Dortmund y yo nos encontrábamos descansando
unos días en un hotel muy concurrido de Bariloche cuando, al igual que en
nuestro viaje a Cataratas, nos encontramos al capitán Riestra que se hospedaba
en el mismo hotel que nosotros, no por placer, sino por trabajo, aunque por
razones de protocolo no nos refirió los detalles de su encomienda.
El inspector y yo estábamos disfrutando a pleno
de nuestra estadía en el hotel Terrazas del
Norte cuando una tarde al regresar después de un interesante paseo por
la ciudad Dortmund tuvo un simpático accidente con unos chicos que estaban
jugando con un muñeco de nieve que encontraron armado a escasos metros de la
entrada al hotel. Se molestó un poco pero no se hizo mala sangre porque
simplemente se trataba de unos chicos jugando y divirtiéndose. Pero cuando
nuestras miradas chocaron con el frente del hotel, estaba gran parte de la
Policía tomando posesión del edificio y el capitán Riestra había sido asignado
para dirigir cierto evento que hasta ése momento desconocíamos de qué se
trataba.
_ ¿Qué sucedió, capitán Riestra?_ le preguntó
mi amigo cuando pudo interceptarlo después de unos minutos.
_ Un asesinato y una desaparición, por si fuera
poco_ dijo Riestra, mayormente inquieto a lo habitual.
_ ¿Es grave? Porque lo noto bastante más
preocupado que otras veces.
_ Las víctimas son una pareja de turistas
albaneses que llegaron ayer por la mañana y que según los datos declarados en
la Embajada, pensaban quedarse al menos una semana antes de emprender el
regreso para su país, Albania. La Embajada albanesa quiere encargarse de la
investigación. Después de arduas tratativas, logramos que nos den veinticuatro
horas de gracia. Si no resolvemos el caso en ése tiempo acordado, las Fuerzas
albanesas a través de la Embajada se harán cargo enteramente de la
investigación, con la condición ineludible de que será la Justicia argentina
quien juzgue a los culpables una vez identificados y detenidos, ya que el hecho
se produjo en jurisdicción nuestra, en territorio argentino.
_ Lo comprendo. Y creo que si me dice todo lo
que tengo que saber del caso, con gusto lo ayudaré a resolverlo. Tenemos que
apurarnos para resolverlo antes de esta noche.
_ ¡Gracias, Dortmund! El cuerpo fue encontrado
esta mañana por una de las mucamas del hotel, Celina Bonet, cuando fue a
llevarle a la señora Suada Besnik sábanas y toallas nuevas. Golpeó un par de
veces la puerta. Pero al no recibir respuesta alguna, intentó acceder a la
habitación utilizando la llave. Pero no pudo abrir. Giró y giró la llave en la
cerradura varias veces inútilmente hasta el cansancio. Y entonces pensó que se
había confundido de llave, que en el apuro había tomado una de otra habitación
diferente. Pero terminó siendo que se trataba efectivamente de la llave
correcta.
_ ¿Qué número de habitación es?
_ La 63. Y en la 64 se hospedaba el marido de
la víctima, Eron Gjon, que está desaparecido desde esta misma mañana cuando la
señora Besnik fue hallada muerta, por lo que creemos que él la mató y huyó.
Pero es lo de la cerradura lo que no me cuadra en todo este contexto.
_ ¿Por qué habitaciones separadas para un
matrimonio?
_ Porque el hotel no tenía suites matrimoniales
disponibles por el momento. Y ellos aceptaron alojarse en cuartos separados si
eran dos cuartos contiguos. Y el servicio les asignó las habitaciones 63 y 64,
respectivamente.
_ ¿Revisaron la habitación del señor Gjon?
_ No desde un principio, porque cuando quisimos
ingresar con la llave del hotel, tuvimos el mismo problema con la cerradura ya
que la llave tampoco abría. Al final, después de volvernos locos, nos dimos
cuenta que ambas cerraduras habían sido intencionalmente cambiadas una con otra.
Es decir, que la cerradura del cuarto 63 fue colocada en la habitación 64 y
viceversa. Creemos que esto fue obra del propio marido para retrasarnos y ganar
tiempo en su huida.
_ Es posible, capitán Riestra. ¿Encontraron
algo interesante que pudiera orientarlo a descifrar el motivo del crimen?
_ Nada, Dortmund. Absolutamente nada en ninguna
de las dos habitaciones.
_ ¿Cómo murió la señora Besnik?
_ Según el forense, asfixiada con la almohada
de su propia cama. No hay huellas ni ningún rastro del asesino. Pero estoy
convencido que la mató ése Gjon, su esposo. Ya emitimos un alerta roja y está
siendo intensamente buscado. Lo encontraremos pronto.
Mi amigo no se había quedado en absoluto
satisfecho con la conjetura del capitán Riestra, y a decir verdad, yo tampoco;
y comenzó una investigación en paralelo por cuenta propia, en la que yo tuve
escasa participación. En lo único en lo que Sean Dortmund estuvo de acuerdo con
el capitán era en la cuestión del intercambio de cerraduras. Pues él también
estaba convencido de que el ardid respondió a ganar tiempo por parte del
asesino. Pero, lejos de quedarse con la palabra de Riestra, mi amigo supuso que
también el asesino pudo recurrir a dicha estratagema para ocultar algo que no
quería que fuese descubierto enseguida. Quizás en la requisa hecha por los
peritos en las habitaciones, en especial en la 64 que era la que pertenecía al
señor Eron Gjon, pasaron por arriba algo relevante.
Dortmund se entrevistó brevemente con personal
del hotel y otros huéspedes, y ninguno oyó nada ni vio nada extraño ni la
mañana del asesinato ni el día anterior. De hecho, algunos testificaron haber
visto poco al matrimonio de albaneses. Pero los pocos que lo cruzaron, dieron
cuenta de que el señor Gjon estaba muy nervioso y seriamente preocupado por
algo. Y que su esposa, Suada Besnik, intentó aquietarlo más de una vez en vano.
Sean Dortmund, después de esos datos que había
recolectado, hurgó más en profundidad en la vida del matrimonio y descubrió que
Eron Gjon era en realidad el amante de la víctima y que realmente el marido con
quien estaba legítimamente casada era Ardian Payan. El matrimonio fue arreglado
por los padres de ambos, una tradición muy vigente en Albania y en otros países
de descendencia árabe. Y el Código Civil albanés castiga con la muerte al quien
traiciona ésta potestad.
Dortmund, entonces, se formó una mínima idea de
lo sucedido. Y era que Eron Gjon y Suada Besnik estaban perdidamente
enamorados. El señor Gjon no pudo resistir la idea de que amada se casase por
convenio con el señor Payan y la persuadió para huir juntos. Ella aceptó y
escaparon rumbo a América y decidieron alojarse en Bariloche. Pero el señor Ardian
Payan no iba a permitir algo así jamás. Entonces, los siguió y en cuanto tuvo
oportunidad, asesinó a quien debía ser su esposa y raptó a Eron Gjon, a quien
seguramente asesinó en otra parte y luego escapó sin dejar el mínimo rastro. La
teoría me pareció extraordinaria y perfectamente lógica.
Sean
Dortmund se la planteó sin perder tiempo al capitán Riestra, quien se
mostró sumamente optimista a su favor, quien la consideró seriamente, aunque
sin descartar la primera que había propuesto.
Lo siguiente que hizo Dortmund fue contactar a los padres de Suada Besnik,
la víctima fatal, sin perder tiempo. Su madre se llamaba Edera Kostandin y su
padre, Elio Besnik. Mi amigo les expresó con absoluta sinceridad sus condolencias
por lo sucedido con la señorita Besnik y les blanqueó toda la situación del
matrimonio arreglado por ellos mismos con Ardian Payan, su aventura y posterior
fuga con el señor Gjon y su teoría respecto de la muerte de su hija. En
concreto, ambos padres dijeron desconocer el romance secreto que su hija
mantenía con el señor Gjon. Pero lo más sórdidamente cruel que adujeron fue que
no lamentaban para nada la muerte de su hija porque fue justamente castigada
por su traición al matrimonio arreglado. Eso estremeció a mi amigo y lo dejó
paralizado.
Acto seguido, inmediatamente después de ésa
charla, Dortmund centró su investigación más en la vida de la señorita Besnik y
descubrió un detalle contundente: Suada Besnik era una Burnesha. Las burneshas
son mujeres de comunidades albanesas que simbólicamente se convierten en
hombres, adoptando todos los hábitos masculinos sin excepción, para evitar de
ése modo el matrimonio arreglado. Por lo tanto, no podían casarse porque, al
convertirse en Burnesha, estaba obligada a renunciar al derecho al casamiento.
Eso devastó a Sean Dortmund y también al capitán Riestra porque los nuevos
datos recabados por mi amigo anulaban todas las hipótesis hasta ése momento
planteadas. Sin dudas, Suada Basnik y Eron Gjon huían de algo. Pero, ¿de qué?
La noche estaba empezando a caer y no se había
avanzado ni en el asesinato de la señorita Besnik ni en la misteriosa
desaparición del señor Gjon. Frente a ése panorama, el inspector, sofocado por
la presión del tiempo sobre sus espaldas, revisó minuciosamente pero a ritmo
acelerado, tanto el cuarto de la señorita Besnik como el de Eron Gjon. En el
primero, no halló nada relevante, sólo efectos personales de la dama. Y en el
segundo encontró en una libreta personal del señor Gjon, ciertos datos que
Dortmund consideró de vital importancia. Y sin hacer mención alguna al
respecto, salió corriendo hacia afuera alarmado, se sentó en soledad en un
banco de madera que había en la puerta de entrada al hotel y se sumió en un
ensimismamiento profundo. De golpe, como si una idea lo hubiese atacado
precipitadamente, alzó su vista, miró el muñeco de nieve que había armado y en
un intento desesperado, alejó a todos los chicos que estaban jugando con él y
convocó con profusa urgencia al capitán Riestra. Sin darle demasiadas explicaciones,
le pidió ayuda para deshacer el muñeco, aunque el capitán se mostraba tan o
incluso más confundido que yo. Y cuando terminaron, lo que había oculto en su
interior dejó boquiabierto a todo el mundo: el cuerpo del señor Gjon.
Después de unos cuantos minutos y mientras el
forense y los peritos trabajaban en el descubrimiento del segundo cuerpo, Sean
Dortmund fue conciso en su discusión de los hechos con el capitán Riestra.
_ Tenía razón en algo_ admitió mi amigo: _ el
cambio de una cerradura por otra respondió a una cuestión por parte del asesino
de querer hacer tiempo para retrasar el descubrimiento del cuerpo de la
señorita Suada Besnik y así asegurarse una huida segura. Pero, además, porque deseaba
que algo no fuese descubierto.
Dortmund extrajo del bolsillo de su saco la
libreta personal del señor Gjon y la abrió en la letra Y.
_ Cuando una persona quiere ocultar muy bien
del resto cuestiones de carácter estrictamente reservado_ continuó, _ por lo
general utiliza en una libreta letras poco frecuentes como la Ñ, LA W o como es
este caso, la Y. Lo que usted ve expresado allí, capitán Riestra, son
transacciones de drogas y lavado de dinero, vinculadas con la mafia china y
andorrana. Albania es un país con muchas conexiones con China y en especial con
Andorra en negocio de drogas, lavado de dinero, extorsión y demás delitos
similares. El señor Egor Gjon hizo algo indebido o se quedó con algo que no era
suyo y huyó temeroso de que lo asesinaran por lo que hizo. Y por eso eligió
Bariloche como destino final porque creyó que iba a estar seguro. Pero nunca se
imaginó que lo iban a seguir hasta acá y mucho menos que iban a matar también a
su amante, la señorita Suada Besnik. Y antes que me pregunte, capitán Riestra,
voy a decirle que no sé cómo hicieron para cambiar una cerradura por otra sin
que nadie viera ni oyera nada. Y también, que el señor Gjon era el único de su
comunidad y su cultura que desconocía que la señorita Basnik era una Burnesha,
quien pese a las expresas privaciones que rigen en virtud de tal hábito, se
entregó a la devoción de su amado.
_ No iba a preguntarle precisamente ninguna de
ésas dos cosas, Dortmund, aunque agradezco que igualmente me las haya usted
aclarado. Más bien, estoy intrigado en saber cómo supo que el cadáver del señor
Gjon estaba oculto en el interior del muñeco de nieve.
_ Esconder cuerpos en lugares impensados es el
sello de la mafia andorrana y china, también. Y el muñeco de nieve era un lugar
imprevisto, naturalmente.
_ Y pensar que creímos que el homicidio de la señorita
Besnik era el principal y nos abocamos a ello, y estábamos completamente
equivocados. Gracias, Dortmund. Le estaré eternamente agradecido por todo lo
que hizo hoy.
Y el capitán Riestra se alejó con las manos
puestas adentro de los bolsillos de su pantalón y silbando una tonada muy
porteña. Creo que estaba contento de que no le iba a dar el gusto a las
autoridades albanesas de entrometerse en la investigación del caso. Por el
contrario, yo estaba particularmente convencido de que les iba a refregar el
éxito en la cara.
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