sábado, 9 de mayo de 2020

El cerrajero (Gabriel Zas)









                                           

Damián se palpaba desesperadamente todos los bolsillos de sus ropas inútilmente. Recordaba muy a flor de piel haber recogido las llaves antes de salir, pero al parecer, o se las olvidó o las perdió en algún lugar quién sabe en dónde.  Así que para entrar de nuevo a su morada, como vivía solo, tuvo que recurrir a la única solución posible: llamar a un cerrajero de turno. Le pidió prestada la guía telefónica a uno de sus vecinos y verificó que había un cerrajero a sólo cuatro cuadras de ahí. Le pidió prestado amablemente el teléfono a su vecina, a la que le explicó lo ocurrido, y llamó al número que figuraba en la publicación. Juan, tal era el nombre del cerrajero, aceptó el trabajo gustosamente. En menos de diez minutos, el hombre se apersonó con una valija en mano que contenía todas las herramientas que pudiera necesitar para realizar su labor eficientemente.
Damián le expuso escuetamente su problema y Juan lo resolvió enseguida, con una velocidad inaudita. Mientras manipulaba profesionalmente la cerradura para abrir la puerta, él y su cliente discutieron sobre temas variados. Hasta que se escuchó un “click”, Juan tiró suavemente del picaporte y la puerta se abrió sin oponer resistencia alguna.  
_ ¿Hace mucho que vive acá en el barrio, maestro?_ le preguntó el cerrajero a Damián sólo por curiosidad.
_ ¿Por qué quiere saber?_ repuso el aludido con una sonrisa incómoda.
_ No se me ofenda, don. Es que conozco a todos los vecinos de la zona y a usted no lo vi nunca. ¿Se mudó hace poco al barrio, no?
_ No, no soy de acá. Esta ni siquiera es mi casa.
Juan se quedó equidistantemente arredrado y confundido mirando al hombre que tenía parado enfrente de él. Por un instante, pensó que Damián le estaba haciendo un chiste. Pero enseguida avizoró que aquél hombre indulgente que conoció desapareció para resurgir en su reemplazo un hombre de temperamento agreste y frívolo, y de personalidad temeraria e insurgente.
_ Mire, por el precio, no se preocupe. Por esta vez, no le cobro nada. Así me recomienda y me hago propaganda, ¿no?
Con esto, Juan intentaba evadirse de la situación, pero no le resultó tarea sencilla. Damián era una persona resueltamente inflexible.
_ ¿Cree que miento?
_ No, don. ¿Por qué pensaría eso?
_ ¿Entonces me cree que esta no es mi casa?
_ Bueno. Mire, a mí me resulta raro…
_ No es mi casa. Es más, no sé ni quién vive acá. Usted sí sabe, ¿no?
_ La alquilaron hace poco me parece. Por eso, no dudé cuando usted me hizo abrir la cerradura. Por eso confié. Soy un humilde laburante. No quiero líos con nadie.
_ No se preocupe, Juan. No le va a pasar nada. Después de todo dígame cuál es la diferencia entre abrir la cerradura de mi casa propiamente dicha y la de la casa de un completo desconocido, si usted el trabajo lo va a cobrar igual. Usted es cerrajero. Abre la puerta que se le ordena y listo. No tiene que preguntar nada.
_ No quiero verme involucrado en nada turbio, don. Entiéndame, soy un hombre de familia y un vecino muy respetado en el barrio.
_ Y lo va a seguir siendo. Ni yo ni nadie lo va a privar de semejantes privilegios. ¿Cuánto es?
_ No se preocupe, tómelo como un favor de amigo.
_ Insisto. Su trabajo vale. La puerta ya la abrió, cobre o no. Así que, le reitero que me notifique el importe por sus servicios.
_ Yo no puedo aceptar cobrar por un trabajo realizado en una casa ajena a la del cliente. Entienda mi posición, don Damián.
_ Un hombre de valores altos, Juan. Respeto eso.
_ Si me permite, se me hace tarde.
El cerrajero iba a retirarse, pero Damián le cerró deliberadamente el paso.
_ No dije que pudiera irse.
_ Ya le dije que no quiero verme envuelto en ningún lío. Si usted quiere robar la casa, hágalo. Yo no voy a decir nada. Pero déjeme ir, por favor, don Damián.
_ ¿Quién habló de robo?
Juan se paralizó por unos segundos.
_ Supuse que, dadas las circunstancias…_ se arriesgó a opinar después.
_ ¿Qué dadas las circunstancias, pretendo robar una casa completamente deshabitada?
_ Simplemente, digo que no quiero ser cómplice de ninguna cosa rara.
_ Sea lo que sea que yo tenga pensado hacer, usted ya se convirtió en cómplice quiera o no. Abrió la puerta de una casa ajena.
_ Por orden suya. Pensé que sencillamente era un trabajo.
_ Por orden de un desconocido. Muy sólido su argumento. Le deseo mucha suerte con eso.
El rostro de Juan se puso lívido y antes de que pudiera reaccionar, alguien le asestó un fuerte golpe en la cabeza por detrás y se desvaneció al instante.
_ ¿Estás seguro que el cerrajero este es de la zona?_ le preguntó el cómplice a Damián mientras cargaban el cuerpo de Juan para entrarlo y acomodarlo en la casa.
_ Sí, Toro, no pasa nada. Vos tranquilo._ replicó Damián con mucha convicción y firmeza._ El flaco se ufanó de conocer a todo el barrio. Así que, al muerto también lo conoce. Olvidate.
_ Espero no te equivoques.
_ Dejá te perseguirte al divino cohete, Toro. Vamos a acomodar al cerrajero rápido, dale.
Cuando acomodaron al cerrajero en un rincón propicio del comedor, trajeron desde la casa aledaña un baúl en cuyo interior yacía un hombre muerto de un solo disparo, al que prepararon justo al lado del cuerpo de Juan. Toro tomó la pistola empleada para el crimen y la blandió entre los dedos del cerrajero, mientras Damián revisaba el ambiente para cerciorarse de que no quedara ningún detalle librado al azar. Cuando ambos concluyeron con sus respectivas labores, se reunieron al lado de los dos cuerpos.
_ Listo. Nos salió redondo_ adujo Damián con satisfacción._ Cuando el cerrajero vuelva en sí, va a ver el cadáver al lado suyo, va a ver el arma que sostiene en su mano y va a pensar que él lo mató.
_ La Policía va a ver que la puerta fue abierta a la fuerza, casualmente el principal sospechoso es un cerrajero…_ continuó Toro.
_ Un cerrajero muy conocido en el barrio que conocía perfectamente a la víctima y que sabía que la casa estaba deshabitada, a punto de ser alquilada._ completó la idea, Damián.
_ Impecable.
Toro se acurrucó sobre el cuerpo del hombre que asesinaron.
_ ¿Viste?_ le dijo con ironía._ Si el cheque que el banco te envió por error nos lo hubieses devuelto como correspondía en vez de cobrarlo y gastarte nuestra plata, no te hubiese pasado nada.
Los dos sujetos revisaron por última vez la morada y se retiraron, libres de preocupaciones.

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