lunes, 17 de abril de 2017

Las detectives (Gabriel Zas)




          Caso 7: El acechador nocturno

 

 

                                                                  1

 

Eran alrededor de las 21 horas. El barrio estaba tranquilo. Todas las familias estaban en sus casas reunidas y ni una sola alma transitaba las calles. Sin embargo, se vislumbró la sombra de un desconocido que caminaba con mucha calma y casi con pasos silenciosos. Con el murmullo que reinaba en todos los hogares, era imposible percibirlo. Sujeto en su mano izquierda, traía una funda larga, una funda de puro cuero negro y forrada con las más sutiles técnicas aplicadas. Su mano izquierda estaba abrigada con un guante negro, del estilo de los que usan los motoqueros. Su mano derecha también. Sus rasgos no se dejaban entrever, y la noche era su cómplice. Se paró en un momento dado en un lugar determinado y esperó, oculto entre las sombras, agazapado como un lobo esperando cazar a su presa.

En la vereda de enfrente a la que estaba ubicado el desconocido, salió una pareja de una casa. Era un matrimonio y estaba siendo amablemente despedido por los anfitriones de la morada, cuando el extraño disparó con un rifle de grueso calibre contra ellos y mató en el acto a la mujer que se estaba despidiendo, que fuera identificada más tarde como Ángeles Dunken. El acechador y asesino, simplemente desapareció y nadie vio nada.

Cuando Ailen Ezcurra e Ivonne Fraga llegaron a la escena, los peritos y todo el equipo de Criminalística ya estaba trabajando en la escena. Ni bien llegaron al lugar, las detectives se pusieron al corriente de lo que había ocurrido y solicitaron ver el cuerpo y hablar con el forense.

_ Hola Zarasola_ le dijo Ailen Ezcurra al médico forense._ ¿Qué pasó?

_.La mataron de un disparo en el pecho cuando salía con el marido de la casa. Era la hermana de la dueña de casa y vinieron con el marido a cenar los cuatro, se iban y de la nada pasó lo que pasó.

_ ¿Alguien lo vio al asesino?_ le preguntó Ivonne Fraga al doctor Zarasola.

_ No. Y en base a la trayectoria del disparo y a la fuerza del impacto, el tipo se posicionó desde una perspectiva de noventa grados desde la vereda de en frente. Igual, eso lo tiene que determinar bien Balística, las armas no son mi campo.

Ailen Ezcurra cruzó, hizo unas observaciones breves y volvió a reunirse con ellos.

_ Es lógico que nadie viera nada_ comentó._ Mucha arboleda, mucha oscuridad, el tipo se escondió bien. Asesinó a Ángeles Dunken y se fue lo más tranquilo como si nada.

_ Esto fue premeditado_ reflexionó Fraga.

_ Y es un profesional. No es fácil asesinar a alguien a tanta distancia y con la oscuridad en contra.

_ Estoy de acuerdo_ convino Zarasola._ Imaginemos que pudiera haber tenido algún tipo de visión nocturna, pero igual requiere mucha preparación un disparo de éstas condiciones. El asesino tiene algún tipo de preparación militar. Puede ser un excombatiente de Malvinas, por ejemplo. Un soldado del Ejército retirado, algún miembro de alguna Fuerza... Yo centraría la búsqueda por ése lado. Es una sugerencia, nada más.

_ Estamos de acuerdo_ dijo la detective Fraga._ ¿ Pero, qué relación puede tener alguien así con la víctima? Me parece muy... No sé, muy raro todo esto.

_.Es posible que no se relacione con la víctima en sí_ opinó Ezcurra._ Puede que se relacione con el pasado del marido, por ejemplo. O de algún otro pariente cercano al círculo íntimo.

_ Es factible. ¿Qué tipo de arma utilizó el desgraciado este?

_ La bala es calibre 5,56 mm, del tipo OTAN 5,56 x 45. Es la munición que utiliza el fusil M16_ explicó el forense.

_ Un fusil de asalto_ replicó Fraga, desilusionada._ Se consigue en cualquier lado. Es una aguja en un pajar. ¿Revisaste bien ahí enfrente, Ailen, querida mía?

_ Dame una linterna_ contestó ella.

Con la linterna en mano, cruzó y revisó exhaustivamente toda la vereda hasta que localizó un perdigón y un rastro de pólvora. Se colocó los guantes y con los elementos necesarios, recabó la prueba y la entregó para que Balística la analizara, no sin antes exhibírsela al doctor Zarasola y a su compañera. El médico estudió el perdigón con un examen rápido.

_ Sí, se corresponde con el arma utilizada _confirmó Zarasola.

_ Avísanos sin encontrás algo más_ le dijo Ailen Ezcurra al médico forense.

_ Ok. Vayan tranquilas.

_ ¡Fontán!_ llamó con un grito Fraga al aludido. El oficial respondió al llamado enseguida.

_ ¿Hablaron con el marido, los vecinos...? ¿Qué dijeron, qué averiguaron?_ lo interrogó Fraga.

_ Los vecinos escucharon el estruendo y salieron enseguida a ver lo que pasaba_ respondió Fontán._ Fueron ellos y el marido los que llamaron al 911. La ambulancia llegó enseguida, pero la pobre mina murió en el acto. La bala le destrozó el corazón. Dijeron que no escucharon nada en ningún momento. Y que inclusive cuando fueron a socorrer a la víctima, al tipo jamás lo vieron irse. Calculo que porque disparó desde enfrente, y entre la oscuridad reinante y la desesperación del momento, olvidate que lo viesen.

_ Sí, eso lo constatamos ya_ intervino Ailen Ezcurra._ ¿Quién se beneficiaba con la muerte de Ángeles Dunken?

_ Sus hijos. Ella le quería dejar la mitad de la póliza a el marido y la otra parte repartirla entre sus dos hijos. Pero su esposo, el tipo se llama Jorge Torrejón, la convenció para que todo fuese para ellos dos. Quería asegurarles un futuro.

_ ¿Cómo está?

_.Le mataron a la mujer, ¿qué te parece Ezcurra? Está hecho pelota pobre flaco.

_ ¿Enemigos, deudas que la mujer mantuviera con alguien o su esposo mismo, conflictos con alguien...?_ intermedió Ivonne Fraga.

_ Nada de eso. Parece que la mina estaba limpia.

_.Investiguen al marido y corroboren lo de la póliza, a ver si es cierto lo que dijo sobre ése punto. Averigüen también qué clase de mujer era ella y si no tenía algún amorío dando vueltas por ahí a espaldas de su esposo.

_ ¿Y vos qué vas a hacer, Fraga?

_ Con Ailen nos vamos a ocupar de otras cuestiones. Moderate, Fontan. Andá a hacer lo que te pedí, por favor.

_ Que Balística tenga listo los resultados cuanto antes_ indicó la detective Ezcurra.

_ Ok. Pero sin arma para cotejar...

_ No importa.

Ailen Ezcurra estaba nerviosa, con la cabeza gacha y cruzada de brazos.

_ ¿Por qué estás así?_ le preguntó Ivonne Fraga, afectuosamente.

_ Ojalá me equivoque_ respondió ella en estado de alerta._ Pero presiento que este es el primero de una serie de asesinatos más.

_ Si es así, no lo vamos a dejar llegar demasiado lejos. Antes, lo vamos a atrapar.

_ ¿Y cómo? El tipo hizo un trabajo impecable: no dejó ni huellas ni ADN ni nada que permita identificarlo. Revisé el lugar del disparo dos veces y nada.  Y los peritos lo confirmaron.

_.No te olvides que somos infalibles. Lo vamos a resolver cueste lo que cueste.

 

 

                                                               2

 

_ El asesino serial es organizado, por lo general. No comete errores, se toma su tiempo, es un tipo de buena apariencia_ le decía el comisario mayor Laberna a las detectives._ Y mata sobre todo a personas que conoció en algún momento de su vida, impulsado por alguna clase de motivación sexual, psicológica o de poder. Francamente, me parece muy incipiente hablar de un asesino serial a partir de una sola muerte. Por ahora, lo tratamos como homicidio simple.

_ Perdone, Comisario, con todo respeto_ lo confrontó Ivonne Fraga._ Si hubiese sido un crimen personal contra la víctima en sí, lo hubiese ejecutado de forma personal. ¿Para qué tomarse semejante molestia y montar semejante espectáculo?

_ Quizás porque la mandó a matar su propio esposo y contrató a un sicario y lo orquestó todo así para que no sospecharan directamente de él. De todos modos, vamos a saber más cuando Fontán termine con todas las averiguaciones. Sigan trabajando.

E Hipólito Laberna abandonó el despacho.

_ No comparto la postura de Laberna.

_ Yo menos que  vos_ sostuvo Ailen Ezcurra.

_ Si es un asesino serial, ni la elección del escenario ni la elección de la víctima responden a una cuestión azarosa. Al contrario, obedece claramente a una lógica que tenemos que descifrar para pararlo a tiempo y anticiparnos a él.

_.El tema es que no hay un punto que nos marque por dónde empezar.

_ Los asesinos seriales tienen períodos de enfriamiento. ¿Y si este tipo ya mató anteriormente y ahora volvió?

_ Buena sugerencia. Hay que investigarlo urgente.

Fontán golpeó la puerta y entró tras un ademán de Ailen Ezcurra.

_ Tengo todo, muchachas_ dijo el oficial ayudante Fontán_ pero lamento tener que decepcionarlas.

Ivonne Fraga le dirigió una súbita mirada alarmante, abriendo al mismo tiempo los ojos enormemente.

_ ¿Qué querés decir?_ lo indagó con temor a la respuesta que estaba a punto de escuchar.

_ Tanto Ángeles Dunken como su esposo, Jorge Torrejón, estaban más limpios que un gato_ respondió Fontán con voz vehemente._ Revisé las finanzas del tipo, los contactos, sus antecedentes y toda la mar en coche, y no encontré ninguna mancha en su historial. El flaco es una joyita. Yo ya lo descartaría.

_ ¿Y ella?_ preguntó Ezcurra con cierta expectativa en su voz.

_ Igual que él. Todo diez puntos.

_ ¿Y de la hermana de Dunken y de su esposo, el cuñado de Torrejón, qué averiguaste?

_ La hermana de la víctima se llama Beatriz Dunken y su marido, Santiago Lumsden, cuñado de Torrejón. Nada de nada. Ni ella ni sus familiares ni nadie cercano a ellos. Es una familia modelo.

_ Mandala a seguir a ver si la agarramos in fraganti en algo_ le ordenó Ivonne Fraga a Fontán, de ánimo caído.

_ Como quieras. Pero lo dudo.

_ Mantenemos al tanto.

Se iba a retirar cuando la voz de Ailen Ezcurra lo detuvo.

_ Una última cosa, Fontán_ dijo._ Buscá casos sin resolver de hace cinco a ocho años atrás que tengan el mismo modus operandi que este crimen o.alguna similitud relevante, que valga la pena considerarlo.

_ Si ustedes lo dicen... Pero me va a demorar bastante tiempo eso.

_ Procurá tenerlo en tres días máximo.

_ Eso es algo imposible. No saben lo que es el archivo con los expedientes de casos sin resolver. Es una locura.

Las dos muchachas miraron a Fontán con hostilidad.

_ Ok, ok_ se atajó él._ Le voy a pedir ayuda a uno de esos nuevitos que entraron hace poco. En tres días se los tengo listo.

_ Más te vale, Fontán. Y no le buchonés nada de esto ni a Laberna ni a nadie.

Fontán pareció extrañado de momento pero se retiró sin hacer más preguntas.

_ Me molesta estar en ésta situación, no poder avanzar_ protestó Ivonne Fraga._ Y lo peor de todo es que si tenemos razón, no podemos hacer nada para evitar una segunda muerte.

_ Sí vos fueses el tipo este_ le dijo Ailen con un ápice de lucidez mental, _ ¿por qué elegirías este lugar para el primer asesinato? Digo, teniendo en cuenta que pudiste haber empezado por otra víctima, por otra zona de ataque...

_ Porque sería el escenario ideal para que no sospechen de mí. Espero al acecho de la oscuridad, estoy alerta, y en cuanto se me presenta la oportunidad, perpetro el ataque y huyo sin que me vean.

_.No se trata de la víctima, si ése es el caso, sino del asesino. Se siente frustrado por algo que no puede demostrarle al mundo y descarga su ira de ésta forma, matando gente al azar en lugares al voleo.

_ Y la oscuridad y el pasar desapercibido implica una crisis existencial severa: que para la sociedad, él es invisible.

_ Algo es algo... ¡Pero no nos alcanza! No tenemos la certeza absoluta de que ése sea el caso.

 

                                                                    3

 

El desconocido se posicionó en una ubicación similar a la del primer asesinato. Sólo cambió el horario. Eran cerca de las 22 horas.  Esperó el momento oportuno y mató de un disparo certero a Enrique Scoti, que salió a sacar la basura. E igual que la vez anterior, nadie vio al asesino.

_ Mismo método, misma arma, mismo ángulo de disparo, mismo todo_ comentaba Zarasola una vez en la escena del crimen._ No hay dudas: es el mismo asesino.

Ailen Ezcurra suspiró resignada.

_ La teoría del asesino serial es correcta_ dijo luego, indignada.

_ Aunque las características de este crimen son comparables con las del asesinato anterior, las dos escenas están muy alejadas una de otra.

_ Lo importante para el desgraciado este es replicar el método_ intervino Ailen Ezcurra._ Comete el homicidio en cualquier zona que se ajuste a sus pretensiones.

_ Se mueve en coche_ reflexionó Fraga._ Recorre los barrios durante el día para elegir el lugar predilecto para el asesinato. Dos muertes en dos días. Va rápido.

_ La oscuridad es simbólica para él_ afirmó la detective Fraga._ Se trata de los escenarios, no de sus víctimas.

Ailen Ezcurra lo buscó a Fontán para hacerle una serie de preguntas.

_ ¿Qué averiguaste sobre la víctima, Fontán?

_ Se llamaba Enrique Scoti, tenía 67 años y vivía solo. Sin familiares, sin hijos. Pero, por lo poco que pude averiguar hasta ahora, el tipo estaba sucio. Parece que es mafioso, traficante de drogas. Ayer a la noche, dijeron los vecinos que vinieron dos tipos y lo amenazaron con matarlo si no les devolvía lo que les robó. Parece que no tuvo mejor idea que robarle a la mafia.

_ Verificalo. ¿Los vecinos descubrieron el cuerpo?

_ Sí, exactamente igual al crimen anterior. Y por lo que se puede ver, ninguna relación aparente con Ángeles Dunken, la primera víctima.

_ Igual, encargate de verificar esto también. ¿Descubriste algo llamativo sobre Beatriz Dunken?

_ No. Va de la casa al trabajo y viceversa. Alguna cena afuera con el marido, una rutina normal, nada sospechoso.

_.Listo, dejala. Enfocate ahora en ésta nueva víctima y averiguá todo lo que puedas. ¿Qué hay de los casos sin resolver que te mandamos a chequear con Ivonne?

_ Estoy trabajando en eso. Estoy yendo tan rápido como puedo.

_ Lo necesitamos urgente para mañana. Sumale el escenario, parece que es algo significativo para él.

_ Dale, les aviso en cuanto tenga algo.

_.Gracias, Fontán.

_ Insisto en que hablar de asesino serial es erróneo todavía_ sostenía Laberna, de nuevo en la Comisaría._ Para que encuadre dentro de la figura de lo serial tiene que haber matado a un mínimo de tres víctimas para arriba. Y tengo dos.

_ No están relacionadas las víctimas entre sí, Comisario_ refutó Ivonne Fraga._ Tenemos razones para creer que el tipo este quería matar en verdad a la segunda víctima y que asesinó a la primera a expensas de cubrir su verdadero crimen.

_ No quiero creencias. Nada de "creemos". Quiero las pruebas y al loco este encerrado. El fiscal y los abogados me están pidiendo presentar un caso sólido y encima el juez me está hinchando soberanamente las pelotas. Entre el fiscal, los abogados y el juez...

_ Hacemos lo que podemos.

_ ¡Hagan más! Ustedes son las mejores. Quiero este caso resuelto en cuarenta y ocho horas, ¿quedó claro? A trabajar.

E Hipólito Laberna abandonó la sala y cerró la puerta de un portazo. En tanto las detectives, se miraron una a la otra con rencor e impotencia.

_ Laberna tiene el cerebro de plastilina. Que se ponga él a laburar con su equipo si quiere resultados óptimos. Magia no hacemos nosotras_ protestó enojada Ailen Ezcurra.

 

                                                                   4

 

Al mediodía del día siguiente, Fontán les llevó a las detectives las noticias que tanto estaban esperando. Estaba tan ansioso, que ingresó a la sala de reuniones sin antes golpear la puerta.

_ Sí, pasa, Fontán, adelante. No hay problema_ ironizó Ailen Ezcurra.

_ No me lo van a creer_ dijo él efusivo, haciendo caso omiso al chascarrillo de la detective.

_ ¿Qué encontraste?_ le preguntó Ivonne Fraga con un haz de luz en sus ojos.

_ Scoti, la segunda víctima, estaba efectivamente metida en la mafia de las drogas. Trabajaba para un dealer muy pesado y peligroso que se llama Nicky Rojo. Este capo narco es panameño y fue justamente Scoti quien lo trajo al país hace cuatro años. Parece que Rojo le encomendó entregar 10.000 kilos de diversas drogas sintéticas a unos clientes en la frontera con Paraguay. Pero Scoti, lejos de serle leal a Rojo, se quedó con toda la plata de la transacción. Intentó disuadirlo a Rojo, pero es obvio que el flaco no se comió ninguna de las excusas de Enrique Scoti y lo apretó en la casa con dos matones.

_ Fue lo que te dijeron a vos los vecinos_ opinó Ezcurra.

_ Sí, pero acá viene lo mejor. Tuvo otra apretada el día anterior del asesinato de Ángeles Dunken y los vecinos dijeron que lo vieron amenazarlo con un arma larga, como un rifle o un fusil. Y confirmé que entre las víctimas no existe vínculo alguno que las relacione.

_ Teníamos razón_ se contentó Fraga._ Mató a Ángeles Dunken para cubrir el crimen de Scoti, su real objetivo. Y lo asesinó en segundo lugar porque si lo mataba de entrada iba a ser muy sospechoso.

_ Que Laberna pida una orden de allanamiento para la casa de Rojo.

_ Grande, Fontán_ lo elogió Ailen._ Igualmente, seguí buscando lo otro que te pedimos. Por ahí descubrimos algo más.

Y ambas mujeres salieron del despacho a las apuradas.

El comisario mayor Laberna le pidió al juez, mediante el fiscal de turno, la orden de allanamiento, que fue aprobada sin demoras. En la casa de Nicky Rojo encontraron drogas, dinero, joyas, pasaportes falsos y un fusil M16, el mismo calibre utilizado en los dos crímenes. Fue arrestado por los oficiales y las detectives fueron las encargadas de interrogarlo. A su vez, el arma incautada fue llevada a Balística para que la cotejara con las balas recuperadas de los cuerpos.

Tanto Ailen Ezcurra como Ivonne Fraga le expusieron al sospechoso todo el caso y los detalles del mismo que lo llevaron a su detención.

_ Sí, lo amenacé dos veces_ dijo Nicky Rojo, irritado._ Entiendan: me robó medio millón de pesos. Pero no lo maté.

_ Es difícil creer que no lo mataste y más por ésa suma. Sos de la mafia y las traiciones como éstas se pagan con la muerte_ le dijo Ivonne Fraga con displicencia.

_ Mataste a una mujer inocente para que no sospecháramos de vos. Qué inteligente_ agregó Ezcurra._ A los cargos por narcotráfico, robo y lavado de dinero, se te suma el de homicidio doble. Mínimo, con todo esto, te van a dar de veinticinco años para arriba.

_ ¡Yo no lo maté!_ insistió Rojo golpeando la mesa con violencia.

_ ¡Calmate! Balística está analizando tu arma con las balas que mataron a las dos víctimas. Es cuestión de tiempo para que lleguen los resultados.

_ No van a encontrar nada. No pueden probar nada.

_ Todos dicen lo mismo. Ponete cómodo porque por veinticuatro horas esta sala va a ser tu hogar_ le informó la detective Ezcurra.

El interrogatorio y el intercambio de palabras siguió por unos minutos más hasta que Fontán llevó noticias no muy agradables.

_ Balística mandó los resultados_ confirmó Fontán con voz apagada.

_ ¿Qué pasa? Hablá_ lo apuró Ailen Ezcurra_ ¿Tenemos una coincidencia?

_ Negativo. Las balas que mataron a Dunken y Scoti no provinieron del arma de Rojo. No es nuestro sospechoso. El verdadero asesino sigue suelto.

_ ¡No puede ser!_ gruñó furiosa Fraga._ Teníamos todo para detenerlo. Hay algo que no estamos viendo.

_En el allanamiento no encontraron dos armas iguales_ aseguró Fontán.

_ Lo que no significa que no las haya_ opinó con convicción Ezcurra._ El tipo sabía que de un momento a otro lo agarraríamos y se encargó de cubrir bien sus rastros. Es mafioso, sabe cómo planificar un asesinato sin que nunca se lo vincule a él con el mismo.

_ ¿Qué sugerís?_ le preguntó su amiga.

_ Vamos a mantenerlo aprehendido las veinticuatro horas reglamentarias. Si fue él, tenemos que movernos ya para encontrarlo.

Fontán y Fraga coincidieron con la propuesta. Pero una presencia inesperada y repentina en la Comisaría, echó por tierra todos los planes de las detectives. El doctor Benjamín Liszt, abogado defensor de Nicky Rojo asignado por el Ministerio Público de la Defensa, se presentó para liberar a su cliente de inmediato.

_ Es sospechoso de homicidio_ le dijo Fraga al doctor Liszt._ Vamos a retenerlo las veinticuatro horas que establece la ley.

_ Que yo sepa, detective_ le replicó el abogado con soberbia,_ las balas de las dos víctimas no se corresponden con el arma que encontraron en posesión del señor Rojo, por lo que automáticamente entiendo que tienen que liberarlo de inmediato.

_ Está involucrado en las dos muertes. Y que el arma confiscada no sea la homicida, no lo absuelve de culpa y cargo a su cliente.

_ Pruébelo, si está tan convencida de eso, detective Fraga.

_ Lo voy a hacer.

_ Buena suerte con eso. Ya le pedí al juez de turno la eximición de prisión de mi cliente y su inmediata liberación. Estoy a la espera de su decisión. Estamos listos para irnos.

_ Su cliente, abogado_ lo increpó Ailen Ezcurra, _ es un traficante de drogas que además lava dinero y roba.

_ No lo tienen aprehendido por narcotráfico, sino por ser sospechoso de homicidio y contra eso, lamentablemente no tienen nada en su contra más que una ridícula hipótesis sin fundamentos. Son dos causas diferentes. Y si intentan detenerlo por estos otros cargos, las denunciaré ante la Justicia y presentaré un habeas corpus, y ya no podrán volver a meterse con él.

Ivonne Fraga tuvo un impulso por contestarle al abogado, pero su amiga la detuvo a tiempo. En tanto, ellas como Fontán miraban al doctor Liszt con impotencia e indignación. Benjamín Liszt, por el contrario, tenía una expresión petulante, soberbia y egoísta, y sonreía ante la cara de ellos tres de forma arrogante y burlona. El silencio que sucedió a la situación fue de una incomodidad insostenible. Pero finalmente el comisario mayor Laberna rompió bruscamente ésa armonía fingida. Traía una hoja entre sus manos que la sacudió en el aire con prepotencia

_ El juez autorizó la eximición de prisión de Rojo_ dijo obstinado, y miró a las detectives con reproche.

_ Con permiso_ dijo Benjamín Liszt con jactancia._ Detectives, fue un placer. Ojalá encuentren a su asesino cuanto antes.

Mientras Liszt y Rojo abandonaban el destacamento, todas las miradas de resignación y frustración estaban puestas sobre ellos dos.

_ Tendría que echarlas de una patada_ le dijo Laberna a Fraga y Ezcurra, después de que los dos hombres abandonaran definitivamente el lugar._ Pero admito que tenían una buena base en la que basar sus sospechas y la comparto. No se duerman, hay que agarrarlo ya. Sigan trabajando.

Y se retiró conforme del desempeño de las investigadoras.

_ Un cómplice de él fue quien llevó a cabo los dos asesinatos, pero tenemos que demostrarlo. Así Rojo se aseguró de tener una coartada y por eso estuvo tranquilo tanto durante al allanamiento como durante el interrogatorio_ opinó Ailen Ezcurra algo frustrada.

_ O por ahí realmente el tipo no tiene nada que ver_ comentó Fontán,_ y ustedes se obsesionaron con él.

_.Andá Fontán, a seguir con lo que te pedimos_ le ordenó Ivonne Fraga._ Estamos otra vez en cero y eso es lo único que tenemos ahora. Casos sin resolver similares a estos crímenes, asesinos seriales no capturados... Todo. ¡Movete, Fontán!

Y el oficial ayudante salió de la oficina a toda máquina.

 

 

                                                                5

 

Tanto Ivonne Fraga como Ailen Ezcurra estaban encerradas en una sala aislada del resto de las oficinas de la Comisaría en absoluto silencio analizando todas las evidencias y todo el caso en general otra vez. No hablaban entre sí ni se miraban. Estaban absortas cada una dentro de sus propios pensamientos y reflexiones, y ni el menor ruido proveniente del exterior las perturbaba. Pero eso cambió radicalmente cuando Fontán las interrumpió con una noticia que no estaba en los planes de ninguna de las dos.

_ Lo hizo otra vez_ fue lo único que dijo Fontán exaltado y descolocado.

Las detectives se miraron una a la otra con intolerancia y fueron directo a la escena decididas a atrapar al misterioso acechador nocturno.

_ El homicidio fue alrededor de las 21.30, 22 horas_ le explicaba Zarasola a Fraga y Ezcurra en la escena._ Se repite el mismo patrón de los dos homicidios anteriores. Lo único que cambió fue el ángulo de disparo.

_ ¿Por qué?_ preguntó secamente Ivonne Fraga.

_ Yo creo que por el árbol ése_ y señaló uno que estaba a unos metros del lugar del disparo._ Le tapaba bastante la visual seguramente y se acomodó para no errarle. Es lo único lógico que se me ocurre a partir de lo que la evidencia nos dice.

_ ¿Y dónde está la lógica en esto, Zarasola?

Ivonne Fraga caminó a lo largo de la escena y se ubicó en diferentes perspectivas.

_ Pudo disparar desde cualquiera de estos ángulos_ confirmó._ Todos son igualmente buenos. ¿Entonces?

_ Además, sabemos que es muy meticuloso para elegir el lugar_ reflexionó Ezcurra en voz alta.

_ No es para menos. ¿Por qué el cambio de comportamiento? ¿A qué responde?

_ Ojalá pudiera decirles más_ dijo el forense, apenado.

_ Está bien, Zarasola_ repuso Fraga._ ¿Qué hay de la víctima?

_ Se llamaba Hernán Caviglia. Murió como las dos víctimas anteriores. Por la posición del cuerpo, parece que recién llegaba de trabajar. El pobre hombre no lo vio venir. Quizás por esto el cambio de perspectiva del disparo. Es absolutamente lógico.

_ No, definitivamente no_ ratificó la detective Fraga.

_ Es perseverante y se toma su tiempo_ dedujo Ailen Ezcurra.

_ Y los vecinos no lo vieron_ aseguró Fontán, acercándose hacia ellas._ Escucharon los disparos y salieron a ver qué pasaba. La historia se repite de nuevo.

_ ¿Familiares, amigos, conocidos?_ preguntó Ivonne Fraga.

_ Vivía solo. Trabajaba en una fábrica de muebles en Bella Vista. Su familia vive en Villa María, Córdoba. Mañana vienen para acá en el primer vuelo disponible para Buenos Aires.  Sin enemigos, sin problemas... ¿Qué piensan?

_ Que por mi parte, me voy a volver loca_ afirmó casi en un alarido, Fraga.

_ Si esta otra víctima está limpia como Dunken, volvemos a lo mismo: mataron a Dunken y a Caviglia para cubrir el asesinato de Scoti_ manifestó a viva voz, Ailen Ezcurra.

_ Ya por hoy es demasiado_ se resignó Ivonne Fraga._ Me voy a mi casa a descansar. En estas condiciones no puedo pensar con claridad.

_ Vayan las dos_ las alentó el médico forense, Zarasola._ Con Fontán las cubrimos. Hay mucha gente eficiente procesando la escena. Vayan, lo necesitan.

Ivonne Fraga dibujó una sonrisa de gratitud en sus labios y se retiró.

_ Gracias, muchachos_ repuso Ailen Ezcurra con voz agobiada._ Mañana nos ponen al tanto de todo.

Y se marchó.

 

 

                                                           6

 

Ivonne Fraga y Ailen Ezcurra estaban intercambiando opiniones entre sí después de que fueran notificadas sobre los recientes avances inherentes a la última muerte. No había nada de extraordinario en eso. Las dos estaban muy consternadas por no poder resolver el caso exitosamente en tiempo y forma. De los pocos que les había tocado investigar hasta ése momento, este era el más complejo.

La irrupción intempestiva del ayudante Fontán rompió sus esquemas de momento.

_ ¿Qué pasa, Fontán?_ le preguntó de mala gana Ailen Ezcurra cuando lo vio ingresar a la oficina.

_ Tengo algo_ dijo efusivo mientras sostenía una carpeta.

_ ¿Qué encontraste?

_ Hace siete años atrás, alguien que nunca identificaron mató a Antonio Echauri de un disparo en el pecho. Echauri era un reconocido abogado penalista que se involucró en los casos más controversiales que emergían dentro de la esfera judicial. Parece que el tipo, según el expediente, manipulaba la evidencia y extorsionaba a los testigos para que sus clientes no fueran juzgados. Defendía a los más altos y peligrosos criminales que había por entonces en el país.

Echauri tenía un hermano: Gustavo Echauri, también abogado Penal. Una noche, Antonio se fue del estudio una hora antes porque le había surgido un imprevisto de último minuto y Gustavo se quedó solo hasta que se fue. Aprovechó para adelantar trabajo y se retiró cerca de las 20.15. Cuando estaba de espalda cerrando el estudio, desde enfrente le dispararon con un fusil en la espalda y escaparon. Gustavo Echauri falleció en el acto.

Lo investigaron, pero estaba limpio. Y la Policía siempre sostuvo que el verdadero objetivo del asesinato era Antonio y no Gustavo por lo que les comenté antes. Y no es casualidad de que Echauri haya sido abogado en su momento de Nicky Rojo en una causa por contrabando de drogas.

_ El asesino no sabía que Antonio Echauri se había retirado antes y mató al hombre equivocado_ reflexionó con emoción Ailen Ezcurra._ Reconoció su error pero volver por Antonio Echauri era demasiado arriesgado y desistió de la idea. Y Nicky Rojo fue el señuelo ideal.

_ Esperó siete años_ continuó Fraga por la misma línea de pensamiento de su compañera._ Atacó a tres víctimas al azar para cubrir su error y para desviar la atención, y ahora va por su premio mayor. Va por Antonio Echauri. Fontán, averiguá ya mismo donde vive Echauri y prepará al resto del equipo. Nosotras vamos a hablar con Laberna. Nos vemos allá. ¡Movete!

_ Buen trabajo_ lo elogió Ailen.

Cada cual cumplió con lo dispuesto. Las detectives tuvieron la asidua tarea de convencer al comisario Laberna de que ésta vez no estaban equivocadas y después de unos minutos de difícil negociación, lo consiguieron. Fontán consiguió la dirección de Antonio Echauri y se trasladaron de inmediato hasta su domicilio en varias unidades. Cuando arribaron al lugar, mantuvieron todos un perfil bajo y se escondieron algunos en lugares estratégicos y otros monitoreaban la situación desde el interior de dos unidades equipadas.

Eran alrededor de las 20.40 cuando el sospechoso se apersonó en el lugar. Después de prepararse, las detectives Fraga y Ezcurra emergieron desde la oscuridad y arrinconaron al desconocido por los dos costados apuntándole cada una con su arma reglamentaria.

_ Bajá el arma lentamente y apoyala despacio sobre la vereda_ le ordenó contundente Ivonne Fraga.

El asesino obedeció sin oponer resistencia alguna.

_ Despacio de rodillas y las dos manos atrás de la nuca.

El extraño volvió a obedecer. E Ivonne Fraga procedió a esposarlo mientras Ailen Ezcurra le revisaba todos los bolsillos y lo palpaba. Cuando lo vieron directo a los ojos, ambas mujeres se quedaron sin palabras, pues no salían de su asombro. El desconocido era nada menos que el médico forense, el doctor Francisco Zarasola.

_ ¡Vos!_ le dijo Ailen Ezcurra enardecida._ Siempre estabas ahí. Vos, desgraciado. Te escondite a la vista de todos, basura. ¿Por qué Zarasola? ¿¡Por qué!?

_ Nunca lo entenderían_ repuso sin mostrar arrepentimiento de ningún tipo por sus actos.

Hubo un intercambio de miradas que expresaban todo tipo de emociones y finalmente unos oficiales se lo llevaron detenido.  Las detectives aún no salían de su asombro.

 

 

                                                                   7

 

_ Por eso Zarasola nos dijo lo del árbol, por eso tenía precisiones sobre algunos detalles_ reflexionó Ezcurra, de nuevo en la Comisaría y aliviada por resolver finalmente el caso.

_ Se metió en la oficina de archivos y buscó hasta que encontró lo de Echauri que inexorablemente lo llevó a Nicky Rojo y después sólo tuvo que coordinar el trabajo y listo_ adujo Fraga._ Lo habrá seguido a Rojo, habrá investigado un poco más a fondo y todo lo arreglado.

_ Que lo parió, cómo nos embaucó. Todo el departamento confiaba en él y mirá. Te confieso que Zarasola es de la última persona que hubiese sospechado.

_ Nunca se me cruzó por la cabeza que el asesino pudiera ser uno de nosotros. Ni en sueños.

_ Menos mal que no anticipó que habíamos deducido lo de Echauri y fue.

_.Por regla general, en ésta Comisaría el forense siempre es el último bocado del tarro. Sino, estábamos sonadas.

_ Tarde o temprano lo hubiésemos descubierto.

_ No si el crimen de Echauri era el último. Habríamos caído en su juego y chau, olvidate.

_ Lo que no me queda claro es el motivo.

_ Yo se los resumo en dos palabras_ dijo Laberna, interrumpiendo a las dos mujeres._ Zarasola estaba estudiando Física en la universidad. Le faltaba la tesis final para recibirse que consistía en dar una explicación convincente a un teorema no resuelto por la ciencia aún. Se encaprichó en intentar demostrar la fuerza del impacto en detrimento con los factores de velocidad y trayectoria. No sé, no entiendo nada de éstas cosas.

_ Y cometió los asesinatos de ésta forma para intentar demostrar en la práctica lo que sostenía en la teoría_ anticipó inteligentemente Fraga.

_.En resumen, fue eso_ confirmó Laberna._ Ya habló y está listo para firmar la confesión.

_ Qué enfermo de cuarta.

_ Buen trabajo, chicas_ las felicitó Hipólito Laberna._ Estoy orgulloso de ustedes.

_ Fue un gran trabajo en equipo, Comisario_ lo rectificó Ailen Ezcurra._ Fontán hizo un trabajo impecable.

Laberna estaba a punto de abandonar el recinto, cuando retrocedió unos pasos hacia su interior otra vez.

_ ¿Adivinen cuál era la materia que más odiaba en la Secundaria?_ preguntó con un inofensivo sarcasmo.

Las detectives lo miraron con cierta rispidez reflejada en sus ojos y Laberna sólo soltó una sonrisa indiscreta al aire.

 

                                           

 


Los testigos (Gabriel Zas)




                            


 

 
1 de enero de 1987: el crimen

 

La familia Encina todos los Años Nuevos los celebraba de la misma forma: con una fiesta de disfraces que duraba todo un día entero a bordo de su lujoso yate que transitaba las espléndidas aguas del río Paraná. Tenía una capacidad máxima para treinta personas pero ése límite era superado año tras año con la llegada de nuevos invitados. Hasta algunos llegaron a decir que un día la nave iba a colapsar y se iba a hundir o se iba a producir una catástrofe de dimensiones inimaginables. Pero la mayoría de la gente, sobre todo sus anfitriones, desistían de la idea de que eso fuese a suceder ya que alegaban que la embarcación era extremadamente resistente y que ni siquiera un huracán podría destruirla.

_ Pensaban lo mismo con respecto al acorazado Elena, y miren lo que pasó. Salió de Puerto Madryn lo más bien, uno de sus motores se prendió fuego y murieron todos sus tripulantes, algunos en el acto y otros más tarde en el hospital. Nunca se sabe_ dijo alguien a bordo del yate de la familia Encina con voz sentida y frágil.

_.Un falla técnica_ replicó otra de las invitadas. _La tragedia se pudo haber evitado si antes de zarpar del puerto le hubiesen hecho todos los controles de rigor, que según las pericias, no habían sido efectuados, sino de inmediato hubiesen detectado la falla.

Y por aquélla vez no se volvió a hablar más del tema.

La familia Encina era oriunda de Chajarí, en la provincia de Entre Ríos. Era una familia muy unida y muy querida por todos. Eran dueños de tres empresas muy importantes a nivel nacional, legadas de generaciones anteriores. La madre se llamaba Irene Encina y se caracterizaba por ser humilde y compasiva, una mujer muy apreciada por todos los habitantes del pueblo. Era alta, de una sonrisa cautivadora, ojos grises brillosos como la Luna, pómulos pequeños pero bien delineados y cabello castaño semi oscuro. Su marido se llamaba Osvaldo Encima y era un hombre soberbio y arrogante, con una personalidad fuertemente sensible, lo que lo hacía débil frente a las presas que estaban a la caza de nuevas víctimas, aunque su temperamento era fuerte y hostil, y no era fácil convencerlo de las ciertas cosas con la que él no estaba de acuerdo. Tenía una estatura promedio de un metro setenta, ojos color café, espaldas anchas y rostro pequeño.

Ambos estaban casados hacía treinta y un años y tenían dos hijos: Lucas, de veintisiete años y Magdalena, de treinta y tres. Pero la tarde del 1 de enero de 1987 cambió sus vidas para siempre. Noemí Elizarraga, una de las invitadas a bordo, apareció asesinada de una sola puñalada dada con precisión a la altura del corazón adentro de uno de los compartimentos del yate. Pese a que todos los invitados estaban disfrazados, los disfraces no se repetían entre sí y dos testigos ocasionales, de identidad reservada por razones obvias, identificaron a la persona ataviada en el traje como Irene Encina. Después de todo, es verdad eso que dicen sobre que las apariencias engañan. Nadie creería jamás que ésa mujer tan generosa y a la que todo Chajarí idolatraba, era en realidad una asesina en potencia.

Según el informe emitido por el Cuerpo Médico Forense, la puñalada certera implicaba premeditación y no un homicidio espontáneo como consecuencia de un arrebato por emoción violenta. Además, las únicas huellas que recuperaron del arma homicida eran las propias de la señora Encina. No había otras. Con ésta evidencia más los dos testigos oculares, el juicio se celebró en poco tiempo, el que Dortmund y yo presenciamos por expreso pedido de nuestro amigo, el capitán Riestra. Si había algo más, nuestro amigo sabía a la perfección que Sean Dortmund lo iba a descubrir sin inconvenientes y de la manera menos pensada, ésa que a nadie se le ocurriría jamás aplicar porque la consideraría anticuada e inútil para abordar resultados favorables y óptimos.

 

 

8 de mayo de 1987: el juicio

 

El capitán Riestra estaba parado justo al otro lado de la sala, detrás de los asientos en donde estaba instalada la parte acusada. Dortmund y yo estábamos situados exactamente en el extremo opuesto, pese a lo cual mantuvimos todo el tiempo contacto visual con él. Irene Encina estaba sentada frente a los jueces del tribunal, en una actitud ambigua. Podía interpretarse que estaba bastante nerviosa a la vez que se la podía considerar firme y segura de sí misma, como si no tuviera nada que ocultar. El fiscal, el doctor Armando Müller, se paró con autoridad frente a ella y la interrogó por más de media hora, con algunas interrupciones temporales de por medio por el lado de la defensa oficial. Dortmund escuchaba con suma atención la declaración de la señora Encina, haciendo en una libreta diminuta que siempre llevaba consigo apuntes de lo más relevante de su indagación. Lo que mi amigo apuntó fueron estos detalles:

 

* Irene Encina, sin motivo aparente para el asesinato.

* El cuchillo utilizado para el crimen tenía sus huellas porque previamente lo había utilizado para cortar una torta de manzana.

* No vio a la señora Elizarraga hasta que su cuerpo fue descubierto.

* El disfraz que llevaba puesto era el de Maria Antonieta. Lo usaba todos los años, le gustaba lo clásico.

 

A su vez, mi amigo apuntó lo más relevante que declararon el resto de los testigos:

 

*Era cierto que utilizó el cuchillo para cortar una torta de manzana, pero atestiguan que cuando lo fue a buscar tardó más tiempo de lo esperado. Ante este dato, la señora Encina declaró que se demoró porque fue al baño y que durante esos minutos dejó el cuchillo apoyado sobre una mesa de pasada.

* La señora Encina y la víctima, Noemí Elizarraga, no fueron vistas juntas en ningún momento ni hablando ni discutiendo.

* Los testigos claves que la vieron cometer el presunto homicidio pasaron cerca de la escena porque iban a uno de los compartimentos a buscar algo que se habían olvidado entre sus pertenencias.

* Los testigos claves identificaron a la señora Encina por el disfraz (no había dos personas a bordo vestidas de igual manera) y además porque le vieron el rostro. Dijeron que los amenazó con matarlos si llegaban a decirle a alguien lo que vieron.

* El cuerpo de Noemí Elizarraga fue descubierto minutos más tarde por el esposo de la acusada, el señor Osvaldo Encina.

 

Y los diferentes testimonios se sucedieron a lo largo de todo el juicio con declaraciones de escaso interés para la resolución de la causa, los cuales tenían muchos puntos en común. Mi amigo me tomó sutilmente del brazo y me llevó discretamente afuera de la sala para hablar más tranquilos y con mayor libertad.

_ ¿Alguna idea, Dortmund?_ le pregunté._ Parece que el caso está bastante claro, después de todo.

Pero mi amigo movió la cabeza dubitativamente y con cierto pesar.

_ Hay algunos puntos que me inquietan_ me dijo reflexivamente._ Primero, el motivo. Todos coinciden en que la señora Encina carecía de motivos para cometer el crimen.

_ Frente a toda la evidencia en su contra, ¿importa eso?

_ El motivo, doctor Tait, es el pilar de un asesinato. Si no se lo sostiene, toda la estructura se derrumba. Además, si es cierto que la señora Encina dejó apoyado el cuchillo en una mesa al azar unos minutos mientras fue al baño, es posible que alguien lo haya tomado procurando usar guantes para evitar dejar impresas sus huellas en el mango.

_ Su teoría sugiere que alguien siguió sutilmente a la señora Encina el día del crimen y que vio la oportunidad de tomar el cuchillo, matar a la señora Elizarraga, dejarlo otra vez en donde estaba y escabullirse sin ser visto.

_.Al fin nos entendemos, doctor Tait. Si el baño estaba a metros del camarote de donde se produjo el crimen, el asesino tuvo tiempo suficiente. La señora Encina estaba relajada mientras declaraba y sonaba absolutamente sincera. Y esas cualidades están ausentes en alguien que realmente asesinó a otra persona.

_.Todo me resulta imposible. ¿La víctima también estaba en el momento exacto? Es demasiado extraordinario.

_ Cuando la señora Encina entraba al baño, la señora Elizarraga salía. Tan sencillo como eso, doctor Tait. Y entre tanta gente y con tanto ajetreo, difícilmente alguien hubiese notado cualquier ausencia. Más estando el hecho de que era una fiesta de disfraces y nadie podía saber con absoluta certeza quién era quién, a excepción de la señora Encina, que todos los años lucía el mismo traje, lo que no deja de ser un detalle muy importante y clave para descubrir lo que realmente sucedió.

_ Dortmund. ¿Y los testigos que la vieron cometer el crimen?

_.Los testigos se compran. Y si la historia que arman es buena y el asesinato fue brillantemente planeado y ejecutado con total implacabilidad, es posible que jamás descubran el engaño. Creo que este es el caso, doctor Tait. Y sabe por regla general que nunca me equivoco.

_.Lo sé, y por eso lo apoyo. ¿Quién sospecha que sí pudo tener una motivación convincente para asesinar a la señora Elizarraga?

_ Es lo que debemos averiguar sin perder tiempo. ¿Quién descubrió el cuerpo? ¿El señor Encina?

Afirmé con un movimiento de cabeza.

_ Empecemos por él, entonces_ exclamó Dortmund, encaminándose hacia la puerta de entrada del Juzgado.

_ Está adentro de la sala declarando como testigo.

_ No creo que su declaración complique la situación procesal de su mujer. Sígame, tengo una idea.

_ ¿Cuál?

_ Se da la casualidad de que el señor Encina vive justo a siete cuadras de acá. Revisaremos su casa minuciosamente pero con cierta urgencia. Si realmente él asesinó a la señora Elizarraga, habrá algo en su casa que lo vincule con el homicidio. Los hombres como él no son muy inteligentes en ése sentido.

_ ¿Está hablando enserio? Eso va contra las reglas y usted es sinónimo de no romperlas jamás bajo ninguna circunstancia. Me lo repite todo el tiempo en cada caso.

_ Pero toda regla general tiene sus excepciones, lo que lo hace perfectamente lícito. Y si tal no fuese el caso, no lo tendría en cuenta porque se trata de salvar de la cárcel a una mujer inocente.

_ Pero un tribunal no toma en cuenta las pruebas recabadas de procedimientos ilegales.

_ Esa regla también dispone de una excepción y yo la haré valer. Procuraré, de todos modos, que no se vea como tal.

No sé porqué, pero le hice caso y lo seguí. Quince minutos fue lo que tardamos en llegar hasta la casa de la familia Encina. Era una gran chacra con un inmenso jardín en la entrada extraordinariamente cuidado y preservado. Por dentro, tenía un estilo muy rústico con una decoración y estructura típicas de la época del Barroco. Ingresamos fácilmente, pues la puerta de entrada estaba sin llave. Eso era algo muy común entre la gente de pueblo.

Por recomendación de Dortmund, yo revisé el ala norte de la morada, incluyendo el primer piso, y él el ala sur. Después de una búsqueda exhaustiva por todos los recovecos habilitados, encontré unos papeles de una aseguradora que vinculaba al señor Encina con la póliza de seguro del transatlántico Elena, hundido el 14 de noviembre de 1986. Los revisé con lujo de detalle y descubrí que la nave había sido fabricada por Osvaldo Encina y dos socios más de las empresas de la que era dueño junto a su esposa. Es claro que el negocio era paralelo a la administración de las fábricas y que era algo que el propio señor Encina lo mantuvo en absoluto secreto. Lo que sí no era un secreto era que dos de ésas tres fábricas estaban en bancarrota, pese a que la señora Encina era optimista frente a tal negativo panorama y que estaba absolutamente convencida de que muy pronto las sacarían a flote otra vez.

Corrí a buscar a Dortmund para exponerle mi hallazgo.

_ ¡Eso es!_ exclamó eufórico mi amigo._ Tenemos el motivo. Seguramente, el transatlántico Elena fue construido con otros fines, quizás para montar un negocio paralelo a espaldas de su familia para que le ingresara dinero con sus viajes. Ése dinero tenía un fin sin dudas oscuro en manos del señor Encina y sus socios. Pero cuando dos de sus empresas declararon la bancarrota, los tres no lo dudaron. El plan fue sin dudas inducir el barco a un accidente seguro para cobrar la póliza y con ése dinero salvar a las empresas del quiebre. Alteraron el motor y listo. Pero no midieron el riesgo y todos los tripulantes fallecieron. Y por ende, tuvieron que ocultar el tema muy bien y procurar que la verdad nunca viese la luz. Pudieron haber quemado los papeles en vez de conservarlos, porque así correrían el riesgo de que alguien los encontrara por accidente.

_ Si conservaron los papeles, seguramente deberían estar preparando un plan a futuro.

_ Buen punto, doctor Tait. Lo cierto es que la señora Encina lo descubrió todo. Pero si la mataban directamente a ella,  la Policía fijaría sus sospechas inmediatamente en él y todo se descubriría enseguida. Claro que la pobre señora Encina nunca dijo una palabra a nadie sobre este descubrimiento, pero tampoco se imaginó que su marido ya la había descubierto. Lo dos actuaron como si no supieran el secreto del otro.

Osvaldo Encina y sus dos cómplices necesitaban un chivo expiatorio porque no podían dejar las cosas así como así, y fue ahí cuando la pobre señora Elizarraga entró en escena. Fue al baño casi unos segundos previos a que la señora Encina se dirigiera a la cocina a buscar el cuchillo. El momento ideal. Era ahí o nunca.  Lo agarró, pero lo dejó abandonado unos instantes para ir al baño. Se cruzó con la señora Elizarraga cuando salía. Ahí, el señor Osvaldo Encina tomó el cuchillo y apuñaló a la señora Elizarraga. Luego, sus cómplices tomaron el cuerpo y lo dejaron abandonado en la cocina, el último sitio frecuentado por la señora Encina. Limpiaron velozmente el cuchillo y lo volvieron a dejar en el mismo lugar en donde lo había apoyado Irene Encina y se dispersaron de inmediato sin dejar rastros. La señora Encina salió del baño y ya conocemos el resto.

Los peritos analizaron el cuchillo y además de encontrar las huellas de la señora Encina, encontraron restos de sangre de la víctima limpiados. Y en base a que muchos testigos declararon que ella tardó más tiempo de lo normal al ir a la cocina y volver,  y que la propia señora Encina dejó constancia de que se demoró porque pasó primero por el baño, los peritos concluyeron que la parada en el baño obedeció a tomarse unos minutos para limpiar el cuchillo. ¿Lo ve? Fue el crimen petfecto. Estoy extremadamente sorprendido. Nunca vi nada parecido a esto.

_ Prometo no objetar de ahora en más sus ocurrencias. Pero necesitamos encontrar evidencia de que la señora Encina descubrió todo el engaño. Por ahora, sólo basamos la acusación en una excelente teoría.

_ Algo tenemos.

Miré extrañado a mi amigo sin decir una sola palabra. Buscamos entre las cosas de la señora Encina y encontramos muy bien escondidas una serie de fotocopias de los documentos que yo hallé antes. Eso me generó mucha satisfacción. Una mujer inocente iba a ser salvada gracias a la implacable inteligencia de Sean Dortmund y era gratificante saber que teníamos una prueba sólida para sostenerlo.

_ Si pudiésemos encontrar a los dos cómplices del señor Osvaldo Encina_ dije esperanzado.

_ Ya los tenemos_ me replicó Dortmund con una sonrisa de oreja a oreja.

_ ¿Cómo es eso posible?_ le pregunté seriamente confundido.

_ Son los testigos clave que atestiguaron ver a la señora Encina apuñalar a la señora Elizarraga. Si chequea todos los papales que encontramos, verá sus nombres reflejados en ellos. Hasta eso fue armado y hábilmente pensado. Con toda la evidencia física en contra de la señora Encina, la declaración de los testigos adquirieron un grado de verosimilitud incuestionable.

Cuando llegamos al Juzgado, el juicio estaba en recesión ya que los jueces estaban debatiendo a puertas cerradas para tomar una decisión en cuanto al fallo. Dortmund le entregó toda la evidencia junto a una misiva dirigida al capitán Riestra a un oficial que estaba custodiando el ingreso a la sala.

Cuando los tres miembros del jurado reanudaron la sesión, el capitán Riestra se acercó a ellos y los confrontó con la nueva evidencia incriminatoria. El presidente se sacó los anteojos y miró a Riestra con enojo y hostilidad, y no era para menos.

_ Explíquese, capitán_ le exigió autoritario el presidente del jurado a nuestro amigo.

El capitán Riestra le hizo un breve resumen de los hechos realmente sucedidos el día del asesinato.

_ Es difícil de explicarlo con sencillez, señor Juez_ dijo después Riestra, algo nervioso y titubeante._ Pero analice todas éstas nuevas pruebas y se cerciorará de la inocencia de la acusada, Irene Encina.

_ ¿Cuál es su pedido a este honorable jurado, capitán Riestra?

_ La absolución definitiva de la acusada y la apertura de un nuevo juicio contra el señor Osvaldo Encina y los dos testigos clave: los señores Lucio Fonsotti y Raúl Padini.

Los murmullos invadieron la sala en cuestión de pocos segundos. Riestra le dirigió a Sean Dortmund una mirada de reproche pronunciado aunque su expresión sugería admiración y gratitud. Con mi amigo, sencillamente nos retiramos de la sala. Nuestro trabajo ya estaba hecho.