domingo, 7 de febrero de 2021

Detective de artificio / La Conjetura de Hodge

 



_ ¡Es al décimo colegio que vengo y que lo rechazan!_ protestó frenética, Carla Scotik.

Norma Quinteros, la directora de la institución, miró con compasión y un sincero entendimiento a la mamá de Lucas Tadeo, un chico de 8 años algo diferente al resto de sus pares. Pero ella no se dejó llevar por las apariencias.

_ ¡Y no me venga a decir que me entiende y todo ese sermón de pavadas que siempre dicen para quedar bien con una, porque no se lo creo!_ se anticipó Carla, aún más eufórica que al comienzo. 

_ Yo sí la comprendo, señora Scotik_ dijo la directora con suma honestidad._ Mi forma de ser y de pensar son incompatibles con los principios y valores que prevalecen en este colegio.

_ ¿Usted me quiere tomar por estúpida a mí?

_ No. El resto de mis semejantes pueden que quieran maquillar la situación con falsos elogios. Pero yo no me permito ser parte de ese grupo en absoluto.

_ ¿Y por qué sigue trabajando acá entonces todavía?

_ Porque no tengo otra cosa, señora Scotik. Sino, ya me hubiese ido hace rato ya de acá.

_ ¿Desde qué perspectiva me entiende o dice entenderme usted, Norma? No me queda muy claro.

_  Porque yo también tuve un sobrino con los mismos problemas que su hijo. Y la madre, mi hermana, estuvo dos años sin mandarlo a ninguna institución porque lo rechazaban de todos lados. Son momentos de angustia interminables, de desesperación y de mucho dolor. Creen que tienen algo personal con su hijo. Pero en realidad se comportan de igual manera con todos los chicos que padecen su misma condición. El drama por el que pasa… Es insufrible. Así que, sé lo que siente. Lo sé mejor que nadie.

Carla Scotik miró a Norma Quinteros con desconfianza, aunque empezó a ceder en su comportamiento para con ella. La actitud agresiva y hostil desapareció efímeramente y su lugar lo ocupó un talente más dócil y calmado.

_ ¿A su sobrino también lo rechazaron de los colegios especiales?

_ Sí, también. Si creía que esto le pasaba a usted y a su hijo solamente, le digo que estaba completamente equivocada.

_ Que la edad, que la madurez, que no va a adaptarse con tan facilidad como los otros chicos… Siempre las mismas excusas. Estoy cansada de escucharlas en cada colegio al que voy a pedir una vacante para que mi hijo estudie y termine el Primario. No estoy pidiendo demasiado, ¿no? ¿La educación no es un derecho?

_ Para unos pocos, lamentablemente.

_ No quiero robarle más tiempo. Al final, usted es la única directora honesta que encontré en este tortuoso camino que parece ser interminable.

_ ¿Cuántos años perdió su hijo?

_ Medio año. Y si sigo sin poder ubicarlo en algún lado, va a terminar perdiendo el año entero.

_ Ánimo, que lo último que se pierde son la esperanza y las fuerzas_ y Norma Quinteros acarició afectuosamente el hombro de Carla Scotik acompañando el gesto con una cálida sonrisa amistosa.

_ Gracias. Realmente, muchas gracias por sus palabras y su aliento. Es muy importante todo tipo de apoyo en un momento tan difícil como este_ respondió Carla Scotik, emocionada.

La joven madre del niño siguió buscando colegio para poder inscribirlo, pero la seguían rechazando con excusas de toda naturaleza, como que el año lectivo ya había arrancado y todas las demás evasivas que ella mencionó en su conversación con Norma Quinteros, directora del Normal 7 de Capital Federal.  

Estaba devastada, dolida y angustiada por su hijo. Para colmo, era madre soltera.

Después de visitar el último colegio de esa jornada,  se fue a un parque a relajarse y despejarse. Pero la situación la desbordó y se quebró. Intentó no ser vista para no dar lástima, pero un caballero de buen porte y refinados modales la descubrió y se sentó a su lado sin pedir permiso.

_ No importa el problema que tenga_ expresó el hombre, sin presentarse y sin los saludos de rigor pertinentes._ Yo puedo ayudarla a resolverlo.

Carla Scotik lo miró con indiferencia y volvió a agachar la mirada como ignorando a su espontáneo compañero de banco.

_ Mi problema no tiene solución. Es una cuestión burocrática y de Estado. Ya contra eso, nadie puede luchar. El sistema es inderrumbable. Así que, agradezco su gentileza. Pero no quiero que me ayude nadie. Puedo arreglármelas sola.

_ Error. Si se las pudiera arreglar solas, ya lo habría hecho hace bastante. ¿No le parece?_ acotó el hombre en cuestión con contundencia, que seguía sin presentarse._ Si se trata de un problema burocrático, ninguno de nosotros está capacitado para resolverlo como debiera. Si eso fuese posible, la política sería soplar y hacer botellas nada más. Las trabas burocráticas nos afectan a todos por igual. A algunos más, a otros menos. Pero a todos, en fin. Sin excepción. Y a veces, los seres que menos pueden defenderse son los que más sufren las consecuencias de esta estrategia de juego. Porque las trabas burocráticas no son otra cosa que estrategias políticas.

_ Le reitero que lo mío no tiene solución. Es mucho más grave de lo que supone.

_ ¿Cómo sabe lo que supongo?

_ No sea irrespetuoso y váyase o llamo a la Policía.

_ Hágalo. Llame a quien quiera. Pero haga lo que haga, yo no voy a abandonarla. Le reitero que nadie está capacitado para resolver los problemas burocráticos como debiera… Excepto yo, por supuesto.

_ ¿Y usted quién es? ¿Cómo se atreve a hablarme en ese tono y decirme todas las cosas que me está diciendo?

_ ¿Acaso estoy diciendo algo que no es?

_ Ese no es el punto ni me interesa saber cuál es.

_ Tiene razón. El punto es que yo puedo ayudarla y voy a hacerlo. Y no quiero parecer soberbio ni vanidoso… Pero soy infalible en lo que hago.

_ ¿Y qué es lo que hace, exactamente usted?

_ Soy detective privado. Es una historia larga y conflictiva la que me instaló en esta profesión. Pero lo importante es que soy detective privado y dispongo de recursos y técnicas que nadie más tiene. Y cuando digo que nadie más tiene, créame que es así.

Carla Scotik lo miró con impertinente curiosidad.

_ León Betancourt, un gusto_ y le estrechó formalmente la mano.

La mujer devolvió el saludo gentilmente, aunque con cierta renuencia aún.  

_ Carla Scotik_ se presentó.

_ Muy bien, Carla. Soy todo oído.

_ No requiere de un discurso ampliado la exposición de mi problema. Es simple. Mi hijo es autista y no lo quieren admitir en ningún colegio. Lo discriminan. ¿Cómo piensa solucionarlo, señor Betancourt?

_ Lamentablemente, hay muchos chicos en la misma situación que el suyo. ¿Cómo se llama?

_ Lucas Tadeo. Tiene 8 años. Y no quiero que pierda el año.

_ ¿Por qué lo echaron del colegio en el que estuvo la última vez?

_ Porque no se adaptaba. Le costaba seguir el ritmo de la clase, le era dificultoso sociabilizar con otros chicos de su misma edad… Y me sugirieron que lo mejor era cambiarlo. Que ellos no sabían cómo controlarlo.

_ Una pregunta importante. ¿En todos los colegios adonde recurrió para inscribir a Lucas, presentó algún tipo de certificación médica que avalase su condición de niño autista?

_ No. No era necesario. Con solo verlo y ver su comportamiento, era suficiente. Además, jamás me lo solicitaron.

_ Corremos con una ventaja muy importante entonces. Eso me permitirá ejecutar a la perfección la idea que tengo en mente.

_ ¿Puedo saber de qué se trata?

_ Es conveniente que no lo sepa.

_ Soy su madre. Tengo derecho a saber qué va a hacer con él.

_ No voy a hacer nada que lo perjudique. Y ahora, la dejo. Tengo que hacer unos llamados. Mañana su hijo estará empezando el colegio y no querrán que lo abandone. Se lo garantizo. Incluso van a becarlo por todos los años que le faltan terminar.

_  Eso no es necesario. Puedo pagar un colegio privado.

_ Pero ese dinero lo usará para cubrir mis honorarios, señora Scotik. Dos cosas más. Necesito que me facilite un número para poder ubicarla y saber además en qué colegio tiene interés que su hijo se inscriba.

Sin terminar de confiar plenamente en Betancourt, Carla Scotik le dio su número de teléfono particular y le indicó el colegio en cuestión.

_ Mañana recibirá un llamado de mi parte a media mañana. Le indicaré con precisión dónde encontrarnos y los pasos a seguir. ¿Quedó claro?

_ Perfectamente.

_ Hasta mañana, entonces. Que tenga buenos días.

Carla Scotik observaba con un interés muy sutil a León Betancourt mientras aquél se alejaba lentamente en dirección incierta.

 

                                                                             ***

 

Carla Scotik recibió al día siguiente la tan ansiada y prometida llamada de León Betancourt. La indicación puntual fue presentarse con su hijo a las 13 en la puerta del establecimiento en cuestión. Ella y su hijo, Lucas Tadeo, se presentaron puntualmente. Cuando llegaron, León Betancourt los estaba esperando en compañía de otro hombre.

_ ¿Quién es él?_ preguntó Carla Scotik por instinto.

_ Una ayuda fundamental_ le respondió gentilmente, Betancourt.

El detective saludó afectuosamente al chico, que no respondía a sus estímulos. Parecía mantenerse ajeno a la realidad que lo rodeaba y estar sumergido en su propio universo.

_ Usted debe permanecer afuera_ le indicó León Betancourt a Carla Scotik.

_ De ninguna manera voy a dejar a mi hijo solo con usted_ respondió ella con absoluta determinación y carácter.

_ Está en muy buenas manos. Por favor, le ruego que confíe. Es imprescindible que usted espere acá afuera_ dijo el acompañante de Betancourt.

La mujer vaciló unos instantes pero al fin accedió. Pasaron quince minutos hasta que los tres salieron del colegio, los cuales se hicieron interminables para una madre inmensamente desesperada. El rostro de León Betancourt estaba iluminado por un halo de satisfacción imposible de explicar con palabras. Su acompañante tenía una expresión idéntica.

El detective entregó un sobre con una documentación guardada en su interior que depositó triunfante en manos de Carla Scotik.

_ Ese sobre contiene los papeles de la inscripción y el alta de la beca por el tiempo que Lucas permanezca estudiando en la institución. Tal como se lo anticipé ayer. Empieza mañana.

Carla Scotik no podía contener la emoción.

_ ¡Es un milagro!_ y abrazó a su hijo cargada de emoción. Betancourt y su compañero la contemplaban con mucha admiración.

_ ¿Cómo fue que lo consiguió? Quiero saber_ exigió Carla con humildad y afecto.

_ Con la valiosa ayuda del aquí presente, doctor Arévalos, máster en Matemática, le hicimos creer a las autoridades del colegio que Lucas era un pequeño genio que resolvió brillantemente el teorema de Hodge, popularmente conocido como La Conjetura de Hodge.

_ La conjetura propone_ intervino con aire profesional el doctor Arévalos_ que cualquier fórmula matemática compleja adquiera la propiedad de sintetizarse de igual manera que las fórmulas químicas. Dada la complejidad del planteo, nadie ha podido hasta hoy en día resolverlo. Ni siquiera nadie pudo aproximarse jamás a una posible solución.

_ Pero, para las autoridades de este prestigioso establecimiento escolar_ tomó la palabra León Betancourt, _ Lucas lo resolvió. Y su aparente autismo es eso: sólo una apariencia. Resulta imprescindible que el asunto se mantenga bajo la más estricta confidencialidad. Lucas tomó esa tesitura porque es chico y por su corta edad, no quiere sentir encima la presión que sentiría si el mundo se enterase de su gran logro. Hicimos que la directora firme un pacto de confidencialidad y le dimos expresas instrucciones de cómo proceder con Lucas conforme al comportamiento que él adopte.

_ ¡Es usted brillante! ¡Excelentemente brillante!

_ Sin la ayuda del prestigioso doctor Arévalos, que con sus amplios conocimientos en la materia convenció fehacientemente a los altos mandos de la institución del engaño, el plan no hubiese resultado efectivo.

_ ¿Qué sugiere que haga de ahora en más?

_ Que cuide a Lucas como lo viene haciendo hasta ahora. Que lo estimule y lo proteja. Y que jamás lo abandone. Incentívelo a no rendirse nunca y convénzalo de que su enfermedad no lo hace en absoluto diferente al resto de los suyos. Él es igual de brillante como cualquiera de todos ellos. Tiene un gran futuro por delante. Hasta luego, señora Scotik. Estamos en contacto para arreglar los términos del pago de mis honorarios.

_ No me va a alcanzar la vida para pagarle. Hoy usted acaba de cambiarle la vida a un chico con autismo.

_ Que me diga esto es un pago más que suficiente… Aunque el dinero me hace falta_ y sonrió con suspicacia.

_ ¿A quién no, Betancourt?_ replicó Carla Scotik con una inmensa sonrisa.

 

 

 

 

 

 

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