miércoles, 26 de diciembre de 2018

Doble culpa (Gabriel Zas)






                              


 (Un humilde tributo a Asesinato en el Expreso de Oriente)



_ Querrá ver esto, Dortmund_ le dijo el capitán Riestra al inspector mientras transitaban los amplios y elegantes pasillos del hotel Los álamos, uno de los más prestigiosos de Ushuaia, empotrado a a un kilómetro del reconocido Faro del Fin del Mundo.
_ Fue un viaje muy extenuante desde Buenos Aires hasta acá_ dijo en tono de reproche, Dortmund._ Espero que su pequeño problema sea meritorio de haberme hecho hacer un viaje de tales magnitudes en las condiciones en las que me encuentro.
Riestra miró a Dortmund con recelo e incertidumbre.
_ ¿Le pasa algo? ¿Se encuentra usted bien?_ le preguntó enseguida.
_ Mentalmente, estoy tan lúcido como habitualmente suelo estarlo_ respondió el inspector, secamente._ Pero físicamente, es todo lo opuesto. He estado trabajando sin descanso las últimas tres semanas y necesitaba estar alejado de toda actividad por al menos dos semanas consecutivas hasta estar repuesto completamente.
_ ¿Por qué aceptó mi invitación, entonces, Dortmund?
_ Porque usted también tuvo que viajar desde Buenos Aires cuando regularmente no habitúa a hacerlo si no existe una buena razón que lo estime. Implica entonces que el caso es realmente importante y que además la Policía de Tierra del Fuego le pidió ayuda a la Federal. Y sabemos por experiencia que eso es algo que tampoco ocurre con reiterada frecuencia.
_ Bueno. Si lo plantea con ésa lógica, no puedo refutárselo ni aunque dispusiera de los argumentos más sólidos del planeta.
_ ¿Por qué no me hace un breve resumen de los sucesos, si es tan amable, capitán Riestra?
_ La víctima fue identificada por los peritos locales como Laurencio Sedano y era un importante modisto, muy reconocido a nivel territorial. No hay nadie en toda la zona de la Patagonia que desconozca su nombre. Fue encontrado muerto hoy a la mañana por una de las mucamas del hotel, alrededor de las nueve y cuarto, cuando pasaba para llevarle el desayuno a la víctima. La empleada del hotel, identificada como Clara Báez, golpeó insistentemente la puerta sin obtener ninguna respuesta por parte del propio señor Sedano. Supuso que aún dormía y se retiró a continuar con el servicio en el resto de las habitaciones. Volvió media hora después a la suite del señor Sedano y volvió a golpear con persistencia, pero extrañamente él continuaba sin atender. Preocupada, la señorita Báez, fue corriendo a la recepción y dio aviso al gerente del hotel, el señor Víctor Regui. Él, junto a dos empleados que llevó consigo, se acercó al cuarto y hundieron los nudillos en la puerta con algo de violencia. Y al seguir sin conseguir nada, decidieron echar la puerta abajo. Les costó un poco lograrlo porque la puerta de la suite 58 es de madera vieja y resistió valientemente los intentos de destrucción por parte de los tres hombres. Pero pudieron romper la cerradura y la puerta cedió abruptamente abriéndose hacia adentro. Cuando entraron todos juntos en torba, se chocaron con una escena espantosa. El señor Sedano yacía tendido sobre la cama boca arriba, con los ojos pálidamente abiertos, la boca rígida y uno de los brazos colgándole inerte hasta casi rozar el piso. Entraron en crisis y dieron rápidamente aviso a la Policía. Si quiere ver la escena, estamos casi llegando.
Se detuvieron ante una habitación cuyo acceso estaba delimitado por una cinta blanca y roja atravesada en la entrada. Riestra y Dortmund la traspasaron y accedieron al interior de la suite. El cadáver del occiso todavía no había sido removido.
Una vez dentro, Sean Dortmund le echó una ojeada rápida y ligera a todo el lugar. Luego, abrió el placard y revisó minuciosamente todo lo que ahí había guardado y lo volvió a cerrar. Seguidamente, examinó los efectos personales de la víctima, luego los muebles del lugar; esto era, floreros, mesas y demás accesorios decorativos, para finalmente centrar su atención en el cuerpo del señor Sedano. Después de haberlo estado inspeccionando con ojo clínico, expuso sus primeras impresiones sobre el caso.
_ Doce puñaladas limpias y certeras_ vaciló dubitativamente._ Las heridas indican que se trató de una sola arma homicida. Y por la forma que presentan, se trata de un cuchillo de doble hoja y terminación puntiaguda. Observe que la bandeja, capitán Riestra, conserva un plato con restos de comida, además de un vaso a medio terminar y una servilleta con leves salpicaduras, lo que seguramente corresponde a su última cena. Hay un tenedor y una cuchara, pero no hay rastros del cuchillo, lo que implicaría que se trató de un arma de ocasión y de que el señor Sedano conocía a su asesino.
_ No es posible_ refutó Riestra con vehemencia._ Nadie dijo conocer a la víctima ni tener vinculos con él.
_ Sin embargo, el cuerpo y las evidencias cuentan otra historia diferente. Claro que yo no soy nunca de fiarme de las evidencias que se presentan en la escena de un crimen, pero soy consciente de que en casos muy puntuales hay que considerarlas seriamente desde una perspectiva de justa imparcialidad.
_ Perfecto. Digamos que alguien lo conocía...
Dortmund lo interrumpió.
_ Nadie lo escuchó gritar. La servilleta que descansa en la bandeja está demasiado arrugada, reducida prácticamente a un bollo insignificante. Estimo que el asesino lo amordazó con ella para evitar que gritara.
_ Refuerza la teoría del asesinato espontáneo, no planificado.
_ Claramente, capitán Riestra. Pero las incongruencias que presentan algunas de las heridas me dejan perplejo.
Riestra miró a Sean Dortmund con denotada hostilidad.
_ ¿De qué clase de incongruencias habla usted, Dortmund?_ preguntó el capitán, aprensivamente.
_ Estamos de acuerdo en que todas las heridas son superficiales y bastante limpias. Pero todas distintas entre sí. Algunas evidencian más nerviosismo, otras inseguridad, otro grupo firmeza y solidez, otras impotencia...
_ Son muchas especificaciones y cualidades para que calen en la hipótesis de que el asesino es solamente una persona. 
_ Exacto.
Dortmund miró a Riestra con insolencia. El capitán le devolvió una mirada locuaz y muy significativa.
_ ¿Qué puede referirme con respecto a las heridas que recibió el señor Sedano, doctor?_ dijo Sean Dortmund dirigiéndose al médico forense, el doctor Oscar Santino.
_ Sus apreciaciones son acertadas, inspector_ respondió el aludido, provisto de un convencimiento inalterable._ Es difícil que lo diga porque en mis cinco años de examinar cuerpos y escenas del crimen jamás me topé con nada semejante, pero el señor Laurencio Sedano fue asesinado sin lugar a dudas por más de una persona.
_ ¿Cuántos estimativamente, doctor Santino?
_ Tres, cuatro, cinco... Es difícil precisarlo con exactitud sin un estudio más detenido y profundo del cuerpo.
_ ¿Pero, estamos de acuerdo en que fueron más de dos?
_ Absolutamente.
_ ¿Hombres o mujeres?
_ No quiero pronunciar una opinión precipitada, pero de ambos sexos.
_ La puerta sin forzar... Piense, capitán Riestra. El señor Sedano conocía a su asesino. Lo dejó entrar y después de discutir por un rato, el asesino le asesta la primera puñalada. Y mientras el señor Sedano cae dolorido sobre su lecho, el criminal le permite entrar a sus cómplices, que lo terminan. Fue una terrible  y lenta agonía a la que la víctima fue tortuosamente sometida. Por ende, el crimen fue muy personal.
_ ¿Dónde está el cuchillo con el que lo mataron?_ inquirió el capitán Riestra, conmovido.
_ Se lo llevaron para no dejar rastros_ replicó Dortmund.
_ Y los peritos no hallaron ninguna huella en la escena, más que las propias de la víctima. Esto fue hábilmente planeado, pero quisieron hacerlo parecer como un crimen de ocasión.
_ Exacto, capitán.
_ La pregunta es: ¿por qué?
_ Lo averiguaremos. Creo que ya no tenemos más nada que hacer acá.
El doctor Santino había anunciado que la escena fue liberada y se propusieron retirar el cuerpo de ahí para llevarlo directamente a la morgue para practicarle la autopsia. Por su parte, el capitán Riestra no salía de su asombro y le resultaba difícil creer lo que había ocurrido. Había que empezar con los interrogatorios.

                                                                            ***

A la primera persona que Dortmund y el capitán Riestra entrevistaron fue a la mucama que encontró el cuerpo, la señorita Clara Báez. Declaró en principio lo mismo que el capitán le dijera al Sean Dortmund cuando lo puso al tanto de los pormenores del caso.
_ ¿No escuchó nada anoche, señorita Báez?_ la indagó Dortmund.
_ No, señor_ respondió la sirvienta, consternada._ Todo estuvo como siempre. No sucedió nada inusual.
_ ¿Ningún residente se quejó puntualmente del señor Sedano?_ intervino Riestra.
_ En absoluto. Las quejas hacia nuestros residentes no son moneda corriente en nuestro establecimiento, señor.
_ Teniendo en cuenta que el crimen se produjo en una habitación de la planta baja, es importante que me responda fielmente lo que voy a preguntarle a continuación.
La mucama asintió. 
_ ¿Alguien bajó solo o acompañado de algún otro piso con cualquier pretexto después de las diez de la noche?
_ No, señor. Contrariamente, lo hubiese visto.
_ ¿Por qué?_ quiso saber Dortmund, con absoluto interés.
_ Porque yo estuve limpiando el pasillo desde las diez hasta alrededor de las once y media, y no vi a nadie bajar ni salir de sus habitaciones. Llevé la cena a los cuartos de planta baja entre las nueve y diez y las diez menos cuarto y todo estaba normal. Fue la última vez que vi a sus huéspedes. Terminé de limpiar y me fui.
_ ¿A qué hora, aproximadamente, señorita Báez?
_ Eran pasadas las doce de la noche. No me fijé la hora exacta, señor.
_ ¿Cuándo se registró el señor Sedano? ¿Tiene idea de eso?
_ Hace dos días. Vino a la tarde, cerca de las cuatro. Me acuerdo perfectamente porque yo estaba acomodando su suite cuando llegó y se instaló como todo un caballero, señor.
Despidieron a la señorita Báez cortésmente y se entrevistaron en segundo lugar con la señorita Lozano, la otra mucama que se encargaba del servicio de los pisos superiores. Su declaración no aportó nada trascendente al caso. Pero confirmó que nadie bajó a la planta baja pasadas las nueve y media de la noche, lo que vino a confirmar la versión de su colega. La despidieron amablemente y Dortmund y Riestra intercambiaron impresiones entre sí.
_ Y si todo lo que nos refirieron ambas mucamas, es cierto_ finalizaba Riestra, atónito después de una vasta conversación,_ eso significa que los únicos que pudieron matar al señor Sedano son...
_ ¿Piensa en el mismo grupo en el que yo estoy pensando en estos momentos?_ adujo Dortmund, rebosante de satisfacción.
Ambos intercambiaron una mirada de recíproca perplejidad. Riestra, serio y desvariado. Y Sean Dortmund, con un esbozo que resaltaba en sus labios. Las siguientes diligencias que se continuaron fueron las entrevistas a todos los residentes de Los álamos. Todos los huéspedes que compartían el piso con el señor Sedano declararon todos exactamente lo mismo. Resumidamente, alegaron que ninguno de ellos salió después de las diez de la noche de sus respectivas habitaciones ni escuchó discusiones ni ruidos extraños ni nada por el estilo. Lo único que confesaron oír con certeza fue a la señorita Báez cumpliendo sus labores de sirvienta de hotel, lo que respaldó su testimonio. El resto era información irrelevante.
Lo mismo que ellos, declararon el gerente del hotel junto al resto de sus empleados, añadiendo el detalle del descubrimiento del cuerpo; y los inquilinos de los pisos remanentes, y ninguno tenía ningún vínculo estrecho con la víctima más que conocerla de renombre por su denotada fama arraigada inexorablemente por su profesión de modisto. Era de público conocimiento que Laurencio Sedano iba a radicarse en el citado hotel. Pero eso era todo.
Los inquilinos que compartían el piso con el señor Sedano habían llegado el mismo día que él a la noche, según los registros, y eran todos miembros de una importante comitiva que pertenecía a una firma que producía y exportaba perfumes, que se instalaron ahí por cuestiones de negocios, según la información oficial y sus respectivos alegatos.
Se trataba de Gastón Grimau, Olinda Matienzo, Fabio Herrera, Priscila Montoya, Emilce Trujillo, Larisa Vega, Santiago Somoza, Benilda Rosales, Benicio Ponce, Abigail Gargallo, Elvira Beltrán y Tomás Lopelato. Por expreso pedido de Sean Dortmund, el capitán Riestra revisó cautelosamente los antecedentes de cada uno de ellos y todos estaban limpios. Sin embargo, había algo en los informes que llamó inmediatamente la atención del inspector. Riestra lo advirtió enseguida, pero Dortmund lo disuadió diplomáticamente.
_ ¿De modo que no hallaron aún el arma homicida?_ indagó el inspector, sugerentemente.
_ No. No está en la escena, usted mismo lo comprobó_ espetó el capitán,_ ni tampoco fue hallada en posesión de nadie. Es probable que lo hayan descartado discretamente en algún sitio como la basura o similar.
_ Es probable. Pero me preocupa para serle franco, capitán Riestra, que no fue encontrado en poder de alguno de nuestros principales sospechosos.
_ La escena está limpia. No hay huellas ni absolutamente nada de nada. No podemos estar en contra de ninguna persona disponga o no de motivos para asesinar al señor Sedano. Bueno, nadie tenía motivos aparentes para el homicidio.
_ Sin embargo, mi teoría no puede ser equívoca. Fueron ellos, ¡estoy totalmente seguro al respecto!
_ No dudo de sus especulaciones en este caso puntual ni mucho menos de su gran capacidad y talento que ha demostrado poseer en la resolución de incontables casos. Pero sin evidencia ni motivos y con coartadas sólidas todos los involucrados, y además, con el arma homicida desaparecida, ¿cómo piensa demostrarlo?
_ Omita la cuestión de las coartadas sólidas porque lo son sólo en apariencia. Es natural que hayan sido diseñadas especialmente para cubrirse entre ellos.
_ Admito que tiene usted toda la razón en eso, Dortmund. Igualmente, ¿cómo piensa demostrar la culpabilidad de todas estas personas?
_ Me basta demostrarlo simplemente manifestando una doble culpa irrefutable. Luego, nos extenderemos al resto, de ser posible, para que todos paguen por su crimen. Pero encarcelando a dos inicialmente, quedaría medianamente satisfecho.
_ Todavía no me ha dicho cómo piensa hacerlo._ Riestra sonaba resueltamente expectante en su pronunciación.
_ ¿Confía en mí, capitán Riestra?
_ Siempre lo hice y no tengo razones para dejar de confiar en usted, Dortmund.
_ Hay una cantidad selectiva de esos nombres del total de sospechosos que indagamos que me resultan altamente familiares. Incluso, conozco el nombre del señor Sedano desde mucho antes que este caso. Y no precisamente porque haya sido una eminencia en el sutil arte de la moda.
_ ¿Entonces?
_ Haré una pequeña investigación para saber si tengo o no razón. En lo que respecta a la escena del crimen y al hospedaje en sí, nuestra pesquisa ha concluido y considero que, pese a todo y a la falta de evidencias, ha rendido unos frutos muy interesantes. Véame mañana a primera hora de la mañana en el bar de la esquina, capitán Riestra. Espero tenerle información crucial que aclare el asesinato del señor Sedano.
Riestra confió en el sano juicio del inspector y se despidieron mutuamente.


                                                                     ***
A la mañana siguiente, se reunieron en el punto de encuentro acordado. Cuando Riestra llegó al bar Lo de Luis alrededor de las ocho y media, Dortmund estaba ocupando una mesa arrumbada con una serie de expedientes que analizaba detenidamente y muy a conciencia. Tal era así, que no advirtió que el capitán había llegado. Por fin, consciente de su reciente llegada, lo invitó a sentarse y le proporcionó una explicación detallada referida al caso.
_ Antes que me pregunte al respecto, capitán Riestra_ empezó diciendo Sean Dortmund,_ estos expedientes que usted ve esparcidos sobre la mesa son de un caso viejo llevado a juicio el 14 de septiembre de 1972. ¿El acusado? Laurencio Sedano, la víctima. Sabía que su nombre me resultaba familiar de algún lado y entonces, reflexionando profundamente y escarbando en lo más recóndito de mi cabeza, recordé aquél caso. Laurencio Sedano era un despiadado asesino a sueldo. Al principio de la investigación, se creía que trabajaba solo. Pero, conforme a cómo avanzó la pesquisa, fueron saliendo algunos detalles a la luz. Laurencio Sedano era miembro de un consorcio de asesinos anónimos llamado Los Leones, responsables de una variedad de crímenes sin resolver. Se creía que sus miembros eran alrededor de treinta o más, pero luego se supo por fuentes no reveladas, que sólo estaba conformado por solamente diez personas. Sus homicidios eran increíblemente limpios y las evidencias que dejaban en cada escena eran intencionalmente espurias para desviar la atención hacia otro sospechoso. Y siempre lo conseguían exitosamente. De ése modo, llegaron a encarcelar alrededor de trece personas inocentes. Esto se debió a que tenían contactos y vínculos directos con algunos jueces penales y varios fiscales que estaban explícitamente involucrados en la mayoría de esos casos. Nunca se supo quién era ni el líder ni el fundador de Los Leones, ni por quiénes eran contratados ni cuánto dinero cobraban por cada trabajo que hacían ni cómo se asignaban los casos encomendados a la organización ni absolutamente nada sobre ellos. En definitiva, nadie conocía nada de su existencia, hasta que Laurencio Sedano comenzó a cometer serios errores en cada una de las escenas de los crímenes que llevaba a cabo, que fueron los que guiaron a los investigadores a saber de su presencia y de lo que hacían. Laurencio Sedano, según consta en los expedientes, capitán Riestra; fue penalmente responsable de al menos doce asesinatos que ejecutó la organización de Los Leones. Lo detuvieron y lo acusaron. El tribunal encargado de juzgarlo lo encontró culpable por los doce homicidios que se le imputaron probatoriamente y lo condenó a reclusión perpetua. Pero quedó enseguida en libertad porque se sospechó fundadamente que extorsionó a los jueces con sacar a relucir a los ojos del mundo actos corruptos y deshonestos que cometieron. Y ante el temor de lo que pudiera decir al respecto, lo absolvieron.
Si los jueces de ése tribunal temieron por lo que el señor Sedano pudiera revelar, entonces inexorablemente implica que ellos eran parte de esos asesinatos, aunque nunca se pudo comprobar nada fehacientemente. Comparé los nombres de los residentes del hotel Los Álamos con los nombres de los involucrados en los asesinatos que él cometió y resulta ser que los doce son familiares directos de sus víctimas. Cuando supieron que el señor Sedano vendría a alojarse en este hotel, se pusieron todos de acuerdo para registrarse con datos e información falsa y asesinar al señor Sedano por venganza.
La noche del asesinato, alguno de ellos fue hasta la habitación en la que se hospedaba Laurencio Sedano bajo pretextos, y cuando aquél le abrió, lo atacó e inmediatamente hizo ingresar a los once restantes. Lo redujeron sobre su cama y lo mataron apuñalándolo doce veces, una puñalada asestada por cada uno de ellos individualmente. Una vez muerto el señor Sedano, salieron cautelosamente y volvieron a sus respectivos cuartos. Y al ser interrogados, dirían que nadie salió de sus habitaciones después de las diez de la noche a efectos de cubrirse recíprocamente entre todos. Tuvieron la coartada de que la señorita Báez estaba limpiando entre las diez y las once y media, los que les jugó a favor porque le dio absoluta credibilidad a sus coartadas.
El capitán Riestra se quedó enmudecido ante el planteo de Dortmund de los hechos. Cuando se repuso parcialmente de su asombro, preguntó:
_ ¿Entonces, el señor Sedano no murió cerca de las diez de la noche, como se suponía al comienzo?
_ No. Lo más probable es que lo hayan asesinado después de la medianoche, luego de que la señorita Báez terminara su turno y se fuera para su casa. Y como los doce asesinos estaban convencidos de que el crimen no sería descubierto, tal como efectivamente sucedió, hasta la mañana siguiente, entonces el forense estimaría una hora de muerte aproximada a las diez u once de la noche, lo que sostendrían con sus testimonios y la declaración crucial de la mucama.
_  Es una historia extraordinaria, Dortmund. ¿Qué quiere que le diga? Pero sin pruebas, no podremos hacer nada. Y eso me irrita demasiado. Sedano habrá sido un asesino desalmado en sus tiempos, pero merece justicia... Igual que sus víctimas.
_ Sin pruebas completamente, no. Anoche, antes de abandonar la escena del crimen, disimuladamente planté dos pequeñas pero significantes evidencias que incriminarán irremediablemente a dos de ellos, por lo que le dije anteriormente: la doble culpa. Y quizás, con un poco de suerte, lograremos que ellos dos delaten a los otros diez. Y tal vez, paulatinamente, se resuelvan varios casos en simultáneo y el pasado salde de una vez por todas sus deudas con el presente.
_ ¡Lo que hizo, no es correcto, Dortmund!
_ Lo sé, capitán Riestra. ¿Pero, qué otra alternativa teníamos?

      

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