viernes, 30 de junio de 2017

Las detectives (Gabriel Zas)






                                Caso 10: Accidentada

 



Nada iba a arruinar ésa noche de salida de amigas. Ailen e Ivonne se arreglaron y vistieron ropa de gala para ir a ver un ballet a uno de los teatros más emblemáticos y ostentosos de la ciudad de Buenos Aires. Llegaron puntual a las 19, una hora antes del arranque de la función, y se sentaron en los asientos del medio de la tercera fila de adelante. La sala se colmó de gente en cuestión de pocos minutos, lo que obligó a que la función empezara a horario.

El despliegue de las veintiún bailarinas en escena, el armado de la escenografía y la originalidad de la coreografía hicieron del espectáculo un deleite para los ojos de los presentes, inclusive para el de ambas mujeres, que no estaban habituadas a presenciar eventos de semejante magnitud y lo disfrutaron como nunca en sus vidas.

Todo era glamour y perfección hasta que Martina Lodeira, una de las artistas más prestigiosas y talentosas que había en el país por esos días, y una de las más importantes y reconocidas de Latinoamérica, en un salto básico que ejecutó cayó mal parada, trastabilló al querer equilibrarse cuando apoyó su pie izquierdo sobre el suelo del escenario y se deslizó precipitadamente de espalda como consecuencia de ése intento desesperado por recuperar el ritmo. Ni bien se vino a menos, quedó absolutamente inmóvil.

El público se impacientó abruptamente porque no sabía con exactitud cuál era el estado de la bailarina. Desde los asientos, se podía contemplar que la caída había afectado severamente la salud de Martina Lodeira, y muchos supusieron casi al mismo tiempo, que había quedado inválida porque quizás se rompió alguna vértebra vital de la columna. Sus compañeras de elenco la rodearon con desesperación y estupor, y al advertir que Martina no se movía ni respondía a ningún estímulo, bajaron las luces del escenario y cerraron el telón en una misma secuencia. Ésa situación generó más conmoción y desconcierto en el público presente, por lo que Ailen Ezcurra e Ivonne Fraga decidieron intervenir con urgencia. Se levantaron de sus respectivos lugares y fueron hacia el escenario a paso acelerado.

_ Es a propósito, ¿no?_ se quejó Ivonne Fraga, en camino hacia la escena.

_ Presiento que no.va a ser algo sencillo_ repuso Ailen Ezcurra.

_ ¿Qué querés decir? Se cayó, fue un accidente. Fin de la cuestión.

_ Ése es el problema. Una bailarina tan profesional como ella no se equivocaría en un movimiento tan básico.

_ Hasta los más grandes cometen errores en cuestiones simples. Y uno lo ve desde afuera y no lo cree. Pero se olvida que es tan humano como cualquiera de todos nosotros.

Cuando subieron al escenario, se identificaron como investigadoras y aislaron al instante al elenco del cuerpo de Martina Lodeira. Ailen Ezcurra se puso de cuclillas y colocó sus dedos Mayor e Índice en el cuello de la víctima por una fracción de segundos. Los retiró y miró a Ivonne Fraga con una expresión de desconsuelo abrumadora, que su amiga entendió enseguida: Martina Lodeira estaba muerta.

Ivonne Fraga se encargó de llamar a la Comisaría para convocar al resto del equipo de investigaciones y al Cuerpo de Criminalística, en tanto que Ailen Ezcurra aisló a las bailarinas fuera de la escena, les dio la noticia y las contuvo. El llanto y la desolación por parte de ellas fue inevitable. Nadie podía entender lo que había ocurrido.

En medio de un clima cargado de dudas, de conmoción, de dolor y de emociones de todo tipo, las detectives vetaron el ingreso y el egreso de cualquier persona ajena a la investigación del caso. Nadie podía entrar ni salir hasta que la muerte de Martina Lodeira no estuviera del todo esclarecida. Esto, indudablemente, generó malestar en la audiencia presente, y muchos reclamaron el reembolso del dinero de la entrada. Eso les importaba más, al parecer, que una vida humana. Entre ellas dos no pudieron controlar del todo la situación, pero el resto del equipo llegó enseguida y entre tres oficiales controlaron al público presente y lo hicieron entrar en razón.

_ Ustedes no pegan una_ les dijo Fontán a las detectives, una vez los tres sobre el escenario.

_ ¿Te comiste un payaso, Fontán? ¿Te dedicás al humor, ahora?_ le preguntó Ezcurra, con ironía y algo enojada.

_ Me dedico a resolver casos. ¿Qué pasó?_ replicó Fontán, en tono más serio.

_ Trastabilló haciendo una pirueta, pisó mal y se desnucó_ declaró Fraga ,_ aunque a Ailen le resulte sospechoso eso.

_ Soy policía, dudo de todo_ se defendió, Ezcurra.

_ ¿Qué dijo Laberna, Fontán?_ quiso saber Ivonne Fraga.

_ Sencillamente, no quiere que los medios sepan demasiados detalles sobre el caso. Dijo que no quiere a los periodistas adentro del teatro. Ya hay oficiales entrevistándose con las personas del público y Criminalística procesará la escena en breve.

_ Ni que le hubiera pasado algo a Paloma Herrera_ ironizó Ezcurra.

_ Reconozcamos que Martina Lodeira era alguien importante dentro del mundo artístico_ dijo Fraga.

_ Sí, no lo niego. Pero no para que hagan un espectáculo mediático de todo esto, como si fuese una personalidad más importante de lo que realmente era.

_ Ése es el negocio de los medios_ opinó Fontán.

_ Igual, no tienen mucho sobre lo que puedan presumir. Fue un accidente con desgracia_ ratificó fehacientemente Ivonne Fraga.

_ Todavía tengo mis dudas_ la contradijo su amiga.

Ailen Ezcurra hizo una pequeña simulación de los últimos movimientos previos a la fatal caída que hizo la víctima. Fraga y Fontán la miraban con simpatía y hacían un sobre esfuerzo por contener la risa.

_ ¿Te traigo un tutu, Ezcurra?_ la cargó Fontán, y se rió a la par de Ivonne Fraga. Pero ella hizo oídos sordos al chascarrillo y siguió concentrada con lo que estaba haciendo. Después de reiterados intentos, Ailen cayó exactamente igual a como lo hizo la propia víctima antes de morir.

_ No era una caída difícil ni mucho menos, imposible_ concluyó la detective Ezcurra._ Si yo que soy novata la ejecuté sin mayores dificultades, ella tuvo que hacerlo con los ojos cerrados. Es extraño.

_ ¿ Qué pensás?_ le preguntó Fontán.

_ Nada en concreto, por ahora. Que el forense se apure con el examen así Criminalística recaba evidencia. Y que la Fiscalía ordene liberar el cuerpo cuanto antes, si puede ser, así estamos más tranquilos.

_ ¿No querés que te abanique y te haga masajes en los pies, también?_ le dijo Fontán con zozobra.

_ Andá a buscar al forense, en vez de hacer chistecitos.

Fontán obedeció y volvió con el doctor Aguirre, el médico legista de la circunscripción jurisdiccional de la Comisaría. Se presentó ante las mujeres y procedió con el examen del cuerpo. Cinco minutos fue lo que tardó en hacer un análisis rápido del cadáver.

_ Murió por una fractura de cuello, producto de la caída misma_ confirmó el doctor Aguirre.

_ ¿Muerte accidental, doctor?_ preguntó Fraga.

_ Sí. Voy a elevar el informe preliminar a la Fiscalía para que autoricen liberar el cuerpo cuanto antes.

_ Gracias, doctor.

Y el forense se retiró.

_ Si el médico lo dice..._ dijo Ezcurra, aceptando finalmente la idea de la muerte accidental.

_ Era lógico. Nosotras lo vimos , igual que toda la gente_ agregó Ivonne Fraga con premura.

_ ¿Qué hacemos con todas las personas del público que se quieren ir y nos están puteando?_ indagó Fontán.

_ Que se vayan, ya está_ ordenó Fraga.

_ ¿Declararon, no?_ quiso estar segura, Ailen.

_ Sí.

_.Sí, que vayan, ya no es necesario que sigan acá.

_ ¿Y con las bailarinas, qué hacemos? Directora, productores, coreógrafos...

_ Que den testimonio de lo que vieron y se vayan yendo, a medida que presten declaración.

_ Ustedes dos también van a tener que dar testimonio.

_ Lo hacemos tranquilas mañana en la Comisaría. Nuestras declaraciones van a estar asentadas como las del resto de la gente. Despreocupate, Fontán_ repuso Ivonne Fraga.

Fontán se retiró, mientras que un grupo de investigadores interrogaba al resto del elenco y parte del equipo de Criminalística recolectaba elementos de la escena como indicaba el protocolo de procedimientos ante cualquier caso de muerte. Revisaron minuciosamente las condiciones del piso del escenario para descartar homicidio culposo por negligencia, al igual que cada una de las instalaciones habilitadas. Todo estaba normal hasta que una perito revisó debajo del escenario y alertó a las detectives al encontrar un dispositivo cuadrado, de tamaño medio, de proporciones inusuales y pesado. Tanto Ezcurra como Fraga lo analizaron azoradas.

_ ¿Dónde lo encontró, oficial?_ le preguntó Ezcurra, con sumo interés, a la técnico.

_ Ahí abajo, señora_ respondió la perito y señaló el lugar del hallazgo con el dedo._ Cómo ve, justo debajo del cuerpo.

Ailen lo revisó a conciencia y desvió su mirada para encontrarse visualmente con la de su compañera.

_ ¿Qué es ésa cosa rara?_ preguntó Fraga con curiosidad.

_ Parece como una especie de campo magnético en miniatura. Y si el zapato tenía un imán escondido en la suela o en la plantilla...

_ Parece que se activa remotamente desde un celular conectado a su circuito.

_ ¡Fue un asesinato! ¡Yo tenía razón! Cuando Martina Lodeira se posicionó justo debajo de este artefacto, el asesino lo activó y la fuerza magnética la derribó, matándola en el acto. Y cualquiera que lo viese desde afuera, diría sin dudas que se trató de un accidente.

_ Ingeniosa forma de sacarse a alguien del medio.

_ ¿Tiene huellas el aparato este?

_ Seguramente tenga. Permítame extraerlas_ dijo la perito.

_ ¿Lo activaron desde el público?_ reflexionó Fraga en voz alta.

_ A una distancia no superior a los treinta metros, señora. Por sus características y formas, este dispositivo es de corto alcance.

_ El asesino tuvo que estar cerca de nosotras, Ailen.

_ Y la autora intelectual es alguien del elenco. La mató una de sus compañeras_ dedujo Ailen Ezcurra.

_ No necesariamente_ vaciló su amiga.

E Ivonne Fraga corrió urgentemente a buscar a Fontán.

_ ¿Cuál es la urgencia, Fraga?_ le objetó Fontán, cuando lo interceptó.

_ Que los peritos le tomen las huellas a todas y cada una de las integrantes del elenco, incluyendo a la directora y resto del personal. Que los interroguen más a fondo y que el resto del equipo hable con las demás bailarinas. Busquen conflictos, motivos, diferencias... Y avisá cuando estén listas todas las muestras de las huellas y los testimonios más relevantes. Pero no tienen que saber que investigamos un homicidio, ¿está claro? Discreción, Fontán.

_ ¿Qué pasa? ¿No era que lo de Lodeira fue un accidente?

_ La mataron. Ahora no te puedo explicar. Hacé lo que te ordeno. Y requisá también todos los celulares de todas las personas del público.

_ Algunas ya se fueron y las que quedan, que están saliendo de a poco, me van a linchar.

_ No importa. Hacelo.

_ ¿Qué le digo a ésa gente, si me pregunta?

_ Secreto de sumario. Sin explicaciones.

El desconcierto de Fontán fue total, pero cumplió con las directivas impuestas por la detective Fraga.

El trabajo de la perito sobre el artefacto rindió sus frutos: recuperó un juego de huellas parcial. Sólo había que compararla con el resto. El asesino no fue nada precavido. Quizás, porque pensó que a nadie se le ocurriría buscar en un lugar tan recóndito como debajo del escenario, y cuando la Policía abandonara el teatro, podría recuperar el dispositivo sin inconvenientes. Pero claramente, sus pensamientos estaban definitivamente alejados de la realidad.

_ ¿Tiene algún número de serie o de lote, que nos diga dónde lo compraron?_ la interrogó Ezcurra a la perito.

_ No. Este tipo de artefacto es de fabricación casera_ respondió ella._ Se hace con imanes extraídos del interior de una PC o de cualquier otro electrodoméstico. Se le instala un software análogo programable desde cualquier dispositivo y listo. Armar, además, un circuito cerrado de éstas características no es nada difícil. Las conexiones son básicas y lo puede armar cualquiera que tenga mínimos conocimientos de electrónica.

_ Lo que prueba que la asesina tenía un cómplice.

_ Voy a llevarle las huellas al resto del equipo para que las compare. Permiso.

Y la técnico se retiró con autorización de Ailen Ezcurra.

_ ¿Cómo Lodeira no notó que el zapato tenía algo raro?_ se cuestionó Ivonne Fraga, cuando volvió a la escena.

_ Si era una lámina fina... Lo dudo. Parece que no se necesita mucho esfuerzo para producir una caída como ésa_ respondió Ezcurra._ ¿Ya le avisaste a Fontán?

_ Sí. Cuando haya resultados positivos, nos lo va a decir. Por ahora, no le digamos nada a Laberna. Que crea que fue un accidente. Cuando tengamos el caso resuelto, se lo decimos y listo.

_ Coincido, amiga. Es muy pesado.

_ ¿Más que los medios? Lo dudo.

_ ¿Están afuera, no?

_ Todo bajo control, por el momento. Manejan la información oficial del accidente. Hay que conservarlo así. Tienen órdenes directas de mantenerse al margen para evitar entorpecer la investigación en curso.

_ Pero cuando saquemos a la asesina por la puerta principal del teatro...

_ Ahí lo sabrán... Igual que Laberna.

Y ambas amigas se rieron discretamente. Volvieron adonde yacía el cuerpo de Martina Lodeira e hicieron una segunda revisión ocular. Enfocaron su atención en los zapatos de la víctima, pero no encontraron nada inusual en ninguno de los dos.

_ Cuando las luces bajaron y el telón cayó, la asesina tuvo tiempo suficiente para cambiar el zapato con el imán por uno común exactamente igual a ése y esconderlo en cualquier otro lugar_ dedujo Ivonne Fraga con suspicacia.

_.Coincido con vos_ la apoyó Ezcurra._ Y entre tanta conmoción junta, nadie fue capaz de advertir la maniobra.

_ Y no podemos examinar los camarines, porque sospecharían que investigamos un homicidio.

_ Esperemos a que los peritos hagan su trabajo. Es nuestro día de franco arruinado. Que trabajen los demás.

_ ¡Esto es un atropello y una absoluta falta de respeto!_ dijo una silueta femenina que emergió de la nada e interrumpió descaradamente la conversación que mantenían ambas mujeres.

_ No puede estar acá, señora_ le indicó Ailen Ezcurra._ Es la escena de una investigación en curso.  A usted y al resto de los presentes se les dio estrictas órdenes de permanecer en el lugar hasta que concluya la investigación.

_ ¡Fue un accidente! No nos pueden seguir teniendo acá contra nuestra voluntad, sin una justificación razonable.

_ Investigación en curso. ¿No le parece una justificación razonable ésa? Respete los parámetros y el espacio delimitado para la permanencia, indicados por efectivos policiales inherentes al caso.

_ ¿Y si yo y el resto nos negamos a cumplir sus órdenes, qué pasa?

Y se plantó con prepotencia haciéndole frente a ambas detectives.

_ Identifíquese, por favor_ le exigió Ivonne Fraga, anteponiéndose a la situación.

_ Soy Imelda Clerga, profesora de danzas clásicas y directora del ballet.

_ ¿Desde hace cuánto?

_ Desde que estrenamos en 2003, hace siete años ya.

_ Imagino que usted debe tener los contactos de todas y cada una de sus bailarinas, como así el de cada familiar más cercano a ellas.

_ ¿Por qué habría de brindarle ésa información? Es confidencial.

_ La confidencialidad desaparece cuando hay una investigación en curso_ intervino Ezcurra.

_ Eso es cuando hay un homicidio_ retrucó la señora Clerga.

_ Eso es cuando hay una muerte, sea de las características que sea_ redobló la apuesta, Ivonne Fraga._ Y cuando los testigos se niegan a proporcionarle a los investigadores alguna clase de información vinculada al caso, incurre en un delito y puede ir a prisión. ¿Eso es lo que usted quiere, Imelda? ¿La cárcel?

_ No, por supuesto que no.

_ Entonces, responda la pregunta que le formuló antes mi compañera_ ordenó con autoridad la detective Ezcurra.

La señora Clerga tragó saliva, respiró hondo y contestó.

_ Sí, tengo todos los contactos que usted mencionó antes. Son datos que necesitamos saber por el seguro del elenco.

_ Y supongo que nadie se beneficiaba con ése seguro…

La directora miró a Ailen Ezcurra con el ceño fruncido y una expresión de desconcierto absoluto.

_ Imagino que todas sus artistas están aseguradas por el mismo importe, al igual que sus familiares_ subsanó Ivonne Fraga el tropiezo de su amiga._ Pero la detective Ezcurra se lo preguntó para poder contactar por algún medio fehaciente a los padres o a algún hermano o a algún pariente próximo de Martina Lodeira, para notificarles lo ocurrido con ella.

_ Toda su familia está en Italia. Creo que su hermano, Gonzalo Lodeira, está de vacaciones en Costa Rica. Pero no estoy segura. Se mudaron a Europa después de la crisis del 2001. Martina volvió al año, la incluí al elenco y desde entonces que permanecía fija en el staff_ y la señora Clerga se tomó la frente con pesar.

_ ¿Dónde vivía Martina?_ siguió preguntando Ivonne Fraga.

_ En un cuarto que alquilaba por Colegiales, ahí por Lacroze, a unas cuadras de la estación del tren.

_ ¿Sola?

_ Sí, vivía sola.

_ ¿Estaba de novia?

_ No, su trabajo le impedía mantener una pareja estable.

_ ¿Tuvo problemas alguna vez con alguna de las demás bailarinas?

_ No. Todas son como una familia. Los problemas entre ellas no existen. Siempre tratan de ayudarse en todo lo que puedan y llevarse de la mejor manera posible.

_ ¿Nunca le tuvo que llamar la atención por nada en especial?_ indagó Ezcurra.

_ No, para nada. Ni a ella ni al resto de las chicas.

_ ¿Era la más antigua de la compañía?

_ Técnicamente, sí. La única que estuvo desde los inicios, como les comenté antes. El resto de las chicas están hace tiempo también, pero se sumaron después de Martina.

_ ¿Cómo la contrató?

_ Ella estudió en la escuela de danzas que yo tenía en su momento en Boedo. La crisis del 2001 me obligó a cerrarla y no supe nada más de Martina hasta que me la encontré de casualidad caminando por la calle un año después, le hablé sobre la propuesta de armar un ballet y bueno, acá estamos.

_ ¿Alguna vez había tenido una caída semejante en los ensayos como la que sufrió sobre el escenario?

_ No, nunca. Ella era muy cautelosa y muy cuidadosa. Miraba muy bien antes de poner un pie sobre el piso. No entiendo cómo pasó.

Y la vista de Imelda Clerga se desvió hacia el escenario. Entonces vio el cuerpo y no pudo contener el llanto.

_ ¿Por qué no se la llevan de una vez?_ preguntó conmovida.

_ No podemos tocar el cuerpo hasta que nos llegue la orden directa del juez de removerlo y los peritos terminen de procesar el teatro y todas las evidencias que encuentren. Es el protocolo a seguir en cualquier caso_ respondió Ivonne Fraga.

_ Vaya con el resto de las personas. Cuando tengamos las novedades definitivas, se las vamos a hacer saber y ya ahí van a poder irse a sus casas a descansar_ complementó Ailen Ezcurra.

_ Cuando el juez autorice la liberación del cuerpo de Martina, va a poder iniciar todos los trámites legales para el velatorio y el sepelio.

_ ¿Y cómo le van a decir a su familia, que está en Italia?_ preguntó Clerga, algo compungida y apenada.

_ Nosotras nos vamos a encargar personalmente de eso_ le aseguró Ivonne Fraga.

Ailen Ezcurra acompañó a la directora del ballet con el resto de las bailarinas, muchas de ellas irritadas, confundidas y malhumoradas; y volvió minutos más tarde a reunirse otra vez con su amiga a la escena.

_ ¿Qué pensás?_ le preguntó a Ivonne Fraga al regresar.

_ Prefiero no pensar. No quiero conjeturar nada sin tener ninguna base sobre la que fundarme.

_ ¿Estás diciendo que no creés que la directora lo haya hecho?

_ Estoy diciendo que lo pudo planear cualquiera y ejecutar cualquiera. Afortunadamente, la asesina nos regaló sus huellas en el artefacto que usó para el homicidio.

Fontán apareció desde atrás del escenario.

_ No pude hablar con todas las bailarinas_ confesó frustrado._ Todas prestaron sus huellas, pero declararon algunas, nada más. Otras se negaron a hablar.

_ Tenían que declarar todas por igual, Fontán_ le recriminó la detective Ezcurra.

_ ¿Qué querés que hiciera? Muchas me putearon, porque se quieren ir y porque no entienden porqué hacemos esto y porque dicen que es una falta de respeto por parte nuestra…

_ Sí, sí, Fontán. Está bien. A nosotras vino a increparnos la directora del ballet por ese asunto. Contame qué pudiste rescatar de las pocas declaraciones obtenidas.

_ No había conflictos aparentes. Se llevaban bien con Martina Lodeira. Parece que era muy querida. Y las pocas peleas a las que me hicieron alusión, resultaron ser por una boludez.

_ ¿Y el resto del equipo requisó los teléfonos de las personas del público?_ curioseó la detective Fraga.

_ De las que estaban, sí. Nos costó un huevo y la mitad del otro porque no querían entregar sus celulares. Pero ya los tenemos. Y por cierto, va a demorar algunos días determinar de cuál de todos se activó el dispositivo que mató a Martina Lodeira. Acuérdense también que muchas personas se rajaron cuando les ordenamos, antes que ustedes averiguaran lo del asesinato. La orden pudo también provenir de alguno de esos teléfonos.

_ O sea que dependemos pura y exclusivamente del resultado que arrojen las huellas dactilares.

_ A eso iba: los peritos hallaron una coincidencia.

Ambas mujeres miraron a Fontán con brillo en sus ojos. La expresión de ambas cambió radicalmente.

_ A ver. Quiero ver los resultados ya mismo_ adujo Fraga con desesperación, y arrancó de las manos de Fontán el papel que aquél les extendió.

Después de leer las derivaciones de las muestras, las detectives se reunieron con algunas bailarinas en un camarín a solas. Después de exponerle los hechos y explayarles las disculpas correspondientes por la demora y todo el hermetismo de la investigación, una de ellas tomó la palabra.

_ Parece un delirio lo que me están diciendo_ confesó, aturdida._ Poner un imán debajo del escenario, otro en su zapato y activarlo remotamente para provocarle una caída y que pareciera un accidente. ¡Pobrecita! ¿Quién tuvo el descaro de cometer semejante atrocidad contra una de las mejores personas que conocí en mi vida?

_ Lo que había debajo del escenario era una suerte de campo magnético, si se quiere decir así_ aclaró Ivonne Fraga._ Después del accidente, cuando las luces se apagaron y el telón se cerró, la asesina aprovechó ése momento de conmoción para cambiar el zapato con el imán por uno normal, por lo que ésa persona tuvo que tener el otro zapato a la vista todo el tiempo durante la función, oculto en un lugar donde nadie lo notase o donde fuese natural verlo y que no levantara sospechas de ninguna naturaleza, porque después de todo, algunas de ustedes se cambian hasta tres veces durante la función. Así que la utilería está en un tipo perchero justo atrás del escenario.

_ Ustedes no estuvieron nunca atrás del escenario_ comentó otra de las bailarinas presentes.

_ Le contó alguno de los otros policías, seguro_ dedujo otra de las chicas.

_ Créase o no, lo dedujimos_ tomó la palabra, Ailen Ezcurra._ Dadas las circunstancias del caso, teníamos que imaginarnos que tener vestuario justo detrás del escenario era menester indispensable para cambiar un zapato por otro sin que nadie sospechara nada. Después, una vez finalizada la función, personal de utilería lleva eso de nuevo al depósito y lo guarda todo ahí, porque estimo que todas ustedes dejan los tutus acá en lugar de llevárselos. Y es claro, por otra parte, que la asesina no podía ni llevarse el zapato a su camarín ni plantarlo en el camarín de ninguna otra de ustedes. La solución expuesta entonces resultó la más certera y la más obvia, por supuesto.

Y hubo unos segundos de silencio, donde las miradas de las detectives recorrieron cada una de las miradas de las bailarinas.

_ Pero la asesina cometió un error de principiante_ retomó Ezcurra._ No usó guantes y dejó sus huellas impregnadas en el artilugio usado para matar a Martina Lodeira.

_ Por eso les pedimos a los peritos que les tomen sus huellas a cada una de ustedes_ continuó Fraga._ Y ya tenemos a una ganadora. Por eso las reunimos a todas acá.

_ ¿Quién fue?_ dijo una de las bailarinas pegando un salto desde su silla.

_ Su profesora y directora, Imelda Clerga.

Y todas las miradas de odio, rencor, dudas, estupor, confusión y desolación, se dirigieron a ella en un parpadeo.

_ Deme haber un error_ disparó la señora Clerga, como queriendo zafar de la situación. Pero claramente no logró su cometido.

_ Las evidencias no mienten_ le dijo Fraga sin rodeos._ ¿Por qué? ¿Por qué la mató?

_ ¡Porque me robó la coreografía!_ se quebró._ Yo la armé, la pensé, la modifiqué, le hice arreglos… Y ella no paraba de decirle a todo el mundo que fue su idea. Intenté persuadirla varias veces, pero ella no hizo caso a mis advertencias. Todos creían que ésa estúpida engreída era el cerebro del ballet. Se llevaba todo el crédito y el reconocimiento a costas mía. Tenía que hacer algo. Puse la excusa que tenía que mandar un mensaje de texto. No fue complicado.

Ivonne Fraga hizo arrestar a Imelda Clerga delante de sus bailarinas. Fue sacada por la puerta principal del teatro, donde los medios dieron la primicia de su detención y de la verdadera causa de la muerte de Martina Lodeira, aunque las declaraciones que dieron a la prensa eran muy escuetas y resumidas.

Laberna, desde su oficina en la Comisaría, apagó la televisión.

_ Nunca me avisaron nada de todo esto. Me vengo a enterar de todo por el noticiero_ se quejó._ A mí, definitivamente, los de arriba me van a colgar de las pelotas por éstas dos que hacen lo que quieren a espaldas mía.  
 
 

lunes, 19 de junio de 2017

Las detectives (Gabriel Zas)




                                       Caso 9: Amnesia


Junto al caso Nievas, este incidente traumatizó de manera notoria la moral de las detectives Fraga y Ezcurra. Si bien fueron otras circunstancias, otro procedimiento y otro dinamismo, el impacto fue inclusive más duro que en el segundo caso que ellas enfrentaron.

Por primera vez en dos meses de servicio, les había tocado franco el mismo día.  Lo estaban disfrutando a pleno cuando Laberna las interrumpió para convocarlas a la investigación de un homicidio que parecía no tener demasiadas complicaciones, porque el asesino, en teoría, estaba identificado. La escena del crimen era un muelle pesquero en la Dársena C de Puerto Madero. Cuando las detectives arribaron a la escena, se encontraron con el agresor que sostenía un arma calibre 32 en su mano izquierda y frente a él, yacía muerto de un tiro en el pecho un prefecto de alrededor de unos cuarenta y tres años, calvo y cejas pronunciadas. Fue positivamente identificado como Manuel Teberlaun y el agresor, según su documento, respondía al nombre de Sergio Omar Valete.

El arma que Valete sostenía firmemente entre sus dedos había sido recientemente disparada y la bala que el forense recuperó del cuerpo de la víctima se condecía un cien por ciento con el arma en cuestión. Estaba claro lo que había ocurrido, aunque no quedaba del todo claro el motivo y porqué Valete no se había deshecho del arma homicida. ¿No había tenido tiempo quizás porque la Policía llegó a la escena de inmediato o su estado emocional le había impedido una reacción inmediata y lo bloqueó mentalmente, negándole toda posibilidad de escape? Sea lo que fuere, tanto Ailen Ezcurra como Ivonne Fraga estaban definitivamente irritadas.

_ ¿Para eso nos llamó?_ confrontó Fraga a Laberna, con vehemencia.

_ Alguien tenía que hacer la inspección y el informe de rutina_ le respondió el Comisario, sin reparos._ Ustedes dos son de las mejores que tengo hasta ahora. El día se los compenso, tranquilas.

Ivonne suspiró resignada.

_ ¿Testigos?_ preguntó, todavía notablemente enojada.

_ No. Sólo escucharon el disparo. Nadie vio lo que pasó, excepto uno que dice haber visto algo, el único testigo ocultar. Hablen primero con él, después con el sospechoso y se van a casa. ¿Estamos? A trabajar.

_ ¿No podía haber llamado a otro, que nos tuvo que estropear el día, Laberna?_ se quejaba con un vigoroso malestar, Ivonne Fraga, mientras caminaban en busca del testigo en cuestión.

_ Por lo menos, hubiese llamado a alguna de las dos_ le contestó Ezcurra._ Las dos juntas no tiene sentido.

_ Sí, te hubiese llamado a vos.

_ A vos, mejor.

_ Somos inseparables. Eso es lo que pasa.

_ Pasa que Laberna es un estúpido y un insensible.

Se encontraron con Gervasio Contreras, un prefecto que trabajaba en el mismo muelle donde ocurrió todo y que presenció parte de lo sucedido.

_ Sólo oí como un estallido fuerte_ empezó a explicar Contreras frente a una pregunta que le realizó Ailen Ezcurra._ Dejé lo que estaba haciendo y fui corriendo a ver qué había pasado. Para cuando llegué, Manuel estaba tirado en el piso, desvanecido y todo ensangrentado. Intenté reanimarlo, pero ya era muy tarde: estaba muerto.

_ ¿Escuchó alguna discusión previa entre Manuel y el señor Valete?_ volvió a preguntar Ezcurra.

_ No. Nada más oí el disparo.

_ ¿El señor Valete era asiduo visitante del señor Teberlaun?_ intervino Ivonne Fraga.

_ Solía visitar a Manuel bastante seguido. Pero nunca nos habló de él.

_ ¿Sabe la razón?

_ No, ni idea.

_ ¿Nunca le preguntó por qué?_ volvió a indagar Ailen.

_ Era su vida privada. Todos acá tenemos códigos y uno esos códigos es respetar la vida privada del otro. Venimos, cumplimos nuestro horario y listo.

_ ¿No era llamativamente preocupante la insistencia de Valete para con Teberlaun?

_.Como le dije recién, detective: yo no me metía en su vida personal. Si era preocupante o no, no sé. Y tampoco era algo de mi incumbencia.

_ ¿Cómo era el aspecto de Manuel después de la visita de Valete?

_ El de siempre. Su presencia no lo perturbaba en absoluto.

_ Gracias por su tiempo.

_ Lo despediste antes de que pudiera preguntarle sobre sus enemigos, su círculo íntimo, sobre su trabajo en sí..._ le reprochó Ivonne Fraga a su amiga.

_ ¿Para qué, si te iba a responder que en su vida privada no se metía?_ repuso con ironía, Ezcurra._ Entre Laberna y éste, no sé a quién asesino primero.

_ Hay que hablar con este Valete. Lo vamos a hacer confesar sea de la manera que sea.

Volvieron al centro de la escena e inmediatamente lo buscaron al oficial ayudante, Fontán.

_ Fontán_ le dijo Fraga, cuando lo localizaron_ ¿los peritos le hicieron al tipo este las pruebas para detectar residuos de pólvora en sus manos?

Fontán las miró sorprendido.

_ ¿Qué hacen ustedes acá? ¿No tenían franco hoy?_ pregunto confuso,_ ¿o soy un pelotudo que está perdiendo la memoria?

_ Sos pelotudo, Fontán_ le respondió Ezcurra, con una sonrisa sutil._ Laberna nos hizo venir porque parece que nos extraña.

_ ¿Y, Fontán?_ lo apuró Ivonne Fraga.

_ Las pruebas dieron positivas. Tiene residuos de pólvora en la mano izquierda, el arma fue efectivamente disparada, se recuperaron huellas, que cuando las comparemos con las del tipo este, seguro van a coincidir; y la bala extraída del cuerpo del occiso es del mismo calibre que el arma disparada. Más clarito, echale agua. No me cierra porqué se quedó para que lo agarremos con las manos en la masa con toda la evidencia incriminatoria en contra suya.

_ Sí, eso es lo curioso. Cuando hablemos con él, vamos a ver qué nos dice.

_ Puro chamuyo, seguro. Y las va a querer tomar por boludas, encima.

_ Justo a nosotras dos... ¿Qué pensás, Ailen, de lo que nos contó el testigo?

_ Si Valete visitaba seguido a Manuel Teberlaun, posiblemente le debía plata. Se cansó de reclamársela, y lisa y llanamente lo mató. Tan simple como eso_ contestó con convicción la aludida.

_ ¿Y si le apuntó con el arma para amedrentarlo y se le escapó el tiro por accidente?_ reflexionó Fraga.

_ Sí, claro. Y por mero accidente, la bala impactó certeramente en el pecho. Un accidente con demasiada mala suerte, diría yo.

_ ¿Necesitan algo más?_ preguntó Fontán.

_ Que Balística tenga listo los resultados de las pericias sobre el arma y la bala recuperada del cuerpo lo más rápido posible. Y que los peritos de huellas hagan lo propio. Que lo tengan listo para ya. Me quiero ir_ respondió Ezcurra.

_ ¿Vos sola?_ la increpó Fraga._ Vamos a hablar con el sospechoso así terminamos, tenemos los resultados y a las miércoles todo.

_ Las veo después_ aclaró Fontán, y se retiró.

Sergio Omar Valete estaba sentado en la vereda, apoyado contra una pared y esposado. Estaba vigilado por tres oficiales, que lo abandonaron por orden de las detectives cuando se acercaron para interrogarlo. Valete estaba con la mirada perdida, callado, serio y no mostraba arrepentimiento por sus actos. Ni siquiera se opuso ni a que lo arrestaran ni a ninguna de las peticiones de la Policía.  Las mujeres se presentaron ante él formalmente.

_ ¿Por qué mató al Manuel Teberlaun, señor Valete?_ inició la ronda de preguntas, Ivonne Fraga.

_ No sé_ respondió en seco el señor Valete._ No me acuerdo ni siquiera del momento del disparo, ni mucho menos de lo que pasó antes ni cómo llegué hasta acá.

_ ¿Perdón? No escuché bien_ repuso la detective Fraga, destapándose con un gesto irónico, uno de sus oídos con el dedo.

_ Lo que escuchó. No me acuerdo de nada. Por más que hago un esfuerzo muy grande por acordarme de algo de lo que pasó, no puedo.

_ Mirá, querido_ le dijo Ezcurra con soberbia y con ánimo de perder la paciencia en cualquier momento._ Ése truquito barato y estúpido de simular amnesia es más viejo que la escarapela. Así que, dejá de fingir, ayudate un poquito y hablá: ¿Por qué asesinaste a Manuel Teberlaun?

Pero Sergio Omar Valete mantenía la misma postura. Y pese a que las detectives no le creían y querían hacerlo hablar ya con casi nada de paciencia, él no deponía su actitud. Entonces, fue ahí cuando las investigadoras empezaron a considerar la posibilidad de que Valete realmente sufriera de amnesia, aunque era algo que clínicamente no se podía corroborar con total exactitud. ¿Entonces, después de todo, se trataba de una farsa?

_ Toda la evidencia te incrimina, Valete_ le dijo Fraga, ya visiblemente cansada y con poca paciencia._ Nos estás haciendo perder el tiempo y eso me pone de muy mal humor. Y más en nuestro día de franco.

Pero el sospechoso de homicidio no declinaba su postura de ninguna forma posible. Ailen Ezcurra se llevó a Ivonne a un lado para hablar a solas.

_ ¿Y si realmente tiene amnesia pobre tipo?_ planteó compasiva la detective Ezcurra._ No se acuerda ni el nombre. Y realmente parece confundido y bastante desorientado.

_ ¿Enserio le vas a creer?_ dudó con cierto escepticismo, Fraga._ Está jugando con nosotras. Se piensa que así va a zafar. Se cree que porque somos mujeres, nos va a poder manipular como quiere.

_ No sé...

_ ¡No seas tarada, Ailen! No le podés creer nada a tipos como este. Está jugando, hace tiempo no sé para qué. Es un enfermo y un psicópata. Me extraña de vos, querida.

_ Si verdaderamente miente,  los peritos psiquiátricos lo van a determinar con certeza. No podés corroborar una amnesia, pero sí una mentira. Y más aún, una mentira preparada y ensayada con anticipación.

_ Necesitamos la orden de un juez para eso. Y dudo que la expida enseguida. Depende también de los argumentos que le dé el fiscal de turno. Es mucho tiempo de espera y ya no quiero esperar más ni perder más el tiempo con este Flaco.

_ Eso no es problema. Conozco a un juez de Instrucción que me debe un favor. Un llamadito y tenemos la orden al toque_ e Ivonne Fraga guiñó el ojo con cierta complicidad y una sonrisa que iba a tono con el guiño.

Pese a que Ailen Ezcurra se mostró media reticente al comienzo a aceptar la idea, finalmente  lo hizo.

_ Acepto porque sos vos_ aclaró._ Pero sabés que lo que estamos haciendo va contra las reglas.

_ Confía en mí.

_ Eso hago. Pero...

_ ¿Pero, tenés miedo de que pase algo similar a lo de Nievas y que se sean dos los cargos contra nosotras?

_ ¿Te parece poca cosa lo que nos hizo el tipo ése? Por ese asunto nos tienen bajo investigación. Y ahora ir con un juez amigo para que expida una orden a espaldas del fiscal, de Laberna y de todos. Y si nos descubren, no sólo desestiman el informe, sino que además desestiman el caso, y por si eso fuera poco, nos matan a las dos también.

_ No seas paranoica, Aile de mi corazón.  Ahí hablo con este juez que te digo y te aviso.

La idea de Ivonne Fraga dio sus frutos. El juez en cuestión emitió sin rodeos la solicitud para practicarle pericias psiquiátricas a Sergio Omar Valete. Había quedado formalmente detenido en la Comisaría a la espera de una pronta decisión judicial. El abogado defensor asignado por el Ministerio Público de la Defensa no pudo hacer casi nada en beneficio de su cliente porque también adujo padecer de amnesia y no recordar absolutamente nada.

Dos peritos psiquiátricos se presentaron en la Comisaría de manera espontánea, lo que despertó el alerta de Hipólito Laberna, como era de esperarse.

_ ¿Quién mandó a ésta gente?_ protestó con énfasis el Comisario.

_ Nos mandó el juez a cargo. Dadas las complejas circunstancias del crimen y de la presunta patología que afecta al sospechoso, el juez consideró que era necesario un examen psiquiátrico cuanto antes_ respondió acaloradamente, uno de los profesionales._ Por cierto, soy el doctor Andrés Barzuco y ella mi compañera, la doctora Eliana Domenech.

Ambos médicos estrecharon la mano de Laberna.

_ ¿Por qué el juez no me avisó nada a mí? ¿Ni el juez ni el fiscal me avisaron absolutamente nada?_ puso en duda el Comisario.

_ Le reitero, que dadas las circunstancias del hecho en sí...

_ Sí, sí, está bien. Está por ahí, Valete_ y señaló una puerta blanca aislada de la sala central de la Comisaría, en un pasillo exclusivo de oficinas. Los peritos ingresaron a la habitación, se entrevistaron a solas con Sergio Omar Valete y salieron a la media hora. Buscaron a Laberna y hablaron dos palabras con él en privado.

_ Le voy a ser sincero, Comisario_ le dijo el doctor Barzuco con frustración._ Si este Valete está fingiendo, es un excelente actor.

Y le cedió la palabra a la doctora Domenech.

_ No percibimos señales ni patrones de ningún tipo_comentó aquélla_ que a nosotros nos indicaran que está simulando. Sí, en cambio, pudimos advertir que sufre alguna clase de trastorno previo. Quizás el sonido del disparo despertó en él algo indeterminado y la amnesia es una forma que tiene el cerebro de rechazarlo y de defenderse contra un recuerdo negativo, por decirlo de una manera simple.

_ La pérdida de memoria responde a múltiples factores. Su memoria es como un rompecabezas que el sospechoso va a ir armando conforme a que su mente se reponga favorablemente de ése recuerdo que la atacó. Por el momento,  no puedo decirle más, Comisario.

_ ¿Cuánto tiempo va a permanecer en este estado?

 _ Horas, días, semanas, meses, años, incluso toda la vida, ¿quién sabe?. Cada cerebro es único, por eso la ciencia puede resultar incierta e imprecisa en muchas ocasiones.

_ ¿Me están diciendo que no puedo hacer nada y que este tipo va a quedar libre?

_ No es lo que el doctor le está puntualmente diciendo_ salió en apoyo de aquél, la doctora Domenech._ Para tener una idea más aproximada sobre su estado, necesitamos hacerle una serie de estudios complementarios, que tienen que ser autorizados por orden del juez interviniente dado el carácter de detenido del señor Valete.

_ Le repito comisario, que nos da toda la impresión de que el sospechoso no está fingiendo, pero no podemos dar plena certeza sobre ése criterio. Nuestra opinión profesional es ésa. Vamos a elevarle el informe al juez. Que tenga buenas tardes.

Y ambos médicos se retiraron, dejando a Laberna con la palabra en la boca. Y sin embargo, su preocupación no pasó desapercibida, que fue advertida enseguida por las detectives Fraga y Ezcurra.

_ ¿Qué dijeron los peritos, señor?_ se animó a preguntarle, Ailen Ezcurra.

_ Que parece que Valete no miente, después de todo. Su amnesia es genuina_ respondió vacilante Laberna._ Para colmo, ni el juez ni el fiscal ni nadie me avisó que iban a venir los psiquiatras.

_ Estimo que actuaron de oficio, Comisario_ apuntó Fraga.

_ ¡Me tienen que notificar igual, no caer de sopetón! ¿Volvieron a hablar con el sospechoso?

_ Sí, pero no hay forma de que nos diga algo. Repite constantemente que no se acuerda de nada, que ojalá pudiera recordar qué pasó, que nos quiere ayudar y bla, bla, bla.

_ ¡Háganlo confesar como sea! Si es necesario, recurran a engaños. Pero lo quiero preso. Y que Balística se apure con los resultados. Lo quiero para hace dos semanas. Los tienen y me avisan inmediatamente, ¿quedó claro?

E Hipólito Laberna abandonó a las detectives con impotencia.

_ Espero que no se entere que al juez lo pusiste vos..._ le advirtió precavidamente Ailen Ezcurra a su amiga.

_ No se va a enterar de nada. Tranquila_ le replicó Ivonne Fraga en tono tranquilizador.

_ Esperá que los peritos eleven el informe.

_ No va a ser nada oficial. Dejá de perseguirte, ¿querés?

Buscaron a Fontán para saber si Balística ya tenía listos los resultados de las pericias practicadas tanto sobre la bala como sobre el arma. Y él, casualmente, las estaba buscando a ellas.

_ ¿Novedades, Fontán?_ le preguntó Ezcurra, cuando se cruzaron.

_ Tengo los resultados de Balística_ repuso aquél en señal de alarma._ No les va a gustar nada.

_ Queremos verlos.

Fontán respondió a la solicitud de las detectives. Les extendió un papel plegado, que ellas abrieron y leyeron con total interés. Ambas mujeres se quedaron atónitas y enmudecidas cuando vieron las conclusiones alcanzadas.

_ ¿Esto está chequeado, Fontán?_ preguntó Fraga, casi sin aire.

_ Sí. Repitieron la prueba tres veces y en todas se abordaron los mismos resultados. No hay error.

Las dos amigas se miraron asustadas. ¿Qué determinó Balística? ¿Qué era tan grave?

_ Hay que decírselo a Laberna, urgentemente_ propuso Fraga, sin otra alternativa.

_ ¿De qué manera?_ preguntó Ezcurra con incertidumbre.

_ Así como viene.

_ ¿Y los peritos se Huellas, qué dijeron?_ preguntó Fraga, dirigiéndose a Fontán.

_ Coinciden en un cien por ciento. Todo encajaría perfectamente, si no fuera por este detalle no menor_ confirmó aquél.

_ Fontán: andá con el equipo a la escena otra vez y hagan rastrillajes de campo, cuadrícula, reloj, y busquen algo, no sé, lo que sea que nos ayude, cualquier cosa. Hasta fibras, sangre, huellas, pisadas, ADN, cosas que pudimos pasar por alto por habernos confiado demasiado. Movete_ le ordenó Ezcurra

El oficial ayudante Fontán obedeció y ambas mujeres enfrentaron a Laberna, que se enardeció desmedidamente después que evaluó el informe de Balística.

_ ¿Cómo que el arma recuperada de la escena no es el arma homicida?_ dijo casi en un alarido el Comisario.

_ Así como lo leyó, señor_ dijo Fraga._ No encontraron compatibilidad con las estrías de la bala. El calibre es el mismo, pero la bala salió de otra arma.

_ ¿Estos resultados están bien?

_ Fontán dijo que Balística hizo tres veces las mismas pruebas. No hay margen de equivocación_ respondió Ezcurra.

_ ¿El tipo tiene residuos de pólvora en la mano, se corroboró que el revólver había sido recientemente disparado, la bala es del mismo calibre pero no es el arma homicida?_ musitó Laberna.

_ Y para colmo, el equipo de Huellas comparó las muestras que le tomaron a Valete in situ en la escena con las recuperadas del arma y coinciden_ agregó Fraga con cierto pudor por la reacción de su superior.

_ ¿Cómo explico yo esto? ¿¡Cómo lo explico!? ¿Se puede saber? ¡Díganme cómo explico yo algo así!_ protestó Laberna, dándole un golpe seco a su escritorio.

_ Fontán volvió a la escena con el resto del equipo a revisar todo otra vez, a ver si encuentran otra arma oculta, no sé, cualquier cosa_ aclaró algo avergonzada, Ivonne Fraga.

_ ¡Hablen con el sospechoso, ya! Si él tiene amnesia, yo sufro de Parkinson.

_ Por eso está muy tranquilo y por eso engañó a los peritos psiquiátricos tan bien_ comentó Ezcurra, vivamente, después de abandonar el despacho de Hipólito Laberna._ Sabía que los resultados de Balística lo iban a favorecer. ¿Cómo lo consiguió el desgraciado este?

_ Está jugando con nosotras_ agregó Fraga.

_ El juego se termina ahora mismo.

_ Hay que seguírselo. No conviene que sepa que estamos un paso por delante suyo. Tiene que convencerse de que le creemos, que no sospeche nada extraño.

Pero Ailen hizo caso omiso a la petición de su amiga. Entró con violencia a la sala en donde Valete estaba detenido e incomunicado y cerró la puerta tras de sí con la misma violencia que con la que entró.

_ ¿Conoce sus derechos, señor Valete?_ le preguntó con determinación y contundencia.

El sospechoso miró a las mujeres con recelo.

_ No se haga el desentendido_ continuó Ezcurra._ Lo sabemos todo. Sabía que las estrías de la bala no iban a coincidir con el arma. Generaría así una duda razonable y fingiendo tener amnesia, todo le saldría redondo. Pero los psiquiatras lo descubrieron y bueno, todo su brillante plan se desmoronó. Ahora un equipo nuestro está requisando la escena otra vez y es inminente que encuentren la verdadera arma homicida.

_ No miento. De verdad que no recuerdo nada_ intentó defenderse inútilmente el señor Valete.

_ Qué irónico que no se acuerde de los hechos, pero sí de nosotras_ interpeló Ivonne, inteligentemente,_ ¿También se acuerda cómo lo trajimos hasta acá, no?

_ Les juro que no sé nada. Mi memoria está débil.

_ Un testigo nos dijo que usted visitaba a Teberlaun con mucha frecuencia. ¿Le debía plata, se cansó de que no le pague y lo asesinó? Disparó un arma, mató al Manuel Teberlaun, la escondió en alguna parte, tomó una segunda arma, la disparó y dejó que lo encontráramos con ella en la mano. La idea de la amnesia culminaría un plan fabulosamente planeado.

_ ¿Que yo le presté plata a quién? Sólo me confunden.

_ ¡Deje de fingir!_ gritó Ailen Ezcurra._ El testigo lo vio y habló. Vio cuando disparó. Se terminó todo para usted. Lo mejor es que se consiga un buen abogado.

_ Les juro que no estoy simulando.

_.¡Colmó nuestra paciencia!_ arremetió con impotencia Ivonne Fraga.

Pero antes que pudiera hacer algo, la presencia en la Comisaría de Gervasio Contreras, el testigo que interrogaron al comienzo, escoltado por un oficial de guardia, las sorprendió por completo.

_ Este caballero solicitó hablar de forma urgente con alguna de las dos. ¿Alguna lo conoce?_ dijo el oficial.

_ Sí, está bien. Gracias_ repuso Ivonne Fraga y le hizo una seña al oficial para que se retirara.

 ¿Qué hace acá, señor Contreras?_ inquirió la detective Ezcurra.

_ Vengo a confesar_ admitió, y miró a Sergio Omar Valete, haciéndole un gesto con la cabeza. El detenido se puso blanco como el papel.

_ ¿Qué hacés acá, traidor? Teníamos un trato, ¿o te olvidaste?_ se quejó, súbitamente.

_ Bueno, bueno_ ironizó Ailen Ezcurra._ Y de repente, Sergio Omar Valete recupera la memoria. ¿A quién le atribuimos este pequeño milagro? ¿Al Manosanta, a Dios...? Usted dirá.

Valete miró con rencor a ambas mujeres e inmediatamente agachó la mirada.

_ Perdoname, Sergio_ alegó Contreras._ Pero no voy a seguir con esto. No voy a arruinar más todavía mi vida y mi carrera por esta absurda idea tuya.

_ Al menos, reconoce que está arruinado. Me conmueve_ dijo Fraga, en un tono sobrante y sobre actuando la situación._ Vamos a ver quién tiene más para decir y menos ganas de pasar unas vacaciones placenteras en la cárcel.

_ Sabía que ibas a mariconear. Esto me pasa por confiar en un pelotudo sin los huevos suficientes_ enfatizó Valete.

_ Yo tengo mucho más que perder que vos. Lo lamento, es mi decisión. No sé porqué me involucré en una locura así_ aclaró Contreras, con voz arrepentida.


_ Los dos sabemos muy bien porqué te involucraste. Rompiste soberanamente los quinotos para deshacernos de Manuel y ahora te echás atrás.


_ ¿Qué yo insistí? Cuando dije que había que sacarlo del medio, no me refería precisamente a matarlo. Eso se te ocurrió a vos solo, hacete cargo. 


_ Me pediste sacarlo del medio y fue lo que hice. Bah, lo que hicimos.


_ No era necesario matarlo.


_ ¿Y cómo pensabas hacer para que dejase de molestar a tu mujer?


_ Sedarlo con alguna droga cualquiera e incriminarlo de que se involucró con alguien más para que fuese ella la que lo dejase a él, tan simple como eso. Además, también se acostó con tu esposa, ¿no, Valete?


_ Te hice un favor y así es como me pagás: traicionándome. 

_ ¡Basta, señores!_ expresó Ivonne Fraga con fervor._ Hablen de una vez.

_ Manuel Teberlaun era un mujeriego de renombre_ empezó a explicar Contreras._ Le empezó a mandar cartas, mensajes, flores y todo ése tipo de cosas a nuestras esposas a nuestra propia casa y bajo nuestras propias narices. Al principio, cuando lo increpamos, nos dijo que las había conocido en un boliche y que ellas le dijeron que eran solteras, que desconocía en absoluto que estaban casadas con nosotros. Mucho no le creímos porque nuestras respectivas mujeres lo negaron, pero pasó. Y sin embargo, el estúpido no se detuvo, nos tomó por pelotudos a los dos. Cada vez se volvió más arrogante, más desafiante y nuestras mujeres ya no nos daban tanta bolilla como antes. Después de varias discusiones que mantuvimos con ellas, terminaron confesando todo, todos los detalles de lo que hacían juntos en la intimidad. Exploté, Sergio también. El tipo se volvió imparable y nuestras esposas ya no se interesaban demasiado en nosotros. Hasta llegó a decirnos que él era mejor amante que nosotros dos juntos. Quise hacer algo al respecto. Quería recuperar mi vida marital, quería recuperar a mi señora. Sergio también quería lo mismo. Y se me ocurrió dejar a Manuel fuera de juego. En realidad, Sergio me visitaba a mí, porque queríamos sacarnos de encima a Manuel. Y él estaba atento porque nos vio cuchichear varias veces y sabía que estábamos planificando algo. Pero no sabía que era un asesinato. Sergio lo planeó todo solo por su cuenta y me confesó a mí lo que había hecho cuando vino a verme ayer para ultimar detalles. Cuando escuché la detonación ayer, presentí lo peor. Y no me equivoqué.


_ Fue la gota que derramó el vaso_ dedujo Ailen._ Pero, no entiendo cómo se conocían usted con el señor Valete y cómo se conocen las esposas de ustedes dos entre sí.


_ Del barrio, por una casualidad del destino. Fue por azar que nos enterábamos de lo que estaba pasando. Sergio pensó que Manuel coqueteaba sólo con su mujer. Pero cuando fortuitamente me conoció a mí, supo que había más de una mujer en el medio. Dos, tres, cuatro... ¿Quién sabe cuántas más habrán caído en su juego de seducción?

_ Y se hicieron socios para sacar del medio a Teberlaun para que deje tranquilas a sus esposas porque estaba desestabilizando sus matrimonios.

_ Exacto_ continuó Contreras._ Yo soy prefecto y si le hacía algo directamente a otro prefecto, estaba arruinado. Pero a Sergio no lo conocía nadie. Él era un tipo que venía a verme a mí. No fuimos muy discretos en ése sentido, igual. Valete averigüó mediante varios contactos personales dónde podía comprar un arma ilegal y la consiguió sin muchas vueltas. Me confesó que ni bien la adquiríió lo primero que hizo fue, con un destornillador, limarle el caño. Así alteraría la estructura interna y generaría inconsistencias con las estrías específicas que deja la bala cuando se dispara. Después se encargó de disparar sin que yo lo supiera y fingir que sufría amnesia. Y como venía a verme bastante seguido, dos veces por semana más o menos, sabía perfectamente cuál el momento justo para hacerlo. Y yo sería sólo un testigo ocasional para desvincularme de ésta locura que fue todo idea de él.


_ Usted, señor Contreras, es igualmente responsable como el señor Valete por el homicidio calificado de Manuel Teberlaun.

Los dos hombres se miraron con odio entre sí y fueron arrestados en el momento y puestos a disposición de la Justicia.

_ Laberna nos debe el franco de hoy_ protestó Fraga, cuando se llevaron arrestados a los dos hombres.

_ Dijo que nos iba a compensar_ replicó Ailen._ Le voy a pedir que nos deje libre mañana y vamos a ir a ver un buen ballet a un teatro en el Centro.

_ Prefiero ver una obra de  teatro. Sin ofender, ¿no? El ballet me duerme.

_ Tiremos la moneda.

Ivonne la miró a Ailen con rencor.

_ Hay que avisarle a Fontán que confesaron los dos. Está en la Dársena C buscando evidencia._ reaccionó Ezcurra enseguida._ Ya no es necesario.

_ Yo me encargo_ se ofreció voluntariamente Ivonne Fraga. Tomó el radio y lo contactó a Fontán.

_ Valete no dijo nada, y por su amnesia, no podemos hacer mucho_ le dijo, cuando aquél respondió al llamado._ Seguí procesando la escena y quedate toda la noche, si es preciso.

_ Enterado_ se escuchó una voz masculina salir del otro lado del radio.

Ezcurra miró ofuscada a su amiga, quien finalmente no pudo contener la risa y la expresó en coro y a carcajadas.