Caso 4: La herencia del avaro
El señor Juan Ernesto Pilao
declaró ante el comisario Laberna que le habían sustraído el testamento nuevo
que había redactado y que exigía que encontraran a quien lo había hecho de
inmediato. Solamente había dos personas más en la casa aparte de él: su sobrina,
Lucrecia Pilao; y su mejor amigo de toda la vida, Mario Durnezkof. Era un
hombre de avanzada edad, algo encorvado, calvo, voz severamente ronca y se
valía de la ayuda de un bastón para mantenerse en pie.
_ ¿Por qué hizo un segundo
testamento, señor Pilao?_ le preguntó Hipólito Laberna.
_ Porque me peleé con mi sobrina_
respondió Juan Ernesto Pilao, convencido de su idea._ Discutimos sobre mi
futuro. Verá, tengo una enfermedad terminal y mi partida de ésta tierra es
inminente. Quise dejarle todo a ella, que es mi única familia que me queda y
con quien quiero pasar mis últimos días. Pero quiere enviarme a un geriátrico,
porque asegura que ahí voy a estar mejor cuidado que en mi propia casa. ¡Una
locura! ¿A quién se le ocurre semejante atrocidad? Por eso me ofendí y me enojé
con ella. Así que decidí hacer el testamento de nuevo y le dejé todo a Mario,
que sin dudas tira para unos años más.
_ ¿Y cree que ella se sintió
traicionada de parte suya y por eso le robó el testamento?
_ No lo creo, estoy seguro.
_ ¿Usted le dijo entonces de su
cambio de planes?
_ Por supuesto que sí.
_ ¿Y ella cómo lo tomó?
_ Mal. Hasta temí que me matara
por eso. Por suerte no pasó.
_ ¿Y por eso estaba el señor
Durnezkof con ustedes?
_ Sí. Pensó que era una
injusticia para con mi sobrina. Pero lo convencí de que lo aceptara.
_ ¿Y no cree que realmente tiene
razón su amigo respecto a que cometió una injusticia con su sobrina?
_ ¡Por supuesto que no!
_ ¿Y no piensa paralelamente que
su sobrina tiene razón con respecto a internarlo en un geriátrico, en donde va
a estar cuidado por profesionales?
_ Ni lo mencione usted. Me falta
el respeto al ofenderme deliberadamente de ésta forma.
_ Está bien, me disculpo, señor
Pilao. ¿Dónde guardó el testamento una vez hecho de nuevo?
_ En el segundo cajón de mi mesa
de luz.
_ ¿Sabe que lo guardó ahí? ¿Lo
vieron hacerlo?
_ Sí, sobre todo Leticia.
_ Entonces, usted se levantó,
dejó el cuarto solo por unos minutos y en un descuido, según su manera de ver
los hechos, su sobrina Leticia le robó el documento.
_ Así es.
_ ¿Fue firmado y sellado por
escribano público?
_ La escribana, la doctora
Marcela Serrano, vino ésta mañana a mi casa para convalidarlo. Puede llamarla,
si lo desea y si no me cree, porque piensa quizás que soy un viejo maniático,
mentiroso y escrupuloso.
_ No lo pienso. Cálmese y déjeme
hacer mi trabajo.
_ Espero que así sea.
_ Una última cosa, señor Pilao.
¿Qué hizo con el testamento anterior?
_ Lo tiré. Ni crea que lo voy a
guardar de recuerdo.
Laberna le hizo una sonrisa
amistosa y el señor Pilao se retiró. Contactó inmediatamente a la doctora
Serrano, quien constató que ésa misma mañana fue a casa del señor Pilao a
certificar el nuevo testamento. Más tarde entrevistó a Mario Durnezkof, cuya declaración
no arrojó nada relevante y cuyos lineamientos coincidían con lo expuesto por el
propio señor Pilao.
Pero la cuestión dio un giro
interesante e inesperado cuando Leticia Pilao se presentó espontáneamente a
declarar.
_ Mi tío me confesó que vino a denunciar
el robo de su testamento y que me acusó directamente a mí. Por eso estoy acá_
se expresó cordialmente Leticia Pilao ante el comisario mayor Laberna.
_ Exactamente_ afirmó Laberna._
¿Qué tiene para decir en su defensa?
_ Que mi tío miente. Sí, es cierto
que discutimos por la razón que usted conoce, pero nunca mencionó la existencia
de un nuevo testamento.
Hipólito Laberna se frotó los
ojos de impaciencia.
_ La escribana lo confirmó. Ella
misma lo certificó hoy a la mañana_ adujo con elocuente escepticismo.
_ Sí, y la vi en casa. Pero lo
que firmó, tengo entendido, fueron unos
documentos por la sucesión, no un testamento. Mi tío es muy avaro y es capaz de
lo que sea para no repartir su fortuna como corresponde.
Laberna se mostró un poco
confundido ante este planteo y volvió a hablar con la escribana una vez que
hubo terminado con Leticia Pilao. La doctora Serrano afirmó firmar unas
escrituras viejas que el señor Pilao nunca le había dado para legitimar y que
lamentaba haber malinterpretado su duda durante la primera declaración.
¿Podría estar mintiendo? Sin
dudas que sí. Pero sus palabras sonaron con una sinceridad incuestionable, por
lo que Laberna no puso en duda sus dichos. Entonces, si alguien mentía, ésa
persona era Lucrecia Pilao y las sospechas del tío en referencia a su querida
sobrina, podían resultar acertadas después de todo.
El comisario Laberna solicitó una
orden de cateo a través del fiscal para revisar la casa del señor Pilao. La
diligencia estuvo a cargo de la detective Fraga porque su amiga, Ailen Ezcurra,
estaba de franco. Después de estar cuatro horas ausente, Ivonne Fraga regresó
con el caso resuelto. Hipólito Laberna estaba ansioso por escuchar la verdad.
Fraga arrojó sobre el escritorio
de su superior un sobre cerrado. El comisario mayor Laberna lo recogió, lo
abrió y extrajo de su interior un documento en papel desgastado: era el primer testamento redactado por el
señor Pilao.
_ Mintió la persona que menos
esperaba que lo hiciera_ adujo Laberna presumidamente.
_ Déjeme decirle, señor, que tiene ambos testamentos en la mano_ dijo
vanidosamente la detective Fraga.
Laberna la observó con
desconcierto y asombro.
_ Explíquese, detective_ le
sugirió.
_ Cuando llegué al domicilio del
señor Laberna, sentí mucho calor, y cuando volteé mi vista hacia un determinado
rincón, vi una estufa prendida. Estufa prendida en plena primavera. Me pareció
sospechoso, así que inicié una inspección minuciosa por todos los recovecos del
lugar hasta que encontré el sobre este adentro de la funda de una almohada de
un sillón que estaba en la sala principal. Supe entonces que la estufa
encendida no podía ser una mera casualidad del azar. Así que tomé una barra
metálica que encontré al costado de la chimenea, la calenté lo suficiente y
luego la deslicé por encima del testamento, revelando una escritura secreta.
_ Juan Ernesto Pilao recurrió a
la tinta cromática diferencial.
_ Exacto, señor. Cuando el
documento reaccionó con el calor, el escrito adquirió un tono azul verdoso, lo
que sugiere sin dudas que Pilao utilizó a modo de tinta cloruro de cobalto.
Encontré un frasco de dicha sustancia oculto en el botiquín del baño.
_ Qué hábil. Mezcló la tinta
común con el cloruro de cobalto cuya coloración es similar sencillamente a la
tinta normal. Con dicha preparación, redactó el segundo testamento encima del
original, que estaba redactado con tinta vulgar. Usó dos elementos de
escrituras iguales entre sí para generar grafías símiles, obteniendo así un
texto visible y homogéneo. El revelado de la escritura reacciona a la técnica
pertinente, que en su caso no fue difícil deducirla e identificarla.
_ Hablé con la doctora Serrano.
En ninguno de los dos casos le dejó nada a su sobrina. Para cuando el señor
Pilao redactó el primer testamento hace un año atrás, cuando le diagnosticaron
un enfisema pulmonar severo, arguyó que no tenía plata para pagarle a la
escribana para que lo certificara, así que no lo hizo. Después de que se
peleara con Lucrecia hoy a la mañana, realizó el segundo dejándole todos sus
ahorros y sus bienes de menor envergadura a la doctora Serrano para pagarle por
sus servicios. Ella no lo supo hasta que el propio señor Pilao se lo comunicó
por teléfono hoy al mediodía. Sostuvo que el pago se lo efectuaría por un giro
a su cuenta de ahorro, pero resultó ser mentira. Y ya había firmado, por lo que
lo aceptó forzosamente.
Verá señor que dinero no le falta
ni le faltó nunca al Juan Ernesto Pilao y que no le pagó a la doctora Marcela
Serrano en su momento por culpa de su avaricia. Y ahora tampoco lo hizo, porque
en el nuevo testamento el señor Pilao dejó explícitamente establecido que la doctora Serrano no podrá hacer uso de ése
dinero hasta pasados cincuenta años después de su muerte, lo que es
perfectamente legal tratándose de un hombre mayor y con una enfermedad
terminal.
_ Engañó audazmente a todo el
mundo.
_ Se valió de sus conocimientos
como farmacólogo para apelar a ésta técnica. De eso se jubiló. Tiene tesis muy
interesantes sobre el actuar de ciertos medicamentos en enfermedades crónicas
avanzadas.
_ Eso no lo justifica en
absoluto.
_ La herencia del avaro…
Laberna sonrió esporádicamente
ante la frase que esgrimió la detective Fraga.
_ Ha hecho un muy buen trabajo,
detective_ la elogió con admiración.
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