martes, 5 de febrero de 2019

El pequeño gran problema (Gabriel Zas)







"Este microrrelato forma parte de una serie de seis microrrelatos escritos bajo un mismo título. Para que no se pierda, es que decido publicarlo aparte. E iré haciendo lo mismo con los otros cuatro restantes, ya que el quinto (El instructor de tiro) fue publicado en su versión breve y en su versión extendida por separado. Gracias a todos por leer mis obras. A la brevedad subiré nuevos cuentos".


Este caso llegó a conocimiento de mi amigo mediante el diario. Y Dortmund no tuvo que moverse de su sillón para resolverlo, siendo así el primer caso resuelto en tales condiciones de comodidad. La nota en cuestión aludía al asesinato de Orlando Blasco, muerto a manos de su amigo de toda la vida, Marcelo Lago. Al parecer, ambos estaban enamorados de la misma mujer, una tal Ana Peralta, según referenciaba el mismo artículo, y ella sentía una atracción muy particular por ambos hombres por igual, lo que incentivó la rivalidad amorosa entre los dos fieles amigos. La señorita Peralta, para decidirse en lo personal por alguno de ellos, les impuso como una especie de divertimento y como condición necesaria para ganar su corazón, una serie de pruebas que deberían cumplir con un cien por ciento de efectividad. Y el primero que resultara vencedor, se convertiría automáticamente en su amante. Fue así como los señores Blasco y Lago pasaron de amigos a rivales en un sólo segundo.

Según pudo saber mi amigo por boca del propio capitán Riestra que estaba al frente del caso, eran cuatro pruebas arriesgadas cuyo objetivo era resaltar, entre los valores primordiales que ella consideraba indispensables en un hombre,  la valentía.

La primera prueba consistió en robar una joyería mediante la implementación de cualquier estratagema para conseguirlo. Blasco, la víctima, simuló ser un oficial de Aduana que estaba tras la pista de mil millones de pesos de diamantes falsos ingresados al país recientemente en una prestigiosa joyería ubicada en plena calle Libertad. Los empleados creyeron el ardid y el señor Blasco logró hurtar mil dólares en piedras preciosas. Por su cuenta, el señor Lago recurrió a una pantomima similar y logró hurtar de otra joyería de Microcentro mil doscientos dólares en oro y plata. Por el momento, él ganaba, y los celos entre ellos dos afloraron sin retraso de forma esporádica y abrupta. Y la señorita Ana Peralta, parecía disfrutarlo enormemente. Lo hurtado por sus contendientes quedó enteramente para ella, como era de esperarse.

La segunda prueba consistió en hacer una compra millonaria en cualquier comercio abonando con cheques sin fondo. Los productos a comprar, naturalmente fueron todos decididos por la señorita Peralta y todos apuntaban a satisfacer sus propios deseos personales. El vencedor fue, en dicha ocasión, Orlando Blasco, lo que lo puso en justa ventaja con el señor Marcelo Lago. Los dos se exponían a ser detenidos por la Policía de un momento a otro, pero no les importó nada y siguieron hasta el final.

La tercera prueba resultó un robo encubierto a un Banco. Y el triunfador fue el señor Lago.

La cuarta no se conoció, pero fue en medio de su ejecución que Orlando Blasco resultó asesinado por el señor Lago. Y según el capitán Riestra, el móvil respondió a que Marcelo Lago había ganado ésa misteriosa cuarta y última prueba a las que fueron sometidos por la señorita Peralta, quien claramente los estaba usando para fines delictivos bajo pretextos románticos, y el señor Blasco fue neutralizado para quedarse el señor Lago con el premio mayor. O como presumían algunos oficiales, Ana Peralta y Marcelo Lago estaban en complicidad. Pero Dortmund no compartía la primera hipótesis, porque sostenía que de haber sido cierta, el asesinato hubiera sido al revés; es decir, que el señor Blasco hubiese matado al señor Lago. Y la segunda teoría no la compartía simplemente porque carecía de fundamentos, según  su apreciación personal.

Sean Dortmund llamó por teléfono al capitán Riestra para conocer algunos detalles más que los medios omitían publicar.

_ ¿De qué murió exactamente el señor Blasco, capitán Riestra?_ quiso saber mi amigo con sumo interés.

_ Según el forense, de lo que se desprende del análisis preliminar del cuerpo, murió por asfixia manual. El señor Lago le tapó a la víctima la boca y la nariz en simultáneo_ respondió el capitán._ Lo apretó tan fuerte, que le rompió el tabique. El médico encontró fibras y huellas en el cadáver que pertenecen al señor Lago. Además, en la escena recuperamos un botón que pertenecía al saco que él llevaba puesto al momento del crimen y recuperamos las huellas de sus zapatos. Todo coincide. El caso está cerrado.

_ ¿El motivo, capitán Riestra?

_ Ana Peralta y Marcelo Lago eran parte de un mismo complot encubierto en contra del señor Blasco, que aprovechándose de la debilidad que la víctima sentía por ella, lo usaron para que robara e hiciera todo lo ellos anhelaban. Y cuando ya no les servía, simplemente lo mataron. Así que, el señor Marcelo Lago no sólo será acusado de homicidio simple sino también de todos los otros delitos que cometió en asociación con Ana Peralta. Ella confesará, despreocúpese.

_ ¿Es posible que el señor Blasco haya descubierto la verdad y por eso el señor Lago lo asesinó?

_ Absolutamente Plausible. Pero me juego a que eso no lo convence para nada, Dortmund.

_ Admito que su teoría es buena, capitán Riestra. Pero tiene razón: no me convence en absoluto.

_ ¿Se le ocurre algo mejor que eso?

_ Por el momento, no. Pero le haré saber enseguida cuando tenga alguna idea más sólida al respecto. Y usted manténgame informado sobre el resultado definitivo de la autopsia cuando esté a su disposición.

_ Cuente con eso, Dortmund.

Unas tres horas más tarde, Dortmund llamó por teléfono al capitán Riestra con una novedad que lo descolocó por completo.

_ ¿Ya tiene a su disposición los resultados de la autopsia, capitán Riestra?_ quiso saber primero mi amigo.

_ Estarán listos a última hora del día, me dijo el forense_ confirmó Riestra._ ¿Qué se le ocurrió? Porque no me llamó por eso ni mucho menos para saber cómo estoy.

_ Sí_ admitió el inspector con arrogancia._ Puede juzgar al señor Lago por todos los actos ilícitos que cometió en honor a la señorita Peralta, pero no por asesinato, porque el señor Blasco murió de muerte natural.

_ ¿Enserio, Dortmund? Es difícil creerlo.

_ La señorita Ana Peralta dijo algo fundamental y clave cuando planteó el desafío de las pruebas: la mayor cualidad que ponderaba ella en un hombre era la valentía. Y el asesinato por el honor de una dama es un acto muy honroso y provisto de valentía desbordada.

_ No estará usted hablando enserio...

_ El señor Lago encontró muerto al señor Orlando Blasco. Y no tardó en pensarlo. Lo asfixió con la mano de tal manera que le rompió el tabique y dejando evidencia suya adrede, incluyendo el botón del saco que él mismo se arrancó, simuló un asesinato. No quería quedar como un cobarde ante la dama a la que pretendía conquistar. Igualmente, ella no es inocente si se quedó con las posesiones robadas por los dos caballeros que pretendían despojarla. Pero, se presenta la dificultad de que no se encontró nada en poder suyo y por ende, negó todo.

_ Oiga, yo nunca dije nada referente a la señorita Peralta. ¿Cómo lo adivinó?

_ Deduciéndolo. Simplemente, deduciéndolo.

_ Su teoría, de todas formas, me parece demasiado endeble.

_ Llámeme cuando tenga en poder suyo los resultados definitivos de la autopsia.

A la noche, el capitán Riestra habló con Dortmund y le confirmó que el señor Orlando Blasco falleció a causa de un aneurisma.

_ Bien, Dortmund_ proclamó Riestra, rendidamente._ Definitivamente, usted es único. Lo resolvió una vez más. ¿Es mucho pedir que me ayude a reunir evidencia para encarcelar a la señorita Ana Peralta?

_ Ése es su pequeño, pero gran problema. Mi parte ya está hecha_ le replicó el inspector con aire de grandeza y superioridad.



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