lunes, 21 de octubre de 2019

Detective de artificio/ Casa usurpada (Gabriel Zas)




                                     Caso 4:Casa usurpada


León Betancourt oía con mucha atención el desesperado relato de su cliente. Era una familia tipo. Un matrimonio, con dos hijos pequeños y la madre de ella que convivía con ellos desde hacía algunos años por problemas de salud.
Lorena Stromberg lloraba sin consuelo, mientras su esposo, Federico Stromberg, trataba de reanimarla. En tanto, Adelia Fortunato cuidaba a los nenes afuera del despacho.
_ ¿Y la Justicia alega que no puede hacer nada para ayudarlos, digamos?_ preguntó Betancourt muy preocupado.
_ No_ respondió Federico Stromberg nervioso e impotente._ Esta gente exhibió una documentación falsa que el juez evidentemente tomó por fideligna y cerró la instrucción de la causa. Ni dos días permaneció el caso en el Juzgado. Una vergüenza, una verdadera vergüenza cómo funciona el poder judicial en nuestro país. 
_ ¿Apelaron el fallo?
_ Sí_ repuso Lorena Stromberg, devastada._ Pero la Cámara de Apelaciones puede demorar una semana como un mes como un año en pronunciarse sobre nuestro caso y no podemos perder tiempo. Necesitamos una solución urgente e inmediata a nuestro problema.
_ Y una casa_ intervino Federico Stromberg._ ¿Esta noche dónde vamos a dormir? Piense en mis hijos. ¿Qué les digo? No saben lo que está pasando.
_ En su casa. En menos de dos horas pienso recuperarla, y esta gente que se la usurpó ilegalmente no va a volver nunca más.
_ Perdóneme si desconfío de su palabra, Betancourt...
_ Si lo hiciera, no estaría acá, señor Stromberg. ¿O me equivoco?
Federico asintió tímidamente.
_ ¿Qué es lo que hace exactamente usted?_ lo interpeló Lorena Stromberg con ansiedad._ Usted es un simple detective privado. ¿Qué va a hacer que la Justicia no pueda?
_ Convengamos que no soy un simple detective particular_ aclaró Betancourt con aire de superioridad._ Ese es mi desafío: resolver los problemas que la Justicia no puede. En este caso, porque no quiere, lo que la convierte en cómplice de este matrimonio que usurpó su casa de manera indebida mientras ustedes estaban vacacionando en la Costa Atlántica. Ustedes son legítimos propietarios de la vivienda y presentaron toda la documentación que lo acredita. Esto es boleto de compra venta y planos, principalmente. Pero los usurpadores presentaron la misma documentación apócrifa y el juez decidió creerle a ellos y no a ustedes. No siempre la Justicia es imparcial, eso lo sabemos de siempre. Y más acá en Argentina. Quizá sea gente enviada por la propia Justicia de la mano de algún juez o fiscal corrupto para expropiarse de la propiedad y tener los terrenos a su disposición para la concreción de futuros negocios inmobiliarios. Eso pasa y no sólo acá. Pero conozco en profundidad cómo funciona y sé muchas artimañas para persuadirla. Y créanme: siempre tengo éxito.
_ ¿Cómo pueden falsificar los planos de una propiedad?_ se indignó Lorena Stromberg.
_ No los falsifican, los obtienen directamente de la inmobiliaria. Se hacen pasar por parientes cercanos de los dueños y convencen a los agentes para que les den los planos bajo pretextos. No sabe cuán a menudo funciona. Y si falla, sobornan a algún empleado administrativo del ministerio para que les den los planos, sacarles fotocopia y devolvérselos. De una u otra forma, los consiguen de manera infalible. Y el boleto, fácilmente falsificable.
_ Todavía a mi esposo y a mí no nos queda claro qué es lo que va a hacer usted por nosotros, señor Betancourt.
_ Lo mismo que esta gente hace con los empleados de la inmobiliaria para robar los planos de sus objetivos: fingir. Los voy a engañar, y créanme que soy implacable en lo que hago.
El matrimonio se miró entre sí estupefacto sin saber qué decir.


Después de hacer unos arreglos básicos y las averiguaciones pertinentes para llevar a cabo su plan, León Betancourt se presentó en casa de los Stromberg. Estaba vestido con un traje de etiqueta, bien peinado y con portafolio en mano. Tocó timbre y fue recibido enseguida por una mujer joven, de unos treinta y tres años, alta y de mirada profunda pero dulce. Lo recibió con plena predisposición y buenos modales. Todo estaba calmo, todo parecía natural.
_ Buenas tardes. ¿La señora Elena Guzmán?_ preguntó León Betancourt con amabilidad y una sutil sonrisa que surcaba superficialmente sus labios.
_ La misma_ respondió la muchacha, cortésmente._ ¿Lo conozco?
_ No. Simplemente porque no me presenté. Soy Emilio Torrejón, mediador comercial de la empresa Hidrocarburos Patagonia, concesionada por el Estado Nacional.
Se estrecharon la mano formalmente.
_ Ahora sí nos conocemos de manera oficial_ dijo Betancourt con gracia._ Prosigo. La empresa está explotando unos yacimientos que están a unos diez kilómetros de la conocida reserva de Vaca Muerta en la provincia de Neuquén. Controlando que todo estuviese en perfectas condiciones, un operario descubrió una falla severa en la bomba principal de uno de los oleoductos más importantes que tiene la reserva y la provincia. Alguien, que la Justicia ya se está encargando de averiguar quién es, saboteó la bomba, la pinchó y produjo una desviación del contenido hacia Buenos Aires, creemos que con intenciones de comercializar el crudo en el mercado negro. Mucha gente recurre al mercado negro para pagar menos los combustibles. Imagínese que el precio oficial se fue por las nubes. Las petroleras están en este negocio desde hace muchos años. Pero no quiero irme por las ramas. Voy al grano. Seguimos el rumbo de la desviación a partir de la pinchadura y de los planos que el Gobierno de Neuquén gentilmente nos proporcionó, y descubrimos que el producto llegó hasta debajo de su propiedad.
 La señora Guzmán no pudo disimular su cara de asombro.
_ ¿Cómo es eso?_ preguntó ella medianamente escéptica y sorprendida a la vez.
_ En el proceso, pincharon otros oleoductos en varios puntos estratégicos del país para que el producto llegara adonde ellos pretendían. Pero hubo un error de cálculos y sabotearon por error unos tubos que trajo el material hasta justo debajo de su propiedad.
_ ¿De qué material estamos hablando? No lo entiendo, Torrejón.
_ Emilio, por favor. Llamarnos por el apellido es muy formal y crea distancia.
_ Está bien, Emilio. ¿De qué hablamos exactamente?
_ De lo que usted se imagina: de petróleo.
El rostro de la joven mutó radiante y sus ojos destellaron un brillo locuaz.
_ ¿Usted me está hablando enserio?_ inquirió una todavía ingenua Elena Guzmán.
_ ¿Para qué le mentiría? Dígame_ le retrucó Betancourt, sólidamente.
_ No comprendo igualmente cuál sería la idea de todo esto.
_ Usted quiere saber puntualmente a qué vine, ¿no es así?
Guzmán asintió con la cabeza.
_ La empresa me mandó a notificarla y a confirmar que las coordenadas del desvío sean las correctas, ese es todo mi trabajo. Pero al llegar el petróleo hasta debajo de su propiedad como consecuencia de un delito federal, ya que los terrenos donde están empotrados los yacimientos son potestad de Nación, su propiedad se convierte inmediatamente en evidencia. Mire, le voy a ser honesto. A mí la empresa me paga dos mangos por hacer el trabajo que hago. No estudié en la Facultad para que la empresa me pague dos míseros mangos. Yo le pago a usted una buena cantidad y le consigo un lugar donde vivir, lejos de acá. Esto queda para mí, saco todo el petróleo para vender y listo. Yo me encargo del resto después cuando la Justicia intervenga. Tengo todo listo ya.  Van a pensar que fue otro error de cálculos y nadie va a sospechar nada. ¿Qué me dice, señora Guzmán? Es una oferta única y tiene fecha de vencimiento.
Una figura imponente emergió desde el interior de la casa de forma estrepitosa.
_ El señor Guzmán le dice que el trato es el dinero que le prometió a mi esposa y la mitad del petróleo_ dijo con voz ronca._ Escuché todo desde adentro mientras me ocupaba de terminar de arreglar algo. Mitad y mitad del crudo y el cash o no hay trato.
León Betancourt no se achicó ante la preponderancia del señor Guzmán.
_ Discúlpeme, no escuché su nombre completo_ dijo cordialmente.
_ Sergio Guzmán, esposo de Elena. Encantado_ replicó el hombre con poca amabilidad.
_ Sergio, mire. Está en todo su derecho de declinar mi propuesta. Pero cuando la Justicia caiga, le van a confiscar la casa hasta que el juez lo dictamine, y usted estoy seguro, no va a tener otro lugar adonde ir. Yo le ofrezco un nuevo hogar en la Costa Atlántica, en plena ciudad de Miramar, con todos los lujos y las ostentaciones que su capricho le demande, dinero... Y está bien, la mitad del petróleo. ¿Le parece bien?
_ ¿Cómo creerle?
Betancourt suspiró resignado.
_ A ver... Vengo desde la loma del traste con un pasaje que me lo tuve que pagar yo de mi propio sueldo porque la empresa no pone un mango_ enfatizó levantando sutilmente el tono de su voz_  ¿Para qué invertiría tiempo y dinero al divino cohete? Explíquemelo, Sergio.
_ Muéstrenos el producto y voy a creerle_ replicó el señor Guzmán sin inmutarse, duro como una roca_ ¿Trajo las herramientas para hacer el pozo?
_ Traje todo lo necesario. Voy hasta el auto a buscarlo. Es ese de ahí enfrente_ señaló un coche rojo tipo cupé estacionado justo enfrente de la vivienda. Cruzó, abrió el capot y sacó un bolso que a simple vista parecía pesado. Mientras, el matrimonio Guzmán susurraba entre sí. A los cinco minutos, León Betancourt estaba de vuelta.
A expreso pedido de Sergio Guzmán, Betancourt le exhibió las herramientas, el dinero y los pasajes de ida para viajar a Miramar, su nuevo destino. Chequeado todo, ahí recién le permitió el ingreso a la morada.
_ ¿Dónde están los caños?_ preguntó Betancourt.
_ Los que vienen de la calle, pasan por debajo del jardín_ respondió Sergio Guzmán.
Él había asumido el mando de la situación. Su esposa había quedado completamente al margen, siguiendo todo lo que sucedía en absoluto silencio pero con mucha atención. 
León Betancourt comenzó a cavar hasta que de repente se exaltó. Tomó un frasco vacío, lo vertió en el interior del pozo que cavó y cuando lo retiró, un líquido negro espeso lo llenaba hasta el borde. Los tres lo contemplaron obnubilados. Y súbitamente, segundos después, celebraron todos juntos arduamente entusiasmados y emocionados. extrajeron todo el contenido del pozo y lo repartieron en partes iguales, como habían acordado. Seguidamente, León Betancourt les hizo entrega del dinero en efectivo y de los pasajes de micro.
_ Un trato es un trato, señores_ dijo Betancourt, emocionado y feliz._ Es importante que esto no trascienda. Guarden el secreto, no le cuenten a nadie sobre esto, ¿quedó claro?
El matrimonio asintió con la cabeza sin poder dejar de sonreír.
_ Cuando me pregunten desde la empresa qué pasó_ siguió León Betancourt con su alocución,_ voy a decirles que en la casa no encontré nada. Ellos van a desconfiar, yo ahí los persuado, va a venir la Justicia, va a comprobar mi versión y todo va a apuntar a otro error de cálculos. Van a buscar el petróleo en las zonas circundantes seguramente. Pero todos sabemos dónde está.
Y los tres rieron de alegría. 
_ Gracias, Emilio, por todo_ agradeció emocionada Elena Guzmán.
_ Nada que agradecer_ repuso humildemente el detective._ Yo voy a justificar su ausencia diciendo que se fueron temporalmente unos días a casa de algún pariente hasta que toda esta situación se esclarezca definitivamente. Si el juez quiere saber más sobre el paradero de ustedes, yo les voy a tirar letra y les voy a decir qué hacer. Despreocúpense por eso.
Los Guzmán hicieron las valijas y abandonaron la vivienda en menos de una hora.
Esa misma noche, los Stromberg hicieron una cena en honor a León Betancourt que audazmente les devolvió su casa y la felicidad familiar.
_ ¿Cómo supo que nosotros éramos los legítimos propietarios de la casa y no los usurpadores?_  le preguntó curiosamente Lorena Stromberg a León Betancourt durante la cena.
_ No lo supe hasta que puse en práctica el plan_ confesó honestamente el detective._ No tenía ningún dato de los supuestos usurpadores porque, cuando hice las averiguaciones correspondientes, obtuve el dato que la casa en realidad está a nombre de un tal Hernán Visconti.
_ En realidad, la casa está a mi nombre_ aclaró Federico Stromberg._ Pero figura a nombre del dueño anterior por un tecnicismo burocrático, digamos. No se lo dije cuando lo visitamos por primera vez porque temía que desconfiara de nosotros y no aceptara ayudarnos.
_ Lo corroboré un poco después, y fue ese tecnicismo el que hizo dudar al juez posiblemente… O quizás no. Pero igualmente desconfié, dadas las circunstancias. Así que, cuando visité al matrimonio que ocupaba la casa y me atendió una mujer joven, la llamé por un nombre falso que ella validó sin ningún reparo. El cómplice estaba escuchando atentamente lo que hablaba con la dama en cuestión e hizo su aparición en el momento más propicio.
_ ¿Cómo los persuadió? Me muero de intriga por saber_ expresó con ansiedad la señora Stromberg.
_ No puedo revelarles eso. Secretos del oficio. Pero sí voy a decirles que los mandé a un terreno en construcción en medio de la nada, lejos de acá, con plata falsa. Seguramente, pretendan pasar la noche en un hotel con todas las comodidades. Nadie quien los salve cuando les paguen con los billetes truchos que les di. Y para ellos, yo no existo ni la historia que les conté tampoco.
_ Bueno, no me apena_ dijo Federico Stromberg con regocijo._ Estafadores víctimas de una estafa. ¿Quién lo iba a decir? Ojo por ojo, diente por diente.   

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