miércoles, 20 de septiembre de 2017

Dinero robado (Gabriel Zas)




_ ¿Están seguros que fue él quien robó los doce millones del banco? Le preguntó Ignacio Rosental a su mujer, Eleonora Burdisio, lleno de angustia.

Se refería a su antiguo socio y amigos de muchos años, Luis Zabaleta.

_ Todo apunta a que el hombre que aparece en las cámaras de seguridad es él_ le respondió ella, reticente a aceptar la idea de que su amigo era un vulgar ladrón de bancos.

_ Entonces, especulan con lo que las cámaras muestran. Pero la realidad es que no tienen ninguna certeza de que realmente haya sido él o no.

La angustia que Ignacio mostró al comienzo rápidamente se transformó en un súbito ápice de esperanza.

_ Creo_ sostuvo Eleonora_ que Luis estaba en el lugar y el momento equivocados.

_ Un perejil.

_ Si lo querés llamar así. Pero más bien creo que la situación en la que él estaba fue fortuita y les generó a las autoridades una duda razonable.

Ignacio miró a su mujer inexpresivamente y con rencor.

_ ¿Vos para qué lado tirás?_ le preguntó inexorablemente.

_ Del lado de Luis_ respondió su esposa, ofendida por la insinuación de su marido._ Lo que estoy diciendo es que las circunstancias no lo favorecen en absoluto.

_ Hay que conseguir un buen abogado. Alguno que con una gran capacidad astucia judicial logre que lo liberen bajo fianza.

_ Conozco uno. Ya me encargué de eso y me aseguró que iba a hacer todo lo posible. Pero que no iba a ser algo tan sencillo. Convencer al juez de la inocencia de Luis es un desafío.

_ Él no hizo nada. No veo porqué tiene que ser algo tan difícil.

_ Por supuesto que él no hizo nada. Yo sé tan bien como vos que Luis es inocente. Y si las circunstancias son de dudosa relevancia, como argumentó la Policía cuando lo detuvo, eso judicialmente amerita un sobreseimiento por carecer de elementos suficientes para prolongar su estadía en la cárcel.

Ignacio Rosental seguía nervioso aunque su mujer intentara calmarlo y darle ánimo de que todo iba a salir bien. No creía en la Justicia. Pero confiaba en que iba a entender que Luis Zabaleta no robó una fortuna del banco y  en consecuencia lo iba a absolver.

_ ¿Cuáles son los puntos que tiene a favor?_ quiso saber con interés, Ignacio.

_ El principal y más importante, creo yo, es que no le encontraron la plata_ dijo Eleonora con un esbozo ligero en sus labios.

_ Entonces, ¡ya está! ¿Qué tantas vueltas?

_ El problema es que la Policía cree que se lo dio a un cómplice para que escapara con la Guita o que la escondió por ahí cerca, en un lugar seguro al que sólo Luis tiene acceso. Y hasta que eso no quede definitivamente descartado, dudo que el juez disponga su liberación.

Rosental se encogió de hombros.

_ La Cana está convencida de que fue él_ agregó sórdidamente.

Eleonora Burdisio dijo que sí, moviendo la cabeza con preocupación.

_ Siempre se la agarran con cualquiera, menos con el verdadero responsable_ protestó Ignacio.

_ Confiemos en el abogado que le puse.

_ ¿Por qué hiciste eso por Luis?

_ Porque es amigo tanto mío como tuyo y no voy a permitir que su defensa caiga en manos de cualquier abogado carancho u oportunista.

_ Está bien. Hiciste bien, no te culpo. ¿Quién es, si se puede saber?

_ Raúl Belloni, de vasta trascendencia en casos similares al de Luis. La tiene clara. No nos va a defraudar.

_ No puedo dejar de pensar en que todo esto parece una pesadilla. Luis no robó ésa plata del banco.

_ En eso coincidimos, amor. Pero no hay rastros de que lo haya hecho alguien más.

_ Vos misma fuiste la que minutos antes también me dijo lo contrario, Eleonora. Ponete de acuerdo. ¿A qué estás jugando?

Burdisio se mostró firme y seria.

_ No me gusta lo que estás sugiriendo, Ignacio.

_ Decime vos qué estoy sugiriendo.

Eleonora no dijo nada y se fue directo al cuarto. Se sentó en la cama cubriéndose la cara con ambas manos. Rosental la siguió y la abrazó por atrás con afecto.

_ Perdoname, mi vida_ se disculpó Ignacio, sinceramente._ Pero entendeme. Ésta madeja de incertidumbres que giran alrededor de Luis me ponen nervioso y no me dejan pensar con claridad.

La besó tiernamente en el hombro, pero ella lo sacudió en señal de rechazo.

_ Yo también estoy como vos_ dijo ella._ Pero no por eso estoy tirando cualquier boludez al aire sin pensar. La diferencia entre vos y yo es que vos sos optimista y yo soy realista.

_ ¿Vos no sos optimista, Eleonora? ¿No creés que Luis vaya a zafar de ésta?

_ Ojalá que lo haga. Pero hay que apegarnos a los hechos de la realidad.

_ Discutiendo no lo ayudamos. Lo único que me queda es ser optimista y tener confianza en que todo va a resultar en beneficio absoluto de Luis.

_ ¿Vos te pensás que yo no soy optimista, Gordo? Claro que lo soy.

_ No parece.

_ No voy a seguir discutiendo con vos. Los dos mantenemos posiciones diferentes respecto a lo mismo y eso no va a cambiar.

_ Ya que vos sos realista_ Ignacio Rosental sonó sarcástico, ¿de dónde vamos a sacar la plata para pagar la fianza, en caso de que el juez acepte liberarlo bajo caución real?

_ De nuestros ahorros. Creo que lo que ahorramos en estos últimos diez años va a ser suficiente.

_ Ésa plata es para nosotros, para nuestro futuro. Para eso la ahorramos rompiéndonos el lomo laburando y ése es el destino que le vamos a dar.

_ No tenemos tiempo de nada con toda la carga que tenemos encima. Así al menos le damos un destino noble.

_ Noble sería que la familia de Luis se hiciera cargo de su fianza, no nosotros. Ya le pusiste un abogado. ¿Cuánta plata se nos fue ahí?

_ El tipo me debía un favor grande. Defendiendo a Zabaleta, me lo está retribuyendo.

_ ¿Se puede saber qué clase de favor te hizo un abogado, Eleonora?

_ Negocios que no te incumben.

_ Me incumbe todo lo que involucra a mi mujer para bien o para mal.

_ Son negocios en los que invertí plata mía, no tuya. Por lo tanto, no te interesa. Lo que haga con mi plata es cuestión mía y de nadie más.

_ ¿Segura que es tu plata, nada más?

_ La familia de Luis es pobre y él está sin trabajo. Sin mujer ni hijos. Nosotros somos la única solución que tiene.

_ Me conmueve tu humanidad, tirando nuestros ahorros a la basura.

_ Luis me va a devolver peso por peso y la vamos a recuperar, no te preocupes por eso.

_ ¿Y cómo va a hacer para devolvernos la plata si no tiene ni trabajo ni dónde caerse muerto?

_ Hablás de Luis como si fuera un enemigo.

_ Me parece que vos sos la enemiga acá.

Eleonora miró a su esposo desafiante. Pero una llamada entrante en su celular la interrumpió. Atendió y era el doctor Belloni con excelentes noticias. El juez autorizó liberar a Luis Zabaleta bajo una fianza de cincuenta mil pesos impuesta por él mismo. Ella se puso inmensamente feliz al recibir la noticia, que se la comunicó enseguida a Ignacio Rosental y él, pese a toda la discusión previa que ambos mantuvieron, también se contentó por la liberación de su amigo.

Eleonora Burdisio tomó el bolso con la plata de la fianza y le pidió a Ignacio que la lleve al Juzgado que le había indicado el abogado para completar el trámite y excarcelar a Luis Zabaleta prontamente. Aceptó, pese a todo. Cuando llegó al edificio judicial y pagó la fianza, siguiendo las indicaciones del doctor Belloni tajantemente, quedó inmediatamente arrestado por robo. Esos billetes pertenecían en parte al total del dinero robado del banco.

Ignacio Rosental quedó arrestado en el mismo momento que efectuó el pago de la fianza y el juez revisó y contabilizó uno a uno todos los billetes, y Luis Zabaleta fue absuelto y liberado en simultáneo a su detención. Ahora él y su amante, la mismísima Eleonora Burdisio, podían finalmente estar juntos con su marido fuera de juego.    

 

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