Caso 6: El caso del turista de oriente
Ivonne Fraga estaba tomando unos
mates cuando Ailen Ezcurra, su fiel amiga y compañera de la Policía Federal,
tocó el timbre de su casa. Estaba vestida con ropa informal que hacía resaltar
parcialmente la originalidad de su peinado, y acomodándose en una silla de la
cocina y con la radio encendida de fondo, sonrió afanosamente a su par. Por un
instante, aquélla sonrisa demostró soberbia y simpatía a la vez.
_ ¿Laberna te mandó a vigilar un
museo?_ le preguntó Fraga con sincero asombro.
_ El museo Irurtia, para ser más
exacta_ respondió Ailen Ezcurra con voz carente de entonación.
_ Contame qué onda con eso.
_ Dame un mate primero, así arranco
ahí en lo alto con la historia.
_ ¿Al final, a qué nos dedicamos
exactamente nosotras? ¿Robo, estafas, asesinato...?
_ Somos principiantes_ dijo
Ezcurra mientras terminaba de tomar el mate que le cebó su amiga._ Nos van a
mandar a cubrir todo tipo de casos hasta que vean dónde encajamos mejor. Derecho de piso.
_ Bueno, dale. Contame del caso
este.
Ailen Ezcurra se aclaró la
garganta y tomó un último mate antes de arrancar en forma definitiva.
_ Parece ser_ comenzó a narrar_
que descubrieron un collar que Perón le regaló a Evita allá por el 50, 51. Se
cree que fue la última joya que él le regaló para uno de sus últimos
cumpleaños, de la que nadie conocía su existencia hasta ahora. No sé cómo la
encontraron, ni mucho menos, dónde ni quién. Cuestión, que iba a ser llevada a
una joyería de prestigio que hay en el país pero de forma encubierta para
preservarla sin que nadie se enterase, ya que tiene un alto valor histórico,
simbólico y sobre todo, económico. El plan, según Laberna, era llevarla al
museo Irurtia en el marco de un evento que ahí había, entregarla a un contacto
de forma discreta que estaba mezclado entre la multitud y que éste saliese como
si nada para trasladarla a otro punto de contacto. Así, con varios involucrados
y en lugares sin conexión aparente, nadie sospecharía nada.
Sin embargo, el dato llegó a
oídos de un famoso ladrón japonés con pedido de captura internacional. Se hacía
pasar por un turista como cualquiera y robaba la joya en cuestión de forma
implacable, sin llegar a conocerse nunca ni su método ni cómo tomaba
conocimiento de ciertos datos. Así supieron que se había enterado de la joya de
Perón y viajó a Argentina para robarla. Sus últimos golpes fueron en Albania,
Moldavia, Luxemburgo, Liechtenstein, Macedonia, Italia, Canadá y Francia.
Siempre se sospechó que trabajaba con más de un informante, pero nunca se
identificó a ninguno. Y me enviaron a mí de encubierta para evitar que el robo
se concretase. Además, no estaba sola, había varios oficiales encubiertos. No sabía cómo era el
tipo. El único dato que manejábamos todos era que el tipo era japonés, nada
más. Teníamos que focalizar toda nuestra atención en un oriental.
Paró para tomar un mate y prosiguió.
_ Empecé a mirar a todos los que
iban llegando y a los que ya estaban cuando llegamos nosotros con absoluto
detenimiento. No había otros orientales mezclados entre la muchedumbre de
visitantes, así que eso nos facilitó mucho la labor de encontrar al tipo más
fácilmente. No pasó nada hasta que lo vi. Lo vi ahí al tipo, parado, haciéndose
el distraído. Así que disimuladamente me acerqué y lo atrapé. Pero lo agarré en
la Tesorería. Escuchá esto porque te morís. Teníamos el dato preciso de que el tipo era japonés, pero el que yo vi en actitud sospechosa
y que se notaba que estaba en estado de alerta, era en realidad chino.
_ ¿Cómo podés estar tan segura de
eso a simple vista? Los orientales son todos iguales para mí.
_ Porque los orientales tienen sus diferencias. El tipo que yo vi tenía la cabeza cuadrada, y
los que tienen la cabeza cuadrada son los chinos, no los japoneses. Entonces,
me di cuenta enseguida que el flaco era una distracción. Tenían que creer que
era él en realidad y que las joyas importantes eran sus objetivos. Pero el
japonés estaba realmente en la Tesorería vaciando toda la plata de la caja
fuerte. Robaba la Guita, la reemplazaba por una cantidad similar a la sustraída
en billetes falsos y se escapaba por donde entró. El descubrimiento de los
billetes falsos se concertaba semanas más tarde y nadie sospechaba del Ponja
por la razón obvia de que estaba mezclado entre la gente y de que siempre se lo
vio como un ladrón de joyas importantes valuadas en millones de dólares.
_ Pero, al que todos veían entre
la multitud era al chino en realidad.
_ Pero, ¡tal cual!. Y pensaban después
que el robo de los billetes y su sustitución por los falsos era un trabajo
interno.
_ Pero, no entiendo cómo el
japonés salía y entraba sin ser visto. Y más aún, que fuese a la Tesorería,
consumase el robo y que nadie lo notase.
_ Porque el tipo se ponía
anteojos de sol y pasaba como alguien de seguridad, por su impecable forma de vestir y porque se alteró parcialmente los rasgos de los
ojos con alguna clase de maquillaje para pasar inadvertido entre el resto. Y como las cajas fuertes son todas digitales, el tipo usó un sistema
para vulnerarlas y conseguir así la combinación. Te digo esto porque tenía como un tipo de dispositivo
en la mano cuando lo agarré. A todo esto, no opuso resistencia. Ya estaba
jugado. Lo que menos lo favorecía era resistirse, claramente.
_ ¿Y ahora?
_ Lo van a deportar a Europa en
donde seguramente va a ser enjuiciado por un tribunal internacional y
sentenciado. Interpol había difundido una circular roja con la foto suya y las
fechorías de este individuo. Las Naciones Unidas y las respectivas Embajadas de
los países afectados ya deben estar al tanto de la situación, así que ya no es
problema nuestro.
_ Decime la verdad. ¿Enserio
descubriste toda la farsa por el detalle de la forma de la cabeza? Te conozco,
Ailen. ¿Qué más sabías?
Ailen Ezcurra suspiró resignada.
_ Me conocés bien, ¿eh?_
replicó._ Laberna me mostró previamente unas cartas que el Ponja este enviaba a
las fuerzas nacionales después de consumar el robo en donde se ufanaba del
mismo. Estaban redactadas en su idioma natural, obviamente. Pero los símbolos
japoneses y chinos también tienen bien marcadas y definidas sus diferencias. Y
como yo estudié chino en mi adolescencia... Bueno, para algo sirvió, ¿no? Logró
engañar a varios por largos años, pero a mamita, no. Me pregunto qué cuerno
habrá hecho con las joyas que robó el otro. Bueno, ya va a hablar y las van a
encontrar. Las deben tener ocultas en algún lugar porque no
creo que hayan podido empeñarlas ni mucho menos pasarlas por la Aduana de
contrabando.
_ El otro resultó ser chino de
acá a la China... De acá a la
China, ¿entendés?_ y le guiñó el ojo acompañado de una sonrisa cómplice e
indiscreta.
_ Sos una tarada_ y se rió
sutilmente.
_ Che, ¿y el nombre? Supongo que
identificarlo fue lo primero que hicieron.
_ El japonés que era en realidad
chino, el chivo expiatorio en todo este circo, se llama Jun Feng Kong. Y el
cien por ciento japonés, que era el ladrón genuino y el que atrapé yo, lo
identificaron como Daichi Tokashiki.
Ivonne Fraga sacó de la heladera
dos porrones de cerveza y le dio uno a su amiga, a la que veía en esos momentos
con admiración y como una verdadera heroína.
_ ¿Birra con mate te parece?_ le
preguntó Ailen con cierto temor.
_ Dejate de joder y brindemos por
un caso brillantemente resuelto por una gran detective de la Federal y porque
nunca más nos toquen francos separados.
Y las dos muchachas chocaron sus
botellas en el aire.
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