Alejandro
Arriola apareció muerto de un disparo en la cabeza a medianoche mientras dormía.
Se había acostado a las nueve de la noche porque se levantaba todos los días a
las cinco de la mañana para ir a trabajar. El resto de la familia estaba cada
uno en sus respectivas habitaciones cuando ocurrió todo. Nadie podía creer lo
sucedido y diversas emociones invadieron el ambiente, comandadas por un
sentimiento de confusión irremisible.
El
capitán Riestra convocó a Dortmund para que pudiera arrojar alguna luz sobre
este extraño incidente. La ventana de la habitación, que se encontraba en el
altillo de la casa, estaba cerrada con la traba puesta desde adentro, la puerta
tenía dos vueltas de llave, por lo que hubo que derribarla para ingresar; no había
huellas ni ningún indicio de cómo entró y salió el asesino de manera implacable
y mucho menos algún vislumbre sobre su identidad; y todas las cosas estaban en
su lugar, a excepción de algunas ínfimas que estaban dispersas justo por debajo
de la ventana, lo que resultaba poderosamente llamativo. El capitán Riestra
atribuyó el hecho a que el asesino tropezó al intentar huir rápidamente de la
escena, lo mismo que el resto del equipo, pero Sean Dortmund no estaba para
nada convencido respecto a esta hipótesis fundada sobre una base lógica muy débil,
según su propia apreciación. Miró la escena completamente en silencio con
absoluta precisión y detalle, luego intercambió algunas idas y venidas con el capitán
Riestra y finalmente le hizo solamente una pregunta a la señora Carina Sucedo,
esposa de la víctima.
_
¿El señor Arriola dormía con la ventana abierta o cerrada?
_ Abierta, estoy cien por ciento segura_ respondió
la señora Sucedo, firmemente.
_
Comprendo.
_
Era una persona asmática y se quedaba sin aire a menudo. Por eso dormía con la
ventana abierta.
El
inspector Dortmund revisó otros rincones de la casa con ojos de experto y salió
a la calle. Se posiciono justo debajo de la ventana del cuarto del senor
Arriola y observo dos marcas ligeramente profundas impregnadas en la tierra.
Las estudió con detenimiento y alzó su vista hacia arriba. Luego, volvió a ver
a la señora Sucedo para saber qué tan transitada era la calle a la que daba la recova
de Alejandro Arriola y ella le confió que después de las ocho y media de la
noche ya no pasaba ni una sola alma. Le agradeció, busco al capitán Riestra y
se lo llevó aparte para hablar tranquilos.
_
Ya sé cómo asesinaron al señor Arriola_ le dijo Dortmund con absoluta convicción.
Riestra
lo miro con los ojos enormemente abiertos.
_
Sin dudas, el asesino conocía muy bien los movimientos de la zona y los
horarios del señor Arriola_ continuó el inspector._ Colocó una escalera debajo
de la ventana de la víctima y aprovechando que la traba de la ventana tiene un
mecanismo sencillo que se libera desde arriba hacia abajo, anudó un extremo de
una cuerda dándole un par de vueltas para asegurarla bien y el otro extremo lo
ató a uno de los dedos de alguna de sus manos. Tomó el arma, apuntó directo a
la cabeza del señor Arriola y disparó al mismo tiempo que jaló de la soga. El
fogonazo bloquearía sin dudas el impacto de la ventana al caer bruscamente y
trabarse automáticamente cuando se deslizó.
Inmediatamente
bajó, tomó la escalera y se retiró de la escena con la misma serenidad con la
que fue. Accidentalmente, de un modo u otro, arrojó algunos efectos personales
al piso. Las dos marcas de tierra justo debajo de la ventana del cuarto del señor
Arriola y la trayectoria que adquirió la bala, que se entrevé claramente si se
analiza la herida en el cuerpo como es debido, me dieron la solución del caso.
Claramente, alguien de la familia es cómplice del asesino, quien seguramente
fue alguien contratado especialmente para matar al pobre señor Alejandro
Arriola.
La
presunción de Sean Dortmund sobre el culpable la descartó a las pocas semanas él
mismo cuando descubrió que Alejandro Arriola tenía una hija extramatrimonial
que necesitaba un trasplante urgente de riñón y él se lo negó tajantemente. La donación
de órganos es efectiva entre parientes y familiares directos, más cuando
existen muchos casos particulares y situaciones muy especiales. Este se podía
decir que era uno de esos casos. Que el señor Arriola le negara un riñón a su
hija extramatrimonial y la dejase morir, despertó la ira de una persona
evidente. Pero, ¿y si el motivo era otro en verdad o había más de uno?
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