miércoles, 8 de marzo de 2017

La dama del puente (Gabriel Zas)



                                    

 Con bastante frecuencia, el capitán Riestra venía a visitarnos para consultar a mi amigo, el inspector Dortmund, sobre la solución de los casos objetos de su investigación cuando se hallaba frente a un hecho intrincado que sólo una mente privilegiada como la de mi amigo podía resolver triunfadamente. Muy pocas fueron las ocasiones en las que sólo nos visitó por placer y para pasar a saludarnos cortésmente, de las cuales siempre aparecía un caso como por arte de magia que recaía en manos del inspector Dortmund y el capitán Riestra se involucraba amablemente para prestar su ayuda en la resolución del incidente. Se podía decir que era un hombre que sabía devolver gentilmente los favores aunque presumo que nunca supe qué tan útil podía resultar su ayuda si permanentemente recurría a Dortmund y a mí para solicitar la nuestra en sus casos.
Pero ésa vez resultó algo particularmente diferente a todas las anteriores. Pasamos una velada deliciosamente agradable y hablamos de las cosas más vulgares e intrascendentes que pudieran existir y ser eje central de conversación de tres hombres solteros y servidores de la ley. Un tema llevó a otro y no sé cómo terminamos hablando de fenómenos paranormales. Dortmund detestaba en profundidad todas ésas cuestiones pero puedo asegurar que aquella vez se sintió raramente a gusto. Intempestivamente, el capitán Riestra tomó la palabra.
_ Si vamos a hablar de cosas sobrenaturales_ comentó con pesar, _ entonces les contaré muy resumidamente el caso de la dama del puente. No me tomará más de cinco minutos contárselos y podrán sacar todas las conclusiones que crean convenientes.
_ ¿Fue parte de él?_ pregunté sólo por curiosidad.
_ Sí, y me parece oportuno dividir el relato en pequeños segmentos para facilitar su compresión y la visualización de todos los detalles que hicieron al caso.
_ Adelante_ lo instó el inspector Dortmund.
Su relato fue algo más o menos así:
1948: una joven pareja discutió sobre el puente Superí, a la altura del barrio de Saavedra, en la zona norte de Capital Federal. César Filoni le pedía perdón a Greta Ascabi por una supuesta infidelidad que ella le recriminaba a él, pero la discusión se tornó cada vez más agresiva y peligrosa. Finalmente, Greta Ascabi cayó por el puente y murió en el acto exactamente el 9 de agosto de 1968. César Filoni alegó durante toda la causa que durante la pelea ella se alejaba cada vez más de él; y que en un momento dado tropezó sin saber cómo, se precipitó al vacío y se mató. Él intentó evitar la caída y el posterior desenlace, pero nada pudo hacer. Y como la Policía no tenía pruebas incriminatorias en contra suya y las circunstancias lo avalaban, fue sobreseído y la muerte de Greta Ascabi quedó caratulada como accidental.
1958: el 9 de agosto de ése año, un hombre discutió fuertemente con una mujer que no fue identificada en ése momento en el puente Superí y cayó al vacío por el mismo espacio y de la misma forma que Greta Ascabi hacía un año atrás. La víctima fue Hugo Pasos.
1968: misma fecha, mismo hecho y mismas circunstancias. La víctima ésa vez fue Pascual Rizzoli y nunca se supo qué fue de la última mujer que lo vio con vida en el puente, pero era otra dama, diferente a la que estaba en compañía de Hugo Pasos un año atrás.
1978: exactamente igual. Y otra dama misteriosa, diferente a las dos anteriores, entró en escena y nunca se la encontró. La víctima de entonces fue Lisandro Peralta.
_ La gente no paró de decir_ dijo Riestra, cuando finalizó el relato_ que el espíritu de Greta Ascabi fue el culpable de ésas fatídicas muertes. Se alimentó el mito de que Greta Ascabi sabía que César Filoni la había arrojado por el puente y que su alma había reencarnado en otros cuerpos para vengar su muerte ya que no obtuvo justicia, propiamente dicho.
_ Pero un hombre inteligente como usted, capitán Riestra_ se apresuró a decir mi amigo, _ supongo que no creyó en absoluto ninguna de ésas absurdas e infundadas especulaciones.
Y lo miró con recelo.
_ ¿Por qué clase de persona me toma usted, inspector Dortmund?_ replicó disciplente nuestro visitante._ Claro que no creí nada de todas ésas paparruchadas sin sentido que se dijeron alrededor del caso.
_ ¿Investigó el caso de principio a fin?_ pregunté para calmar un poco las aguas.
_ No, sólo el último: el de 1978_ respondió afable el capitán Riestra.
_ Y el último se registró hace apenas dos meses_ reflexionó vacilante Dortmund. _  Y hace dos meses fue 9 de agosto, oportunamente. Dígame, capitán Riestra: ¿qué tanto pudieron avanzar en la investigación de las muertes?
_ Poco y nada_ respondió el aludido._ Y yo diría qué más nada que poco. Leí el reporte de la muerte de Greta Ascabi y del asesinato cometido al año y no encontré ningún elemento que pudiera direccionar la instrucción del nuestro caso. Y los oficiales que investigaron ambos casos originalmente tampoco sacaron nada en limpio. Y la investigación de 1968 tampoco echó algo de luz al caso en general.
_ ¿No encontraron ninguna relación entre las víctimas?
_ Nada.
_ ¿Ni siquiera en su seno familiar?
_ Tampoco. Sólo que eran todos hombres solteros, pero no pudimos avanzar más que eso. Y es un detalle que nos llevó a foja cero.
_ ¡Ése es el detalle más importante!_ exclamó Sean Dortmund con vehemencia.
_ Pero le repito en buenos términos que es algo irrelevante y que nos llevó a la mismísima nada_ dijo el capitán Riestra, prácticamente en un susurro y algo confundido.
_ Porque no investigaron debidamente. Y a partir de ello, el resto se deduce solo. ¡Por Dios, que no saben trabajar como corresponde los de la Federal!
_ Dortmund: explíquese mejor_ le sugerí.
El inspector se encogió de hombros y se relajó, como haciendo alarde de su inteligencia.
_ La señorita Greta Ascabi_ dijo Dortmund, _ ¿tenía una hermana, cierto?
_ Sí_ confirmó nuestro amigo. _ Creo que se llamaba Dolores... Sí, Dolores Ascabi.
_ Y era o es empleada de una empresa de seguros, ¿no es así?
_ Sí... bueno... Tal vez, sí_ titubeó Riestra, mientras nos miraba a Dortmund y a mí con ingenuidad.
_ Entonces_ continuó el inspector, _ ella atiende a estos hombres que quieren averiguar los pasos a seguir y los requisitos para solicitar un seguro de vida ante cualquier eventualidad. Ella los asesora y se los otorga como buena empleada que es. Revisa el nombre de la beneficiaria, chequea sus datos y los roba, falsificando toda la documentación legal correspondiente. Se viste, en cada ocasión, de una manera diferente para que no la reconozcan y asesina a esos hombres a los que les aprobó el seguro exactamente igual a como murió su hermana Dolores Ascabi.  Sólo debe fingir ser la beneficiaria de la póliza para cobrarlo posteriormente. Y como ella trabaja en la propia empresa aseguradora y ella misma aprobó cada una de las solicitudes, es algo extremadamente sencillo conseguirlo, igual que alimentar el mito sobre el espíritu de su hermana, y más disponiendo de todos los papeles falsos. Sólo debe procurar ser convincente y no dejar ningún detalle librado al azar, lo que no representa ningún problema para la propia Dolores Ascabi.
_ Y como quien sacó el seguro murió_ deduje con inteligencia, _ los beneficiarios genuinos van a cobrar el dinero que les pertenece pero no pueden porque se les notifica que en realidad la víctima nunca lo solicitó o en su defecto que el trámite les fue negado. Dolores Ascabi es una mujer fría e imperturbable como ninguna.
Dortmund me miró con regocijo.
_ Me asombra para bien, doctor_ me elogió con satisfacción el inspector.
El capitán Riestra se rascó la cabeza en señal de derrota.
_ Supongamos que lo que plantean_ intervino Riestra_ sea cierto, y no dudo por nada en el mundo de que lo es.  ¿Por qué lo hace? ¿Cuál es el objetivo de toda ésta locura?
_ Asesinar al señor César Filoni_ disipó Dortmund_ para posteriormente obrar como lo hizo con tres víctimas inocentes y vengar así la muerte de su hermana, Greta Ascabi. Con este plan, nunca nadie sospecharía de ella y de sus verdaderos propósitos. Porque el señor Filoni conoció a Greta en la misma compañía porque ambas hermanas, no dudo, trabajaban juntas. Y Greta fue la asesora del señor César Filoni.
_ Hombres solteros para generar una pista falsa_ reaccionó el capitán Riestra_ y que creamos en caso de obtener avances en la investigación, de que se trataba de una Viuda Negra.
El inspector asintió con un movimiento de cabeza.
_ ¿Realmente lo de la señorita Greta Ascabi fue un accidente o César Filoni la mató?
_ Una eterna pregunta sin respuesta, capitán Riestra.
El capitán nos agradeció y se retiró con cierto apuro.
_ Nos usó de carnada_ comenté después que se fuera.
_ Es un buen hombre_ repuso Dortmund con complacencia.
_ ¿Cree que logre evitar la muerte de César Filoni y atrapar a Dolores Ascabi con las manos en la masa?
_ Supe que César Filoni murió hace tres años de un cáncer de estómago fulminante. Es un hecho que no se hizo público, pero dispongo de mis propias fuentes y es un dato constatado. Pero quiero saber qué tan lejos es capaz de llegar nuestro amigo. Y antes que pregunte, sí... Conocía el caso de mucho antes.
_ Es perversamente astuto, Dortmund. ¿Y qué hay de Dolores Ascabi?
Dortmund se preocupó notablemente.
_ Espero que no sea tarde y puedan arrestarla a tiempo_ dijo al fin. _ Quedan diez meses por delante antes de que intente dar su próximo golpe y descubra que su objeto primario se lo arrebató la naturaleza en un ataque de ira, porque ignoro de lo que una mujer así sería capaz de hacer entonces.

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