¿Y durante el día, no te cuida nadie?

_ Me cuida Rodolfo.

_ ¿Y quién es Rodolfo?

_ Mi primo. Vive a dos cuadras de mi casa. Le gusta mucho jugar conmigo.

_ ¿Y a qué juegan?

_ A los soldaditos y a los cochecitos.

_ ¿Te gustan esas dos cosas?

_ Sí.

_ ¿Y te gusta jugar con Rodolfo?

_ Sí. Mucho.

_ ¿Y a Rodolfo, le gusta jugar con vos?

_ Sí. Pero a veces se enoja y me pega. Y tengo miedo cuando me pega.

_ ¿Vos te portás mal para que él se enoje y te pegue?

_ Sí.

_ Pero, vos Rogelio, tenés 36 años. No tenés que jugar más a esas cosas. Vos tenés que hacer cosas de adulto.

_ Rodolfo me dice lo mismo. Por eso se enoja y me pega.

_ ¿Y dónde está Rodolfo para que podamos hablar con él?

_ No sé.

_ ¿Seguro?

_ No sé.

_ Yo creo que sí sabés.

_ No. No sé.

_ Bueno. Yo te voy a decir dónde están tanto Raúl como Rodolfo.

A Rogelio se le iluminaron los ojos.

_ ¿Enserio, doctora, va a decírmelo?_ indagó eufórico.

_ Sí, enserio. Porque yo sí sé dónde están.

_ ¿Dónde?

_ Adentro tuyo, Rogelio. Raúl y Rodolfo no existen en la realidad. Son producto de tu imaginación. Son otras dos personalidades que conviven con vos, en tu cuerpo.

_ ¿Qué quiere decir? ¿Que me los comí?

_ Los inventaste. A la fiscal la mataste vos, Rogelio. Raúl sos vos. Rodolfo sos vos.

_ ¡Yo no maté a nadie! Yo estaba en una reunión de trabajo cuando pasó todo. Ya se lo dije al juez, al fiscal. ¿Qué tengo que hacer para que me crean, viejo? Cuando la Justicia quiere arruinar a una persona, lo hace enserio, eh.

_ ¿Y Rogelio?

_ ¿Qué Rogelio, licenciada? Yo soy Gerónimo. ¿O ya se olvidó de mí?

_ No, Gerónimo. Te recuerdo perfectamente.

_ No sé por qué el juez me obliga a hacer terapia con usted.

_ ¿Te acordás qué estabas haciendo el día que asesinaron a la fiscal Lozano?

_ Estaba en una reunión de laburo. ¿En qué idioma se lo tengo que decir?

_ Nadie pudo confirmar tu coartada.

_ Ya le dije que estaba con Martín, Eugenio, Pato y Alicia. Ellos les tuvieron que haber dicho.

_ La Fiscalía investigó y esos nombres no existen. ¿Son otras personalidades tuyas, Gerónimo?

_ Gerónimo es mi papá. Pero me abandonó.

_ ¿Rogelio?

_ Siempre le dio más importancia a Raúl que a mí.

_ ¿Qué pasó con tu papá, Rogelio?

_ Rodolfo lo mató porque era malo con nosotros.

_ Pero eso es imposible.

_ Rodolfo es bueno conmigo, igual que Raúl.

_ Si ellos fuesen buenos, ya te habrían sacado de acá hace tiempo.

_ Ustedes no los dejan. Por eso. Son malos.

_ No. Es porque vos te llamás Gerónimo y ni Rogelio ni Raúl y ni Rodolfo existen. Gerónimo está vivo y asesinó a la fiscal Lozano.

_ Yo siempre cuidé de Rogelio. Pobrecito, era el más inofensivo de los tres. Siempre lo protegí de papá y de toda la maldad que lo rodeaba.

_ ¿Raúl?

_ Soy Rodolfo, licenciada. Encantado. Rogelio me habló mucho de usted.

_ Qué interesante. ¿Y qué te dijo de mí, Rogelio?

_ Que usted es una buena persona con él. Pero que lo quiere acusar del homicidio que cometió nuestro otro hermano.

_ ¿Te referís a Raúl, Rodolfo?

_ Rogelio siente que usted a veces no lo entiende.

_ ¿Por qué dice eso?

_ Porque le cuestiona que yo no existo.

_ Rogelio tampoco existe. Ni Raúl. Ni las personas de la coartada que Rogelio mencionó para desligarse del crimen. Vivís en un mundo de fantasía, Rodolfo, igual que Rogelio. Y seguramente, igual que Raúl.  

_ Yo no, licenciada. Yo soy Raúl. Acá me tiene. Entiendo que me andaba buscando.

_ Raúl. Por fin nos conocemos.

_ Rogelio me lo contó todo.

_ ¿En qué momento? Porque él siempre estuvo conmigo. No me abandonó ni un instante.

_ Bueno, ahora estoy yo. Como antes estuvo Rodolfo y también nuestro padre.

_ Qué tonta que soy. No me di cuenta.

_ ¿Quiere que le hable de mi familia?

_ Por favor, Raúl.

_ Gerónimo, nuestro padre, nunca estaba en casa. Nunca tenía tiempo para nosotros. De casa al trabajo, del trabajo a lo de la infeliz de Alicia.

_ ¿La misma Alicia que no pudo verificar la coartada de Rogelio al momento del asesinato?

_ Esa misma. Y yo le voy a explicar por qué, doctora.

_ Porque Alicia, al igual que todos, tampoco existe.

_ Cómo se empeña en decir que somos una creación de la mente del idiota de nuestro padre.

_ Se llama Gerónimo.

_ Ya sé. Pero para mí no existe.

_ Son una creación de la mente de Gerónimo.

_ ¡No me lo nombre! Nos abandonó para irse con la estúpida de Alicia. ¡No sabe lo que fue consolar a mamá por su culpa.

_ Me imagino que fue una situación muy complicada, Raúl.

_ Complicada es poco. Horrible, desastrosa, insostenible. Cuando mamá se dio cuenta, Gerónimo le blanqueó la aventura que tenía con Alicia y se mandó a mudar. Ni un peso le pasó. Ah, pero mamá se vengó. Yo la incité a que se vengara.

_ Contame al respecto.

_ Le dije que le metiera una falsa denuncia por violencia de género para cagarle bien la vida al hijo de puta de mi viejo, porque no se merecía otra cosa. Mamá se mostró renuente al principio, pero con Rodolfo la convencimos de que lo hiciera. Pero Rogelio, no. El mimado de mamá, el miedoso. No se involucró. No le importó. A mí tampoco porque seguimos adelante con el plan. Estaba todo bien. Mamá hizo la denuncia, a Gerónimo lo arrestaron y lo metieron en cana. Pero esa fiscal pelotuda tuvo que arruinar todo.

_ ¿La fiscal Lozano?

_ Verificó que la denuncia era falsa y lo dejó libre. ¡Y Rogelio se alegró de eso! ¿Por qué quería Rogelio a un tipo así?

_ Rogelio me dijo que su padre era malo con él.

_ Mintió.

_ No creo que mintiera, Raúl.

_ ¿Por qué no la ayudó a mamá? ¿Por qué le soltó la mano y le resbaló todo?

_ Por miedo, claro. Eso es evidente.

_ Porque siempre fue el más cagón de la familia.

_ Porque le tenía miedo a ustedes. Por eso reaccionó así Rogelio. Por eso fingió quererlo a su padre y por eso no quiso inmiscuirse en lo de su madre. Pero a Rogelio su madre le importaba.

_ No es suficiente. Las palabras no alcanzan. Tuve que darle una lección.

_ Y decidiste matar dos pájaros de un tiro. Asesinaste a la fiscal que sobreseyó el caso de tu padre y lo inculpaste a Rogelio.

_ Qué viva que es doctora. Ahora, dígame una cosa. ¿Vio a dónde Rodolfo se lo llevó a Rogelio? Otro traidor. Se lo llevó en cuanto llegué yo.

_ No vi salir a nadie, Raúl.  

_ ¡Miente! ¡Miente! ¡Miente! Usted es una mentirosa hija de puta, doctora.

Y se abalanzó violentamente sobre la psicoanalista. Forcejearon bastante pero ella logró desmayarlo y controlar la situación.

La psicóloga levantó el tubo del teléfono y discó.

_ ¿Hola? Sí, confesó, finalmente. Me costó, pero ya está_ dijo a quien contestara del otro lado de la línea._ Está loco el tipo este. Se me tiró encima como un desquiciado, forcejeé con él bastante, pero le di un porrazo en la cabeza y ahora duerme como un nene. Mandame un par de oficiales para que lo arresten… Esta noche festejamos en tu despacho. Asesinamos a Lozano por metida de mierda, por husmear en donde no la llamaban, e inculpamos a este retrasado mental de Gerónimo Urquiza. Nos salió redondo.

Pero antes de que pudiera cortar, alguien le asestó un golpe certero en la nuca a la psicóloga y se desvaneció. El desconocido tomó el tubo del teléfono que quedó colgando y se lo acercó sutilmente al oído. Escuchó la voz del juez, que repetidamente preguntaba: “¿Hola? ¿Estás ahí? Marcela, contéstame. ¿Qué pasa?... ¿Marcela, me oís? ¿Hola?”. Sonrió con malicia y cortó la llamada. El desconocido no era otro que Gerónimo Urquiza.

Se acercó a la licenciada y se puso en cuclillas.

_ ¿Te creíste que te iba a resultar fácil manipular a un esquizofrénico con trastorno de la personalidad para que confesara el crimen que vos y el corrupto del juez cometieron? Qué ingenua, doctora.

jueves, 15 de abril de 2021

Detective de artificio / Servicio de disconformidad

 


_ Recordame los casos pendientes que hay, Germán, por favor_ le dijo Betancourt a su colaborador de mayor confianza.

_ Hay cuatro_ respondió Germán con aire profesional._ Dos parecen sencillos. Pero los otros dos los veo algo complicados.

_ Te escucho.

_ El primero es el de una madre que está lidiando con su hija adolescente de trece años para que no se tatué. Parece que quiere hacerse un tatuaje en cada brazo que los cubra por completo. Su madre, nuestra cliente, puso el grito en el cielo cuando ella se lo contó y se lo prohibió terminantemente. Pero su padre opina lo contrario. Él le dio el visto bueno y parece que no piensa cambiar de opinión, pese a que el asunto le valió eternas discusiones con la madre de la nena. Parece sencillo. ¿Qué sugerís hacer?

_ Padres separados, única hija mujer adolescente consentida en todo por su padre. La hija, por defecto, lo pondera a él y mantiene una relación distante con su madre. Los padres se pelean al respecto, pero el padre es quien siempre gana las discusiones porque la madre no quiere perder la relación con su hija, aunque ella la odie un poco por no ser tan permisiva como su padre. Muy bien.  Supongo que el padre es quien va a pagar el capricho de su hija.

_ Ni más ni menos.

_ Andá al local donde vaya a tatuarse, hacete pasar por un agente municipal y clausuralo con cualquier pretexto convincente. Una vez logrado, asumí el rol del tatuador. Mientras, durante el trayecto al negocio, la chica va a recibir una serie de estímulos negativos para que desista de la idea que vos vas a reforzar cuando llegue al local.

_ ¿Qué clase de estímulos negativos, León?

_ Artículos en diarios y revistas que hablen sobre los riesgos de tatuarse tan joven, testimonios que personas que se tatuaron a quienes les quedaron secuelas irreversibles. Que se cruce con madres hablando con sus hijas sobre el tema, hijas que entiendan la preocupación de sus madres y que terminen abrazadas y en absoluta armonía. Personas que aparentemente fueron a tatuarse recientemente y quedaron mal porque desconocían que eran alérgicas a los pigmentos del tatuaje. Y cosas por el estilo, que me voy a encargar de preparar junto a lo que te mencioné. La cereza de la torta la vas a colocar vos. Como te dije, vas a hacerte pasar por el dueño del local y vas a estar afuera, despotricando y preocupado porque te clausuraron. ¿El motivo? Por no tener los papeles en regla, claro. Pero fundamentalmente por prestar un servicio deplorable. Convencé al padre para que te tome idea y a la chica para que se tatué igual. Que vos la vas a llevar a tatuar al local de un conocido. El padre se va a oponer, claro. Y se va a generar una tensión en el momento que nos favorece. Ahí va a aparecer gente que presuntamente se tatuó en ese mismo local, tuvo una pésima experiencia y se alegra de que el negocio finalmente esté clausurado. Que te increpen y te lo echen en cara para hacerlo completamente real y convincente. Misión cumplida.

_ Listo. Anotado.

_ ¿Para cuándo sacó turno la chica?

_ Para dentro de dos días.

_ Perfecto. Tiempo más que suficiente para hacer los preparativos. Pasemos al siguiente.

_ Se trata de una empleada de una compañía de seguros. Desde hace unos tres meses, mantiene encuentros secretos con el gerente de la empresa. Después que termina su turno, lo espera, van a cenar o a tomar algo por ahí, van a un departamento que él tiene en Belgrano a espaldas de su esposa, que es de su propiedad, y pasan un momento agradable. Terminan, se cambian y él la lleva gentilmente a su casa. Para sus respectivas parejas, tuvieron reuniones de trabajo. El problema es que él tiene pruebas de esos encuentros y extorsiona a nuestra cliente para que le seda unas propiedades que están a nombre de ella y de su marido respectivamente. Quiere ampliar la compañía de seguros pero los ingresos son insuficientes para lograrlo. Entonces, recurre a este método repulsivo para lograr su objetivo. Él la extorsiona, ella cede para no arruinar su matrimonio y el señor gerente expande la empresa y abre nuevas sucursales. Pero ella no está dispuesta a acceder a su demanda y por ende tiene un ultimátum. Si en una semana no le cede las cuatro propiedades que nuestra cliente comparte con su esposo, él la expone públicamente con la evidencia que asegura tener y además la echa de la compañía. Vos dirás, León.

_ Convengamos que ella no es ninguna Santa que digamos porque le fue infiel a su marido. Pero tampoco es justo que le suceda esto. ¿Dónde oculta su amante el sobre con las pruebas que dice tener de la relación ilícita que mantiene con nuestra cliente?

_ ¿Cómo sabés que es un sobre?

_ Siempre es un sobre, Germán. ¿Sabés dónde lo conserva?

_ En la caja fuerte de la empresa, que está empotrada atrás de un cuadro en su oficina.

_ ¿Por casualidad, nuestra cliente sabe la combinación de la caja fuerte?

_ No. Por seguridad, la cambia todos los días me dijo.

_ Eso es un problema. ¿La caja es digital o analógica?

_ Analógica. Doble problema.

_ No tanto. Conozco un ladrón especializado en cajas fuertes. Lo conozco de mis días en la cárcel… Bien. La cuestión es que es un experto diplomado en el arte de abrir cajas fuertes, sean de la dificultad que sean. La estrategia es muy sencilla, Germán. Vamos a emitir un alerta por posible amenaza de bomba y vamos a despejar todo el edificio. Este contacto que yo te digo va a estar vestido con un traje antibombas, como si fuese parte del escuadrón que atiende al llamado. Va a ingresar, va a ir directamente a la oficina del gerente, va a abrir la caja fuerte, va a recuperar el documento, la va a volver a cerrar y va a salir. Una vez afuera, te va a dar el sobre a vos y vos a nuestra cliente. ¿Quedó claro?

_ Clarísimo, León. Perdoná que te pregunte. ¿Vos confiás en esta persona? ¿Qué pasa si no acepta colaborar con vos?

León Betancourt escrutó a Germán con displicencia.

_ Va a aceptar. Vos despreocupate_ le replicó  Betancourt con un tono de voz relajado. _ ¿Cuál es el otro caso?

_ Un joven estudió Contabilidad en la universidad de Buenos Aires y terminó la carrera con un excelente promedio. Estaba en pleno desarrollo de su tesis cuando la madre enfermó de cáncer. Por supuesto, se ocupó de ella a tiempo completo. Cuando se recuperó, a los dos años, se puso las pilas y terminó la tesis. Pero no se la admitieron porque el tiempo de entrega había caducado. No entregar una tesis en tiempo y forma implica rehacer toda la carrera otra vez. Él presentó todos los certificados médicos que avalaban la condición clínica de su madre, pero se los rechazaron uno por uno bajo todo tipo de pretextos. Habló con un montón de personas, hizo todo lo que estaba a su alcance pero no logró resultados óptimos. La universidad se mantiene determinante con la decisión tomada. Nuestro cliente, lógico, está frustrado y totalmente devastado. Se lo deberían reconocer, pero no lo hacen.

_ Burocracias que nunca vamos a terminar de entender. Un chico al que hay que ayudar a que la universidad le reconozca la tesis entregada fuera de término por un caso de fuerza mayor para que reciba el título de Contador Público. Perfecto. Hecho. Cuando piense algo, te aviso. Decile al chico que se quede tranquilo, que cuenta con mi ayuda.

_ Muy bien. ¿Se te ocurre algo?

_ Tengo una vaga idea que tengo que terminar de darle forma. Voy a centrarme en encontrar un error en las fechas para inducir a las autoridades de la universidad para que crean que hubo un error con las fechas al momento de la inscripción a la institución y a algunas materias durante el primer año y que por ende, nuestro cliente todavía está a tiempo de entregar su tesis.  ¿Y el cuarto caso, de qué se trata?

_ Un error en las fechas. Muy ingenioso. Un error así se arrastra y…

_ El cuarto caso, Germán, por favor.

_ Una mujer iraquí a la que le niegan la ciudadanía argentina, pese a que cumple con todos los requerimientos establecidos por ley para solicitarla. Ella sostiene que la discriminan por su nacionalidad.

_ No se me ocurre nada de momento, pero decile que se quede tranquila que la voy a ayudar.

_ Perfecto.

Germán abandonó el despacho y León Betancourt quedó sumido en profundos pensamientos inspirados en la solución del segundo caso. Recordaba a Joaquín Ricci, su compañero de celda durante sus últimos siete años en la cárcel. Un ladrón experto en abrir cajas fuertes que lo atraparon in fraganti. Tuvo una conexión inmediata con Betancourt desde la primera vez que entablaron una conversación como compañeros de celda. ¿Qué hacía un ladrón de cajas fuertes compartiendo celda con un estafador profesional de altísimo nivel? León Betancourt jamás lo supo. Pero sí sabía que cuando él recuperó la libertad, Joaquín Ricci todavía continuaba detenido. Se prometieron ponerse en contacto una vez los dos afuera. Pero eso nunca ocurrió. Y lo preocupaba la idea de cómo su gran amigo durante sus últimos días preso tomaría la propuesta de volver a incidir pero esta vez por una causa más noble y justificada. ¿Qué sería de su vida? ¿Cómo tomaría Joaquín Ricci la noticia de que ahora León Betancourt usaba sus viejas artimañas de estafador profesional para hacer un bien?

Es cierto que cuando Betancourt comenzó con el negocio, su idea era resolver solamente los problemas que la Justicia no podía. Después, la profesión lo llevó a hacerse cargo de casos más tradicionales, dignos de cualquier investigador privado, como infidelidades, personas perdidas y reencuentros entre seres queridos, como así también de algún que otro robo o hurto. Pero la profesión no se conformó del todo, y lo llevó a un nivel superior, que fue hacerse cargo de pequeños problemas de índole doméstico o burocrático. Aplicando sus viejas artimañas del pasado que más de una vez empleó para engañar a la gente y robarle, ahora ayudaba a personas que lo necesitaban, como fue el caso de la mujer que quiso poner a prueba a su marido para saber si realmente la seguía amando, o el del hombre que quería dejar a su amante porque seguía amando a la esposa o el del chico que era rechazado de todos los colegios por su condición de autista. Y realmente se sentía bien, se sentía muy bien. Y Betancourt estaba completamente en paz con su consciencia.

¿Cuántas veces se preguntó qué hubiese sido de su vida si esto lo hubiera hecho desde siempre? Y no lograba hallar una respuesta que lo dejara definitivamente satisfecho.

Pero había algo que lo inquietaba más que todo. Y era cómo iba a tomarlo Joaquín Ricci. Y, por sobre todas las cosas, si iba aceptar colaborar con él. De lo contrario, debía pensar en otra solución para poder ayudar a esa pobre empleada de la compañía de seguros que estaba siendo vilmente extorsionada por el gerente de la empresa a cambio de mantener en absoluta reserva la relación ilícita que había entre ellos. Pero confiaba en una respuesta favorable de parte suya.

Germán volvió a ingresar tras unos toquesitos en la puerta en compañía de una mujer de unos 45 años, delgada, cabello azabache y de buen porte.

_ Ella es Sonia Garrido y viene para consultarte por un problema que tiene_ la presentó Germán. Y se retiró.

León Betancourt la invitó a sentarse y la señora Garrido aceptó la invitación cortésmente.

_ La escucho_ dijo Betancourt._ ¿En qué puedo serle útil?

_ Con unos familiares _ comenzó con su relato, Sonia Garrido_ somos clientes desde hace unos tres años de Telenet. Es una empresa que ofrece telefonía, televisión por cable e Internet. El problema es que a mi hermano, por ejemplo, le vienen reclamando desde hace dos meses una deuda por $5600 que no es suya. Él tiene todas las facturas al día, pero igual le cortaron el servicio. No puede ver televisión ni navegar por la red ni hablar por teléfono. Estamos literalmente incomunicados. Y para nuestra madre eso es una fatalidad. Es una mujer grande, necesita estar en constante comunicación con sus hijos.

_ ¿Realizó su hermano los reclamos pertinentes en la compañía?

_ Sí. Pero al divino botón. Insisten en que la deuda le corresponde. Se la quieren endilgar a toda costa. Hasta lo tienen amenazado con iniciarle acciones legales si no se pone al día con lo que debe.

_ Imagino que ese no es el único inconveniente que tienen con la firma.

_ A mí me viven llamando noche y día del call center para ofrecerme cambiarme a otro plan. Ya estoy cansada de decirles que no quiero cambiarme. Pero ellos insisten. Y hasta que no les diga que sí, estoy segura no van a parar.

_ Prosiga, por favor.

_ A raíz del problema de deuda que tiene mi hermano, nuestra tía por parte de papá quiere darse de baja de todos los servicios que tiene contratados. Pero en la empresa se lo niegan dándole constantemente veinte mil excusas. Hace un mes y medio que está pidiendo la baja y por h o por b no se la dan, la biciclietean de acá para allá. Y para colmo, a nuestra hermana le vienen cobrando demás en las boletas desde hace algunos meses ya. También, está cansada de reclamar. En resumen, todos los problemas que una compañía de tales características puede tener con sus clientes, están todos concentrados en mi familia. Y yo particularmente, estoy harta que nos sigan tomando el pelo con total y absoluta impunidad. Con toda honestidad se lo reconozco.

_ Persuadir a una empresa de cable, telefonía e Internet para que a su hermano no le cobren una deuda que no le corresponde y le restituyan el servicio en lo inmediato, a su hermana dejen de cobrarle de más, a su tía le otorguen la baja definitiva y a usted dejen de llamarla del call center para ofrecerle ampliar el servicio contratado.

_ Sé que es mucho pedir. Pero si usted puede hacer algo para solucionarlo…

_ Su problema lo padecen casi la mitad de los usuarios de cada compañía del país que se dedica a lo mismo. La competencia no conoce de excepciones. Si le dicen que ellos no son como todo el resto, le están mintiendo descaradamente. Ayudándola a usted, estaría ayudando  a ese porcentaje de usuarios afectados por las mismas problemáticas u otras similares, que no es un número menor.

_ ¿Acepta el caso, entonces?

_ Desde luego. En 48 horas, todo va a estar solucionado. Le doy mi palabra.

_ ¿Cómo va a conseguirlo, si seré curiosa?

_ Hay un refrán que dice que la curiosidad mató al gato, señora Garrido. Vaya tranquila y no se preocupe por nada. Está en buenas manos.

Sonia Garrido escrudiñó a Betancourt con rareza, pero le deseó los buenos días y se retiró absolutamente confiada.

Germán ingresó al despacho tras haberlo convocado. León Betancourt le resumió el caso de Sonia Garrido.

_ Parece complicado_ opinó humildemente Germán.

_ Al contrario_ refutó Betancourt._ La solución es demasiado sencilla. Estas empresas bajan la guardia cuando vulneran su ego. Y yo sé cómo lograrlo.

_ ¿Para qué necesitás mi ayuda en este caso?

_ Por dos razones: Primero, para que me averigües los datos básicos de la empresa. Domicilio fiscal, nombre del titular, teléfono de la central, desde hace cuánto opera en el país y el nombre del máximo responsable. Y segundo, para que consigas algunos voluntarios que llamen a la empresa en el momento en que yo esté allá y se quejen de los servicios. Reclamen por cualquier cosa. La idea es que llamados así lluevan y los empleados no den abasto.

_ Perfecto. ¿Vos me indicás el momento exacto para llamar?

_ Absolutamente, Germán.

_ ¿Hablaste con la persona que conocés para ayudar a la chica de la compañía de seguros?

El rostro de León Betancourt mutó radicalmente a una expresión de pertinente preocupación.

_ No_ repuso indiferente._ Estaba por llamarlo justamente… Vos ocupate de esos casos justamente, que del de Sonia Garrido me encargo yo personalmente. Avisame cuando hayas conseguido a los voluntarios que te pedí.

_ ¿Cuántos precisás?_ preguntó Germán.

_ Entre 10 y 15 estaría bien. Si son 20, mejor.

_ Muy bien.

Y Germán abandonó el despacho de Betancourt. El detective se quedó pensativo unos instantes hasta que tomó el tubo del teléfono y llamó sin más vueltas a Joaquín Ricci. Aquél lo atendió de buena gana. Hablaron amistosamente por un buen rato hasta que Betancourt le contó  lo que hacía y le propuso colaborar en el caso en cuestión. Después de algunas idas y venidas, Joaquín Ricci aceptó gustosamente asistir a Betancourt, con la condición inexorable de que fuera él quien asumiera todos los riesgos si algo ocurría.

_ Quedate tranquilo, que no va a pasar nada. Tengo todo bajo control_ lo alentó el detective. Le agradeció, hablaron unos minutos más y cortaron.

Inmediatamente, le comunicó la buena noticia a Germán. Era momento de empezar a poner todas las estrategias en marcha.

 

                                                              ***

 

Las oficinas centrales de Telenet estaban ubicadas a dos cuadras del Obelisco, sobre la avenida Corrientes, en pleno Microcentro porteño. León Betancourt se vistió de saco y corbata, elegante y pulcro para la ocasión, y el pelo peinado con gel y la raya exactamente al medio, en perfecta proporción con el resto de su cabello. La estética visual que el arte dispuesto sobre su cabellera ofrecía era un deleite para cualquiera que la contemplara con total admiración y buen gusto.

Betancourt ingresó al hall central del edificio con paso firme y decidido, y con una actitud que llamaba la atención pero que al mismo tiempo infundía autoridad y respeto. Se detuvo en la recepción, hipnotizó a la recepcionista con su cautivante mirada, sonrió dejando lucir su perfecta dentadura blancuzca y se presentó formalmente.

_ Buenas tardes, señorita_ dijo con simpatía radiante._ Mi nombre es Alejandro Lacunza y pertenezco al Departamento de Control de Empresas Multinacionales de América Latina, que depende directamente del OISS. Por si no sabe, es la Organización Iberoamericana de Seguridad Social. Estoy a cargo del equipo que se dedica a premiar a las empresas de América Latina que brindan un servicio impecable y que son un orgullo para el país en el que está insertas, para sus clientes, y por supuesto, para toda América Latina.

La recepcionista lo miraba totalmente obnubilada.

_ Necesitaría entrevistarme con carácter de urgente con el señor Javier Cuello. Tengo entendido que es el gerente general de esta prestigiosa compañía.

_ Hola, señor Lacunza. Encantada. Me llamo Jimena Ochoa, y como verá, soy la recepcionista de la puerta de entrada de la empresa.

_ Eso ya lo noté. Le pediría por favor que me diese permiso para ingresar para hablar con el señor Cuello, si es tan amable.

_ ¿Tiene una entrevista programada con el señor Cuello?

_ Mi amor, soy un representante de la oficina del OISS en Buenos Aires. No necesito pedir previamente una cita telefónica con el señor Cuello con si fuera a pedir un turno médico. ¿Le podés avisar que estoy acá por favor?

_ Pero, si no tiene una cita previa pactada, es muy difícil que lo reciba.

_ ¡Cómo extrañaba mi país, Dios! Fui a visitar empresas de Ecuador, de Chile, de Uruguay, de Panamá, de República Dominicana, de México, de Nicaragua y de Venezuela y no me dieron las vueltas que me estás dando vos, Mamita. OISS es sinónimo de tarjeta de presentación VIP para cualquier evento de gala. ¡Esto es Argentina, carajo!

La actitud dócil y cautivadora del comienzo se estaba disipando paulatinamente. La recepcionista se había fastidiado ya, pero se contuvo de protagonizar un escándalo. Betancourt extrajo del bolsillo interior de su saco una tarjeta de presentación que decía “Alejandro Lacunza, oficial para América Latina de OISS” y se la entregó en mano a la señorita Ochoa. Ella la tomó, la leyó, intercambió una mirada efímera con el personal de seguridad del edificio, levantó el tubo del teléfono, marcó el interno de la oficina del señor Javier Cuello y le comunicó sobre la visita de León Betancourt, alias Alejandro Lacunza.

_ Muy bien, señor_ replicó Jimena Ochoa. Y cortó.

Le devolvió la tarjeta a Betancourt con una sonrisa de par en par.

_ Suba por el primer ascensor. Noveno piso, baja, la primera puerta a su izquierda_ le indicó ella amablemente.

_ ¿Viste que con un poco de voluntad todo se puede, querida?_ repuso el detective. Y siguió al pie de la letra las indicaciones que le dio. A los diez minutos, estaba sentado cara a cara con el señor Javier Cuello, gerente general de Telenet, que recibió a León Betancourt de buen muy humor.

_ Perdone, señor Lacunza, la actitud desubicada de nuestra recepcionista_ se disculpó honestamente el señor Cuello._ La tengo que enderezar a esa pendeja arrogante.

_ Asunto pasado, Cuello. Ya está_ repuso Betancourt.

_ Le voy a ser honesto, Lacunza. Me sorprende de sobremanera su visita a nuestras oficinas. Le mentiría si le dijera que no ansío saber con entusiasmo el motivo de su presencia en nuestra empresa.

_ Como le habrá referido su recepcionista imagino, pertenezco al Departamento de Control de Empresas Multinacionales de América Latina, que depende directamente de la Oficina Iberoamericana de Seguridad Social.

_ Eso lo tengo clarísimo, Lacunza. Me dijo también algo de un premio. ¿Puede ser?

_ Efectivamente. Y ese es el motivo por el que necesitaba verlo sí o sí en persona. Paso a explicarle. Todos los años la OISS, con el total aval de UNASUR y el completo respaldo de la OIT,  organiza un concurso a nivel continental que premia a las empresas que son un ejemplo para el resto del continente y del mundo. Empresas con un desempeño intachable y una trayectoria indiscutible. Telenet es la número uno del país y no es un dato menor eso para nosotros. El prestigio y la valoración que los clientes le dan a su compañía, para nosotros es fundamental. Elegimos una primera terna de 24 empresas de todo el continente, un jurado de excelencia realiza una preselección de 12 de esas firmas, luego las reduce a 6 y de esas 6 finalistas, elige a la gran ganadora del certamen. El premio consta de una importante suma económica, hablamos en dólares por supuesto; uniformes totalmente renovados para todo el personal de la compañía, renovación completa del equipamiento, renovación parcial o completa de la flota de transportes de la empresa para traslados,  asistencia permanente por un año y una mención en cada uno de los diarios más importante de cada uno de los países de nuestra hermosa América Latina. Este certamen se realiza desde hace cuatro años por iniciativa de Naciones Unidas, que delegó en UNASUR y en la OISS su organización, porque cree en la capacidad laboral de la gente y de las grandes corporaciones, y decidió premiarlas por su honestidad y por prestar un servicio de primer nivel a sus clientes. Hicimos un relevamiento muy exhaustivo de todas las empresas de Argentina que cumplían con los requisitos exigidos por la OISS y Telenet sobresalió por el resto. Por eso estoy acá. Para notificarlo formalmente que es una de las 24 empresas del continente nominadas a recibir el premio a la mejor empresa de América Latina. Felicitaciones, señor Cuello.

Javier Cuello sonreía de felicidad. Todavía no podía creer lo que acaba de escuchar. Betancourt extrajo de su saco un sobre madera sellado y lo apoyó sobre el escritorio del señor Cuello.

_ Este es el documento oficial que avala la nominación formal al certamen_ explicó León Betancourt.

Javier Cuello lo recogió emocionado.

_ La verdad no sé qué decir_ comentó con la voz algo entrecortada._ ¿Cuáles son los requisitos que toman en cuenta para la evaluación del premio?

_ El prestigio, la honestidad y la valoración altamente positiva por parte de sus clientes son los tres pilares que sostienen la minuciosa selección que realizamos año tras año desde hace cuatro años. Esto implica primordialmente que la empresa nunca haya recibido una sola queja por parte de sus clientes por ninguna razón. Imagínese que nominar a una empresa que presta un servicio de disconformidad a sus clientes atenta contra las reglas y los principios morales de la OISS.  

_ Tres de nuestras más destacadas cualidades.

_ No lo dudo, Cuello. Sino, créame que no estaría sentado frente a usted ahora.

_ ¿Qué toma, Lacunza?

_ ¿Whisky tiene?

_ Por supuesto.

Javier Cuello sirvió dos tragos, le ofreció uno a Betancourt y brindaron.

_ ¿Cómo sigue el asunto ahora, Lacunza?_ quiso saber el señor Cuello.

_ No sea ansioso, Cuello_ repuso León Betancourt en un clima total de relajación y absolutamente amigable._ Entiendo su impaciencia. Pero créame, la ansiedad y la impaciencia nunca llevan a buen puerto. Se lo digo por propia experiencia.

_ No me va a dejar con la intriga, hombre.

_ Va a haber una segunda etapa de selección, donde solamente pasarán 12 de los 24 nominados actuales. Esto comúnmente demora de entre 2  a 3 meses.

_ ¿Cuánto dinero quiere para que me incluya entre los 12 mejores?

León Betancourt se puso serio y lo fulminó con la mirada.

_ ¿Usted me está hablando enserio, Cuello?_ le preguntó completamente indignado.

Hubo unos segundos de silencio incómodo, donde los dos caballeros se miraron entre sí de diversas formas.

_ ¡Lo estoy jodiendo, Lacunza, por favor!_ aclaró Javier Cuello finalmente en tono jocoso y distendido._ ¿Cómo le voy a ofrecer dinero de verdad? Sé que este tipo de actitudes la OISS no las aprueba.

_ Por un momento, me hizo asustar, Cuello_ repuso Betancourt con ingenuidad._ Justamente, lo que busca la OISS es esta distinción. ¿Me comprende? Entre empresas y empleados corruptos, y empresas y empleados honestos. ¿Me sigue, verdad?

_ Al pie de la letra.

_ Le voy a confesar un secreto. No debería, pero realmente usted me cayó muy bien, Cuello.

_ Gracias, Lacunza. Usted también. Dígame.

_ Muchas de las empresas que seleccionamos en certámenes anteriores tenían negocios muy bien escondidos. Tan bien escondidos del circuito legal, que costó horrores descubrirlo. Pero…

_ ¡Con la OISS no se jode!

Y los dos estallaron a carcajadas al mismo tiempo.

_ Los descubrimos y fueron descalificados_ prosiguió Betancourt._ Y usted sabe mejor que nosotros, Cuello, que la mala fama no se hace esperar.

_ No diga esa frase maldita en este santuario de la honestidad laboral, por favor, se lo ruego, Lacunza_ declaró Javier Cuello.

_ No obstante, la mala fama es la enemiga número uno por excelencia de cualquier empresa. ¿O me lo va a negar?

_ No, para nada. En absoluto.

_ Yo le tengo fe, le soy sincero, Cuello. Veo a Telenet como una potencial ganadora del premio OISS a la Transparencia laboral y Corporativa 2016.

_ ¡Bridemos por eso, entonces, mi buen amigo!

_ No. No me permito beber más de un vaso de whisky.

_ ¡Vamos, hombre!

_ Por cada empresa que visito._ Y León Betancourt estalló en risas.

_ Conmigo va a tener que hacer una excepción.

Y Javier Cuello volvió a llenar los vasos sin esperar la aprobación de Betancourt.

 _ Si insiste…_ dijo Betancourt. Y aceptó el trago muy a pesar suyo.

Ya tenía al gerente general de Telenet en donde quería.

Hablaron distendidamente por unos cuantos minutos más.

_ Bueno, Cuello_ señaló León Betancourt._ Le agradezco enormemente el haberme recibido y toda la hospitalidad que me brindó. Pero el deber me llama. Tengo que visitar otras cinco empresas más antes de las seis y media de la tarde.

Javier Cuello consultó su reloj de pulsera.

_ ¿Ya las tres y cuarto?_ expresó sorprendido._ Se pasó volando el tiempo.

_ El tiempo es tirano, dicen.

_ Dígamelo a mí, Lacunza. Lo invitaría a almorzar. Pero estaría interfiriendo con su rutina que tan solemnemente tiene que finalizar.

_ Le acepto la invitación para otro día cuando esté libre.

_ Le tomo la palabra.

Una empleada golpeó la puerta del despacho del señor Cuello, y tras una indicación suya, ingresó.

_ ¿Qué pasa, Melina?_ inquirió serio, Javier Cuello.

_ Están sobrecargadas las líneas de gente que no para de hacer reclamos por el mal servicio que brinda la compañía. Incluso, algunos operarios recibieron quejas por mail_ dijo la empleada sin rodeos.

_ Melina_ dijo Javier Cuello, ofuscado._ No me haga quedar mal adelante del caballero. Después me  ocupo personalmente del asunto.

_ ¿Va a poder? Mire que son como más de cien llamadas, eh…

_ Retírese, Melina. Ya le dije que yo personalmente me voy a hacer cargo.

_ La gente está cansada…

_ ¡Melina!

_ Un momento, Cuello_ lo detuvo Betancourt. Y se dirigió a la empleada.

_ ¿Qué tal, Melina? Soy Alejandro Lacunza, oficial en Argentina de la OISS. Cuénteme sobre esas llamadas, si es tan amable.

_ Todos los días recibimos constantemente quejas de nuestros clientes por diversas razones. Pero hoy fue excesiva la cantidad de gente que se comunicó ya sea por teléfono o por mail.

_ ¿Qué reclaman, Melina? Me interesa saber.

_ Se quejan de la disconformidad del servicio, básicamente. Bajas de servicio que la empresa se niega a conceder, mala calidad de Internet, pésima calidad de la mayoría de los canales de cable, deudas impropias que se le endilgan a nuestros clientes más fieles arbitrariamente… En fin. Todo lo que se imagine.

_ Gracias, Melina. Puede retirarse.

León Betancourt miró seriamente a Javier Cuello cuando la empleada abandonó el despacho.

_ Mire, Lacunza…_ se quiso defender Javier Cuello, pero Betancourt le negó la palabra con un simple gesto.

_ Yo creí en usted_ comentó Betancourt, decepcionado._ Creí que era una persona honesta, creí que la empresa era transparente y honesta. Pero claramente me equivoqué. Tenemos que volver a chequear nuestros registros porque evidentemente la información que tenemos sobre ustedes es completamente falaz. ¿Ve por qué la OISS nos envía personalmente a notificarles a las empresas sobre su postulación al premio? De no ser así, no podríamos corroborar la información que poseemos ni enterarnos de ciertas cosas.

_ Es un malentendido, Lacunza. Por favor…

_ ¿Más de cien llamados de clientes disconformes es un malentendido? ¿Enserio me lo está diciendo? Además, trató mal a su empleada desde que entró hasta que se retiró. Esa chica no se merecía que usted la tratara así. Ni ella ni ningún empleado de la empresa se merece semejante trato ni de parte suya ni de parte de nadie.

_ Lacunza, déjeme que le explique.

_ ¿Usted sabe la cantidad de dinero que invierte una compañía por año en pagar juicios que tranquilamente podría haber evitado? Va todo a los bolsillos de los abogados que contratan y después no les alcanza las finanzas para pagarles a los empleados un salario digno. ¿Me comprende cómo es la cosa, Cuello?

_ Déjeme hablar a mí un segundo, por favor, Lacunza. Para nosotros, participar de este certamen significaría mucho. Llevaría a Telenet a un nivel de prestigio muy elevado en un momento muy difícil para la empresa. Si nosotros arreglamos con nuestros clientes y satisfacemos sus demandas, ¿la postulación se mantiene en pie?

_ Mire, Cuello. En circunstancias como estas, yo debería ser determinante y cancelar la postulación al certamen. Pero usted me caer bien. Tiene algo distinto. Así que, vamos a hacer una cosa. Le voy a dar una semana para que ponga todo el orden y voy a dejar el informe vacío por ahora. Yo la semana que viene vuelvo. Si está todo en regla, su postulación se mantiene firme. De lo contrario, por un mínimo e insignificante error que encuentre, voy a proceder a anularla y a elevar un informe negativo tanto de Telenet como de su persona estando al frente de la empresa bajo el cargo de gerente general. ¿Estamos, Cuello?

_ Gracias, Lacunza. ¡Muchas gracias!

_ Mire que nunca doy otra oportunidad. Así que, espero que sepa aprovecharla.

_ Le doy mi palabra.

Ambos caballeros se estrecharon la mano y Betancourt se retiró. Dos días después, Sonia Garrido le confirmó telefónicamente a León Betancourt que Telenet le solucionó todos los problemas que tenía con la empresa. A ella dejaron de llamarla del call center y le prometieron no hacerlo más. Al hermano le restituyeron los servicios y le retiraron la deuda. Y a su tía le dieron la baja, aunque ella después dio marcha atrás y decidió seguir con el servicio. Y a su hermana le pidieron disculpas por la sobrefacturación de los últimos meses, prometiéndole restituirle lo que le cobraron demás no abonando las siguientes seis facturas. Y en todos los casos, los empleados de la empresa se pusieron a su entera disposición para lo que sea que necesiten.

_ Todavía no caigo_ comentó Sonia Garrido, gratamente sorprendida._ ¿Qué hizo?

_ Secreto profesional, señora Garrido. Que tenga buenas tardes_ repuso Betancourt.

_ Espere. ¿Y los honorarios por haberlo contratado?

_ Por eso no se haga problema. Hasta luego.

Y cortó la comunicación. Lo de Telenet era noticia en todos los medios del país. Más de mil clientes beneficiados con la nueva decisión de la empresa era todo un acontecimiento a los que muchos no le encontraron explicación alguna.

León Betancourt sonrió con satisfacción.

Germán hizo gala de presencia en su oficina. Le notificó que el caso de la adolescente de 13 años que pretendía tatuarse, desistió de su decisión. Y que el caso de la inmigrante iraní a la que le negaban la ciudadanía, también fue resuelto con éxito.

_ ¿Qué hiciste Germán para conseguirlo?_ lo indagó Betancourt, azorado.

_ Como decís vos, secreto profesional_ repuso Germán, con el ego elevado.

_ ¿Qué pasó con el caso de la compañía de seguros?

_ Resuelto también. Ya le di el sobre con las fotos incriminadoras a nuestra cliente para que haga lo que quiera.

_ Bien. ¿Pusieron adentro de la caja fuerte lo que te indiqué en reemplazo de las pruebas que sustrajimos, no?

_ Por supuesto. Me muero por verle la cara al tipo cuando abra el sobre y se encuentre con todas fotografías absurdas.

_ Es decir, que resta por resolver el del estudiante de Contaduría para que le reconozcan la tesis.

_ Así es, León.

_ Muy bien. Yo me ocupo.

_ Te felicito por lo de Telenet, eh. Todo el mundo hablando que de la noche a la mañana la empresa se volvió un modelo a seguir. Corrigió todos sus errores y los clientes chochos. Los embaucaste lindo, eh.

_ Gracias, Germán. Pero estoy cansado y necesito descansar un poco.

_ Ya me voy, entonces.

_ Te veo mañana… Buen trabajo.

_ Vos también.

Y se retiró. Una vez que estuvo de nuevo solo, León Betancourt llamó a Joaquín Ricci para agradecerle su invaluable colaboración en el caso de la empleada de la aseguradora.

_ Me debés una cerveza_ le reprochó Joaquín Ricci.

_ Dalo por hecho_ replicó Betancourt, con cierta emoción en su voz.

Al día siguiente, Betancourt resolvió con éxito el caso del estudiante de Contaduría, que logró presentar su tesis.

A la semana exacta, volvió a encarnar el papel de Alejandro Lacunza para hacerle la visita que le había prometido a Javier Cuello, gerente general de Telenet, y lo felicitó porque cumplió con su palabra. Betancourt le pidió, a cambio de su favor, una mensualidad por el término de un año en beneficio de la UNASUR para ayudar a los países más pobres del continente. Javier Cuello aceptó gustosamente. Betancourt ya tenía cubierto sus honorarios por ese trabajo.

A los tres meses, le envió un mail a Javier Cuello notificándole que el jurado decidió no elegir a Telenet como una de las 12 empresas más destacadas del continente. Pero que siguiera comportándose de igual manera, que era posible una eventual postulación el año próximo. Que siguiera trabajando duro y dejando contentos a todos los clientes, que él iba a ser un seguimiento muy de cerca y detallado de su gestión de ahí en más.

Fue el último caso que resolvió. Le dijo a Germán que necesitaba alejarse un poco del trabajo, que lo dejaba a él al frente de la oficina hasta su retorno.

Germán sintió mucha presión encima por la responsabilidad encomendada, pero aceptó. No podía defraudar a León Betancourt. Y León Betancourt confiaba ciegamente en él.

Germán no entendió por qué Betancourt tomó esa decisión de la noche a la mañana. En realidad, suponía que la venía pensando desde hacía algún tiempo pero que jamás la exteriorizó.

Nunca más volvió a saber de él. Y Germán terminó cerrando el negocio. ¿Qué sería de las personas que necesitaran de su servicio? Pensar en eso lo apenó mucho a Germán, pero no podía continuar con el negocio él solo porque no le pertenecía.

Había entendido meses más tarde que el único problema que León Betancourt no había podido resolver era el de su propia existencia y que necesitaba encontrarse consigo mismo para resolverlo.

No había ni un solo momento del día en que Germán no se preguntara: < ¿Dónde estás, León? ¿Qué es de tu vida? Afuera hay gente que necesita que vuelvas porque no puede arreglar sus problemas sola>.

Sabía que León Betancourt estaba bien, estuviese donde estuviese. Y eso mantenía a Germán aliviado y en calma.