miércoles, 3 de febrero de 2021

Detective de artificio / La joven heredera

 



Por alguna razón que él mismo desconocía, el nuevo caso que León Betancourt tenía entre manos lo entusiasmaba enormemente. Era un problema muy peculiar que dejaba al descubierto la malicia que tienen algunas personas cuando la ambición las ciega sin escrúpulos.

Se trataba de Verónica Torriani, una joven mucama que trabajaba desde hacía diez meses al servicio de una de las familias más empoderadas del país, aunque el concepto de familia es una manera de formal de decir porque en realidad ellos nunca tuvieron hijos. Más bien era un matrimonio constituido por dos personas egocéntricas, agrias, hoscas y nada agradables, los Reboa. Alicia y Juan Antonio eran dueños de la firma Maquinarias Reboa, que fundaron a pulmón en 1985 y supieron hacerla crecer con denodado esfuerzo y admirable dedicación, a tal punto que para 1991 llegaron a convertirse en una de las diez manufactureras más relevantes y emblemáticas de Argentina.

En el 2000 treparon al segundo lugar y en 2001 quedaron en lo más alto del podio como consecuencia de la crisis que devino en diciembre del mismo año que llevó a la quiebra al frigorífico Seimar, el número 1 hasta ese momento.  A los Reboa la crisis no los afectó en absoluto y se permitieron muchos lujos que pocos podían permitirse, lo que inexorablemente los llevó a ser una de las familias más odiadas del país por entonces.

Ya con sus miles de millones bien hechos y con el prestigio en la cima del pedestal, decidieron vender la empresa, dedicada a la fabricación y comercialización de máquinas para la construcción, jubilarse y entregarse a una vida relajada y apacible, exenta de preocupaciones y obligaciones.

Cuando su cuerpo comenzó a pasarles factura a los dos por igual, decidieron contratar a Verónica Torriani para que se encargara de los quehaceres domésticos de los que ellos ya no podían ocuparse.

Verónica Torriani era joven, de cabello ondulado, sonrisa cautivadora y modales muy refinados, con escasa experiencia en el oficio de mucama. Pero al matrimonio Reboa ese detalle no le importó porque de esa manera resultaba más fácil explotarla y someterla a sus pretensiones de ricachones jubilados y ostentosos.

Pero el verdadero propósito de su contratación fue inherente a un asunto personal de ella. En la entrevista laboral que mantuvo con Alicia y Juan Antonio Reboa, Verónica Torriani confesó que estaba sola en el mundo y que su madre, único familiar vivo, estaba convaleciente y en estado muy delicado por una enfermedad que la estaba consumiendo terriblemente. Parte de su sueldo era para ayudarla a ella. Pero lo que Verónica confesó posteriormente la condenó y fue el motivo por el que requirió la intervención de León Betancourt, al que conoció casualmente por recomendación de un viejo cliente suyo.

La madre de Verónica era millonaria y a su deceso, ella heredaría el total de su fortuna. Y los Reboa vieron una clara oportunidad de apoderarse de la herencia mediante la ejecución de un plan maliciosamente descabellado.

_ Tengo 17 años, por lo que legalmente soy menor de edad_ le explicaba Verónica Torriani a León Betancourt, sentada frente a él en su despacho._ Creen que no tengo la capacidad moral para manejar mis propias finanzas a tan corta edad. Pero están muy equivocados y más aún si creen que pueden pasarme por encima.

_ ¿De qué manera supone que van a pasarla por encima?_ preguntó Betancourt con mucho interés en el asunto.

Verónica Torriani miró fijamente a León Betancourt por unos segundos con indignación y recelo, y tan pronto como se convenció, extrajo de su cartera un documento que depositó amablemente en manos del detective. Aquél lo recibió con gentileza, lo leyó y le devolvió a la joven una mirada de estupor e impotencia al mismo tiempo.

_ ¿Esto es real?_ inquirió Betancourt, absolutamente azorado y desencajado.

_ Sí_ repuso la joven mucama._ Inmediatamente después de que les contara sobre la herencia de mi madre, se pusieron en campaña para adoptarme. De ese modo, siendo yo hija legal de los Reboa y con 17 años, ellos asumirían completamente el control de mi fortuna. Por supuesto, ese documento que tiene usted en mano es una copia del original.

_ Usted quiere entonces que impida que los Reboa la adopten a los efectos de evitar perder toda la herencia.

_ No me quieren, no sienten afecto por mí. Mi madre puede fallecer en cualquier momento y ellos tienen influencia en los juzgados porque son personas importantes y pueden pagar favores a jueces y a quien sea necesario para acelerar el trámite. ¡Estoy desesperada!

_ No se preocupe. Los Reboa no la van a adoptar y no le van a robar la herencia. Se lo prometo. Pero hay que actuar enseguida. Debemos apurarnos y poner manos a la obra lo antes posible.

_ ¡No sabe el alivio que siento con esto último que me dijo, señor Betancourt!

Verónica Torriani estaba realmente muy emocionada.

_ Es muy probable que usted deba ayudarme_ dijo León Betancourt.

_ Cuente con eso.

_ Y, por último, le pediré el 30% del total de lo que usted cobre como pago de mis honorarios por el servicio prestado.

_ Tenemos un trato.

La joven hereda desplegó una sonrisa muy elocuente y significativa.

_ Mañana preséntese a trabajar como todos los días. Y tendrá que forzarlos a que le revelen su idea.

_ ¿Tan rápido?

_ No podemos retrasarnos, Verónica. Entienda que es urgente actuar con la mayor rapidez posible.

_ ¿Y cómo pretende que los obligue a confesarme que tienen la idea de adoptarme para robarme toda la herencia?

_ Dígaselos de frente. Lisa y llanamente.

Verónica Torriani escrudiñó vorazmente a León Betancourt.

_ Usted es joven y se siente incapaz de manejar todo ese caudal de dinero. Los Reboa no podrán resistir la tentación de ofrecerles su ayuda. A partir de ese momento, muéstrese vulnerable a tal punto que ellos se sientan completamente atraídos por esa vulnerabilidad, finjan sentir pena por usted y le propongan espontáneamente adoptarla. Usted simule sentirse emocionada y acceda sin preguntar demasiado. Una vez alcanzado ese objetivo, el resto corre por cuenta mía.

_ ¿Eso es todo lo que tengo que hacer?

_ Eso es todo. En 48 horas máximo, los Reboa van a revertir su decisión de manera irrevocable.

_ Me pide usted que haga lo más difícil, Betancourt.

_ Lo va a hacer usted muy bien. Vaya tranquila.

Aunque bastante nerviosa y algo asustada, Verónica Torriani abandonó el despacho de Betancourt absolutamente confiada en la inefabilidad de su estrategia.

 

                                                                               ***

 

Verónica Torriani se presentó a trabajar normalmente al otro día en casa del matrimonio Reboa. Se mostró frágil, preocupada y desmotivada, lo cual llamó inmediatamente la atención de Alicia Reboa. Se le acercó con discreción y la interpeló con dulzura.

_ ¿Estás bien, querida? ¿Tenés algún problema?_ indagó la mujer con fingida preocupación.

La joven no podía creer lo fácil que resultó todo. Se contuvo de realizar algún gesto que revelara sus intenciones y sus verdaderas emociones, miró a Alicia Reboa con los ojos tristes y le confesó que su madre ya estaba en las últimas, debido a que su estado había empeorado considerablemente en las últimas 24 horas.  La mujer abrió los ojos enormemente y la consoló con un afectuoso y cálido abrazo acompañado de un sermón que se notaba era improvisado.

Verónica Torriani se dejó contener por Alicia Reboa, tras lo cual se sumó su esposo Juan Antonio Reboa, y ella aprovechó el momento de máxima fragilidad emocional para manifestar su imprudencia para manejar dinero como consecuencia de su corta edad.

Los Reboa sonrieron para sus adentros. Aunque quisieron disimularlo lo más que pudieron, la satisfacción que tenían encima podía leerse fácilmente en sus rostros. La cautela no era una de sus más ponderadas virtudes.  Las cosas estaban saliendo acorde a lo planificado y eso era algo muy positivo para la joven Verónica Torriani que, aunque quería sonreír abiertamente, tuvo que sortear sus impulsos y mantener el eje en su comportamiento de chica pobre, que tan convincentemente estaba desempeñando.

Alicia Reboa le cedió un vaso de agua a su joven mucama, que cada vez se mostraba más deprimida y devastada por la situación. Cuando Verónica recuperó la calma (o fingió hacerlo), los Reboa intercambiaron una mirada frívola, impertinente y tenaz.

_ Creo que es mejor que se lo digamos ahora_ opinó Juan Antonio Reboa.

Su esposa lo miró con recelo.

_ ¿Estás seguro?_ preguntó insegura.

_ Dadas las circunstancias, no podemos seguir postergándolo. Acordate que tenemos que acelerar el asunto lo antes posible_ contestó él con firmeza y convicción._ Ya hablé con quien tenía que hablar. Está todo arreglado.

Verónica Torriani presenciaba la conversación aparentando desentender la trama del asunto.

Después de hablar en privado unos minutos con su marido, Alicia Reboa tomó a Verónica por el hombro cariñosamente y le dijo que tenía algo muy importante que anunciarle. Juan Antonio Reboa estaba parado firme y decidido enfrente de las dos mujeres.  

_ ¿Vos sabés que mi esposo y yo te queremos mucho, no? Sos como la hija que nunca tuvimos_ le dijo casi de modo confidencial Alicia Reboa.

Verónica sonrió cálidamente.  Y prosiguió.

_ Es terrible pasar por lo que estás pasando. No tener ninguna certeza sobre lo que te depara a corto plazo. Por eso pensamos una solución para vos que es lo más humilde y honesto que podemos hacer para ayudarte a sopesar este drama familiar que te toca atravesar.

_ ¿De qué está hablando, señora Reboa?

_ Vamos a adoptarte. Ya no vas a tener que preocuparte de qué hacer con la herencia y de quedarte sola en el mundo. Nosotros nos encargamos.

_ Me agarran de sorpresa. No sé qué decir. ¿Pero, una adopción no lleva años? Mi madre aún vive y…

_ No por mucho tiempo más_ acotó Juan Antonio Reboa con frialdad e indiferencia._ Yo ya hablé con jueces y gente amiga. Si das el ok, hoy mismo sale la adopción. Como mucho, mañana.

Alicia Reboa observó a Verónica Torriani con una sonrisa dulce y tierna, mientras la joven estaba paralizada por la noticia, pese a que ya la sabía de antemano, y no encontraba la manera adecuada de expresarse y comportarse.

_ ¿Y? ¿Qué decís, chiquita?_ le preguntó Alicia con mucho apego.

La joven muchacha fingió digerir la noticia y reflexionar al respecto, y emitió una respuesta inmediata ante la inquietante y expectante mirada de los Reboa.

_ Está bien. Creo que es mejor que estar sola.

_ ¡Gran decisión!_ y la mujer la abrazó desaforadamente. Verónica se sintió incómoda en esos momentos, pero lo disimuló a la perfección.

_ Ahora vas a tener un hogar, una familia…

_ Tenés que firmar este documento dando tu consentimiento al respecto. Hoy mismo se lo mando al juez por fax para que apure las cosas para mañana_ dijo entusiasmado Juan Antonio Reboa, mientras le extendía un papel a la joven, el mismo al que ella le hizo copia y se la entregó a León Betancourt. 

Con los dedos temblorosos y afligida por la emoción que la embargaba, Verónica Torriani tomó una lapicera, leyó por encima pero con atención el documento de la adopción y estampó su firma sin vacilar al final de la hoja. Releyó y depositó el escrito nuevamente en manos del señor Reboa, que corrió inmediatamente a entregarlo.

Ambos no podían ocultar la felicidad que sentían encima. Temían que Verónica sospechara algo inusual, pero no la creían lo suficientemente inteligente para darse cuenta de algo así.

Enseguida el ambiente adoptó un silencio que se tornó incómodo en cuestión de segundos.  Ninguno de los tres sabía cómo reaccionar ni qué decir. No existía un manual que lo explicara. Pero algo inesperado sucedió. Verónica fue notificada del fallecimiento de su madre.

La pobre joven quedó devastada por la noticia, recibiendo el falso consuelo de los Reboa, que por dentro, rebosaban de felicidad y satisfacción.  

Al día siguiente, los Reboa movieron aceleradamente sus influencias dentro de los juzgados para apresurar el cobro de la herencia y la legitimidad de la adopción de Verónica Torriani lo antes posible. Dos días después, ambos trámites se aprobaron en simultáneo y el matrimonio se hizo de la herencia enseguida. La muchacha no vio ni un solo centavo de todo ese inmenso caudal de dinero.

Lo primero que hicieron Alicia y Juan Antonio Reboa fue pagarles a los jueces el porcentaje acordado de ese dinero por haberlos ayudado con la aceleración del proceso.  El resto, lo guardaron todo en un banco.

Verónica Torriani fue a ver esa misma tarde a León Betancourt totalmente decepcionada y frustrada. Él la recibió gentilmente, pero percibió en ella una actitud hostil y distante de inmediato, lo que lo dejó meramente descolocado.

_ ¿Hubo algún problema?_ preguntó Betancourt, intrigado.

La muchacha, sin decir ni una palabra pero ofuscada, le tendió de mala gana unos papeles a León Betancourt, que aquél tomó temeroso y los leyó con el mismo temor. Cuando concluyó con la lectura, levantó la vista y miró a su joven clienta con aire derrotista.

_ Soy hija legítima de los Reboa_ comentó Verónica Torriani, frustrada y enojada a la vez.

_ No la comprendo.

_ Mi madre murió inesperadamente y ellos aceleraron todos los trámites para cobrar la herencia y adoptarme enseguida. Y lo lograron.

_ No sé qué decirle. Me siento…

_ ¡Usted prometió que me ayudaría! ¡Me lo prometió y me falló!_ y se abalanzó sobre Betancourt violentamente. Él la contuvo más como un padre que como un desconocido.

Cuando la muchacha se aplacó, León Betancourt le dio de beber un vaso de agua, le pidió que respire hondo y la invitó a que lo escuche con atención.

_ Su herencia y su madre están a salvo_ manifestó con una sutil sonrisa que surcaba sus labios sutilmente.

Verónica Torriani no pudo evitar sentirse confundida.

_ No entiendo…_ murmuró ella con desconcierto.

_ Si yo le decía cuáles eran mis planes, temía que no reaccionara adecuadamente o que tropezara en algún momento. Y por su bien, no podía permitírmelo. Su reacción tenía que verse tal como era: absolutamente natural y espontánea.

Verónica Torriani escrudiñó con fuego en su mirada a Betancourt mientras se levantaba de su asiento casi en cámara lenta y con movimientos que denotaban una furia que iba a estallar de un momento a otro. Advertido por esto, León Betancourt le hizo gestos suaves para que mantuviera la calma. Ella se controló mecánicamente y volvió a sentarse.

_ Una vieja conocida mía_ le explicaba León Betancourt_ fue la que la llamó por teléfono a usted a casa de los Reboa, haciéndose pasar por personal de la clínica donde su madre permanece internada, y en donde está bien cuidada y atendida . El dinero que recibieron los Reboa en concepto de herencia es todo falso. Y ya deben estar detenidos por extorsionar a jueces con plata falsa.

La expresión de la joven cambió radicalmente, a lo cual se le escapó una sutil sonrisa de alivio de manera involuntaria.

_ Su madre está bien y quiere verla_ continuó Betancourt con su alocución._ Cuando sea el momento oportuno, hablaremos del tema de mis honorarios. Ahora, la prioridad es su madre. Con los Reboa fuera de juego, no tiene de qué preocuparse.

Verónica Torriani abrazó a León Betancourt afectuosamente.

_ ¿No tendrá problemas con la justicia a causa de su treta?_ indagó espontáneamente la muchacha.

_ No porque el dinero fue entregado en persona por los Reboa. Y con su madre viva, nadie creerá en su historia. El engaño por lo que quisieron hacer con usted quedará al descubierto_ respondió León Betancourt, vanidoso por el implacable éxito de su plan.

_ ¡Es usted brillante!

_ Sé de muy buena fuente, además, que esos mismos jueces que aceptaron los sobornos de los Reboa aceptaron también sobornos de otras personas para impulsar causas falsas y encerrar a gente inocente en la cárcel. Digamos que con este pequeño ardid maté dos pájaros de un tiro.

No existía tal fuente en realidad. Él estuvo en la cárcel muchos años por estafar gente por sumas millonarias con artimañas similares. El propio León Betancourt vio estando en la cárcel todo este tipo de cosas y más también. Afortunadamente, reflexionó y recuperó sus viejas técnicas de estafador para emplearlas en beneficio del que más lo necesitara. Hay que dar gracias por ello.  No cualquiera le hace un bien a la sociedad de semejante forma.

 

    

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