_ ¿Sabés por qué estás acá?_ le preguntó la terapeuta, libreta en mano, a su paciente, que estaba cómodamente recostado sobre el diván.
_ Porque dicen que asesiné a una persona_ contestó él.
_ ¿Lo hiciste?
_ No. Ya les dije que fue Raúl. Que él mató a esa pobre chica. Yo estaba en una reunión al momento del homicidio.
_ Pero ni el fiscal ni el juez pudieron corroborar tu coartada.
_ Fue Raúl. ¿¡Qué parte de fue Raúl no entienden!?
El paciente se mostró agresivo y en actitud defensiva.
_ Está bien_ repuso la psicóloga, con tono calmo, para apaciguarlo._ Te creo. Fue Raúl.
_ Gracias por creer en mí, doctora. Usted es una buena persona.
_ ¿Quién es Raúl?
_ Es mi hermano menor.
_ Pero vos no tenés hermanos, Rogelio.
_ Raúl es mi hermano y él mató a esa quien la Justicia dice.
_ Esa, a la que hacés referencia y mataste, era una fiscal federal, lo que agrava el delito de homicidio severamente.
_ Mató. Ya le dije mil veces que yo no hice nada malo.
_ ¿Entendés la acusación?
_ Sí.
La psicóloga esperó unos segundos a ver si Rogelio, su paciente, agregaba algo más. Pero no hizo ninguna acotación.
_ ¿Entendés lo que quiere decir agravante?_ inquirió la terapeuta.
_ Que agrava_ repuso Rogelio. Y se rió como un tonto.
_ ¿Entendés que podés ir a la cárcel de por vida por eso?
_ No, porque yo no maté a nadie, doctora. Ya se lo repetí muchas veces.
_ Ya sé. Fue Raúl, según vos.
_ Sí. Mi hermano menor.
_ ¿Y dónde está él ahora?
_ No sé. Por ahí.
_ ¿Por ahí, por dónde?
_ Por ahí. A veces se va y desaparece por una semana entera. Y después vuelve, y se queda conmigo, me cuida, me compra cosas, me lee un cuento antes de irme a dormir como lo hacía mamá cuando era chico… Raúl es bueno conmigo.
_ Y si Raúl es bueno, ¿por qué desaparece por una semana entera y por qué asesinó a la fiscal?
_ No sé.
_ ¿Y vos qué hacés cuándo Raúl no está?
_ Cosas.
_ ¿Qué clase de cosas?
_ Cosas.
_ Entiendo. ¿Podemos conocer a Raúl?
_ No sé dónde está. Ya le dije que desaparece por una semana entera.
_ Y vos no sabés a dónde va.
_ No.
_ ¿Y vos te quedás solo cuando Raúl está ausente?
_ Duermo solo porque ya soy grande.
_ ¿Y durante el día, no te cuida nadie?
_ Me cuida Rodolfo.
_ ¿Y quién es Rodolfo?
_ Mi primo. Vive a dos cuadras de mi casa. Le gusta mucho jugar conmigo.
_ ¿Y a qué juegan?
_ A los soldaditos y a los cochecitos.
_ ¿Te gustan esas dos cosas?
_ Sí.
_ ¿Y te gusta jugar con Rodolfo?
_ Sí. Mucho.
_ ¿Y a Rodolfo, le gusta jugar con vos?
_ Sí. Pero a veces se enoja y me pega. Y tengo miedo cuando me pega.
_ ¿Vos te portás mal para que él se enoje y te pegue?
_ Sí.
_ Pero, vos Rogelio, tenés 36 años. No tenés que jugar más a esas cosas. Vos tenés que hacer cosas de adulto.
_ Rodolfo me dice lo mismo. Por eso se enoja y me pega.
_ ¿Y dónde está Rodolfo para que podamos hablar con él?
_ No sé.
_ ¿Seguro?
_ No sé.
_ Yo creo que sí sabés.
_ No. No sé.
_ Bueno. Yo te voy a decir dónde están tanto Raúl como Rodolfo.
A Rogelio se le iluminaron los ojos.
_ ¿Enserio, doctora, va a decírmelo?_ indagó eufórico.
_ Sí, enserio. Porque yo sí sé dónde están.
_ ¿Dónde?
_ Adentro tuyo, Rogelio. Raúl y Rodolfo no existen en la realidad. Son producto de tu imaginación. Son otras dos personalidades que conviven con vos, en tu cuerpo.
_ ¿Qué quiere decir? ¿Que me los comí?
_ Los inventaste. A la fiscal la mataste vos, Rogelio. Raúl sos vos. Rodolfo sos vos.
_ ¡Yo no maté a nadie! Yo estaba en una reunión de trabajo cuando pasó todo. Ya se lo dije al juez, al fiscal. ¿Qué tengo que hacer para que me crean, viejo? Cuando la Justicia quiere arruinar a una persona, lo hace enserio, eh.
_ ¿Y Rogelio?
_ ¿Qué Rogelio, licenciada? Yo soy Gerónimo. ¿O ya se olvidó de mí?
_ No, Gerónimo. Te recuerdo perfectamente.
_ No sé por qué el juez me obliga a hacer terapia con usted.
_ ¿Te acordás qué estabas haciendo el día que asesinaron a la fiscal Lozano?
_ Estaba en una reunión de laburo. ¿En qué idioma se lo tengo que decir?
_ Nadie pudo confirmar tu coartada.
_ Ya le dije que estaba con Martín, Eugenio, Pato y Alicia. Ellos les tuvieron que haber dicho.
_ La Fiscalía investigó y esos nombres no existen. ¿Son otras personalidades tuyas, Gerónimo?
_ Gerónimo es mi papá. Pero me abandonó.
_ ¿Rogelio?
_ Siempre le dio más importancia a Raúl que a mí.
_ ¿Qué pasó con tu papá, Rogelio?
_ Rodolfo lo mató porque era malo con nosotros.
_ Pero eso es imposible.
_ Rodolfo es bueno conmigo, igual que Raúl.
_ Si ellos fuesen buenos, ya te habrían sacado de acá hace tiempo.
_ Ustedes no los dejan. Por eso. Son malos.
_ No. Es porque vos te llamás Gerónimo y ni Rogelio ni Raúl y ni Rodolfo existen. Gerónimo está vivo y asesinó a la fiscal Lozano.
_ Yo siempre cuidé de Rogelio. Pobrecito, era el más inofensivo de los tres. Siempre lo protegí de papá y de toda la maldad que lo rodeaba.
_ ¿Raúl?
_ Soy Rodolfo, licenciada. Encantado. Rogelio me habló mucho de usted.
_ Qué interesante. ¿Y qué te dijo de mí, Rogelio?
_ Que usted es una buena persona con él. Pero que lo quiere acusar del homicidio que cometió nuestro otro hermano.
_ ¿Te referís a Raúl, Rodolfo?
_ Rogelio siente que usted a veces no lo entiende.
_ ¿Por qué dice eso?
_ Porque le cuestiona que yo no existo.
_ Rogelio tampoco existe. Ni Raúl. Ni las personas de la coartada que Rogelio mencionó para desligarse del crimen. Vivís en un mundo de fantasía, Rodolfo, igual que Rogelio. Y seguramente, igual que Raúl.
_ Yo no, licenciada. Yo soy Raúl. Acá me tiene. Entiendo que me andaba buscando.
_ Raúl. Por fin nos conocemos.
_ Rogelio me lo contó todo.
_ ¿En qué momento? Porque él siempre estuvo conmigo. No me abandonó ni un instante.
_ Bueno, ahora estoy yo. Como antes estuvo Rodolfo y también nuestro padre.
_ Qué tonta que soy. No me di cuenta.
_ ¿Quiere que le hable de mi familia?
_ Por favor, Raúl.
_ Gerónimo, nuestro padre, nunca estaba en casa. Nunca tenía tiempo para nosotros. De casa al trabajo, del trabajo a lo de la infeliz de Alicia.
_ ¿La misma Alicia que no pudo verificar la coartada de Rogelio al momento del asesinato?
_ Esa misma. Y yo le voy a explicar por qué, doctora.
_ Porque Alicia, al igual que todos, tampoco existe.
_ Cómo se empeña en decir que somos una creación de la mente del idiota de nuestro padre.
_ Se llama Gerónimo.
_ Ya sé. Pero para mí no existe.
_ Son una creación de la mente de Gerónimo.
_ ¡No me lo nombre! Nos abandonó para irse con la estúpida de Alicia. ¡No sabe lo que fue consolar a mamá por su culpa.
_ Me imagino que fue una situación muy complicada, Raúl.
_ Complicada es poco. Horrible, desastrosa, insostenible. Cuando mamá se dio cuenta, Gerónimo le blanqueó la aventura que tenía con Alicia y se mandó a mudar. Ni un peso le pasó. Ah, pero mamá se vengó. Yo la incité a que se vengara.
_ Contame al respecto.
_ Le dije que le metiera una falsa denuncia por violencia de género para cagarle bien la vida al hijo de puta de mi viejo, porque no se merecía otra cosa. Mamá se mostró renuente al principio, pero con Rodolfo la convencimos de que lo hiciera. Pero Rogelio, no. El mimado de mamá, el miedoso. No se involucró. No le importó. A mí tampoco porque seguimos adelante con el plan. Estaba todo bien. Mamá hizo la denuncia, a Gerónimo lo arrestaron y lo metieron en cana. Pero esa fiscal pelotuda tuvo que arruinar todo.
_ ¿La fiscal Lozano?
_ Verificó que la denuncia era falsa y lo dejó libre. ¡Y Rogelio se alegró de eso! ¿Por qué quería Rogelio a un tipo así?
_ Rogelio me dijo que su padre era malo con él.
_ Mintió.
_ No creo que mintiera, Raúl.
_ ¿Por qué no la ayudó a mamá? ¿Por qué le soltó la mano y le resbaló todo?
_ Por miedo, claro. Eso es evidente.
_ Porque siempre fue el más cagón de la familia.
_ Porque le tenía miedo a ustedes. Por eso reaccionó así Rogelio. Por eso fingió quererlo a su padre y por eso no quiso inmiscuirse en lo de su madre. Pero a Rogelio su madre le importaba.
_ No es suficiente. Las palabras no alcanzan. Tuve que darle una lección.
_ Y decidiste matar dos pájaros de un tiro. Asesinaste a la fiscal que sobreseyó el caso de tu padre y lo inculpaste a Rogelio.
_ Qué viva que es doctora. Ahora, dígame una cosa. ¿Vio a dónde Rodolfo se lo llevó a Rogelio? Otro traidor. Se lo llevó en cuanto llegué yo.
_ No vi salir a nadie, Raúl.
_ ¡Miente! ¡Miente! ¡Miente! Usted es una mentirosa hija de puta, doctora.
Y se abalanzó violentamente sobre la psicoanalista. Forcejearon bastante pero ella logró desmayarlo y controlar la situación.
La psicóloga levantó el tubo del teléfono y discó.
_ ¿Hola? Sí, confesó, finalmente. Me costó, pero ya está_ dijo a quien contestara del otro lado de la línea._ Está loco el tipo este. Se me tiró encima como un desquiciado, forcejeé con él bastante, pero le di un porrazo en la cabeza y ahora duerme como un nene. Mandame un par de oficiales para que lo arresten… Esta noche festejamos en tu despacho. Asesinamos a Lozano por metida de mierda, por husmear en donde no la llamaban, e inculpamos a este retrasado mental de Gerónimo Urquiza. Nos salió redondo.
Pero antes de que pudiera cortar, alguien le asestó un golpe certero en la nuca a la psicóloga y se desvaneció. El desconocido tomó el tubo del teléfono que quedó colgando y se lo acercó sutilmente al oído. Escuchó la voz del juez, que repetidamente preguntaba: “¿Hola? ¿Estás ahí? Marcela, contéstame. ¿Qué pasa?... ¿Marcela, me oís? ¿Hola?”. Sonrió con malicia y cortó la llamada. El desconocido no era otro que Gerónimo Urquiza.
Se acercó a la licenciada y se puso en cuclillas.
_ ¿Te creíste que te iba a resultar fácil manipular a un esquizofrénico con trastorno de la personalidad para que confesara el crimen que vos y el corrupto del juez cometieron? Qué ingenua, doctora.
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