Caso 1: La
tranquilidad del señor Rawson
Ailen Ezcurra e Ivonne Fraga se conocieron en
la academia de Policía Juan Vucetich y se hicieron amigas al instante. Ailen
era alta, pelo negro largo, robusta y el tono de su voz era grueso. En cambio,
Ivonne tenía una estatura promedio que rondaba el metro sesenta, delgada, pelo
rubio caoba natural, ojos negros centellantes y pestañas pobladas. Egresaron
con título de honor y juntas hicieron después un curso de criminología para
recibirse unos años más tarde de detectives de la Policía Federal y trabajar
juntas en la misma dependencia.
Su primer caso fue el robo de unos planos
sobre un nuevo satélite que el Gobierno planeaba construir y lanzar al espacio
lo antes posible. Pero el robo frustró todos los planes de momento. La
confección del diseño y su consiguiente construcción quedaron bajo la
encomienda del señor Edmundo Rawson, un prestigioso científico que trabajaba
desde hacía treinta años en el centro tecnológico nacional. Era un hombre
orgulloso, de finos modales, piel arrugada y unos bigotes cortados
prolijamente. Su edad aproximada rondaba los setenta años pero su vitalidad era
la de un muchacho de veinte.
Las dos detectives prematuras y poco
experimentadas se enfrentaron a un caso que parecía no estar a la altura de su experiencia.
Aun así, pusieron todo su empeño y dedicación en resolverlo con absoluta
imparcialidad y profesionalidad.
Las dos mujeres se apersonaron en el domicilio
particular del señor Rawson en Parque Leloir, en donde fueron recibidas por un
ama de llaves y después de ser introducidas en el vestíbulo, fueron guiadas
directamente hacia la sala principal en donde fueron amablemente recibidas por
su anfitrión.
_ Es una locura_ se lamentó el señor Rawson,
con absoluta tranquilidad._ Años trabajando en este protocolo para que
desaparezca así porque así. Si cae en manos equivocadas, puede ser fatal.
_ ¿Cuál sería la función exacta del satélite
en cuestión?_ preguntó Ivonne con idoneidad.
_ Enviaría información sensible a otros
países.
_ ¿Qué clase de información?
_ Información sobre ladrones, delincuentes con
pedido de captura internacional, sobre grandes robos, sobre narcotráfico... En
fin. La data viajaría por un circuito cerrado diseñado exclusivamente e
imposible de interceptar.
_ ¿Quiénes sabían de su existencia?_ intervino
Ailen, decidida.
_ Nadie. Era un secreto de Estado. Se suponía
que nadie sabría de su existencia hasta que estuviesen dadas las condiciones y
el gobierno lo aprobara.
_ Entonces, hay un traidor en las altas esferas
políticas.
_ No sé quién puede ser. Solamente dos
personas lo sabían en profuncidad: un ministro y un concejal. Sus nombres son
Héctor Rueda y Oscar Olaya, respectivamente.
_ ¿Alguno de ellos los visitó durante estos
días?_ indagó Ivonne.
_ No.
_ ¿Y alguien del Gobierno?
_ Tampoco. Y dada la complejidad del asunto,
es por demás importante mantener este asunto bajo la más estricta
confidencialidad. ¿Soy claro, señoritas?
Ambas detectives asistieron con la cabeza. Y
no dejaba de ser por demás extremadamente curioso de que el señor Rawson se mostró todo el tiempo excesivamente tranquilo,
como si la cuestión, que era muy grave, no lo preocupara en absoluto, lo que
despertó sin dudas las inmediatas sospechosas de las dos investigadoras
novatas, que hasta ése momento habían tenido un desempeño favorable, aunque era
sólo el comienzo. Siguieron algunas preguntas más pero de menor importancia. Lo
más relevante que el señor Rawson expresó fue que no recibió visitas de ninguna
clase durante la última semana. Sin embargo, ambas mujeres sintieron que el
hombre les estaba ocultando algo.
_ ¿Está seguro que nos dijo todo, señor
Rawson?_ preguntó Ivonne con indulgencia.
_ Hay algo más, lo admito_ confesó el aludido.
Y extrajo del bolsillo de su pantalón un pequeño recado que entregó formalmente
en manos de las investigadoras. Ailen lo abrió y lo leyó junto a su compañera.
La misiva decía:
“$5000 a
cambio de los planos”
_ No es por los planos, es por la plata_
reflexionó Ailen Ezcurra inteligentemente.
Su amiga apoyó su idea.
_ ¿A quién le debe dinero, señor Rawson?_
preguntó Ivonne con altivez, _ Y quiero la verdad.
_ A nadie. Se los juro.
_ Dígame una cosa: ¿por qué está tan
tranquilo, entonces? Su tranquilidad es abrumadora.
_ Así es mi temperamento.
Hubo un momento de silencio sepulcral. Las dos
mujeres miraban fijamente al señor Rawson.
_ ¿Creen que yo tengo algo que ver con esto?_
reaccionó aplacadamente.
_ Díganoslo usted_ lo desafió Ivonne.
Pero no lograban de ninguna manera quebrantar
su calma.
_ ¿Dónde encontró el recado?_ inquirió Ailen,
expectante.
_ En mi escritorio, en donde tenía los planos.
_ Queremos verlo.
Edmundo Rawson consintió casi obligado el
pedido de las detectives.
La oficina en cuestión era escueta. Tenía sólo
un escritorio pequeño, una biblioteca con libros variados y una lámpara que
emanaba una fuerte luz blanca, y carecía de ventanas de cualquier tipo. Las
oficiales requisaron todo el recinto sin encontrar nada vinculado al robo. Lo
único clave era la tranquilidad del señor Rawson pero no podían demostrar nada
de momento por ése lado.
_ ¿De verdad pensás que es por la plata?_ le
dijo Ivonne a su compañera, _ ¿o lo dijiste a ver si el tipo este pisaba el
palito?
_ Podría ser por la plata_ replicó Ezcurra
satisfecha de sí misma._ O eso quiere que pensemos quien los robó. Las dos
posibilidades son válidas.
_ Sí, ¿por qué no? ¿A quién le debía Guita el
tipo este? Está demasiado tranquilo y eso me hace mucho ruido y me molesta,
también.
_ Hay que averiguarlo. ¿Qué hay del ama de
llaves? Si el ladrón actuó con tanta impunidad y confianza.
_ Vamos a hablar con ella.
Las detectives solicitaron hablar con la mujer
y a los pocos minutos estaban frente a ella. Se llamaba Doris Uriarte. Era
bastante tímida y reservada, pero se mostró dispuesta a colaborar en la causa.
_ ¿Sabía de la existencia de esos planos?_ le
preguntó Ailen.
_ No, señora.
_ ¿Alguna vez tocó el señor Rawson el tema de
un satélite o algo similar con usted?
_No. Nunca hablaba de sus proyectos conmigo.
_ ¿De qué hablan, entonces?_ interpuso Ivonne
con interés.
_ Es una relación laboral, no pasa de eso.
_ ¿Usted limpió la oficina durante estos
últimos días?
_ Sí. Y puedo asegurarle que nunca toqué nada.
No me tomo ésa clase de atrevimientos.
_ ¿El señor Rawson siempre es así de
tranquilo?_ volvió a preguntar Ailen.
_ Está más tranquilo que de costumbre, señora.
_ ¿Desde cuándo que se comporta de ése modo?
Doris no contestó. Su mirada se hizo esquiva y
empezó a frotarse las manos con impaciencia. Las investigadoras lo percibieron
de inmediato.
_ ¿Hay algo que debamos saber?_ le dijo Ivonne
con atención.
Pero Doris Uriarte negó con la cabeza
nerviosamente sin despegar los ojos del unísono.
_ Si no confía en nosotras, no podremos
ayudarla y tendremos que acusarla por encubrimiento y negarse a declarar. ¿Eso
es lo que quiere, Doris?_ la encaró Ailen autoritaria y sin piedad.
El ama de llaves cambió rápidamente de
actitud.
_ El miércoles de la semana pasada, el señor
Rawson se fue de imprevisto a una reunión_ empezó a explicar la empleada._ Ése
día mantuvo un encuentro privado con su exesposa a la mañana en su oficina.
Vino a verlo porque él no le pasaba la manutención desde hacía meses y se
encontraba en una situación económica desesperante. Vino a intimidarlo y
amenazarlo con meter de por medio a un abogado. Después, el señor se fue por
una llamada de último momento y la señora quedó sola. Él le dijo que lo
esperara, que regresaría pronto. Pero ella se cansó de esperar y se fue.
_ ¿Cuánto tiempo estuvo sola ésa mujer en la
oficina del señor Rawson?_ se aventuró a preguntar Ivonne.
_ Alrededor de diez minutos, no más.
_ ¿Le avisó que se iba?
_ Lo supe cuando escuché la puerta cerrarse de
golpe.
_ ¿Estaban en orden todas las cosas en la
oficina del señor Rawson después de que la otra dama se fuera?_ indagó Ailen
con sumo interés._ Piénselo bien antes de decirme cualquier barbaridad.
_ Sí. Nada fuera de lo ordinario_ repuso la
ama de llaves después de pensarlo durante unos minutos largos.
_ ¿Cuánto le debía Rawson a su ex?
_ Alrededor de $5000, quizás un poco más.
Las detectives intercambiaron una mirada
inquietante entre ellas. Pues ésa era la
misma cantidad que el ladrón reclamaba a cambio de la devolución de los planos.
_ Si con usted el señor no habla más que de
asuntos vinculados a su labor como empleada suya, ¿cómo sabe ciertos detalles
con tanta precisión?_ quiso saber Ivonne.
_ Porque escuché cuando discutieron. Me tomé
la impertinencia de apoyar el oído sobre la puerta de la oficina de mi señor.
La discusión fue tan fuerte que me preocupé. Sólo sé lo que les dije. Es la
pura verdad.
_ Está bien, Doris_ la calmó Ailen.
Las detectives se aislaron después de
extenderle a Doris Uriarte las excusas pertinentes.
_ ¿Qué pensás vos de todo esto?_ le preguntó
sin rodeos Ivonne a Ailen.
_ Rawson está involucrado_ respondió ella con
una fuerte convicción._ Nunca nos hubiésemos enterado que lo visitó su exesposa
si no fuese por su ama de llaves.
_ Coincido con vos. Omitió eso y trató
inútilmente de desviar el motivo del robo hacia las alas de la esfera política.
_ Al contrario_ dijo Ailen vivamente._ Su
intención era desviarnos hacia una razón más personal. Y admito que casi logra
persuadirnos. Por eso dejó la misiva para el final.
_ ¿Por qué?
_ Porque quiere vender el plano a otro
Gobierno para que lo use en contra nuestra. Una Nación mundialmente potencial
pagaría fortuna por algo así.
_ Sí, muy bien deducido. Estoy con vos en
ésta. Creo que lo quieren para usarlo contra el enemigo, no contra Argentina
precisamente. Si cayera en manos de Estados Unidos, por ejemplo, lo usaría sin
duda en contra de Rusia para espiarlo y someterlo a su dominio.
_ Pero, todas éstas conjeturas, por demás
ciertas sin dudas, no explican la mesura inusual en el temperamento del señor
Rawson. Hay algo más de fondo que no estamos viendo.
_ Su ex es cómplice y él un ambicioso traidor
a la Patria. Vamos a confrontarlo.
Fueron sin perder tiempo hasta la oficina de
Edmundo Rawson pero estaba vacía. Y en base a la disposición de las cosas, no
hacía mucho que había abandonado la morada, ya que no había rastros suyos por
ningún rincón de la casa.
_ Escapó mientras estábamos ocupadas con la
empleada doméstica_ protestó Ailen con desidia.
Pero entonces, el motor de un rodado huyendo a
toda velocidad despertó la alarma de las mujeres, que se asomaron de inmediato
por una de las ventanas del comedor y vieron cómo el señor Rawson se alejaba a
toda marcha en un coche color rojo. Sin dudarlo, tanto Ailen e Ivonne salieron
a su persecución en secreto en el coche de la segunda, con el que se habían
acercado hasta la escena. El hombre detuvo su marcha en una casa en las afueras
de la ciudad. Era la casa de su ex, a la que confrontó intempestivamente. Las
investigadoras descendieron de su auto prudentemente, se acercaron hasta la
casa con idéntica discreción y espiaron la situación desde afuera, cada una
desde una posición diferente. Edmundo Rawson estaba apuntándole a su exmujer
con un arma.
_ Nunca te tendría que haber dicho nada de
esto_ le reprochaba con enojo Rawson a Virginia, su ex.
Ella lo miraba con lascivia y sonreía
perversamente.
_ Siempre fuiste igual, Edmundo_ le respondió
mordaz._ Me debés tres meses de mensualidad atrasada. Dame la plata y te
devuelvo lo que es tuyo.
_ Dame los planos o te disparo_ le replicó el
señor Rawson, manteniendo su tan característica calma.
_ No te dan las agallas para hacerlo. Seguís
siendo el mismo cobarde de siempre.
Ofendido por esto último y para imponer
respeto, efectuó un disparo al aire.
_ Los planos.
_ La plata_ dijo Virginia sin inmutarse en lo
más mínimo.
_ Se nota que no los abriste.
_ Eso no es necesario. Dame lo que es mío y te
doy lo que es tuyo.
Ailen e Ivonne hicieron su aparición en ése
momento, una por cada costado. Virginia se precipitó bruscamente.
_ ¿Quiénes se supone que son ustedes?_
preguntó Virginia, ofuscada._ ¿Quiénes son tus amiguitas?_ dijo luego
dirigiéndose al señor Rawson.
_ Detectives Ezcurra y Fraga, de la Policía
Federal_ dijo Ivonne, apuntando su arma al señor Rawson, mientras Ailen hacía
lo propio con la señora Virginia.
_ ¡Váyanse! Esto es entre mi ex y yo. Ustedes
no tienen nada que hacer acá.
_ Tenemos mucho que hacer_ enfatizó Ivonne._
Tire el arma ahora y usted, señora, deme los planos del satélite ya mismo. No
lo voy a repetir dos veces.
Los dos obedecieron. Él estaba tan calmo como
al comienzo y ella era un manojo de nervios. Los planos estaban adentro de un
sobre madera sellado. Ailen rompió la traba y extrajo un papel en blanco. Virginia se irritó por demás.
_ ¡Basura!_ sentenció con euforia la exmujer
de Rawson.
_ Eso explica su calma en exceso_ afirmó
Ailen.
_ La desaparición de documentos del Estado es
delito federal, aunque así se traten de documentos confidenciales para
preservar la paz de una Nación_ proclamó Ivonne con superioridad._ ¿Dónde están
los planos, señor Rawson?
_ Los tiene en su mano, detective_ dijo
Edmundo Rawson con tono sobrante._ Use la imaginación.
Ailen lo entendió enseguida. Buscó un lápiz,
le sacó punta, se frotó los dedos de su mano con grafito y lo impregnó a lo
largo de toda la hoja en blanco. Los
planos se visibilizaron como por arte de magia.
_ Escritura invisible_ dijo Ivonne, orgullosa
de su amiga.
_ El señor Rawson_ explicó la detective
Ezcurra_ tomó un pincel muy fino y con un poco de algodón apretado en la punta
humedecida con un poco de leche, trazó los planos del satélite. Por eso
reaccionó con el grafito cuando lo desparramé en el papel. Quería venderlos a
otros países y quedarse con toda la plata de las ventas. Al Gobierno nuestro le
diría que todavía no los terminó para atrasar su entrega el mayor lapso de
tiempo posible. Para cuando cayera en manos del gobierno nacional, sería tarde.
Otros países estarían haciendo uso de él y nunca lo sabrían porque, como usted
bien dijo señor Rawson, su señal es indetectable. Y claro que le cobraría por
sus honorables servicios. ¿Estoy en lo cierto?_ y miró a Edmundo Rawson con
vanidad.
_ No sabe usted absolutamente nada_ repuso el
otro en tono desafiante.
_ Pero yo sé_ intermedió Ivonne Fraga_ que al
Gobierno nacional le daría unos planos hechos con tinta normal, los que eran falsos. Por eso diagramó los originales
con escritura invisible. Sospechaba que su ex se los había robado para
sobornarlo por todo lo que usted le debe. Pero si nos exteriorizaba sus dudas,
podíamos recelar y no podía correr riesgos. Así que esperó a que nosotras lo
lleváramos hasta su exmujer. Por eso estamos todos acá felizmente reunidos.
Edmundo Rawson enrojeció de cólera y la señora
Virginia lo miraba con resentimiento.
_ Virginia Rawson_ dijo Ailen.
_ Me ofende al llamarme así_ refunfuñó la
aludida.
_ No me interesa. Queda arrestada por hurto y
extorsión. Y Edmundo Rawson: queda arrestado por defraudación al Estado de
documentos públicos, cobro de sobreprecios y falsificación de documentos
públicos en perjuicio de destruir la confianza que el Gobierno depositó
ciegamente en usted.
A la noche, las dos amigas fueron a un bar a
tomar algo para festejar el triunfo al frente de su primer caso oficial como
detectives de la Policía Federal. Sólo deseaban que el próximo fue un poco
menos complicado que este primero.
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