lunes, 7 de enero de 2019

El rapto de la pequeña Victoria Brenta (Gabriel Zas)




                             


Italpark, 4 de febrero de 1986

El inspector en jefe Rogelio Otranto, a cargo de la División Búsqueda y Rastros de Personas Desaparecidas de la Policía Federal contactó con suma urgencia al inspector Sean Dortmund por estricta recomendación del capitán Riestra. Dortmund se sintió halagado por las circunstancias y atendió de muy buen humor al inspector Otranto.
_ Riestra me habló de sus habilidades para resolver casos_ adujo Otranto después de los saludos de rigor_ y espero que pueda poner toda su destreza en solucionar este caso que es reciente. Un ojo experto como el suyo nos sería de gran ayuda.
_ Cuénteme al respecto_ repuso Dortmund, seriamente.
_ Ante todo, gracias. Se trata de la desaparición de una nena de 8 años, Victoria Brenta, ocurrida hace una hora en el Italpark. Estaba al cuidado de su madre, Carla Berón, al momento del hecho. Según nos relató ella, dejó a su hija unos segundos sola para a ir a comprar algo a un puesto que estaba a escasos metros de su ubicación y cuando volvió, su hija ya no estaba. Miró para todos lados pero no la vio. Caminó, buscó desesperada pero todo en vano. Desapareció de la nada. Le preguntó angustiada a las demás familias que estaban en ese momento, a cualquier persona que se cruzaba, si había visto a Victoria. Pero todas las respuestas fueron negativas. Entró en un estado de crisis absoluta, en una postura de indomable contención. Y fue cuando nos avisaron a nosotros. Llegamos en menos de diez minutos al Italpark y no permitimos que nadie entre ni salga hasta que la investigación concluya. Pero creemos que en medio de la conmoción, quien se la llevó, tuvo tiempo más que suficiente de sacarla del parque.
_ Hay una posibilidad de que su presunción sea acertada.
Sean Dortmund tomaba nota de todo lo que el inspector Otranto le narraba.
_ ¿Así que, está convencido de que se trata de un rapto, oficial Otranto?_ inquirió Dortmund con mucho interés, reflejado en su manera de formular la pregunta.
_ No hay dudas al respecto sobre ése punto. Mi experiencia en el tema y las circunstancias del hecho en sí me avalan. Victoria Brenta fue secuestrada ante una multitud de personas, y nadie vio nada.
_ Es el lugar perfecto para un secuestro, inspector en jefe Otranto. Mil ojos y ni un solo testigo.
_ El tipo sabe lo que hace. Cuenta con ésa ventaja infalible.
_ ¿Rapto al azar? ¿Qué le dice su experiencia sobre ése concepto?
_ Es altamente probable. Los parques de diversiones masivamente concurridos como el Italpark son un lugar de cacería preferido por quienes buscan secuestrar a menores.
_ ¿Se registraron casos de secuestros similares a este en los últimos meses, oficial Otranto?
_ No, Dortmund. Es el primero en varios años.
_ ¿Cómo es físicamente la pequeña Victoria Brenta?
_ La madre nos facilitó una foto suya. Es una nena muy hermosa y adorable. Pelo liso negro, largo hasta la mitad de la espalda aproximadamente. Ojos marrones oscuros, flaca, menudita y de una mirada muy tierna e inocente.  Según la madre y el padrastro, vestía un vestido tipo overol color azul al momento de la desaparición.
_ ¿Dijo usted padrastro, inspector Otranto?
Dortmund sonaba terriblemente asombrado.
_ ¿No se lo mencioné?_ repuso el inspector en jefe con mesura._ Sí, también estaba presente al momento del hecho. No exactamente presente, sino en el baño.
_ Sin la vigilancia de ninguno de los dos, fue el momento adecuado para llevársela.
Sean Dortmund lo dijo como si estuviera pensando en voz alta.
_ ¿Perdón?_ interpuso Rogelio Otranto con contrariedad.
_ Digo que esto no me parece un secuestro al azar, sino hábilmente calculado. El raptor vigiló a la pequeña niña sigilosamente, y cuando tuvo oportunidad, se la llevó. Y como usted dijo, tuvo tiempo más que suficiente de sacarla y llevársela lejos. Es muy posible que ya no esté adentro del Italpark para desgracia suya, oficial Otranto... Dígame una cosa, ¿ya hubo demanda de rescate?
_ Hasta donde sabemos, no_ respondió el inspector Rogelio Otranto, alterado y superado por la situación._ Igualmente, tenemos los teléfonos de línea de la familia intervenidos como indica el protocolo. Si llaman, lo sabremos enseguida.
_ Me nombró al padrastro de la criatura anteriormente. Imagino que está tan devastado como la madre por lo sucedido.
_ Se llama Jorge Aulet. Y sí, está destruido. Quiere a la nena como a su propia hija. Nunca tuvo una con sus parejas anteriores. Nunca tuvo hijos, en realidad. Se desvivía por Victoria.
_ ¿Y el padre biológico de la niña?
_ Ya sabe lo ocurrido. Está enardecido. Responsabiliza al señor Aulet por lo que pasó. Lo enfrentó sin rodeos ni bien arribó al parque. Si no intercedíamos a tiempo, pudo haber sido peor.
_ Muy interesante lo que me cuenta, inspector Otranto. ¿Cómo se llama el padre de Victoria?
_ Alejandro Brenta. Ni bien le avisamos sobre lo acontecido, vino desesperado al Italpark.
_ ¿Aún permanecen todos en el lugar de los hechos?
_ Así es. Como le mencioné antes, Dortmund, nadie entra ni sale hasta que esto esté completamente aclarado.
_ ¿Y el señor Brenta culpa también a la señora Berón por la desaparición de su hija?
_ No, sólo a él.
_ Me ha proporcionado usted toda la información necesaria. Si no le molesta, iré para allá y hablaré unas breves palabras con los tres sólo para satisfacer una duda que tengo al respecto.
_ ¿Qué clase de duda, Dortmund?
_ Por ahora, es mejor no precipitar las cosas. Sé que las primeras 48 horas son cruciales. Pero démosle sólo 24 horas de gracia a nuestro secuestrador. Actuar ahora sería asustarlo y demorarnos más de la cuenta, implicaría arriesgarnos a no recuperar a la menor a tiempo. Confíe en mí. Y concédame el favor de hacer un pequeño experimento luego de que hable con los padres de la pequeña Victoria Brenta.
Y cortó la comunicación antes de que el inspector en jefe Rogelio Otranto pudiera hacer réplica de sus dichos.
Al inspector Otranto le molestaba demasiado ésta clase de tratos descorteses, pero ya sabía de antemano cómo era Sean Dortmund. Y estaba dispuesto a olvidarlo si aquél resolvía el caso exitosamente.
Media hora más tarde, Dortmund estaba frente a frente con Carla Berón, madre de la nena extraviada. Parecía un ser extravagante. Iba vestida con un solero de color verde. Sus cabellos partidos sobre la frente le cubrían parcialmente las orejas. Consciente de su estilo, no tenía planes de modificar su estética. Y para camuflar la desprolijidad de su peinado, lo llevaba recogido en la nuca.
Lo que tampoco podía disimular era el estado de crisis que la dominaba enteramente en esos momentos, lo que era lógica y perfectamente comprensible por la situación que atravesaba.
Dortmund le dio ánimo y le prometió devolverle a su hija prontamente.
"No puede prometer cosas que no sabe si va a poder cumplir", pensó para sí el inspector en jefe Rogelio Otranto.
Sean Dortmund le solicitó a la señora  Berón que le cuente lo sucedido al momento de la desaparición de su hija, Victoria Brenta. Con un esfuerzo muy grande y conteniendo sus impulsos de sollozar, la mujer obedeció. Su voz era débil y entrecortada pero se comprendía fácilmente lo que declaraba. El inspector Dortmund la escuchó con mucha atención.
Lo que le dijo Carla Berón era consistente con la información que le había proporcionado el inspector Rogelio Otranto por teléfono un rato antes.  Y por el tono de su voz, y la expresión de su cuerpo y gestos, estaba siendo completamente honesta. No ocultaba nada.
_ ¿Por qué se divorció del padre de su hija?_ preguntó Sean Dortmund con tranquilidad, aunque el tono de su voz dejaba entrever un ápice de impaciencia muy notorio.
_ Porque ya no había afecto entre nosotros como pareja_ respondió Carla Berón, atajándose de cualquier mala intención que pudiera esconder la pregunta en su núcleo._ El amor que nos teníamos, hace tiempo que se extinguió. Pero seguimos juntos un tiempo más por Victoria. No queríamos herirla.
_ ¿Hace cuánto tiempo exactamente, señora Berón?
_ Tres años más. Fue mucho tiempo, más de lo que podíamos aguantar los dos por nuestra propia cuenta.
_ ¿Y decidieron separarse de mutuo acuerdo?
_ Sí. Al principio, fue todo sencillo. Pero la disputa legal comenzó cuando le dije a Alejandro que Victoria se quedaba conmigo. Le permití verla los fines de semana, pero él no cedió y gestionó una demanda judicial por su custodia. Yo la gané.
_ ¿Cuándo conoció con exactitud al señor Jorge Aulet?
_ Hace dos años. Yo todavía convivía con Alejandro. Pero yo ya le había presentado a Victoria y no se lo dije a Alejandro hasta una semana antes de la separación.
_ ¿Que no le dijo que el señor Aulet veía en secreto a la pequeña Victoria, que estaba en pareja con otro hombre o ambas?
_ Ambas. En un comienzo, lo tomó de muy mala maneras. Pero después lo entendió, aunque se mostró muy insistente en querer volver conmigo. Decía que podíamos arreglarnos, que podíamos volver a ser felices otra vez. Que lo hiciéramos por Victoria. Que él me seguía amando como el primer día. Y que nuestra hija no merecía criarse con un desconocido. Pero cuando se dio cuenta que yo no pensaba cambiar de opinión... Bueno, se puso un poco más agresivo. Repetía solemnemente que Jorge no era mi tipo y que no iba a permitir que se acercara a Victoria. Usted sabe.
_ ¿Y fue ahí cuando el señor Alejandro Brenta amenazó con sacarle a su hija e inició las acciones legales correspondientes, correcto?
Carla Berón asintió con un suave ademán.
_ ¿Terminó el juicio, usted ganó la custodia legal de la menor, el juez fijó un régimen de visitas para que el señor Brenta la viera y eso es todo? ¿Lo cumplió estrictamente y dejó de molestarla?
_ Sí, inspector.
_ Por el momento, es todo. Me ha ayudado usted mucho. La Policía dijo que quizás tengamos que llamar a una vidente para que pueda hallar a su hija si no podemos localizarla. ¿Usted vendría a la sesión?
_ Si eso sirve, por supuesto que asistiré_ dijo con firmeza, aunque denotó cierto escepticismo en el tema._ Lo único que quiero es tener a Victoria conmigo de vuelta.
_ Le tomo la palabra, entonces. La veré pronto. No pierda la fe, señora Berón_ y le dio una calurosa palmada en el hombro.
Ella lo vio alejarse con súplica en sus ojos. Había comprendido, por una muy curiosa razón, que si alguien podía encontrar a su hija, ése era Sean Dortmund. Se había ganado su confianza más que todo el Cuerpo de la Policía que asistía en la investigación.
A Carla Berón le resultó poderosamente sugerente las clases de preguntas que le hiciera Dortmund y para el sentido que direccionó la entrevista. Pero entendía que un investigador, frente a la consumación de cualquier ilícito, debe explorar y agotar todas las posibilidades pertinentes.
A veces, hacer cierta clase de preguntas puede resultar tediosamente incómodo. Pero es parte fundamental de la labor diaria del investigador. Al principio, la práctica se torna difícil. Pero con el tiempo, se hace más maleable y llevadera.
Hurgando un poco más en profundidad en la vida de la señora Berón, Dortmund descubrió que en sus comienzos tuvo varios trabajos. Trabajó desde modista hasta de ejecutiva de cuentas de un banco. Su niñez y adolescencia fueron difíciles. Se crió sin una figura paterna estable. Su padre golpeaba asiduamente a su madre y ella, siendo muy chica, presenció ésas escenas de maltrato que tristemente se habían convertido en moneda corriente en la cotidianeidad de la familia.
Un día, en un descuido del padre, la madre la tomó a Carla Berón por la fuerza y escapó con ella. Desde ése momento, su progenitora tuvo varias parejas inestables,  a quienes sólo les importaba acostarse con ella. Y poco a poco, Carla fue dejada a un lado. Claro que eso no implicaba en absoluto que a su madre Carla no le importara. Pero no lo detentaba como antes.
Carla Berón se alejó de ése estilo de vida y se hizo sola frente a las adversidades de la vida y la rutina. Y un día, trabajó en una entidad bancaria. Ahí conoció a Alejandro Brenta, un corredor de bolsa muy apuesto y alocado, un cliente muy frecuente con un gran talento para los negocios y las finanzas. Se enamoraron, se comprometieron, se casaron y fruto de ésa relación, nació Victoria Brenta.
Al poco tiempo, Carla Berón descubrió que su esposo no era el hombre que aparentaba ser y que sólo le importaba el dinero. Hizo un esfuerzo muy grande por salvar la relación pero no resultó. Aunque sí hicieron un esfuerzo enorme para permanecer juntos por Victoria. Carla Berón no quería que su pequeña hija padeciera lo que ella sufrió a su corta edad. Victoria Brenta sentía un afecto muy grande por los dos y la distancia sentimental entre ambos no la privó de ése apego.



La gente en el Italpark estaba incontenible. Todos lamentaban lo que había sucedido y querían tanto como cualquiera que la pobre nena volviese con sus padres cuanto antes, pero querían irse ya. Hacía mucho calor y muchos estaban cansados. Los chicos se quejaban y a los padres se les hacía imposible explicarles el motivo por el que debían permanecer en el parque. Todo el mundo estaba insoportablemente fastidioso. Algunos supieron comprender la demora, otros en cambio no fueron tan perseverantes.
Sean Dortmund buscó al señor Brenta. Quería dialogar brevemente con él. Era un hombre de aspecto respetable, ademanes bruscos y unos modales un tanto agresivos. Pero de buen porte y mucha predisposición. Vestido a la última moda, bigotes prominentes y rostro apacible.
_ Lamento lo de su hija, señor Brenta_ le dijo Dortmund._ Me convocaron especialmente para ayudar en el caso y quería intercambiar algunas palabras con usted. ¿Cómo se siente?
_ ¿Cómo cree que me siento?_ le retrucó Alejandro Brenta con voz ronca.
_ Lo sé. Pero créame que sería muy descortés de mi parte si no le preguntara al respecto. ¿Veía a su hija seguido?
_ La veía los días que la Justicia me lo permitía.
Alejandro Brenta era un hombre de pocas palabras.
_ ¿Alguna vez hubo algún inconveniente con eso?_ siguió interrogando el inspector Dortmund.
_ Todo dentro de lo establecido, todo en buenos términos.
_ Culpó solamente al señorJorge Aulet, actual pareja de su exesposa, por la desaparición de su hija. ¿Por qué sólo a él?
_ ¡Porque siempre la descuidaba! Victoria me lo decía siempre. Me decía que era bueno con ella, pero demasiado distraído. Le dije esto mismo a Carla una y mil veces, pero me trató de confabulador. De meter en boca de Victoria ideales propios. ¡Qué estupidez! Como si ella no me conociera...
_ Entonces, concluyo que su relación con el señor Aulet es mala.
_ Ni siquiera mala porque tal relación entre nosotros no existe. Él me robó a Carla y se adueñó de Victoria. Encima, no la sabe cuidar. Pero Carla no lo ve. Pobre mujer, no le vayan a tocar al maridito.
Pronunció esto último con un tono que mezclaba el sarcasmo y el enojo.
Sean Dortmund lo miró de una manera particular por unos segundos. Luego agregó:
_ ¿Cómo se enteró del incidente?
_ Me notificó Carla. Me llamó al trabajo. Ni bien me enteré, vine corriendo_ respondió el señor Brenta, en una actitud forzosa por no estallar de ira.
_ Llegó enseguida, por lo que tengo entendido.
_ Mi oficina está a veinte cuadras de acá. Me tomé un taxi para llegar lo más rápido posible.
_ ¿Ni bien llegó, qué hizo?
_ Me interioricé de la situación. Lo vi a Jorge, parado, nervioso y abrazando a Carla, y fui a confrontarlo por permitir que algo así ocurriese. Pero seguramente ya lo sabe.
_ La Policía convocó a una vidente para ayudar en la investigación y ya viene para acá. Hará una sesión para intentar ver dónde está escondida su hija Victoria y necesitamos que esté presente.
Alejandro Brenta miró a Dortmund con escepticismo.
_ ¿Una vidente? ¿Enserio? ¿Así trabaja la Policía? Son el hazmerreír del país_ contestó con ironía y malicia.
_ Hubo casos que se resolvieron con la asistencia de una vidente, señor Brenta. Ven cosas que la Policía muchas veces pasa por alto.
_ Está bien. Estaré ahí si es necesario. Pero la idea me parece totalmente ridícula.
_ Es un hecho, señor Brenta. Vendré a buscarlo en un rato.
La siguiente diligencia de Sean Dortmund fue Jorge Aulet, el padrastro de la pequeña Victoria Brenta. Era alto, de mirada frívola y facciones ásperas. Pero era un ser humano muy ameno y simpático. Estaba desecho en lágrimas por lo que pasó e imploraba con vehemencia que Victoria fuese devuelta sana y salva cuanto antes. Respondió a todas las preguntas que Sean Dortmund le hizo sin problemas y sin sorpresas. Y aceptó, aunque no muy convencido, la idea de la vidente.
Ni bien Sean Dortmund se alejó del señor Aulet, buscó un teléfono público e hizo una llamada a alguien.
_ Está todo listo_ le dijo el inspector a quien estaba del otro lado de la línea._ Dígale que venga de inmediato, la estamos esperando.
Cortó la comunicación y volvió a reunir a los tres en un cuarto cerrado y aislado, cargado de mucha privacidad. Unos minutos después, una mujer de vestimenta estrafalaria, peinado raro, llena de coloridos y de mirada mística se apersonó en el cubículo. Sean Dortmund la recibió con una sonrisa y la invitó a pasar amablemente.
_ Señores, ella es Selena Berner, la vidente_ la presentó formalmente al resto.
Todos la miraron escépticos, excepto Carla Berón que la observaba con un brillo de esperanza en sus ojos.
Selena Berner se concentró, cerró los ojos e inició.
_ Veo a una niña_ comenzó a decir con voz mística._ Es...es...Es preciosa. Está sola, asustada... No, momento... Está acompañada por alguien que la cuida... Victoria no tiene miedo... ella... Ella confía en la persona que la tiene bajo su cuidado.
Sean Dortmund relojeaba atento y con una mirada impertinente la expresión de Carla Berón, Jorge Aulet y Alejandro Brenta.
_ La chiquita parece feliz_ seguía la vidente con su lectura._ Está feliz, jugando en una especie de departamento... tiene un overol color... Rosa.
_ Azul_ corrigió el señor Brenta con firmeza.
_ ¿Cómo sabés que era azul si vos ni estabas con nosotros en el parque?_ le preguntó la señora Berón asombrada. E inmediatamente tras una violenta reacción súbita, se abalanzó contra su exmarido._ ¡Desgraciado! ¿Cómo pudiste? ¡A tu hija, a tu propia hija!
Unos oficiales la separaron del señor Alejandro Brenta, a quien segundos después se llevaron detenido para indagarlo. El inspector en jefe Rogelio Otranto confrontó a Dortmund para que le dé explicaciones al respecto.
_ ¡Pero, si todo estuvo claro desde el principio!_ alardeó Sean Dortmund._ En la mayoría de estos casos, el culpable siempre es uno de los padres. ¿Cómo una criatura desaparece en medio de una multitud sin hacer el menor escándalo? Porque conoce al secuestrador. Respuesta sencilla, solución sencilla. Alejandro Brenta lo planeó todo muy bien. Sabía que Victoria vendría hoy al Italpark porque ella se lo contó sin dudas la última vez que se vieron. Trabaja cerca y se retiró del trabajo temporalmente con algún pretexto.  Viene al Italpark, ubica a su hija y espera el momento de máximo descuido. Cuando llega ése instante, él se acerca a su pequeña hija, ella se pone feliz de verlo, le dice que tiene una sorpresa para ella y se va caminando de su mano. ¡Y el hecho no resulta sospechoso para nadie en absoluto! La saca por la entrada normalmente y la mete en el coche de algún familiar, digamos tío paterno, para que la lleve a casa de algún pariente. Me arriesgaría a decir abuela paterna. Una vez Victoria en el coche, el señor Alejandro Brenta vuelve a su oficina y espera paciente a que le notifiquen sobre el presunto rapto. Finge sorpresa, actúa un poco y se apersona en el parque. Y juega el rol del padre preocupado frente a las autoridades y frente a la propia madre de la criatura.
_ Interesante_ adujo Rogelio Otranto con sinceridad._ ¿Cómo lo descubrió?
_ Por el simple detalle de que culpó al señor Aulet por el rapto de su hija, y no a la señora Carla Berón. Y ahí radica el motivo de todo el drama. Alejandro Brenta y Carla Berón ya no se atraen, ya no hay pasión entre ellos. Pero él sigue enamorado de ella, aún la ama. Deciden permanecer juntos un tiempo más por su hija pero la cosa no funciona y resuelven que lo mejor es separarse definitivamente.
<La señora Berón estima que es el momento adecuado para decirle al señor Brenta sobre ella y Jorge Aulet, y este se desmorona al enterarse de la aventura y de la relación que él mantenía con su hija. No iba a resignarse a perder así porque sí a los dos amores de su vida>.
<Inició una demanda judicial para quedarse con la custodia de Victoria, pero el juez falló a favor de Carla Berón y ese fallo lo alteró aún más>.
<Jorge Aulet no era un gran padrastro, descuidaba a su hija todo el tiempo. Pero la señora Berón se negaba a aceptarlo porque el señor Aulet era el prototipo del hombre perfecto. Y fue el talón de Aquiles para el señor Brenta. Si podía comprobar efectivamente que Jorge Aulet no protegía a Victoria, lo desacreditaría y mantendría vivas las esperanzas de que Carla volviese con él. Por eso simuló el secuestro. Luego, Alejandro Brenta se inmiscuiría en la investigación, fingiría encontrar a su propia hija y quedaba como un héroe, dejando aún peor parado al señor Jorge Aulet>.
<Pero no tenía pruebas de la culpabilidad del señor Brenta y por eso convoqué a una vieja conocida actriz para que oficie de vidente. El detalle del color del vestido lo hizo tropezar. Fue tan repentino que no le dio tiempo a pensar en una mentira e inconscientemente mordió el anzuelo. Además, cuando le propuse realizar la sesión para que la supuesta vidente nos revelara quién secuestró a Victoria Brenta y dónde la tenía oculta, se puso pálido y no hizo hincapié en el quién porque sabía que fue él. Por otra parte, se notaba que sus emociones eran representadas, en comparación con la del señor Aulet y la señora Berón, que eran muy auténticas>.
El inspector en jefe Rogelio Otranto se sintió admirado por el talento que desplegó Sean Dortmund en el caso y le dio las gracias por su invaluable colaboración en él.
Unos días después, se enteró por el propio capitán Riestra que Victoria Otranto fue rescatada sana y salva, y que estaba momentáneamente escondida en casa de su abuela materna, ubicada en Tigre.
Alejandro Brenta presumió que llevarse a Victoria de un lugar masivamente concurrido y ante la vista de miles de personas iba a resultar tarea sencilla. ¡Y lo fue! Fue demasiado sencillo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario