lunes, 21 de enero de 2019

Tragedia en Río Tala




                                                   

Río Tala es una localidad de la provincia de Buenos Aires, ubicada al sur del partido de San Pedro. Un pequeño pueblo de pocos habitantes donde todos se conocen entre sí.
Hasta ahí nos dirigimos con Dortmund para investigar un pequeño incidente doméstico que terminó con la vida del señor Sebastián Demartino, por orden de la compañía de seguros que contrató los servicios de mi amigo para determinar si correspondía o no abonar la póliza que la víctima sacó.
Era coleccionista de armas. En especial, un obsesivo de los rifles. Tenía cuatro en su colección que los limpiaba permanentemente, siempre asegurándose de que estuvieran descargados para evitar una tragedia.
Estaba casado con Silvana Sedrón y tenían una hija en común, Clara Demartino, a la que sus padres cariñosamente llamaban Clarita.
La familia últimamente no estaba atravesando por un buen momento económico. Tenía muchas deudas, amenazas de embargos y el Banco los había intimado a cancelar seis cuotas atrasadas que debían de la hipoteca en un plazo no mayor a los siguientes tres días. De lo contrario, les rematarían la finca en la que vivían y quedarían en la calle, ya que no tenían otros parientes directos ni cercanos. En otras palabras, estaban desesperados.
Exactamente, el día de su muerte, el señor Sebastián Demartino estaba limpiando uno de sus rifles cuando inexplicablemente éste se disparó y lo mató en el acto, entrándole la bala por la mejilla y alojándose en el cerebro.
¿Era posible que un hombre tan cuidadoso como el señor Demartino hubiera dejado olvidada una bala sin darse cuenta? ¿No habría sido prudente que la revisase primero? ¿Cabía el hecho de que alguien intencionalmente hubiera colocado la bala en el rifle? La familia, después de todo, estaba urgente de dinero. De ahí, el interés de la aseguradora en pretender descubrir infaliblemente la verdad. ¿Y quién mejor que Sean Dortmund para contribuir a tales propósitos?
Hugo Bounet, gerente de la aseguradora Nuevo Horizonte, le dijo al inspector que la póliza que adquirió el señor Demartino no cubría la muerte por suicidio antes del año. Y que si se trataba de una muerte por accidente, lo cubría al cincuenta por ciento menos. Sólo en caso de muerte dolosa, es decir, asesinato; el importe se cubría en su totalidad, siempre y cuando el asesino no resultase ninguno de los beneficiarios de dicha póliza. De lo contrario, quedaba sin efecto.
_ ¿Quiénes son los beneficiarios de la póliza del señor Demartino, señor Bounet?_ preguntó Dortmund con mucho interés en el asunto.
_ Su esposa, la señora Sedrón_ replicó el gerente.            
_ ¿Estaba al día con la mensualidad de las cuotas?
_ Perfectamente al día. Nunca se atrasó en ningún pago.
_ ¿Su hija estaba fuera o dentro del acuerdo?
_ Estaba excluida. A excepción de que a la madre le sucediese algo, el monto total de la póliza pasaría legalmente a su potestad. Pero sino, no.
_ Y otros familiares no tenía. Así que, la segunda parte del acuerdo quedaría sin efecto llegado tal caso..._ masculló Sean Dortmund como si estuviera reflexionando en voz alta.
_ No sé exactamente a qué se refiere, señor Dortmund. Pero, técnicamente es como usted lo plantea. No sé qué tiene en mente. Sólo queremos que aclare este asunto en nombre de la compañía. ¿Podemos confiar en usted?
Mi amigo miró al señor Hugo Bounet con una sonrisa elocuente.
_ Confíe en que averiguaré qué sucedió_ contestó Dortmund, transmitiendo seguridad en sus palabras y su actitud.
Ambos caballeros se estrecharon la mano y el inspector desapareció de la vista del otro hombre con la velocidad de un relámpago.
Volvió para nuestra residencia y me pidió que lo acompañara a hablar con las dos mujeres en cuestión. Durante el viaje, mi amigo me puso al tanto de todo. Y si bien yo no emití ninguna opinión al respecto, escuché al inspector con mucho interés.
Llegamos a Río Tala alrededor de las seis de la tarde del mismo día. Preguntamos a gente de la zona por la finca de la familia Demartino y nos guiaron correctamente. Era una familia muy querida y respetada de la zona. Nadie podía creer la desgracia que los embargaba. Todo el pueblo estaba conmocionado.
La señora Silvana Sedrón era una mujer de unos cuarenta y cinco años, estatura baja y de complexión atlética. Estaba vestida con ropa informal y lucía una expresión de absoluta desolación y tristeza por lo sucedido. Aún no podía creerlo.
Con mi amigo le dimos el pésame y esperamos a que se sintiera un poco mejor para entrevistarla.
_ Lamentamos profundamente lo sucedido_ dijo Dortmund con pesar._ Haremos esto lo más breve y conciso posible. Es que la compañía de seguros que su esposo contrató...
Silvana Sedrón lo interrumpió con suavidad.
_ Lo entiendo_ repuso ella._ No se preocupe por mí. ¿Qué precisa saber?
_ ¿Hace cuánto tiempo que su esposo la contrató?
_ Unos seis o siete meses atrás.
_ ¿Por qué razón?
_ Quería asegurarnos un futuro a mi hija y a mí. Él era así.
_ Su hija no era beneficiaria de la póliza, señora Sedrón. ¿Usted estaba al corriente de esto?
_ Por supuesto que sí. Es menor de edad. No cumple con los requisitos que exige la empresa Nuevo Horizonte.
_ En virtud de los recientes problemas financieros que atraviesan, ¿de dónde sacaba el señor Demartino el dinero para pagar las cuotas del seguro?
_ Se las rebuscaba haciendo changas o pequeños trabajos para terceros. Mi marido sabía hacer de todo. Juntaba para pagar la póliza todos los meses y apenas nos alcanzaba para comer y vestirnos.
_ El señor Demartino era coleccionista de armas y un fanático de los rifles_ me sumé al interrogatorio._ ¿Por qué las balas?
_ Le gustaba cazar. Los fines de semana, siempre que podía, agarraba su humilde camioneta y se iba a pueblos y zonas aledañas a cazar. La caza era un divertimento para él y tenía extendida la habilitación correspondiente. A veces se frustraba cuando no podía comprar las balas por falta de plata. Pero conocía muy bien al dueño de la armería del pueblo y le tenía contemplación. Eran muy buenos amigos.
_ ¿Siempre utilizaba el mismo rifle para sus prácticas el señor Demartino?_ siguió indagando Sean Dortmund.
_ Sí. Los otros tres son de exhibición. Los heredó de su padre, al igual que el amor por la caza.
_ ¿Concretamente, ayer qué pasó con exactitud, señora Sedrón?
_ Yo estaba preparando el almuerzo y nuestra hija había ido a la ciudad a hacer un trámite personal. Lo vi a Sebastián con el rifle en la mano. Supuse que iba ir de caza. Pero me dijo que sólo iba a limpiarlo. Era muy obsesionado y cuidadoso con el aseo del rifle.
Se fue para la sala de armas. Dos minutos después escuché..._ Y la señora Silvana Sedrón no pudo continuar hablando.
_ La comprendo_ le dijo Dortmund con afecto.
_ Vino el médico del pueblo, el doctor Bardi, para pedirle opinión. Vio el cuerpo de mi marido e inmediatamente me aconsejó que lo mejor que podía hacer era llamar a la Policía. Que él no podía hacer lamentablemente nada. Creo que tenía razón. Y le hice caso.
_ ¿Qué opinaron los investigadores?
_ No creen que se trate de ningún accidente. Aunque verdaderamente no descartan ninguna hipótesis.
_ ¿Su marido siempre revisaba que el rifle estuviese descargado antes de limpiarlo?_ pregunté.
_ ¡Sí!_ exclamó con énfasis la señora Sedrón._ Sebastián se llevaba las balas aparte cuando iba a cazar. Cargaba el arma en el momento, volvía y antes de guardar el rifle de nuevo en su lugar, se cercioraba de que no quedara ninguna bala adentro. Y recién ahí, lo guardaba. Así de cuidadoso era él. No sé qué sucedió ayer, ¡no me lo explico!
Silvana Sedrón se había alterado considerablemente y mi amigo le sirvió gentilmente un vaso con agua para sosegarla. Cuando se tranquilizó, el inspector avanzó prudentemente con las preguntas.
_ La Policía cree que alguien colocó la bala intencionalmente en el arma sin que el señor Demartino se diera cuenta_ dedujo Dortmund cuidadosamente para no herir la susceptibilidad de la viuda._ Limpió el arma confiado porque previamente revisó que estuviera vacía y... ¡pff! Se dispara y su vida se apaga. Y todo quedaría como un infortunado accidente. La bala entonces tuvo que colocarse entre el momento en que el señor Demartino revisó el rifle y cuando volvió a buscarlo un rato después, porque en el medio hizo otra cosa.
No era lo que la Policía pensaba, sino que era lo que en verdad Dortmund pensaba. Pero la señora Sedrón, que no resultó una mujer ingenua, lo advirtió enseguida.
_ La Policía no arribó a ninguna conclusión_ dijo ella, resignada._ Al contrario, no quiso lanzar ninguna hipótesis prematura por respeto a mi hija y a mí más allá de toda sospecha latente. Cuando los resultados de las diligencias estuviesen disponibles, ahí vendrían a vernos de nuevo. Lo que acaba de decir es lo que usted estipula que ocurrió. Y para serle honesta, mi marido no se despegaba del arma nunca. Una vez que la agarraba, no la soltaba. No permitía que ninguna de las dos la usáramos bajo ninguna circunstancia.
_ Con todo respeto, señora Sedrón, convengamos que los eventos que planteo son absolutamente factibles.
_ Pero incorrectos. Esto fue un simple accidente y la Justicia me va a dar la razón.
_ Tuvo oportunidad y motivo.
_ ¿Cuál motivo? ¿El seguro de vida? Si yo lo hubiese matado, no habría cobrado nada y mi hija tampoco porque es una de las cláusulas del convenio que mi esposo firmó.
_ Pero, seguramente usted sabía dónde su esposo guardaba las municiones.
_ ¿Qué pretende usted?
Dortmund presionaba fuertemente a la señora Silvana Sedrón para que cediera y confesara. Pero ella resistió valientemente los intentos de mi amigo. Era una mujer muy tenaz y muy segura de sí misma.
_ Por eso es que fue un crimen brillante. Porque pareciera que fue un accidente y usted cobraría la mitad de la póliza, lo que le alcanzaba para cubrir las deudas que aún mantiene. Porque, después de todo, hasta la persona más cuidadosa del planeta comete errores. Y el señor Sebastián Demartino olvidó imprevistamente una bala en el interior del rifle. La felicito. Estupendamente pensado.
_ ¡Le repito que yo no ganaba nada con su muerte!
Eso era cierto. ¿Entonces, por qué Dortmund insistía con la teoría? Evidentemente, se le había ocurrido algo y ése era su mecanismo para confirmarlo. Poco ortodoxo, a mi entender, pero decididamente efectivo. Pasó de ser un hombre comprensivo a convertirse en enemigo de la señora Sedrón en un segundo.
_ ¿Cómo era el estado de ánimo de su marido los días previos a la tragedia?_ intervine para calmar un poco las aguas.
_ Preocupado_ respondió la señora Sedrón, más apaciguada._ La falta de plata lo mantenía seriamente preocupado, al igual que a mí. Pero era un gran luchador y nunca bajaba los brazos. Se mostraba optimista en todo momento, siempre luciendo una impecable sonrisa de oreja a oreja. Cualquiera que no conociera su situación, pensaría que todo estaba bien en su vida.
Siguieron algunas preguntas más de menor relevancia y pedimos hablar con Clara Demartino, la hija que tenían en común.
_ ¡Clarita!_ la llamó la señora Sedrón._ ¡Vení que estos hombres quieren hablar unas palabras con vos!
Pero la muchacha no respondía.
_ ¿Dónde está?_ preguntó Sean Dortmund.
_ En su cuarto, seguramente dormida_ respondió Silvana Sedrón._ La muerte de su padre la perturbó en gran medida. Desde ayer que vive encerrada y no sale más que para las cosas necesarias. Está muy afectada, pobrecita.
La insistencia en los llamados siguió siendo nula y el inspector pidió autorización a la madre para ingresar a la habitación de la joven.
Mi amigo golpeó la puerta previamente y al no obtener repuestas, la abrió sutilmente. Se asomó con discreción y vio la cama vacía y la ventana abierta de par en par. Clara Demartino huyó.
_ Esto no es bueno_ auguró Sean Dortmund con mucha inquietud.
Silvana Sedrón se desesperó pero me las ingenié de sobremanera para contenerla y evitarle una crisis aún mayor.
Un representante del fiscal general de San Pedro/Baradero fue a notificarle personalmente a la señora Sedrón que su hija Clara Demartino se entregó en la Comisaría del pueblo como autora del asesinato de su padre, el señor Sebastián Demartino. Dijo que confesó colocar la bala en el rifle en un momento de descuido de la víctima, aunque no había detallado el porqué del homicidio. Sólo lo diría en presencia de un abogado defensor.
La madre enloqueció terriblemente y rompió en llantos, y comenzó a vociferar que ella en realidad mató a su esposo y que su hija sólo la cubría. Pero la realidad era que la señora Sedrón sólo pretendía proteger a su hija.
_ Evidentemente, su hija no quería herirla de ninguna manera a usted_ dijo el representante del fiscal_ y por eso se entregó a sus espaldas. Ella va a estar bien. La vamos a ayudar, vamos a ver a qué clase de acuerdo podemos llegar con el juez y el abogado que el Ministerio de la Defensa le asigne. Pero necesito que se tranquilice, señora Sedrón, por favor. La van a llamar a declarar y tiene que estar en condiciones de hacerlo. ¿Me comprende? La acusarán de homicidio agravado. Pero sin mucha evidencia que respalde la acusación, saldrá en poco tiempo. Tiene que ser fuerte y dejarnos trabajar. Haré todo lo que esté a mi alcance para que esto resulte de la manera más beneficiosa para todos.
Silvana Sedrón seguía proclamando su responsabilidad en la muerte del señor Demartino, inútilmente. Al fin, comprendió cómo eran las cosas y se tranquilizó a fuerza de voluntad. Un oficial de la Policía local, por imposición de la Fiscalía, se quedó a cuidar a la señora Silvana Sedrón, mientras Dortmund y yo nos dirigíamos a la Comisaría en cuestión.
_ Todo resultó como yo pensaba_ me dijo mi amigo durante el trayecto.
_ ¿A qué se refiere puntualmente?_ pregunté vacilante.
_ ¿Acaso no lo ve? ¡Pero si todo estuvo claro desde un comienzo para mí! Si se comprobaba que la señora Sedrón asesinó a su esposo, no cobraría nada del seguro y mucho menos si se verificaba un suicidio. Qué hombre inteligente resultó ser el señor Demartino. ¿Quién tuvo ocasión de colocar la bala en el rifle? Porque dudo solemnemente que se haya olvidado la bala  puesta en el arma por mero accidente.
Dortmund esperó a que yo dijera algo. Pero no lo veía todo tan claro como él.
_ ¡Él mismo!_ acentuó el inspector después de haberme dado unos segundos de gracia._ Si se suicidaba abiertamente, la póliza quedaba sin efecto. Y si ella lo asesinaba, también. ¿Y qué futuro le dejarían a su hija así, con las deudas y los embargos pendientes? Sólo había una solución posible. Un suicidio que se dirima entre un accidente o un asesinato. ¿El señor Demartino se olvidó el rifle cargado accidentalmente? Podía ser. Claramente que sí. ¿Pero, también era probable que alguien hubiera colocado la bala dolosamente en un momento de descuido? ¡Por supuesto que sí! ¿Y sin indicios que avalasen una u otra teoría, cuál primaría por sobre la otra? El señor Sebastián Demartino colocó la bala en el rifle sabiendo que cuando lo limpiase, el disparo podía efectuarse inesperadamente de un momento a otro. ¡Y así sucedió! Y la señorita Clara, tan inteligente como su padre, tuvo que adivinarlo también, porque de saberlo de antemano, los planes podrían arruinarse.
<Ella lo sospechaba. Así que, cuando me escuchó a mí lanzar la teoría, lo supo todo. Huyó por la ventana y se entregó como autora del asesinato. Se demostraría que actuó sola, sin el conocimiento de su madre, y la señora Sedrón cobraría el total de la póliza de seguro y su situación económica estaría completamente resuelta>.
_ No sé qué decir_ dije estremecido._ Es una situación muy compleja.
_ Es la única explicación que se ajusta a los hechos, doctor. Use la lógica y lo sabrá.
_ ¿Qué le dirá al señor Bounet, el gerente de la compañía de seguros, que fue quien lo contrató?
_ La verdad. Le diré que fue un suicidio y le daré el detalle de los eventos tal cual ocurrieron.
_ La señora Sedrón no accederá al beneficio de la póliza, Dortmund. Además, tiene que demostrar su hipótesis con pruebas fehacientes ante el juez para que Clara Demartino no sea castigada por un crimen que no cometió.
_ Ella y su hija no tienen porqué saberlo. Y, además, sacaré a la señorita Demartino de la prisión a la brevedad. No tengo más remedio que demostrar el suicidio del señor Sebastián Demartino con evidencia falaz. No hay otra forma. Pero se trata de ayudar a esas pobres mujeres que perdieron a su hombre por una causa noble, si quiere llamarlo así.
_ No verán ni un céntimo del dinero del seguro cuando se compruebe el suicidio.
_ El dinero saldrá de mí. Yo cubriré los gastos. Puedo hacerlo. Como le dije antes, doctor, la señora Sedrón y su hija no tienen porqué saberlo.






lunes, 14 de enero de 2019

El último canto del tenor (Gabriel Zas)







Se escucharon dos golpes secos en nuestra puerta. Nuestro invitado debía haber llegado. Dortmund se levantó apresuradamente de su silla y de un salto, corrió a abrir. Abrió y sus ojos coincidieron con los del capitán Riestra. Nuestro amigo de la Policía Federal entró, nos saludó formalmente y se sentó tras una indirecta del inspector.
_ ¿Quiere beber algo, capitán Riestra?_ lo invitó mi amigo, cortésmente.
_ No, le agradezco, Dortmund_ declinó con la misma cortesía la invitación, Riestra.
_ ¿Ha venido a consultarme sobre algún caso en particular?
El capitán se mostró de repente sumamente preocupado, subsumido por una incertidumbre que lo atormentaba gravemente. Dortmund lo advirtió y adquirió una actitud benevolente para con nuestro amigo.
_ Puede hablar con total franqueza, capitán Riestra_ le dijo Dortmund.
_ Lo sé_ repuso el aludido, afligido._ Siempre es bueno contar con usted. Y en estas circunstancias, considero que es la única persona que puede ayudarme.
_ A su disposición. Si es tan amable de ponerme al tanto de los pormenores del incidente...
_ Antes que nada, debe saber que es un asunto bastante delicado. Bueno, ¿qué homicidio no lo es? Pero este caso en concreto reviste un interés por fuera de lo particular. No sé si en estos años de conocernos les he mencionado alguna vez que tengo una hermana.
Dortmund y yo negamos con la cabeza.
_ Bien_ continuó Riestra._ Se llama Carina Riestra. Es dos años menor que yo. Hace cinco años atrás se casó en secreto con Abel Luro. Es un buen tipo. Algo antipático y egocéntrico, pero una excelente persona. Ama mucho a mi hermana y eso es lo que importa. Ella es muy feliz con él...
Hizo una pausa abrupta. Y agregó en tono más grave y apesadumbrado.
_ Mejor dicho, era muy feliz con él.
Con Dortmund, intercambiamos una mirada muy significativa e insinuante.
_ ¿Por qué dice era, capitán Riestra?_ inquirió Sean Dortmund con mucho interés y mucha cordialidad._ ¿Qué sucedió?
_ Lo mataron hoy a la mañana clavándole un punzón en la nuca, dentro de su propio estudio, que está en la casa que compartía con Carina.
_ Eso es serio, capitán Riestra_ opiné.
_ Todavía no conté la peor parte, señores. Mi hermana se responsabiliza por el hecho. Sus palabras textuales ante el inspector que respondió al llamado al 911 fueron: "Estábamos discutiendo en su estudio. En un ataque de rabia, la situación se descontroló, y entonces, tomé la pistola y le disparé. Entré en pánico y me quedé paralizada. Y cuando reaccioné, ustedes llegaron".
_ ¿Dijo que le disparó con una pistola?_ pregunté asombrado.
_ Sí, doctor. Pero el forense constató que el arma homicida fue un fino punzón que estaba apoyado en el escritorio de mi cuñado. Diría que fue un arma de ocasión. Eso coincide con el ataque de furia de momento que manifestó mi hermana en su declaración, pero se opone tajantemente al método utilizado para darle muerte a Abel.
_ Perdone que le pregunte esto, capitán Riestra_ intervino Dortmund, pensativo._ ¿Su hermana padecía algún trastorno psicológico? ¿Estaba medicada por algún profesional?
_ No, nada de eso_ respondió nuestro amigo muy seguro._ Odio admitirlo, pero mi hermana encubre a alguien. No lo voy a negar, está en serios problemas.
_ En eso estamos de acuerdo, capitán Riestra. Pero de algo estoy absolutamente convencido. Usted no la cree culpable del asesinato del señor Luro.
_ ¡Para nada! Y quiero ayudarla. Hablé con el fiscal del caso, que es muy amigo mío, y convenció al juez para que nos dé 24 horas de gracia como un favor personal. Si no avanzamos dentro de ése margen de tiempo, la va a procesar por homicidio agravado. Por eso acudí a usted.
_ Haremos lo posible, se lo prometo. ¿Sospecha de alguien?
_ No. Decididamente, no. No estoy muy adentrado en la vida íntima de mi hermana y sus relaciones, así que no puedo dirimir mis sospechas en ninguna dirección en particular. Pero podemos reducirlo todo a dos personas: Santiago Lutzack y Martina Azcurra. Ellos dos visitaron a Abel un rato antes del asesinato hoy a la mañana. Pero Carina fue la última en verlo con vida y eso agrava aún más su situación procesal ante la mirada de la Justicia.
_ ¿Qué dijo la señora Riestra, capitán, respecto a lo que hizo con el arma después de supuestamente matar al señor Abel Luro?
_ Dijo que no lo recuerda. Y en lo que a mí concierne, dudo de que exista una. Ella y Abel aborrecían las armas de fuego. La Policía buscó en toda la casa pero no halló ninguna. Y los vecinos nunca escucharon una detonación. Bueno, eso está claro si a Abel lo asesinaron de una puñalada en la nuca. Por eso no pudo ser mi hermana. En ninguno de los dos casos, ella pudo matarlo.
El inspector abrió los ojos enormemente.
_ ¿Qué quiere decir?_ me atreví a preguntar primero.
_ Carina sufrió hace diez años atrás un accidente doméstico que le redujo su fuerza a la mitad en ambos brazos. Por ende, le hubiese resultado imposible tomar el punzón y clavarlo con perfecta precisión en el cuello de Luro. Lo mismo que haber tomado una pistola. No hubiese podido ni por lejos hacerlo.
_ Confirmado: encubre a alguien.
_ La pregunta es doctor_ expresó Dortmund_ a quién. ¿Al señor Lutzack o a la señorita Azcurra?
_ Hay que hablar con ellos_ propuso Riestra._ Y ver, además, porqué visitaron a Abel hoy a la mañana.
_ Estoy de acuerdo_ convino el inspector._ ¿Encontraron huellas en el arma homicida?
_ No. El asesino usó deliberadamente guantes.
_ ¿Tocaron algo de la escena? ¿No movieron nada?
_ Aparentemente, no, Dortmund.
_ Interesante. No lo sabremos con certeza hasta revisar la escena nosotros mismos y sacar nuestras propias conclusiones.
_ ¿Por qué discutieron el señor Luro y su hermana, capitán?_ indagué.
_ Carina creía que Abel la engañaba desde hacía tiempo con otra mujer_ repuso Riestra._ No sospechaba de ninguna en especial, pero estaba convencida de la infidelidad. Hace dos días encontró entre las cosas de Abel una pulsera de plata con incrustaciones de oro envuelta para regalo. Ella supuso que era la prueba que estaba buscando y la robó discretamente para averiguar para quién era. Abel descubrió su falta, ella lo enfrentó y por eso discutieron fuertemente al respecto.
_ ¿Usted cree que realmente había una tercera en discordia?_ preguntó Dortmund con un tono de voz sugerente.
_ Abel tenía muchos defectos_ explicó el capitán Riestra._ Pero dudo sinceramente que la infidelidad fuese uno de ellos. No, estoy absolutamente convencido de que ésa pulsera era un regalo para mi hermana y él estaba esperando el momento propicio para dárselo.
_ ¿Celebrarían algo especial prontamente?
_ No había nada cercano. Pero no se necesita esperar un día especial para hacer un regalo. ¿O sí?
_ Por supuesto que no, capitán Riestra_ repuso Dortmund, vacilante._ Hàbleme brevemente del señor Abel Luro, si es tan amable.
_ Era tenor lírico. Cantaba en uno de los coros del teatro Colón. La semana que viene estrenaría una nueva ópera y estaba muy metido con eso. Él se encerraba en su estudio a ensayar y estudiar el guión.
_ ¿Esto lo sabe por boca de su hermana, capitán?_ pregunté.
_ Efectivamente, doctor. Lo fui a ver una vez. Tenía una voz fabulosa. Su voz era tan potente, que hacía temblar las paredes de la sala a troche y moche.
_ ¿Algún problema con alguno de sus colegas de elenco?
_ No, doctor_ interrumpió Dortmund, decididamente._ No es relevante su pregunta. El motivo del crimen viene por otro lado. No perdamos tiempo. Vayamos a la escena. Recuerden que sólo tenemos 24 horas antes de que el juez acuse a la señora Carina Riestra por asesinato.
Y sin perder ni un minuto más, hacia allá nos dirigimos. Era una casa con una entrada amplia y un jardín trasero que daba al estudio del señor Luro. Por dentro, la casa no era gran cosa. Tenía una decoración austera y rústica, pero todo dispuesto elegantemente. Nos identificamos con los oficiales de turno e ingresamos.
Sean Dortmund fue directamente al estudio del señor Luro. Una vez dentro, su atención se fijó inmediatamente en la ventana que daba al jardín. La examinó visualmente, y haciendo uso de un pañuelo y con extremo cuidado la abrió. La revisó por dentro y por fuera muy a conciencia, salió al jardín por la ventana misma y la cerró. Calculó una mínima distancia, retrocedió de espalda y luego se volvió de frente mirando hacia el estudio. Repentinamente, sus labios surcaron una mueca de satisfacción. Con el capitán, lo miramos todo el tiempo confundidos. Y ésa actitud suya final nos dejó caminando sobre una cuerda floja.
_ Capitán Riestra_ dijo Dortmund, dirigiéndose directo a él._ Cuando su hermana vio el cuerpo de su esposo, ella lo vio desde acá, ¿no?
_ Sí_ repuso Riestra, modestamente extrañado._ Al menos, eso adujo ella en su declaración. Y le creo.
_ ¿El cuerpo fue hallado de frente o de espalda hacia la ventana?
_ De espalda. La Policía lo encontró con la cara girada hacia la puerta de entrada.
_ Entonces, ella no lo hizo porque no fue la última persona en ver con vida al señor Luro. Ella discutía en duros términos con su esposo cuando alguien llegó. El señor Luro le rogó a su esposa que le diese privacidad y ella abandonó el estudio bastante resentida, imagino. Y salió al jardín para tratar de determinar disimuladamente qué era lo que el señor Luro hablaba con su visitante. Quizás no pudo ver mucho y vio realmente menos de lo que hubiese deseado presenciar. Pero su mirada se topó con una escena espantosa un rato después: vio a su marido tendido en el piso de espalda muerto y se horrorizó. Y de ahí viene su confusión al creer que lo asesinaron de un disparo.
_ Vio la sangre fluir de la nuca y creyó que le dispararon en la cabeza por detrás_ reaccionó sabiamente el capitán Riestra._ Creyó que la persona con la que estuvo momentos antes lo mató y ella se inculpó por pánico. Fue impulsiva, actuó sin la razón. Y no pensó en los detalles del arma.
_ Exacto, capitán Riestra_ lo halagó mi amigo.
_ Carina conoce al asesino. ¡Nos lo tiene que decir! Sólo así podremos salvarla.
_ No, no debemos presionarla. Si no se lo dijo a los oficiales que la interrogaron, tampoco a nosotros. Aunque usted sea pariente de ella y por ende alguien de su mayor confianza, capitán, no lo hará. No, hay que hacerlo atrapando al verdadero asesino. Volvamos adentro.
Cuando regresamos al interior del estudio, Dortmund se abocó a examinar los elementos que había arriba del escritorio. Notó que había un espacio vacío en el centro de la mesa, en medio de una capa de polvo que cubría todo el ancho y el largo del mueble en cuestión.
_ Indudablemente, movieron algo de la escena_ dijo Sean Dortmund, señalando su hallazgo.
Con el capitán Riestra nos quedamos sin aliento.
Mi amigo se dirigió a los oficiales y peritos que trabajaron en la escena y todos negaron haber movido algo. Y  se pusieron tensos cuando mi amigo los guió hacia su descubrimiento. ¿El asesino se había llevado intencionalmente algo que lo ligaba con el asesinato? Era muy probable, pero no algo definitivo.
Una mujer de mediana edad, cabello corto a la altura de la nuca y de modales muy correctos entró a la escena agitadamente desoyendo las advertencias de los agentes que trabajaban en el lugar. No obstante, la recibimos cálidamente.
_ Me llamo Martina Azcurra_ se presentó, frotándose las manos de nervios._ Tengo que confesarles algo, ya no me lo puedo guardar más.
_ ¿Qué es, señora Azcurra?_ inquirió Riestra.
_ Quiero confesar el homicidio de Abel Luro. Yo lo maté.
Los tres intercambiamos una mirada severa.
_ ¿Está segura de lo que dice? Es una acusación muy seria la que está haciendo_ dijo el capitán Riestra.
_ Sí, yo lo hice, yo lo maté_ repitió ella muy exaltada.
_ Muy bien_ asintió nuestro amigo._ Cuénteme cómo lo hizo.
_ Lo golpeé en la cabeza con el pisapapeles que hay en su escritorio. Discutimos, yo me estaba yendo, él me dijo algo provocativo, yo reaccioné, lo confronté, se rió de mí, me dio la espalda y en un denotado ataque de ira, tomé el pisapapeles y se lo partí en la cabeza por atrás. Me asusté y me fui.
_ Señora, eso no es posible...
_ ¡Yo lo maté!
_ Está bien. Que un oficial le tome la declaración para hacerlo formal. Dele todos los detalles, por favor.
Riestra llamó a uno de los oficiales que custodiaba el ingreso al estudio en donde estábamos todos y le dio estrictas órdenes de qué hacer con la señora Azcurra.
_ Muy bien, señor_ replicó aquél. Y se llevó a Martina Azcurra a otra parte.
El capitán se volvió hacia nosotros ofuscado y confundido.
_ Sabemos que ella no lo hizo_ deslizó con desdén._ Tenemos a dos personas que se responsabilizan por el homicidio y sabemos que ninguna de las dos lo hizo. ¿Qué opina Dortmund?
_ Que esto se está poniendo muy interesante_ declaró mi amigo con ímpetu._ Y lo mejor de todo es que el caso se está prácticamente resolviendo solo.
_ ¿Cómo es eso posible?_ expresó el capitán, desquiciado.
_ Ya lo verá usted, no se precipite.
Sean Dortmund continuó requisando la escena del crimen por unos minutos más e inmediatamente después de que hubo concluido su pesquisa, solicitó entrevistarse con la señora Azcurra.
Lo autorizaron y se encerró con ella en un cuarto aparte a solas.
El inspector le pidió que relatase los hechos tal como sucedieron al momento del homicidio y ella repitió la misma historia que nos contara a los tres previamente.
_ Miente, señora Azcurra_ declaró flamante, Dortmund.
Ella lo miró con hostilidad.
_ El señor Luro no murió de un golpe en la cabeza, como usted declara_ prosiguió el inspector.
_ Sí, porque yo lo hice.
_ ¿Sostiene su postura?
_ Firmemente.
_ Sólo intento ayudarla. Pero no puedo hacerlo si usted no colabora y es honesta conmigo.
_ Le estoy diciendo la verdad... ¡Soy una asesina desalmada! Tengo que pagar por lo que hice. Abel no merecía morir. Si tan sólo hubiese sido capaz de controlar mis impulsos en esos momentos...
_ ¿Se arrepiente?
_ Sí_. Agachó la mirada en señal de culpa.
_ Lo cierto es que usted no pudo haberlo matado, señora Azcurra_ siguió mi amigo con su disertación,_ porque al señor Luro no lo mataron de un golpe en la cabeza como usted afirma, sino de una puñalada en la nuca asestada con un punzón.
La expresión de la mujer cambió radicalmente.
_ Yo creí que..._ repuso Martina Azcurra, avergonzada.
_ ¿Que la asesina era la señora Riestra? Tampoco. Ella se culpó del homicidio porque vio a su esposo desde el jardín tendido en el piso con sangre que le fluía de la nuca y por eso pensó que le habían disparado. Pero eso no ocurrió tampoco. Carina Riestra sospecha que su esposo le es infiel con alguien más y lo confronta para averiguarlo. Discuten fuertemente y en ése preciso instante, llegó usted, lo que le dio razones a la señora Riestra para suponer que usted era la misteriosa amante del señor Luro. Ella los deja a usted y al señor Luro solos y se va para el jardín para poder espiarlos con sutileza, y confirmar o no sus temores. Usted la vio desde el estudio pero la ignoro porque jamás fue consciente de sus sospechas.
<No, no esperaba semejante cosa de la señora Riestra. Así que, el hecho para usted pasó absolutamente desapercibido. Pero no tanto para el señor Luro, que debió imaginar lo que su esposa pensaba y por eso le pidió a usted que se retirase. Usted se va ofuscada. Y en ese lapso de tiempo, alguien asesinó al señor Luro con el punzón para hacer creer que se trató de un crimen de ocasión y no fríamente planeado, como realmente fue.>
<La señora Riestra hace el descubrimiento del cuerpo e inmediatamente sospecha de usted. Usted, señora Azcurra, regresó porque dejó olvidado algo arriba del escritorio del señor Luro y vio algo inesperado: vio a la señora Carina Riestra arrodillada al lado del cuerpo de su esposo y sosteniéndolo llena de dolor y desolación entre sus brazos. Y usted supuso que ella lo había matado. Tomó lo que fue a buscar y sin intercambiar ni una sola palabra, recuperó lo suyo y se fue asustada, no sin antes intercambiar miles de miradas cargadas de emociones con la señora Riestra. ¿Me equivoco?>
_ No. Todo sucedió así_ admitió la señora Azcurra, absolutamente apenada.
_ Como no deseaba que la señora Riestra se viera envuelta en el asesinato de su marido porque la estima mucho y la considera una buena mujer, se inculpó usted misma por el crimen que pensó dadas las circunstancias que ella había perpetrado. Pero lo cierto es que no fue ninguna de las dos.
_ Carina no merece pasar por esto.  La conozco hace años... ¿Sabe algo, inspector? Me alivia mucho saber que ella no asesinó a Abel.
_ ¿Qué volvió a buscar al estudio del señor Luro, señora Azcurra?
_ Una cigarrera. Abel era fanático de los cigarrillos que yo consumo. Así que, siempre que lo visitaba, traía mi cigarrera para convidarle algunos. Hoy a la mañana me echó tan de repente y me sentí tan molesta, que me fui sin agarrarla. Hice unos pasos, descubrí el olvido y regresé. El resto ya lo sabe.
_ ¿Cuánto tardó en regresar, aproximadamente?
Martina Azcurra vaciló antes de responder.
_ Entre cinco y diez minutos, no más_ respondió con contundencia.
_ ¿Está segura?
_ Absolutamente segura.
_ ¿Se cruzó con alguien en ese ínterin de tiempo?
_ No, no me crucé con nadie. No vi a nadie, inspector.
_ ¿Por qué visitó al señor Luro?
_ Éramos muy buenos amigos. Me propuso un proyecto de negocios juntos y estábamos en tratativas para concretarlo. No se lo dijimos a nadie para no arruinarlo. Pero venía muy bien encaminada la cosa y queríamos sumarla a Carina si todo resultaba favorablemente como esperábamos con Abel.
_ ¿De qué trataba el proyecto, señora Azcurra?
_ Con la importación de vinos. Iba a llamarse El último canto del tenor, en honor a su última ópera. Teníamos muy buenos contactos en Mendoza.
_ Gracias, señora Azcurra. Fue de mucha ayuda.
Sean Dortmund volvió al estudio del señor Luro y revisó el espacio vacío que había en el centro del escritorio.
_ ¿Qué sucede, Dortmund?_ preguntó Riestra, preocupado.
Mi amigo nos hizo un resumen de los hechos que dedujo a partir de la declaración de la señora Martina Azcurra, y luego agregó entre cavilaciones:
_ Ella alegó que volvió a buscar su cigarrera. En el hueco que hay en la mesa, se puede entrever la silueta de un accesorio similar al de una cigarrera, lo que se condice con el testimonio de la señora Azcurra. Pero al lado, hay una silueta de algo mucho más grande.
_ Había algo más apoyado al lado de la cigarrera_ deduje.
_ Es rectangular y de amplias proporciones. Algo así como una cartera...
_ Pero, sabemos que ninguna de las dos mujeres pudo haberlo hecho. Y no hubo una tercera en la escena.
_ Pudo ser un portafolios_ concluyó Riestra._ El asesino lo apoyó en la mesa, cometió el crimen y se lo llevó otra vez.
Dortmund miró a Riestra con brillo en sus ojos. Mas, lo siguiente que hicimos fue a hablar con la señora Carina Riestra, la hermana de nuestro amigo.
_ ¿Por qué sospechaba que el señor Luro le era infiel, señora Riestra?_ le preguntó Dortmund, con amabilidad.
Carina Riestra miró al capitán con una mirada interrogativa y él asintió con un leve movimiento de cabeza.
_ Siempre llegaba tarde_ respondió ella._ Me decía que ensayaba hasta tarde. Pero yo llamaba al teatro y me decían siempre que el ensayo había terminado hacía como dos horas. Permanentemente igual. Hasta que revisando sus cosas, encontré esa pulsera de plata. Era la prueba que estaba buscando, lo que necesitaba para comprobar que se veía con alguien más.
_ Y por eso lo confrontó hoy a la mañana. Y oportunamente, llegó la señora Azcurra y creyó confirmar sus sospechas.
_ ¡Era mi amiga! No podía creerlo. Venía a ver a mi esposo todo el tiempo.
_ También era amiga tuya_ dijo el capitán.
_ ¡No la defiendas, Eugenio! Ella siempre venía a verlo a él, nunca vino por mí.
_ Lo cierto es, señora Riestra_ dijo Sean Dortmund,_ que ella no lo hizo. Al contrario, pensó que había sido usted cuando la encontró junto al cuerpo de su marido y se inculpó por el crimen para defenderla. Nunca tuvo nada con su esposo.
Carina Riestra se quedó sin aliento, mientras nos miraba a los tres perdidamente.
_ ¿No se te ocurrió pensar que la pulsera te la compró a vos?_ le preguntó el capitán Riestra a su hermana, con contundencia.
_ Él nunca me hacía ésa clase de regalos_ declaró la mujer, compungida. Se puso de pie y palideció súbitamente. Luego, volvió a mirarnos con los ojos llenos de culpa.
_ Martina se culpó por mí... Y yo que la juzgué mal. ¡Es un ángel! No sé cómo disculparme con ella ahora por este malentendido.
_ No necesita hacerlo, señora Riestra_ dijo el inspector, complaciente.

_ Todo se reduce a un único sospechoso_ anunció el capitán Riestra, después de que termináramos de hablar con su hermana._ Santiago Lutzack.
_ Es posible_ sentenció el inspector, poco convencido al respecto._ Averigüémoslo. Pero el asesino creo que nunca vino de afuera. Se los explicaré oportunamente.
Hicimos llamar a Santiago Lutzack, que llegó en menos de diez minutos. Era un hombre de rostro atestado, corpulento y ademanes sutiles. Tendría en apariencia unos cincuenta años.
Cuando vimos lo que traía entre sus manos, nos quedamos petrificados. Era un portafolios. Y yo pensé para mis adentros que el trámite iba a resultar demasiado sencillo. Si la forma de su portafolios coincidía con la de la que estaba en la escena, el  señor Lutzack no tendría escapatoria. Yo estaba gozando ésta pequeña victoria para mis adentros anticipadamente con mucho orgullo y moría por oírlo confesar el asesinato del señor Luro.
_ ¿,Por qué visitó al señor Luro hoy por la mañana?_ preguntó inicialmente Dortmund.
_ Soy su médico de cabecera_ respondió el señor Lutzack, con mucha calma y sin titubear._ Mejor dicho, era. Es tremendamente lamentable lo que le pasó.
Santiago Lutzack parecía sincero.
_ ¿Cuál fue el motivo de su consulta?_ prosiguió el inspector.
_ Un resfriado. Apenas le estaba agarrando, pero quería evitar que le afectara la garganta y me llamó para que le recetase algo para prevenirlo. Ése fue todo mi trabajo. Era tenor profesional y por ende, un obsesivo con el cuidado de sus cuerdas vocales.
_ ¿Cuánto tiempo estuvo?_ intervino Riestra.
_ Cinco, diez minutos. No mucho más. Salí de acá y me fui para la clínica Versalles, donde trabajo como médico clínico. Puede preguntar si quiere. Estaba terminando mi turno cuando ustedes llamaron.
_ ¿Se cruzó con alguien cuando llegó o cuando se fue hoy a la mañana?_ indagó Dortmund.
_ No. Vine, hice mi trabajo y me retiré. No vi a nadie más.
_ Permítame el portafolios, si es tan amable, señor Lutzack. Se lo devolveré a la brevedad.
El médico receló pero accedió a la demanda de mi amigo.
Sean Dortmund hizo la prueba pertinente comparando la forma del portafolios del señor Lutzack con la hallada en el escritorio de la víctima. Volvió en dos minutos, le devolvió la maleta a Santiago Lutzack y lo dejó ir.
_ El portafolios que apoyaron en la mesa del estudio del señor Luro era bastante más chico que el que el señor Lutzack traía consigo_ afirmó Dortmund.
_ ¿El portafolios de la escena tiene el tamaño de los que usan habitualmente los peritos?_ preguntó el capitán Riestra, relacionando los hechos lentamente en su cabeza.
_ ¡Tiene sentido!_ exclamé con vehemencia._ Mas, si el asesino utilizó guantes para no dejar huellas.
_ Exacto, caballeros_ ponderó Sean Dortmund con admiración._ El asesino llegó y esperó. Vio que el doctor Lutzack llegó y discretamente empleó un mecanismo para que la puerta quede abierta. Lutzack se retira, el asesino entra, se esconde y espera paciente. La señora Azcurra se va y un minuto y medio es todo lo que el asesino necesita para clavarle el punzón en la nuca al señor Abel Luro, guardar los guantes de nuevo en su portafolios y salir. Cuando abandona la casa, cierra la puerta de calle definitivamente y se va. Y vuelve junto con el equipo de Criminalística más tarde a hacer su trabajo. Y oportunamente, explora el terreno.
_ No tuvo tiempo de deshacerse de los guantes porque se notaría el faltante, lo investigarían y lo atraparían_ continuó el capitán Riestra con la deducción de los eventos._ Es el protocolo. Todos los elementos están inventariados.
_ Así que, tuvo que pedir un par de guantes prestados_ seguí yo_ y los que utilizó para matar al señor Luro aún los conserva encima.
No tardamos en averiguar que el perito que buscábamos se llamaba Néstor Torre. Revisamos sus cosas y tenía un par de guantes adicionales usados. Intentó disuadirnos, pero cuando lo confrontamos con toda la evidencia en su contra, se vio acorralado y aceptó confesar a cambio de hacer un trato con el fiscal. Aceptamos.
_ Con mi esposa estábamos muy mal_ empezó el señor Torre con su confesión._ Me costó horrores remarla y salvar la relación. Pero lo conseguí. Con esfuerzo y voluntad, lo conseguí. Le compré una pulsera como regalo de conciliación, que pensaba entregársela en el teatro. Saqué dos entradas para ir a ver El último canto del tenor, la ópera en la que cantaba Luro. A mi esposa, ése tipo de obras le fascinaban. Nos sentamos adelante de todo. Disfrutamos mucho. Le dije a mi esposa que tenía algo para ella, sin decirle qué.
<Cuando la función terminó, pedí permiso para acercarnos a los camarines y saludar al señor Luro. Después de eso, le daría la pulsera y todo sería perfecto.>
<Nos autorizaron a entrar al camarín a saludar al señor Abel Luro. Nos recibió gentilmente. Fue muy ameno durante el rato que compartimos con él. No habremos estado más de cinco minutos. Pero mi esposa estaba feliz de haberlo conocido.>
<Pensó que ésa era la sorpresa, pero le dije que había algo más. Cuando busqué en el bolsillo de mi sobretodo la pulsera, no estaba. Revisé los asientos y no se había caído ahí. Por ende, se me había caído en el camarín de Luro.>
<Le golpeé la puerta, me atendió, le planteé mi inquietud y me dijo que lo encontró. Pero que no iba a devolvérmelo. Pensé al principio que era una broma, pero nada de eso. Se apropió de mi pulsera. Discutimos fuertemente, me dijo que le quedaría mucho mejor a su mujer que a la mía, se rió de mí y me cerró la puerta en la cara. Mi esposa creyó que le mentí y me abandonó.> 
<¡Todo lo que hice por nada! Estaba todo perfectamente bien, pero ése infeliz de Abel Luro tuvo que aprovecharse y arruinarme. ¿Quién se creía que era el imbécil ése para faltarme el respeto de ésa manera? Tenía que hacerlo pagar. Salió del teatro y lo seguí en secreto para saber dónde vivía. El resto de la trama ya la conocen.>
_ ¿Por qué no se llevó la pulsera después de que lo mató?_ preguntó severamente, Riestra.
_ No sabía dónde la había guardado. Cuando volviese para hacer mi trabajo, la recuperaría discretamente, cosa que no hice, porque hay ojos por todos lados.
El capitán Riestra se llevó detenido al señor Néstor Torre y el juez exoneró a la señora Carina Riestra.
Ella y Martina Azcurra se fundieron en un abrazo profundo. Y la señora Riestra no paraba de mirar al capitán y agradecerle por su invaluable ayuda en el caso y por creer en ella todo el tiempo. La escena era muy conmovedora y habíamos entendido sólo así que el último canto del tenor no resultó en vano, después de todo.




viernes, 11 de enero de 2019

The Kidnapping Of The Little Victoria Brenta (Gabriel Zas)





Italpark, February 4, 1986

Chief Inspector Rogelio Otranto, in charge of the Search and Trace Division of Disappeared Persons of the Federal Police, urgently contacted inspector Sean Dortmund on the strict recommendation of Captain Riestra. Dortmund was flattered by the circumstances and attended in a very good mood to Inspector Otranto.
_ Riestra told me about his abilities to solve cases_ He argued Otranto after the greetings of rigor_ and I hope that he can put all his skills in solving this case that is recent. An expert eye like yours would be of great help to us.
_ Tell me about it _ Dortmund replied, seriously.
_ First of all, thank you. It is about the disappearance of an 8-year-old girl, Victoria Brenta, that occurred an hour ago at the Italpark. He was in the care of his mother, Carla Berón, at the time of the event.According to what she told us, she left her daughter or seconds alone to go and buy something at a stand that was a few meters from her location and when she returned, her daughter was no longer there.He looked everywhere but he did not see her. He walked, looked desperate but all in vain. It disappeared from nowhere. She asked anxiously to the other families who were at that moment, to anyone who crossed, if she had seen Victoria. But all the answers were negative. He entered a state of absolute crisis, in a posture of indomitable containment. And it was when they warned us. We arrived in less than ten minutes to the Italpark and we do not allow anyone to enter or leave until the investigation concludes. But we believe that in the midst of the commotion, whoever took her, had more than enough time to get her out of the park.
_ There is a possibility that your presumption is correct.
Sean Dortmund took note of everything Inspector Otranto told him.
"So, are you convinced that this is a rapture, official Otranto?" Inquired Dortmund with great interest, reflected in his way of asking the question.
_ There is no doubt about that point. My experience in the subject and the circumstances of the fact itself endorse me. Victoria Brenta was kidnapped before a crowd of people, and nobody saw anything.
_ It's the perfect place for a kidnapping, Chief Inspector Otranto. A thousand eyes and not a single witness.
_ The guy knows what he's doing. Count on that infallible advantage.
_ Random random? What does your experience tell you about that concept?
_ It is highly probable. The massively popular amusement parks such as the Italpark are a favorite hunting spot for those who seek to kidnap minors.
_ Were there cases of kidnappings similar to this in recent months, official Otranto?
_ No, Dortmund. It is the first in several years.
_ How is the little Victoria Brenta physically?
_ The mother gave us a picture of her. She is a very beautiful and adorable baby. Smooth black hair, approximately halfway up the back. Dark brown eyes, skinny, menu dita and a very tender and innocent look. According to the mother and stepfather, she wore a blue-colored dress in the moment of disappearance.
_ Did you say stepfather, Inspector Otranto?
Dortmund sounded terribly astonished.
_ Did not I mention it? _ Replied the chief inspector with restraint. _ Yes, he was also present at the time of the event. Not exactly present, but in the bathroom.
_ Without the surveillance of either of the two, it was the right time to take her away.
Sean Dortmund said it as if he were thinking aloud.
_ Excuse me? _ Rogelio Otranto interposed with annoyance.
_ I say that this does not seem like a random kidnapping, but skillfully calculated. The raptor watched the little girl stealthily, and when he had a chance, he took her away. And as you said, he had more than enough time to take it out and take it away. It is very possible that he is no longer inside the Italpark for his misfortune, official Otranto ... Tell me one thing, was there already a demand for rescue?
_ As far as we know, no_ answered the inspector Rogelio Otranto, altered and overcome by the situation. Also, we have the line telephones of the family intervened as the protocol indicates. If they call, we'll know right away.
_ He named me the stepfather of the creature earlier. I imagine he is as devastated as the mother because of what happened.
His name is Jorge Aulet. And yes, it is destroyed. He wants the girl like his own daughter. He never had one with his previous partners. He never had children, really. He could not wait for Victoria.
_ And the biological father of the girl?
_ You already know what happened. He is enraged. Hold Mr. Aulet responsible for what happened. He confronted him bluntly as soon as he arrived at the park. If we did not intercede on time, it could have been worse.
_ Very interesting what you tell me , Inspector Otranto. What's the name of Victoria's father?
_ Alejandro Brenta. As soon as we warned him about what happened, he came desperate to the Italpark.
_ Are all still in the place of events?
_ So is. As I mentioned earlier, Dortmund, no one enters or leaves until this is completely clear.
_ And Mr. Brenta also blames Mrs. Berón for the disappearance of his daughter?
_ No, only him.
_ You have provided me with all the necessary information. If it does not bother you, I'll go there and talk a few words with the three just to satisfy a doubt I have about it.
_ What kind of doubt, Dortmund?
_ For now, it is better not to rush things. I know that the first 48 hours are crucial. But let's give only 24 hours of grace to our kidnapper. To act now would be to frighten him and to delay us more of the account, would imply to risk not to recover the minor in time. Trust me. And grant me the favor of doing a little experiment after I talk to the parents of little Vic Brenta.
And he cut off the communication before Chief Inspector Rogelio Otranto could replicate his sayings.
Inspector Otranto was annoyed by this kind of discourteous treatment, but I knew beforehand what Sean Dortmund was like. And I was willing to forget it if he solved the case successfully.
Half an hour later, Dortmund was face to face with Carla Berón, mother of the lost girl. It seemed an extravagant being. She was dressed in a green solero. His hair was cut on his forehead partially covering his ears. Aware of his style, he had no plans to modify his aesthetic. And to camouflage the untidiness of his hairstyle, he had it pulled up at the nape of his neck.
What he could not disguise was the state of crisis that dominated him entirely at that time, which was logical and perfectly understandable by the situation he was going through.
Dortmund encouraged him and promised to return his daughter promptly.
" He can not promise things he does not know if he's going to be able to fulfill, " Chief Inspector Rogelio Otranto thought to himself.
Sean Dortmund asked Mrs. Berón to tell him what happened at the time of the disappearance of his daughter, Victoria Brenta. With a very great effort and restraining her sobbing impulses, the woman obeyed. His voice was weak and ragged but he could easily understand what he was saying. Inspector Dortmund listened to it very carefully.
What Carla Berón told her was consistent with the information that Inspector R ogelio Otranto had given him by telephone a while before. And because of the tone of her voice, and the expression of her body and gestures, she was being completely honest. He did not hide anything.
"Why did you divorce your daughter's father?" Sean Dortmund asked calmly, though the tone of his voice suggested a hint of impatience.
_ Because there was no affection between us as a couple_ replied Carla Berón, stopping any bad intention that could hide the question in its nucleus. The love that we had, has long since died out. But we're still together a little longer for Victoria. We did not want to hurt her.
_ How long ago exactly, Mrs. Berón?
_ Three more years. It was a long time, more than we could both endure on our own.
_ And they decided to separate by mutual agreement?
_ Yes. At first, it was all simple. But the legal dispute started when I told Alejandro that Victoria stayed with me. I allowed her to see her on weekends , but he did not give in and handled a lawsuit for her custody. I won it.
_ When did you meet Mr. Jorge Aulet exactly?
_ Two years ago. I still lived with Alejandro. But I had already presented it to Victoria and I did not tell Alejandro until a week before the separation.
Did he not tell you that Mr. Aulet secretly saw little Victoria, who was in a relationship with another man or both?
_ Both. At first, he took it in very bad ways. But then he understood, although he was very insistent in wanting to return with me. He said we could fix ourselves, that we could be happy again. That we did it for Victoria. That he still loved me like the first day. And that our daughter did not deserve to be raised with a stranger. But when he realized that I was not going to change his mind ... Well, he got a little more aggressive. I was solemnly repeating that Jorge was not my type and that I was not going to let him get close to Victoria. You know.
_ And that's when Mr. Alejandro Brenta threatened to take his daughter out and initiated the corresponding legal actions, right?
Carla Berón nodded with a gentle gesture.
_ When the trial ended, did you win legal custody of the child, the judge set a visitation regime for Mr. Brenta to see and that's it? Did he strictly enforce it and stop bothering her?
_ Yes, inspector.
_ For the moment is everything. You have helped me a lot. The police said that we may have to call a psychic so she can find her daughter if we can not locate her. Would you come to the session?
_ If that serves, of course I will attend_ he said firmly, although he indicated some skepticism in the subject._ The only thing I want is to have Victoria with me back.
_ I take the floor, then. I'll see you soon. Do not lose faith, Mrs. Berón_ and gave him a warm pat on the shoulder.
She watched him walk away with pleading in his eyes. He had understood, for one very curious reason, that if anyone could find his daughter, that was Sean Dortmund. He had earned his trust more than the entire Police Corps that assisted in the investigation.
Carla Berón was powerfully suggestive about the kinds of questions asked by Dortmu nd and the direction she directed the interview. But he understood that a researcher, faced with the consummation of any illicit, must explore and exhaust all relevant possibilities.
Sometimes, asking certain kinds of questions can be tediously uncomfortable. But it is a fundamental part of the daily work of the researcher. At first, the practice becomes difficult. But over time, it becomes more malleable and bearable.
Going a little deeper into the life of Mrs. Berón, Dortmund discovered that in his beginnings he had several jobs. She worked from dressmaker to executive account of a bank. His childhood and adolescence were difficult. He grew up without a stable father figure. His father beat assiduously to his mother and she, being very young, witnessed those scenes of abuse that sadly had become commonplace in the daily routine of the family.
One day, in a carelessness of the father, the mother took her to Carla Berón by force and escaped with her. From that moment, her father had several unstable partners, who only cared to sleep with her.And little by little, Carla was left aside. Of course that did not imply at all that his mother Carla did not care. But I did not hold it as before.
Carla Berón moved away from that lifestyle and became alone in the face of the adversities of life and routine. And one day, he worked in a bank. There he met Alejandro Brenta, a very handsome and crazy broker, a very frequent client with a great talent for business and finance. They fell in love, they got engaged, they got married and as a result of that relationship, Victoria Brenta was born.
Soon after, Carla Berón discovered that her husband was not the man she appeared to be and who only cared about the money . He made a very big effort to save the relationship but it did not work out.Although they did make a huge effort to stay together for Victoria. Carla Berón did not want her little daughter to suffer what she suffered at her young age. Victoria Brenta felt a very great affection for the two and the sentimental distance between them did not deprive her of that attachment.

The people in the Italpark were uncontainable. They all regretted what had happened and wanted as much as anyone that the poor girl would return to her parents as soon as possible, but they wanted to leave now. It was very hot and many were tired. The boys complained and the parents were unable to explain why they should stay in the park. Everyone was unbearably annoyed so. Some knew how to understand the delay, others, on the other hand, were not so perseverant.
Sean Dortmund looked for Mr. Brenta. I wanted to talk briefly with him. He was a man of respectable aspect, abrupt gestures and a somewhat aggressive manners. But of good bearing and a lot of predisposition. Dress in the latest fashion, prominent mustaches and gentle face.
"I'm sorry about your daughter, Mr. Brenta," Dortmund told him. "They called me especially to help with the case and I wanted to exchange some words with you. How do you feel?
_ How do you think I feel? _ Alejandro Brenta shouted in a hoarse voice.
_ I know. But believe me it would be very discourteous of me if I did not ask about it. Did you see your daughter often?
_ I saw her on the days that Justice would allow me .
Alejandro Brenta was a man of few words.
_ Did you ever have any problem with that? _ Continued interrogating Inspector Dortmund.
_ Everything within the established, all on good terms.
_ Blamed only Mr. Jorge Aulet, current partner of his ex-wife, for the disappearance of his daughter. Why only him?
_ Because he always neglected her! Victoria always told me. He told me he was good to her, but too distracted. I said this to Carla a thousand times, but she tried to confront me. To put Victoria's own ideals in her mouth. What a stupid thing! As if she did not know me ...
_ Then, I conclude that your relationship with Mr. Aulet is bad.
_ Not even bad because such a relationship between us does not exist. He stole from Carla and he owned Victoria. On top of that, he does not know how to take care of it. But Carla does not see it. Poor woman, do not go touching the hubby.
He uttered the latter with a tone that mixed sarcasm and anger.
Sean Dortmund looked at him in a particular way for a few seconds. Then he added:
_ How did you hear about the incident?
_ Carla notified me. He called me at work. As soon as I found out, I came running, "replied Mr. Brenta, in a forced attitude for not bursting with anger.
_ Arrived right away, so I understand.
_ My office is twenty blocks from here. I took a taxi to get there as fast as possible.
_ As soon as it arrived, what did it do?
_ I got inside the situation. I saw Jorge, standing, nervous and hugging Carla, and I went to confront him for allowing something like this to happen . But surely you already know.
_ The Police summoned a psychic to help with the investigation and is already here. He will make a session to try to see where his daughter Victoria is hiding and we need her to be present.
Alejandro Brenta looked at Dortmund with skepticism.
_ A seer? Seriously? This is how the police work? They are the laughingstock of the country_ replied with irony and malice.
_ There were cases that were resolved with the assistance of a seer, Mr. Brenta. They see things that the police often go through .
_ It's okay. I will be there if necessary. But the idea seems totally ridiculous to me.
_ It is a fact, Mr. Brenta. I will come to look for it in a while.
The next step by Sean Dortmund was Jorge Aulet, the stepfather of little Victoria Brenta. He was tall, with a frivolous look and harsh features. But he was a very pleasant and friendly human being. I was left in tears for what happened and implora vehemently that Victoria was returned safe and sound as soon as possible. He answered all the questions that Sean Dortmund asked him without problems and without surprises. And he accepted, although not very convinced, the idea of ​​the seer.
As soon as Sean Dortmund left Mr. Aulet, he looked for a pay phone and made a call to someone.
_ It's all ready_ the inspector told who was on the other side of the line._ Tell him to come immediately, we're waiting for you.
He cut off the communication and reunited the three of them in a closed and isolated room, loaded with a lot of privacy. A few minutes later, a woman in a strafalaria dress , with a strange hairstyle, full of colors and a mystical look, appeared in the cubicle. Sean Dortmund greeted her with a smile and invited her to pass kindly.
_ Gentlemen, she is Selena Berner, the seer_ formally presented to the rest.
Everyone looked skeptical, except Carla Berón who watched her with a glimmer of hope in her eyes.
Selena Berner concentrated, closed her eyes and started.
_ I see a girl_ began to say with a mystical voice._ It ... is ... It's beautiful. She is alone, scared ... No, she is ... She is accompanied by someone who takes care of her ... Victoria is not afraid ... she ... She trusts the person who has her under her care.
Sean Dortmund was watching attentively and with an impertinent look the expression of Carla Berón, Jorge Aulet and Alejandra Brenta.
_ The little girl seems happy_ followed the seer with her reading._ She is happy, playing in a kind of department ... she has a colored jumpsuit ... Rosa.
_ Azul_ Mr. Brenta corrected firmly.
_ How do you know it was blue if you were not with us in the park? _ Asked Mrs. Berón amazed. And immediately after a sudden violent reaction, he rushed at his ex-husband. How could you? Your daughter, your own daughter!
Officers separated her from Mr. Alejandro Brenta, who was arrested a few seconds later to investigate him. Chief Inspector Rogelio Otranto confronted Dortmund for explanations.
_ But, if everything was clear from the beginning! - boasted Sean Dortmund._ In most of these cases, the guilty party is always one of the parents. How a creature disappears in the midst of a crowd without making the slightest scandal? Because he knows the kidnapper. Simple answer, simple solution. Alejandro Brenta planned everything very well. She knew that Victoria would come to the Italpark today because she told him without hesitation the last time they saw each other. He works nearby and temporarily retired from work under some pretext. He comes to the Italpark, places his daughter and waits for the moment of maximum carelessness. Cua ndo comes that moment, he approaches her young daughter, she is happy to see him, he says he has a surprise for her and walks away from his hand. And the fact is not suspect to anyone at all! He takes her out of the entrance normally and puts her in the car of a family member, say a paternal uncle, to take her to a relative's house. I would risk saying paternal grandmother. Once Victoria in the car, Mr. Alejandro Brenta returns to his office and patiently waits to be notified about the alleged abduction. Pretend surprise, act a little and be apersona in thepark. And plays the role of the father concerned in front of the authorities and in front of the mother of the child.
_ Interesting_ Rogelio Otranto adduced with sincerity. How did he discover it?
_ For the simple detail that he blamed Mr. Aulet for the abduction of his daughter, and not Mrs. Carla Berón. And that is the reason for the whole drama. Alejandro Brenta and Carla Berón no longer attract, there is no passion between them. But he is still in love with her, he still loves her. They decide to stay together for a while longer for their daughter but the thing does not work and they decide that it is best to separate permanently.
< Mrs. Berón considers that it is the right moment to tell Mr. Brenta about her and Jorge Aulet, and he is falling apart when he finds out about the adventure and the relationship he had with his daughter.He would not resign himself to losing and just because the two loves of his life>.
< He started a lawsuit to keep custody of Victoria, but the judge ruled in favor of Carla Berón and that failure altered it even more > .
< Jorge Aulet was not a great stepfather, he neglected his daughter all the time. But Mrs. Berón refused to accept it because Mr. Aulet was the prototype of the perfect man. And it was the heel of Aquile s for Mr. Brenta. If I could actually see that Jorge Aulet not protect Victoria, discredit him and keep alive dr ed hopes that Carla returned with him. That's why he simulated the kidnapping. Then, Alejandro Brenta would interfere in the investigation, pretend to find his own daughter and remain a hero, leaving Jorge Aulet > worse still .
< But I did not have proof of Mr. Brenta's guilt and that's why I summoned an old well-known actress to act as seer. The size of the dress color made him stumble. It was so sudden that he did not have time to think of a lie and unconsciously took the bait. Also, when I proposed to him to make the session so that the supposed seer would reveal to us who kidnapped Vic Toria Brenta and where he had hidden her, he became pale and did not emphasize who because he knew he was. On the other hand, you could tell that his emotions were represented, compared with Aulet Mr and Mrs Beron, they were very authentic>.
The pector ins chief Rogelio Otranto felt admired by the talent displayed Sean Dortmund in the case and thanked him for his invaluable collaboration it.
few days later, he learned from the captain himself Riestra Victoria Otranto was rescued unharmed, and was momentarily hidden in the home of his maternal grandmother, located in Tigre.
Alejandro Brenta presumed that taking Victoria from a massively crowded place and in the sight of thousands of people was going to be a simple task. And I did ! It was too simple.