_ ¿Vio el doble homicidio del hotel
Sheraton?_ le pregunté a Dortmund desde la comodidad de mi silla y la hermosa
vista hacia la calle._ Creo que Riestra lleva el caso.
_ Vendrá a vernos si necesita de
nuestra ayuda, doctor_ me replicó mi amigo con voz armoniosa y relajada.
_ Siempre la necesita. Por lo que al
caso refiere, resulta muy interesante. La víctima se llama Alfredo Querol,
esposo de la afamada actriz de teatro María Inés Cúneo Arjona. Recibió un
disparo de una pistola Glock 17 en la frente, lo que le produjo la muerte al
instante, mientras estaba en una calle deshabitada a unas dos cuadras del
hotel, donde su mujer estaba al mismo tiempo en una fiesta junto a otros
actores. Pero no fue la única víctima. A unos metros de distancia, encontraron
el cuerpo de un vagabundo que la Policía aún no identificó. Recibió un disparo
por la espalda de la misma arma que diera muerte al señor Querol. El problema
es que hicieron dos disparos, pero los vecinos sólo oyeron uno. El vagabundo
pudo ser un testigo ocasional del asesinato de Alfredo Querol y lo mataron para
silenciarlo mientras huía. Es la teoría más sensata. ¿Pero, por qué nadie
escuchó el segundo disparo?
_ ¿Y por qué la víctima estaba en una
calle deshabitada a esas horas de la noche mientras su esposa estaba en una
fiesta en el hotel Sheraton? ¿A qué hora aduce el diario que ocurrió el crimen,
doctor?
_ Alrededor de las nueve y media de la
noche. Lo único posible es que el asesino le haya puesto silenciador a la
pistola y por eso sólo se oyó un solo tiro.
_ ¿Por qué iba el tirador a poner el
silenciador en un asesinato y no en el otro?
_ Es cierto, Dortmund. No tiene
sentido.
_ Sin embargo, resulta interesante el
hecho de que el señor Querol estuviese en ésa calle solitaria.
_ ¿Usted sugiere que alguien lo citó
ahí con algún propósito en particular?
El inspector me miró con los ojos
brillosos.
_ Es justamente lo que pienso_ me
replicó con una de sus tan características sonrisas locuaces que eran un
testimonio vivo de sus pensamientos ocurrentes.
_ ¿Dice algo sobre la Glock 17 usada
para el crimen?_ me preguntó casi inmediatamente, después de unos segundos de
reflexión.
_ Fue hallada en la escena_ contesté._
El asesino la abandonó después de que cometiera ambos homicidios. Los peritos
van a revisar si tiene huellas.
_ Pierden el tiempo. No van a
encontrar nada.
Lo miré con recelo.
_ ¿Por qué está tan seguro al
respecto?
_ Porque el arma fue abandonada en la
escena del crimen. Contrariamente, el asesino se la hubiese llevado consigo.
_ Bien. ¿Qué cree que ocurrió? ¿Un
ajuste de cuentas? ¿Una venganza? ¿Una discusión que terminó mal?
_ Vamos a la escena_ dijo mi amigo,
poniéndose de pie y agarrando su sobretodo._ El capitán Riestra estará
encantado de vernos.
Y así fue, en efecto. Sonrió
amablemente cuando nos vio llegar.
_ Esperaba que viniera, Dortmund_
exclamó Riestra, después de los saludos de rigor._ Las Noticias vuelan. Más,
cuando este tipo de sucesos involucran indirectamente a alguna celebridad.
_ Aguardaba su llamado de un momento a
otro_ le dijo Dortmund honestamente y algo decepcionado a la vez.
_ No quería molestarlo, para
retribuirle su franqueza.
_ ¿Encontraron huellas en el arma?_
inquirió Sean Dortmund con indiferencia.
_ No_ contestó Riestra._ El arma
estaba limpia. Balística confirmó que la Glock 17 incautada acá en la escena
disparó dos proyectiles. Pero todos los testigos insisten en que solamente
escucharon un sólo disparo. ¿Por qué no el otro?
Pero Sean Dortmund no acotó nada.
Estaba meticulosamente concentrado revisando la escena y evaluando diferentes
soluciones posibles. Con Riestra lo observamos en silencio.
El inspector se puso en cuclillas y
miraba atentamente en dirección al hotel.
_ Desde ésta perspectiva, se contempla
el Sheraton perfectamente. Esto es muy interesante_ observó muy detenidamente.
Luego, giró la cabeza hacia atrás sin
abandonar su posición e hizo una serie de mediciones. Sonrió cuando las
concluyó y se puso de pie.
_ ¿Dice, capitán Riestra, que al mismo
tiempo que el señor Querol era asesinado, la señorita Cúneo Arjona estaba en
una fiesta en el hotel Sheraton?_ le preguntó Dortmund a nuestro amigo con
énfasis en el asunto.
_ Sí_ replicó Riestra medianamente
confundido._ Todos los invitados lo confirmaron.
_ Pero con tanta gente que hay siempre
en una fiesta, uno difícilmente nota la ausencia de alguien en particular, a
excepción de que observe a ése alguien en particular toda la noche. Lo pierden
de vista unos instantes; charla va, charla viene con otros invitados, se arman
pequeños debates y cuando ésa persona reaparece, asumen erróneamente que estaba
reunida con alguien más, haciendo sociales con otras personas.
_ Dortmund, insisto...
_ ¡Pero desconocen su paradero real,
capitán Riestra! Este es el caso resuelto en tiempo récord. Preguntémosle a la
señora María Inés Cúneo Arjona porqué asesinó a su marido.
_ Es un disparate. Ella tiene
coartada.
_ Y por regla general, los únicos que
necesitan disponer de una coartada sólida son los propios culpables. Los
inocentes no la necesitan porque no hicieron nada.
_ Estoy confundido, Dortmund. ¿Qué le
ocurre?
_ Vamos al hotel, capitán Riestra.
Hablaré con la señorita Cúneo Arjona y haré que confiese el homicidio del señor
Alfredo Querol. Podrá arrestarla en veinte minutos. Es todo el tiempo que
necesito para persuadirla y detenerla.
Dortmund se alejaba mientras nosotros
lo mirábamos absolutamente azorados. Más enseguida, nos incorporamos a su
marcha.
_ La señorita Cúneo Arjona_ comentó el
inspector de camino al hotel_ sufre seriamente de las cervicales. Está en
tratamiento para mejorar su postura porque es esencial que se cuide por su
arte.
_ No hay información que confirme su
teoría, Dortmund_ alegó Riestra, irascible._ ¿Qué cuernos le pasa hoy, eh?
_ ¿Ya revisaron la habitación de la
viuda?
_ No, porque hasta que llegó usted, no
era sospechosa.
_ No es sospechosa, capitán Riestra,
es culpable. Son dos conceptos distintos. En la ventana de su suite encontrará
en cada extremo un clavo dispuesto allí con mucha precisión y cálculo. Sí, fue
un crimen muy ingenioso.
Antes de que nuestro amigo pudiera
responderle a Dortmund, ya habíamos ingresado al hotel y el inspector estaba
preguntando en la recepción por la señorita María Inés Cúneo Arjona. Nos
guiaron al salón central de eventos, al fondo del pasillo, siguiendo derecho el
camino firme delimitado por una elegante alfombra roja.
Al ingresar al gran salón, la mujer en
cuestión estaba hablando con otro hombre de forma confidencial. Era una dama de
estatura baja, portadora de unos enormes ojos verdes, cabello pelirrojo y de
unas facciones irresistiblemente atractivas y seductoras. Parecía estar en
crisis por lo sucedido con su marido. Si estaba fingiendo, era una actriz
extraordinaria.
Se puso en estado de alerta cuando nos
vio llegar, y al identificarnos, despidió al otro hombre cortésmente. Su
actitud compungida pareció enaltecerse con nuestra sola presencia. Su rostro
era un retrato hablado de sus emociones en esos momentos y su mirada un reflejo
taxativo de sus más íntimos sentimientos e inquietudes.
Sean Dortmund la observó atentamente
por unos segundos e inició la entrevista con una serie de preguntas de rutina,
orientadas a explorar el terreno.
María Inés Cúneo Arjona respondió correctamente
de acuerdo a los criterios estándar en estos casos. Y no fue hasta que ella se
tomó la espalda, justo por encima de la cintura y gimió de dolor, que el
inspector la confrontó deslealmente.
_ Tiene un problema en las cervicales
y le duele porque recientemente hizo un sobreesfuerzo innecesario. ¿Estoy en lo
correcto?
_ No, nada de eso_ respondió la
actriz, confusa._ Sí, tengo un problema en la parte baja de la espalda y uso
una faja médica para corregirlo. Pero me duele porque es habitual en mí este
tipo de padecimientos.
Con Riestra nos miramos totalmente
estupefactos. ¡Dortmund
había acertado! ¿Pero, cómo?
_
¡Miente!_ enfatizó mi amigo, enérgicamente._ La dolencia es porque
asesinó a su marido.
_
Yo no lo asesiné. ¿Qué
clase de ridiculeces está diciendo? Estaba en la
fiesta de gala del hotel, muchos me vieron ahí.
Creí que eso ya había quedado desestimado.
_
Su coartada es muy conveniente, señorita Cúneo Arjona, y por eso el crimen es
tan brillante y audaz. Usted citó al señor Querol en el callejón en cuestión
unos minutos antes de que la fiesta iniciara y los invitados ingresaran por la
entrada principal. Él se presenta, usted lo
aborda y lo mata de un disparo, el que nadie escuchó
porque le puso un silenciador al arma. Luego, toma un atajo hasta el hotel,
ingresa secretamente por la puerta de emergencia y sube hasta su cuarto con
mucha cautela de que no la descubran. Una vez en su habitación, se cambia y se maquilla, se quita
la faja, encastra los dos soportes de las puntas a dos clavos que colocó previamente en los costados de la
ventana, apoya la pistola en el centro de la faja, hace fuerza y la arroja
lejos, en dirección hacia la calle donde
minutos antes mató a su esposo, algo que
logra con mucha precisión y eficacia porque realizó todas las pruebas pertinentes
durante los días previos al de hoy. El
arma cae, pega contra el pavimento y se dispara por accidente, el disparo que
todos oyeron y que mató involuntariamente al
pobre vagabundo que allí se refugiaba. No fue
consciente de lo que sucedió entonces porque estaba
empeñada en bajar rápido, salir por la puerta de atrás del hotel nuevamente, meterse en su
auto, pegar la vuelta e ingresar por el frente al igual que el resto de los
invitados. Una coartada casi perfecta, aunque no del todo, porque se hizo ver
después que el crimen fue consumado. ¿Pero, alguien iba a notarlo y a hacer
alguna clase de conexión? Por supuesto que no.
Y por eso su plan y su coartada funcionaron tan impecablemente. Y de ahí su dolor
en la cintura: de haber hecho fuerza con la pistola para arrojarla al callejón.
_
Lo que usted plantea es extraordinario, inspector_ dijo la señorita Cúneo
Arjona con soberbia y arrogancia._ ¿Pero, cómo hice para cambiarme tan rápido, suponiendo que su teoría sea cierta?
_
Ya estaba cambiada. Debajo de la ropa que usó
para dar muerte a su marido, traía puesto el traje de
gala. Se despojó de las primeras prendas
y ya estaba preparada para ir a la fiesta. Por el maquillaje, siempre lo tuvo
puesto. Es mujer y además muy coqueta.
Con
el capitán Riestra, no podíamos creer lo que habíamos oído.
Subimos a la suite de la señorita María Inés
Cúneo Arjona, el capitán revisó
la ventana y en efecto, descubrió los dos clavos que
Dortmund adujo en su disertación de los hechos. Tomó una réplica
de pistola, hizo la experiencia de lanzarla lejos con un elemento elástico de acuerdo a la hipótesis de Dortmund y cayó en el mismo callejón, a escasos metros de donde cayó la pistola real, aventada por la
actriz.
El
capitán Riestra volvió a reunirse con Sean Dortmund y sin
mediar palabra alguna, esposó a la señorita Cúneo
Arjona bajo el cargo de homicidio agravado por el vínculo,
la premeditación y la alevosía, y homicidio culposo agravado. Y
mientras se la llevaba detenida, el capitán
miró a mi amigo con hostilidad y rencor.
Al
día siguiente, nos enteramos por el
propio capitán Riestra que María Inés
Cúneo Arjona confesó el crimen ante el fiscal de la
causa. Y declaró que mató a su esposo por ser pobre y humilde.
Según ella, el señor Alfredo Querol le prometió varias veces cambiar pero eso no pasó. Y ella ya estaba harta de que fuera
un pordiosero y un don nadie. Una mujer de su rango no podía verse de ninguna manera involucrada
con alguien así. Su imagen era su
tarjeta de presentación. Y por eso lo asesinó. El callejón,
declaró, hacía
juego con el estilo de vida de su exesposo.
_
¿Cómo
lo descubrió? Quiero saber ahora mismo_ inquirió Riestra con resentimiento.
_
Por el sólo hecho de que el hotel Sheraton
daba directo al callejón en cuestión. Una eso al hecho de que el pobre
vagabundo recibió un tiro por la espalda
y que se oyó sólo
un disparo nada más y el asunto está zanjado a sus pies.
_
Sí, está
bien. ¿Y lo del problema en la espalda de
ella, cómo lo dedujo?
_
Si el arma fue arrojada con un objeto elástico,
desde la lógica pensaría
inmediatamente en una faja, que resulta lo más
común. Y si se usó una faja, es porque inevitablemente
la señorita Cúneo
Arjona tiene un problema de salud en la espalda. ¿Lo
ve? Muy sencillo todo.
_
Sí. Lo es para una mujer con su mismo
nivel de inteligencia.
_
Fue inteligente. Sí, capitán Riestra. ¡Pero
no tanto como yo!
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