Ese lunes León Betancourt había regresado a su oficina después de unas prolongadas y merecidas vacaciones. Aunque vacaciones era un término que quedaba muy lejos de ser real. Lo que mejor aplicaba para el caso era descanso físico. Aun estando recorriendo las hermosas calles de Villa La Angostura, alojándose en el mejor hotel y probando los restaurantes más destacados de la ciudad, León Betancourt no pudo dejar ni por un segundo el trabajo de lado. Que él estuviese ausente de la oficina no implicaba que los casos no continuaran llegando. Algunos resultaron austeros y fueron resueltos sin problema por sus empleados y colaboradores, pero otros trascendían una complejidad intrincada y requerían indispensablemente de la mente de Betancourt para resolverlos eficazmente.
De regreso para Buenos Aires, Germán, su empleado y colaborador más antiguo y confiable, llamó al celular a Betancourt para notificarle de un caso que tenía entre manos y que necesitaba de una solución de forma urgente e inmediata.
_ Estoy en el micro, Germán, en medio de la ruta_ respondió el llamado León Betancourt, medio malhumorado._ ¿Qué pasa?
_ Tenemos un caso que hay que resolver ya_ repuso del otro lado de la línea, Germán, con cierta agitación acentuada en su voz_ y no se nos ocurre ninguna estrategia al respecto.
_ Poneme en autos.
_ Liliana Crucioni, la cliente, es directora de una ONG que permanentemente recibe donaciones provenientes de todos lados. Organismos públicos, privados, de gente desinteresada que quiere ayudar…
_ Procede sin tanto rodeos. Andá al meollo del asunto, Germán.
_ La ONG ayuda a chicos con cáncer proveyéndolos de todo tipo de ayuda que fomente su bienestar. El dinero se lo transfieren a la cuenta bancaria de la entidad a través del CBU. Sus empleados y todas las personas que colaboran con ella en la ONG, lo hacen de manera solidaria y desinteresada. El tema es que hace unos cuantos días atrás empezó a percibir que en la cuenta no ingresaba dinero y que paulatinamente lo que estaba depositado iba disminuyendo paulatinamente. Quizás entraba un mínimo de plata, pero desaparecía a las horas. Liliana Crucioni pensó que el problema era del banco, pero resultó no ser así. Pensó que quizás los donativos no estaban entrando como le estaban diciendo, aunque le resultó raro porque nunca tuvo problemas con nadie en ese sentido. Todos los pagos entraron en tiempo y forma. Y a veces hasta se acreditaban en la cuenta por adelantado. Lo cierto es que muchos chicos enfermos dependen de estos ingresos para seguir peleando contra la enfermedad. Este dinero paga remedios, tratamientos, ropa, todo lo que se te ocurra.
_ Eso último lo tengo claro. ¿Cuál es el punto, Germán?
_ La señora Crucioni descubrió que cuatro de sus colaboradores están desviando esos fondos a una cuenta falsa en común que abrieron en conjunto para evitar levantar sospechas. Los escuchó hablar. Son unos desalmados, no tiene corazón ni compasión por esos pobres chicos. Ni mucho menos tienen algún tipo de consideración por el sacrificio que hace la señora Crucioni. Siento tanta impotencia encima, que no te das una idea, León.
_ Está bien, es comprensible. Te entiendo. Una sola cosa antes de decirte lo que vas a hacer. ¿Estos cuatro colaboradores de la señora Liliana están al tanto de que ella lo sabe?
_ No. Me dijo que no se percataron de nada.
_ Muy bien. Tomá nota entonces. Esto es lo que vas a hacer. Vas a abrir una cuenta falsa en cualquier banco. Es menester que lo hagas mañana a primera hora. Una vez hecho, te vas a hacer pasar por un policía corrupto. Vas a llamar a la ONG, vas a pedir hablar con alguno de los cuatro implicados y le vas a explicar que te enteraste de muy buena fuente que la Justicia ya sabe del desvío de fondos y que les va a caer encima de un momento a otro. Pero que vos podés evitar que eso ocurra. Sé convincente, tienen que confiar íntegramente en vos. Seguramente, te pregunten cómo la Justicia se enteró. Vos le vas a decir que uno de ellos fue el traidor. Hay que crear desconfianza entre ellos para ponerlos en contra. Dejá que especulen, piensen, opinen, saquen sus propias conclusiones. A todo esto, vos habrás cortado la comunicación. Dales tiempo para lo que te dije y volvé a contactarlos. Pedí hablar con la misma persona que hablaste antes. Decile que estás dispuesto a ayudarlos. Que si quieren salvarse de ir a prisión, te vean en un lugar solitario que vos elijas libremente a las once de la noche. Deciles que tu servicio tiene un precio. Ellos se van a negar a pagar seguramente. Pero, como confían en vos, especialmente quien habló con vos, y desconfían entre ellos, les vas a decir que si los agarran les va a salir mucho más caro. Acorralalos psicológicamente. Poné un precio y concretá el encuentro. Ese dinero cubre los honorarios. Ellos te lo dan y vos dales el número de CBU de la cuenta falsa que abriste. Una vez depositado el dinero, retíralo y cerrá la cuenta. Y devolvéselo a la señora Crucioni en mano. De ahí en más, que abra otra cuenta en otro banco para tener la plata segura, que nosotros amablemente vamos a gestionar. Y por último, decile que yo personalmente pienso colaborar con su causa. Avisame cuando la estrategia esté terminada y haya dado resultado. Nos vemos en unas horas en la oficina.
_ Hay otro caso más. Pero mucho más sencillo de resolver. Pensé en una posible solución, que considero que es la más adecuada. Pero no se me ocurre quién podría ejecutarla.
_ Te escucho, Germán.
_ El cliente se llama Venancio Paz y juega todos los miércoles al póquer en el casino de Puerto Madero. Desde hace unas semanas viene perdiendo plata considerablemente. No solamente él, sino algunas personas más que juegan en su misma mesa. Y curiosamente, siempre ganan los mismos. Venancio Paz descubrió que el crupier hace trampa, avalado por los altos mandos del casino, y las ganancias se la reparten entre ellos en partes iguales. Con este artilugio, recaudan millones por semana. El señor Paz confrontó al gerente del casino y lo amenazó con exponerlo, pero este tiene mucha influencia y podría perjudicarlo con un simple llamado. Es una persona de mucho poder. El objetivo es recuperar todo el dinero que el señor Paz perdió ilegítimamente. Se me ocurrió en un mago. Si el casino lo descubre, no pueden hacer nada porque no están limpios. Sería como un ladrón robándole a otro ladrón.
Germán se interrumpió para luego agregar.
_ ¿Conocés a algún mago, León, que pueda infiltrarse en el casino para recuperar la plata que le robaron a Venancio Paz?
_ Una estrategia directa, rápida y altamente eficaz. Muy bien. Un mago con una gran habilidad con las cartas, y con un conocimiento muy amplio del póquer y de todas sus trampas sumado con las trampas legales que su arte le otorga por ley, pueden hacer estragos y recuperar el triple del dinero perdido, del cual la mitad servirá para cubrir los honorarios del trabajo. Te felicito Germán. Esta gente no merece que nos rompamos la cabeza pensando en una estrategia mucho más elaborada. Te paso en un rato el número de Kaliera, un mago al que ayude en su momento a que un teatro de Capital Federal lo contratara. Es impresionante lo que hace. Contactalo de parte mía, explicale el caso, lo que tiene que hacer, cómo y cuándo, y manteneme al tanto, por favor. De este caso y del otro, también, por supuesto.
_ Perfecto, León.
León Betancourt cortó la comunicación, inclinó la butaca, se relajó y durmió plácidamente el resto del viaje.
***
Betancourt fue a la oficina a la mañana siguiente.
_ Hablé con Kaliera_ le dijo Germán._ Aceptó colaborar sin reparos. Arreglamos que el miércoles próximo lleve a cabo la estrategia.
_ Muy bien_ repuso Betancourt._ ¿Y lo de la ONG?
_ Ya abrí la cuenta falsa en el banco, como me sugeriste, y hablé con los implicados. Me reúno con ellos esta noche a las 23 en Caminito. Mañana Liliana Crucioni va a disponer de todo su dinero nuevamente.
_ Me quedo tranquilo, entonces. ¿Hay algo más?
_ Sí. Llamó por teléfono una tal Vanina Enzorriaga. Dijo que necesita consultarte urgente. La noté desesperada por teléfono, así que su problema debe ser importante. La cité para dentro media hora.
_ Bien. Veremos de qué se trata. Hacela pasa cuando llegue, por favor.
_ Como digas, León.
_ Gracias, Germán.
Puntual, Vanina Enzorriaga se presentó en el despacho de León Betancourt. Era una mujer de unos 28 años, mirada dulce, cabello negro a la altura de los hombros y de imponente presencia. Se la notaba bastante preocupada.
_ Soy Vanina Enzorriaga_ se presentó cordialmente ante Betancourt._ Creo que su socio ya lo habrá puesto al tanto de mi visita.
_ En efecto. Estaba esperándola_ respondió cálidamente el detective._ Y por lo que puedo apreciar en usted, hay algo que la aflige seriamente.
_ Tiene razón. El problema es mi padre. Hay un amigo suyo de toda la vida que es multimillonario. Tiene una chacra en Lobos, con cancha de golf, dos canchas de tenis, una cancha de polo, un criadero de caballos, una enorme pileta tipo olímpica… En fin. Es extremadamente millonario, carismático y un hombre que sabe mucho de negocios. Se jacta de ser un gran jugador de tenis, golf y polo, precisamente. Mi padre, un hombre ambicioso y cegado por una envidia que no le permite pensar con claridad las cosas, quiere ser dueño de todo eso algún día. Quiere tener la misma inteligencia y la misma habilidad para los negocios que su amigo. No es un hombre que no sabe mi viejo, pero se compara con el resto y se siente frustrado al ver que los otros tienen mucho más que él. Es muy competitivo en ese sentido y eso lo hace vulnerablemente peligroso. Va a la chacra prácticamente todos los días con cualquier pretexto, porque quiere pertenecer a esa vida de lujo y ostentosidad que él no puede tener. Y su amigo lo acepta porque le gusta refregarle en la cara su lujosa vida. El mayor de los problemas es, no obstante, que papá tuvo una brillante idea, entre comillas, para hacerse acreedor de las posesiones de su amigo. Y es que yo me case con él. Quiere que me case con este tipo por plata, por interés propio, sin pensar ni siquiera en mí. Le dije que no voy a casarme con su amigo, pero el insiste y me presiona cada vez peor, a tal punto que me angustia y me desequilibra mentalmente. Me siento sofocada, presionada… No sé qué hacer. Lo único que sé es que no voy a casarme con un hombre que no me interesa en lo más mínimo solamente por sus millones porque a mi viejo se le canta y me quiere obligar a hacerlo a cualquier precio. Quiero evitar que eso suceda y no sé cómo. Por eso vine a consultarle.
_ Aunque usted no lo crea, señorita Enzorriaga, el matrimonio por conveniencia en Arabia e India es muy frecuente. Me repugna. Y acá estamos en Argentina, no en Oriente. Voy a ayudarla, despreocúpese.
_ ¿Cuánto va a tardar en conseguirlo? Mire que no va a ser fácil disuadir a mi viejo para que cambie de parecer, eh.
_ Usted dijo que va con regularidad su padre a la chacra de su amigo. Así que, estimo que mañana también va a ir.
_ Sí. Pasa más horas allá que en casa conmigo.
_ Y si usted lo acompaña, el amigo de su padre va a querer impresionarla y agasajarla.
_ ¿Qué está insinuando?
_ Dígale a su padre que mañana va a acompañarlo a la chacra de su amigo. Dígaselo en un término medio. Sin ilusionarlo, pero tampoco manteniendo una enorme distancia. Simplemente quiere ir a conocer. No le dé más explicaciones que esas. Su padre, definitivamente, va a aceptar que lo acompañe. Habrán llegado a Lobos al mediodía. A la tarde su padre va a cambiar de opinión y le va a pedir perdón por su actitud.
_ ¿Qué va a hacer?
Vanina Enzorriaga estaba sedienta de curiosidad. Pero Betancourt la dejó con la intriga.
_ Mañana, señorita Vanina. Mañana. ¿Nombre de su padre y del amigo en cuestión?
_ Wilfredo Enzorriaga el de mi papá. Y el de su amigo, Felipe Varela. ¿Qué va a hacer?
_ Vaya tranquila. Y no se preocupe por nada.
Tras su salida, Germán ingresó en el despacho de León Betancourt.
_ Menudo problema el de la mina que se acaba de ir_ comentó Germán._ ¿Ya sabés cómo la vas a ayudar?
_ Por supuesto_ repuso el detective con acentuada satisfacción._ Necesito que consigas algunas cosas y les hagas algunos cambios mínimos.
_ Vos dirás, León.
_ Pelotitas de acero o de cualquier otro metal relativamente pesado, de un tamaño idéntico al de las pelotitas de golf. Hay que pintarlas de blanco. De la sustitución me encargo yo. Pelotas de tenis que estén muy gastadas sin que se note, que reboten poco y nada. Raquetas a las que les voy a hacer pequeñas modificaciones. Y voy a necesitar pequeñas cargas explosivas pero inofensivas para ocultar debajo del asiento de alguno de sus caballos. También seis mujeres jóvenes diferentes. Dos que vayan personalmente a ver al señor Varela y cuatro que lo llamen por teléfono. Hay que procurar que al menos dos de esas llamadas las atienda una el señor Enzorriaga y la otra, nuestra cliente. Y por último, alguien que se haga pasar por un abogado para que le haga una visita inesperada al señor Varela. ¿Está claro, Germán? Para hoy, a última hora, tiene que estar todo.
_ No te preocupes por eso. Preocupate mejor por lo que vas a hacer.
_ A cumplir con el requerimiento de la señorita Enzorriaga: a persuadir a su padre para que no la obligue a casarse con su amigo Felipe Varela.
_ Por las cosas que me solicitaste que te consiga, presiento que no vas a hacer muy considerado que digamos.
_ No me voy a exceder, si a eso te referís. Me conocés, Germán. Andá y avisame cuando tengas todo ya.
_ Después te veo.
Y abandonó el despacho sin más. León Betancourt sonrió satisfactoriamente.
***
Vanina Enzorriaga, muy a pesar suyo, le contó a su padre las intenciones de acompañarlo a la chacra de Felipe Varela. Aquél la miró con grata sorpresa y la tomó de los brazos frenéticamente a raíz de la emoción que le produjo la noticia que le dio su hija.
_ ¡Yo sabía que ibas a aceptar casarte con Felipe!_ dijo en un innegable estado de excitación y jolgorio, Wilfredo Enzorriaga.
_ No dije que sí todavía, papá_ le puso los puntos con respetuosa autoridad, su hija._ No te entusiasmes.
_ Pero, el hecho que quieras acompañarme implica un gran paso para mí.
_ Obviamente que para vos. Porque todo lo hacés pensando en vos.
_ No seas injusta conmigo, hija. Esto lo hago por tu bien.
_ Hacer algo por mi bien es no obligarme a hacer algo que no quiero. Si estuviera mamá viva…
_ ¡No la metas a tu madre en esto! Se murió cuando vos cumpliste los quince. Y desde entonces, no te das una idea de lo que yo hice para cuidarte y que no te falte nada.
_ Tenés un problema, papá. Reconocelo.
_ ¡Estoy perfectamente bien!
_ No tengo ganas de volver a pelear con vos por lo mismo de siempre. Mañana vamos para allá y punto. Ahora descansá.
Wilfredo Enzorriaga se acercó a su hija y le dijo casi murmurando.
_ Tu felicidad está con Felipe. No me hagas quedar mal con él. No voy a volver a decírtelo ni voy a rogarte. La decisión ya está tomada.
Y se retiró. Vanina suspiró ofuscada y se fue a su habitación llena de indignación.
A la mañana siguiente, partieron para Lobos en coche a las 9:30 y llegaron a la chacra a las 12. Durante el viaje, hablaron poco y nada prácticamente. Los únicos pensamientos que a ella se le cruzaron por la mente fue que León Betancourt supiera lo que estaba haciendo.
Felipe Varela los recibió con todas las cortesías dignas de un hombre de su nivel. Demás está decir lo agraciado que se sintió al contemplar la hermosa figura de Vanina Enzorriaga. Aún le parecía un sueño que ella lo visitara, aunque su amigo le aseguró que se casarían. ¿Felipe Varela era consciente de que su gran amigo Wilfredo Enzorriaga quería que su hija se casara por él por sus posesiones y no por otra cosa? Quizás, muy en el fondo, lo sabía. Pero valía la pena el esfuerzo si iba a compartir los últimos años de su vida con una hermosa y joven mujer. No podía privarse de tan maño privilegio.
Vanina Enzorriaga no estaba muy a gusto con la visita y no se preocupó en disimularlo. Pero confiaba ciegamente en León Betancourt. En que su idea, sea que la fuera, iba a sacarla de esa pesadilla de una vez y de manera definitiva.
Durante la primera media hora, Felipe Varela le mostró con entusiasmo la propiedad a su futura esposa, mientras Wilfredo Enzorriaga los acompañaba en silencio pero con rimbombante júbilo encima. Un rato después se sentaron a almorzar un buen asado de domingo los tres en una placentera mesa al aire libre y con música de todos los estilos de fondo. Wilfredo Enzorriaga y Felipe Varela estaban risueños y llenos de vitalidad, en tanto Vanina Enzorriaga intentaba camuflar su desesperación. Lo que sea que León Betancourt haya planificado hacer, todavía no había comenzado.
Después del almuerzo y de que Varela haya llevado a Vanina Enzorriaga a dar un paseo por la chacra los dos solos, le preguntó a su joven futura mujer si quería verlo lucirse practicando sus tres deportes predilectos. Con desgano, ella respondió que sí.
Felipe Varela había hecho de todo para impresionar a Vanina Enzorriaga y los deportes eran la cereza de la torta. Ella y su padre se acomodaron frente a la cancha de golf mientras disfrutaban bebiendo un sabroso daiquiri a pleno sol.
Varela acomodó la primera pelota mirando seductoramente sonriente a Vanina Enzorriaga. Calculo la distancia y la potencia del disparo y le pegó a la pelota, pero apenas pudo moverla. Al primer intento, siguieron algunos más con el mismo resultado.
_ Ya veo lo bien que juega al golf mi futuro marido_ dijo con ironía, Vanina Enzorriaga._ Es tan bueno que no le puede pegar a una simple pelotita de golf.
_ No seas irrespetuosa, Vanina, ¿querés?_ la reprendió su padre._ Deberías ser un poquito más agradecida.
_ Solamente hice una observación.
_ No hagas nada.
Felipe Varela volvió a intentar pegarle a la pelotita de golf, pero el resultado faustuoso de su aparente hazaña persistía con toda fortaleza y no cedía su resistencia ante los repetidos intentos de Felipe Varela.
_ ¿Qué pasa, Felipe? ¡Dale! Se supone que sos el mejor_ le gritó en tono de broma, Wilfredo Enzorriaga.
_ No soy yo. Estas pelotitas tienen algo_ replicó Varela, meramente desconcertado.
_ ¡No me hagas quedar mal delante de tu futura esposa!_ y soltó una inofensiva carcajada.
Vanina Enzorriaga lo miró con descontento. Pero Wilfredo la ignoró.
Felipe Varela examinó minuciosamente todas las pelotitas y hasta las hizo rebotar en el césped.
_ ¡Ay! La puta madre_ se quejó Varela.
_ ¿Qué pasó?_ le preguntó su amigo.
_ Estas pelotas parece que fuesen de acero. Me rebotó una en el pie y me lo reventó.
_ ¿Pelotitas de acero? ¡Dejate de joder! No te humilles delante de mi hija, que tan bondadosamente vino a visitarte.
_ No te jodo, boludo. Vení y comprobalo vos mismo.
_ Si vos decís…
_ ¡Ahhh! Ya entiendo… Qué chistoso el señor. Mirá cómo me divierto. Devolveme mis pelotitas, ya está. No seas boludo, Wilfredo.
_ ¿Qué me decís? Yo no hice nada.
_ Como si no te conociera.
_ Te juro que no hice nada, pelotudo.
Una llamada entró en ese momento. Felipe Varela fue a atenderla enseguida.
_ Me tenías abandonada, cachorrito_ se escuchó que le dijo una voz sensual y joven del otro lado de la línea.
_ Perdoname. No te ubico_ le respondió él, desconcertado.
_ ¿Ya te olvidaste de mí? Te hice pasar la mejor noche de tu vida. ¿Te acordás lo bien que la pasamos?
_ ¿Carola?
_ Sí, corazón. Soy yo. ¿Cuándo lo repetimos? Mirá que tengo muchas ganas de volver a pasarla bomba.
_ Eso fue hace mucho ya, nena. No pensé que ibas a volver a llamarme.
_ ¿Ya no me querés?
_ No es eso. Es complicado… Mirá….
Wilfredo Enzorriaga lo interrumpió involuntariamente en ese momento.
_ Mirá, querida. No puedo hablar con vos ahora. Otro día te llamo, ¿sí? Hasta luego.
Y Varela cortó.
_ ¿Con quién hablabas?_ le preguntó su amigo con desconfianza.
_ Con nadie. Equivocado_ le respondió Felipe Varela esquivamente y sin preocupación._ ¿Necesitás algo?
_ Iba para la cocina a buscar un vaso de agua.
_ Te acompaño.
Y se fueron juntos. Pero Wilfredo Enzorriaga se quedó pensando en la misteriosa llamada que Felipe Varela estaba entablando antes que lo interrumpiera por accidente. Volvieron al campo de golf y Wilfredo se quedó con su hija, mientras Felipe recogía las pelotas de la cancha y mascullaba improperios en voz baja. Todavía no podía creer lo de las pelotitas de golf.
En el ínterin, sonó el teléfono por segunda vez. Pero en esa ocasión Felipe Varela no lo había escuchado porque estaba concentrado examinando las pelotitas de golf de acero mientras las terminaba de acopiar. Wilfredo Enzorriaga se hizo el distraído y fue a atender igual aún con la desaprobación de Vanina. Era otra mujer joven con voz sensual y seductora.
_ ¿Cómo estás, potro?_ le preguntó la mujer al otro lado de la línea.
_ Perdón. ¿A quién busca?_ indagó con suspicacia, Wilfredo Enzorriaga.
_ A vos, mi vida.
_ Disculpe, yo no soy Felipe.
_ No te hagas el tonto conmigo. A ver cuándo me pasas la mensualidad, bebote, que ya estoy escasa de plata. Y a ver cuándo me invitás de nuevo a tu chacra, que esta gatita está sedienta de vos.
Wilfredo Enzorriaga cortó la comunicación bruscamente. Su expresión había mutado radicalmente. Volvió a sentarse junto a su hija con la certeza de que Felipe Varela nunca se enteró de esa última llamada.
_ ¿Jugamos un partidito de tenis?_ le preguntó Varela a Wilfredo.
_ ¿Querés que te humille delante de mí hija?_ le replicó el señor Enzorriaga con sarcasmo.
_ Vos vas a ser el humillado. Soy una fiera indomable con la raqueta.
_ Si te pasa lo mismo que con las pelotitas de golf, me puedo quedar tranquilo.
_ Vos hablá nomás. Que así hablan los perdedores.
Se dispusieron a jugar mientras Vanina Enzorriaga los observaba desde cierta distancia. El primer saque lo dio Felipe Varela, pero la pelotita ni se inmutó. Volvió a hacer un segundo intento con idéntico resultado. Vanina Enzorriaga lo empezaba a disfrutar.
_ ¿Y ahora?_ le preguntó Wilfredo.
_ No sé qué carajo pasa. Se supone que son nuevas. Las compré la semana pasada_ repuso Varela, ya irritado.
_ Oime, tenés que dar una buena imagen para mi hija. No te pueden pasar estas cosas. Dejate de embromar.
_ ¿Pensás que lo hago a propósito?
_ No podés tener tanta mala suerte justo el día que te traigo a Vanina para que conozca el lugar y te conozca más en profundidad a vos.
_ No me hagas calentar al pedo con tus insinuaciones, eh…
_ ¿Vos tenés algún affaire con alguien? ¿Vos le pasás guita a alguien todos los meses? Podés decírmelo.
Felipe Varela escrudiñó a Wilfredo Enzorriaga tenazmente.
_ ¿Cómo me vas a preguntar semejante barbaridad? ¿De dónde sacás algo así?_ repuso Varela absolutamente irascible e indignado.
_ Solamente quiero asegurarme que mi hija se va a casar un gran tipo. Es eso nada más.
_ ¡Soy un gran tipo y lo sabés! No nos conocimos ayer.
Wilfredo le dio una palmada en el hombro y se alejó. Fastidioso, Felipe Varela tomó la pelotita y le pegó con toda su fuerza. Pero la raqueta se partió al medio al mínimo contacto. Ya prácticamente fuera de sí, Varela estrelló estrepitosamente la raqueta en el suelo.
_ ¡Que me re mil parió, carajo!_ gritó exasperado.
Vanina y Wilfredo Enzorriaga se voltearon a mirarlo con absoluta sorpresa y estupor. Felipe Varela se tranquilizó a fuerza de voluntad, se reunió con su amigo y con su futura esposa y les pidió perdón con total sinceridad.
_ Perdoname, Vanina_ dijo dirigiéndose a ella._ Yo no reacciono así habitualmente. Tu papá lo sabe mejor que nadie eso. Me conoce prácticamente de toda la vida. Hoy, no sé si serán los nervios o qué, me sale todo mal. Y me molesta porque estás vos y no sé qué vas a pensar de mí.
_ No tiene nada que disculparse conmigo_ repuso ella con lascivia.
_ Tuteame. Dentro de poco vamos a casarnos. Parecemos dos extraños tratándome vos de usted.
_ Quizás en algún punto lo seamos.
Su padre la fulminó con la mirada pero no acotó palabra alguna.
_ Me gustaría descansar un poco_ dijo Vanina.
_ Acostate en mi cama_ le ofreció Felipe Varela.
_ Gracias.
Y se retiró. Cuando despertó, no encontró a nadie. Su padre y Felipe Varela habían salido pero no le habían dejado dicho a dónde. Fue a la sala principal y sonó el teléfono. Al principio se rehusó a atender, pero como el ruido que hacía era molesto y persistente, atendió. Una nueva mujer estaba al otro lado de la línea.
_ ¿Está Felipe?_ preguntó enojada quien llamó.
_ No. ¿Quién habla?_ contestó Vanina Enzorriaga.
_ ¿Vos quién sos?
_ ¿Perdón?
_ Te pregunté quién sos, yegua.
_ Pará, querida. A mí me hablás bien. ¿Te quedó claro?
_ ¡Ahhh! Vos debés ser su nuevo affaire. Su nueva diversión sexual. Te va a pedir que te cases con él, te va a usar, te va a dar todos los lujos y cuando se canse de vos, te va a desechar. Y no te va a pasar ni un mísero peso. A mí me debe fortuna. Avisale que dentro de poco va a tener noticias de mi abogado ese infeliz. ¿Y te doy un consejo de mujer a mujer? No lo dejes solo ni un segundo, porque en cuanto te descuidás, lo encontrás encamado con la Selección entera de fútbol femenino más o menos.
Y aquella mujer cortó la comunicación. Vanina Enzorriaga se quedó pensando en las palabras de esa mujer. Estaba en duda si contárselo o no a su padre porque no estaba segura si le iba a creer tampoco. Pero en ese momento los dos hombres llegaron y decidió contárselo en privado en cuanto tuviera la oportunidad.
_ ¿Descansaste?_ le preguntó Wilfredo Enzorriaga.
_ Sí. Me hizo bien la siesta_ repuso Vanina, con indiferencia._ ¿A dónde fueron?
_ Al súper, a comprar algo para ahora a la noche.
_ ¿Nos quedamos a cenar?
_ ¿No te gusta la idea?
_ Sí. Por mí está todo bien.
_ Voy a dejar las cosas a la cocina_ dijo Felipe Varela, y se desvaneció.
Wilfredo Enzorriaga observó a su hija, preocupado.
_ ¿Estás bien, Vanina? ¿Te pasa algo?_ quiso saber.
Y sin cavilaciones, ella le comentó de la llamada.
_ Te creo, hija_ repuso su padre, para sorpresa de ella._ Yo también atendí una llamada antes de una supuesta amante que quería volver a acostarse con él. Y que me dijo algo de una manutención que le debe… No sé. Y antes lo agarré in fraganti también. Le pregunté al respecto y se hizo el desentendido. Y casualmente al rato estalló cuando tuvo el problema con la pelota de tenis.
_ El tipo este tiene un montón de amantes por todos lados que se coge y a las que además les paga seguramente para mantener todo en secreto.
_ Por la supuesta esposa.
_ ¿Qué esposa, papá?
_ Supongo que la que habló con vos es la mujer, por lo que me decís. Y si ella lo demanda legalmente, este tipo de situaciones no lo favorecen para nada.
_ ¿Vos sabías que está casado entonces y no me dijiste nada?
_ ¡No! Te juro que no sabía. Ni sabía que era un mujeriego.
_ Con qué hombre interesante pretendés obligarme a casar, ¿eh? Una joyita. Y todo por estos lujos.
_ Lujos que yo no puedo darte y que te merecés tener. Los dos merecemos algo bueno en nuestras vidas y esta es la gran oportunidad de obtenerlo de un hombre que no lo merece.
_ O sea, que no te importa que el tipo sea lo que es. Ni siquiera te importo yo.
_ Vanina. Las cosas no fueron bien desde que murió tu madre.
_ ¡Estoy bien así! Hiciste un gran trabajo como padre. No es necesario someterme a semejante calvario.
_ Es que ese es el punto. Estoy reconsiderando la decisión. Quizá yo me equivoqué…
_ Claro que te equivocaste. Y es lindo escuchártelo admitir.
_ No digas nada de esto. Por ahora, no nos precipitemos en decírselo a Felipe. Podemos activar una bomba de tiempo.
_ Disimulá. Ahí viene.
_ ¿Tienen ganas de montar un rato a caballo?_ preguntó Felipe Varela, incorporado de nuevo.
_ Me encantaría_ repuso Vanina Enzorriaga a secas.
Felipe Varela sonrió y la tomó caballerosamente de la mano.
_ ¿Venís vos?_ preguntó dirigiéndose a Wilfredo Enzorriaga.
_ Los caballos me dan vértigo_ rechazó la propuesta aquél._ Disfruten ustedes. Yo los veo desde acá.
Felipe Varela ayudó a subir cortésmente a Vanina a uno de sus caballos y él subió en su predilecto. Mientras los caballos cabalgaban muy lentamente, ellos parecían que hablaban muy distendidamente. Y esa actitud pareció sobreexaltar las emociones de Felipe Varela. Su futura esposa, la hija de su amigo Wilfredo Enzorriaga, estaba desenvolviéndose más sueltamente y estaba ganando confianza a pasos agigantados.
Wilfredo Enzorriaga los observaba de lejos con fingida relajación, pero en el fondo estaba seriamente preocupado por los secretos amorosos que guardaba el hombre al que pretendía confiarle el amor de su única hija. Trató de sacar el asunto de su cabeza, pero el timbre del teléfono lo puso en alerta. Esta vez no dudó en atender. Otra mujer en actitud similar a la llamada anterior que él mismo había atendido.
Pasaron cinco minutos y entró otra llamada de idénticas características. ¿Cuántas mujeres tenía Felipe Varela en verdad? ¿A cuántas agasajaba y a cuántas más les pagaba una mensualidad para que el asunto se mantuviera en absoluta reserva para no perjudicar el inminente juicio que su ex esposa pudiera iniciarle por divorcio y adulterio?
Volvió al jardín, pero su forma de mirar a su amigo cambió rotundamente. Lo miraba con rencor, hostilidad y frialdad.
El paseo a caballo entre Vanina Enzorriaga y Felipe Varela se mantenía estable y ameno. Varela observó a Wilfredo desde lejos y lo saludó cálidamente con la mano. Wilfredo Enzorriaga disimuló sus sentimientos y le devolvió el saludo como si nada.
A punto de finalizar el paseo, Felipe Varela dio un salto estrepitoso y repentino, el caballo se estresó y Varela se cayó y se golpeó de lleno contra el césped. Vanina Enzorriaga se asustó pero Varela resultó ileso, quien no paraba de despotricar ludibrios por el accidente sufrido.
Vanina se adelantó y su padre le murmuró algo al oído. Y enseguida llegó Felipe Varela, sacudiéndose la ropa y todavía algo furibundo.
_ ¿Quieren tomar algo?_ los invitó gentilmente, Varela.
_ No, gracias_ repuso primero Wilfredo y atrás, Vanina Enzorriaga.
_ Yo me voy a servir algo fuerte para bajar un poco. Hoy fue demasiado.
Y se metió en la cocina. Mientras se servía la bebida, trataba de entablar una conversación con sus invitados, pero ninguno de los dos le prestó debida atención porque estaban absortos en sus cosas. El sonido del timbre rompió con la armonía que había hasta ese momento.
_ ¿Esperás a alguien?_ inquirió Wilfredo.
_ Que yo recuerde, no_ repuso Felipe Varela. Y procedió a abrir la puerta.
_ Buenas tardes. ¿El señor Felipe Andrés Varela?_ quiso saber el visitante.
Era un hombre de aspecto serio y elegante, mirada penetrante, de presencia que infundía respeto, y vestido con saco y corbata. Y con una documentación que traía entre manos.
_ Sí, soy yo_ repuso el aludido._ ¿En qué puedo ayudarlo?
_ Mi nombre es Gervasio Della Rosa, soy abogado Civil y de Familia. Represento a la señora Ana Claudia Morelos. ¿La conoce?
_ Es mi ex mujer. ¿Qué pasa?
El abogado depositó en poder de Felipe Varela la documentación que traía entre manos.
_ Es una demanda que ella le inició por adulterio y abandono de hogar. Vengo a notificarlo. En la cédula que le dejé está todo detallado. Buenas tardes.
Y se retiró. Wilfredo Enzorriaga lo miró con decepción y enojo en simultáneo.
_ ¿Tenías una mujer y encima le metiste los cuernos?_ agregó Wilfredo, indignado.
_ ¡Hay un error!_ intentó defenderse Varela con desesperación._ Lo de Ana fue hace muchos años ya. La conocí de casualidad una noche en un bar en Palermo, hubo algo y nos casamos simbólicamente. Me fui a vivir a la casa de ella por unos días para mantener viva esa ridícula fantasía del casamiento y me las tomé en cuanto pude. Se ve que con estas leyes nuevas que salieron, le da a ella el derecho a reclamar. ¡Pero te juro que no fue nada!
_ ¿Y por qué nunca me lo contaste?
_ ¡Porque no fue nada, Wilfredo!
_ Y yo que creí que eras un buen partido para mi hija y un gran amigo.
_ ¡Lo soy! ¡Soy ambos! ¡Hay un error! ¡Carajo!
_ La ley es la ley.
_ Hoy llamó una mujer cuando ustedes no estaban_ intervino Vanina._ Parecía realmente enojada y amenazó con un abogado. Debía ser ella, calculo.
_ Y yo atendí a tres minas que siguen con ganas de encamarse con vos. Hiciste muy bien tu papel de seductor, ¿eh? Minas que encima te reclaman una mensualidad. ¿O sea, que las extorsionas para que no digan nada? Vos sabías que esto podía pasar entonces.
_ ¿Qué minas, Wilfredo, por favor? ¿De qué me estás hablando?
_ Siempre fuiste un mujeriego, Felipe. No nos engañemos. No hagas el papel de buenito para quedar bien delante de mi hija.
_ Pero eso fue hace mucho. Ya no me dedico a eso. Esa parte horrible de mí murió, ya no existe.
_ No parece.
_ Olvidate de casarte con Vanina. No la vas a hacer sufrir, haciéndole lo mismo.
La tomó a la hija sutilmente del brazo y se la llevó.
_ ¡Wilfredo, no! ¡Yo realmente quiero a Vanina!
Sin embargo, aquél no detuvo la marcha.
_ Yo sí quiero a Vanina, Wilfredo. ¡No como vos que la querías entregar a mí para quedarte con mis cosas y mi fortuna! ¿Te creés que soy estúpido? Sos un padre ejemplar, eh.
Wilfredo Enzorriaga retrocedió y se paró frente a Felipe Varela en somera actitud desafiante.
_ Dejá, papá. Vamos_ le dijo Vanina. Lo tomó por la fuerza y se lo llevó.
Felipe Varela cerró la puerta con furia y descargó su frustración sobre algunos adornos que tenía en la sala principal.
***
_ Mujeres de su pasado a las que les paga para mantener oculto su secreto para no perjudicarlo, una ex mujer con la que convivió y abandonó…_ le decía Vanina Enzorriaga a León Betancourt en su despacho con elocuente admiración._ Una gran labor de campo hizo. Lo felicito. Mire que para mi viejo lo desconociera… No sabe cómo se puso cuando se enteró. Y lo del golf, el tenis, el caballo para humillarlo y hacerlo quedar mal fue tremendo. Lo aplaudo.
_ Gracias, señorita Enzorriaga. Pero sinceramente odio que me adulen demasiado. Usted me planteó un caso, hice una serie de averiguaciones para diseñar un plan de acción acorde, lo ejecuté, salió bien y listo. Fin de la historia. Solamente hice mi trabajo.
_ Perdóneme. Es que estoy muy emocionada. Lo que usted hizo para ayudarme fue extraordinario.
_ Los ayudé a usted y a su padre.
_ No quiero importunarlo con preguntas sobre cuestiones que tal vez ni me competen. Pero, ¿cómo hizo para colarse en la casa de Felipe, cambiar las pelotas y armar todo lo que armó?
_ Secreto profesional, Vanina.
_ Entiendo. Y tampoco me va a decir lo del abogado, ¿cierto?
_ ¿Qué cosa del abogado específicamente?
_ Es claro que la demanda es falsa y que el abogado es un colaborador suyo.
_ Sencillamente, voy a gestionar una falsa audiencia de mediación en un Juzgado amigo. Va a asistir el abogado, que le va a meter al juez una excusa convincente que justifique la ausencia de la señora Ana Claudia Morelos a la audiencia y se va a llegar a un acuerdo económico, elevado por cierto, que estoy totalmente seguro que el señor Varela va a pagar. De ahí cobro mis honorarios.
_ ¿O sea, que no le debo nada?
_ Ni un solo centavo. Y ahora si me disculpa, tengo que atender otros casos. El suyo no es el único.
_ Me retiro. Y de nuevo, gracias por lo que hizo.
Vanina Enzorriaga le esgrimió una sonrisa tierna a Betancourt y se retiró. Germán contempló el episodio con la boca abierta.
_ ¿Hace cuánto que una mina no me sonríe a mí así?_ se quejó, Germán, disgustado.
_ ¿Resolviste lo de la ONG?_ le cambió de tema León Betancourt.
_ Solucionado. La señora Crucioni ya tiene todo el dinero de vuelta depositado en una cuenta nueva, y el pago de los honorarios ya está acreditado también. Ya le di expresas instrucciones para que sea más selectiva y cuidadosa a la hora de decidir a quién le comparte su CBU.
_ La mitad de esos honorarios son tuyos. ¿Este miércoles es lo de Kaliera, no? La estafa en la mesa de póquer del casino de Puerto Madero.
_ Efectivamente.
_ Estamos bien entonces, Germán. La semana que viene es la falsa audiencia de divorcio… El relacionado a la mujer que se fue recién.
_ Sí. El del padre que la quería obligar a casarse con su amigo por la plata.
_ De ese acuerdo que se alcance, judicialmente digamos, voy a cobrar los honorarios del trabajo.
_ Me parece totalmente justo que los honorarios los cubra realmente quien los tiene que pagar.
_ El sobrante de ese pago va a ser nuestro donativo para la causa de la señora Crucioni.
_ La ONG se va a poner feliz. Gracias. Se lo voy a comunicar.
_ Una cosa más, Germán. ¿Cómo te ves haciendo de juez?
Y Betancourt sonrió con maliciosa sutileza.
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