miércoles, 17 de enero de 2018

Matrimonio de turistas (Gabriel Zas)




Dortmund y yo nos encontrábamos descansando unos días en un hotel muy concurrido de Bariloche cuando, al igual que en nuestro viaje a Cataratas, nos encontramos al capitán Riestra que se hospedaba en el mismo hotel que nosotros, no por placer, sino por trabajo, aunque por razones de protocolo no nos refirió los detalles de su encomienda.

El inspector y yo estábamos disfrutando a pleno de nuestra estadía en el hotel Terrazas del  Norte cuando una tarde al regresar después de un interesante paseo por la ciudad Dortmund tuvo un simpático accidente con unos chicos que estaban jugando con un muñeco de nieve que encontraron armado a escasos metros de la entrada al hotel. Se molestó un poco pero no se hizo mala sangre porque simplemente se trataba de unos chicos jugando y divirtiéndose. Pero cuando nuestras miradas chocaron con el frente del hotel, estaba gran parte de la Policía tomando posesión del edificio y el capitán Riestra había sido asignado para dirigir cierto evento que hasta ése momento desconocíamos de qué se trataba.

_ ¿Qué sucedió, capitán Riestra?_ le preguntó mi amigo cuando pudo interceptarlo después de unos minutos.

_ Un asesinato y una desaparición, por si fuera poco_ dijo Riestra, mayormente inquieto a lo habitual.

_ ¿Es grave? Porque lo noto bastante más preocupado que otras veces.

_ Las víctimas son una pareja de turistas albaneses que llegaron ayer por la mañana y que según los datos declarados en la Embajada, pensaban quedarse al menos una semana antes de emprender el regreso para su país, Albania. La Embajada albanesa quiere encargarse de la investigación. Después de arduas tratativas, logramos que nos den veinticuatro horas de gracia. Si no resolvemos el caso en ése tiempo acordado, las Fuerzas albanesas a través de la Embajada se harán cargo enteramente de la investigación, con la condición ineludible de que será la Justicia argentina quien juzgue a los culpables una vez identificados y detenidos, ya que el hecho se produjo en jurisdicción nuestra, en territorio argentino.

_ Lo comprendo. Y creo que si me dice todo lo que tengo que saber del caso, con gusto lo ayudaré a resolverlo. Tenemos que apurarnos para resolverlo antes de esta noche.

_ ¡Gracias, Dortmund! El cuerpo fue encontrado esta mañana por una de las mucamas del hotel, Celina Bonet, cuando fue a llevarle a la señora Suada Besnik sábanas y toallas nuevas. Golpeó un par de veces la puerta. Pero al no recibir respuesta alguna, intentó acceder a la habitación utilizando la llave. Pero no pudo abrir. Giró y giró la llave en la cerradura varias veces inútilmente hasta el cansancio. Y entonces pensó que se había confundido de llave, que en el apuro había tomado una de otra habitación diferente. Pero terminó siendo que se trataba efectivamente de la llave correcta.

_ ¿Qué número de habitación es?

_ La 63. Y en la 64 se hospedaba el marido de la víctima, Eron Gjon, que está desaparecido desde esta misma mañana cuando la señora Besnik fue hallada muerta, por lo que creemos que él la mató y huyó. Pero es lo de la cerradura lo que no me cuadra en todo este contexto.

_ ¿Por qué habitaciones separadas para un matrimonio?

_ Porque el hotel no tenía suites matrimoniales disponibles por el momento. Y ellos aceptaron alojarse en cuartos separados si eran dos cuartos contiguos. Y el servicio les asignó las habitaciones 63 y 64, respectivamente.

_ ¿Revisaron la habitación del señor Gjon?

_ No desde un principio, porque cuando quisimos ingresar con la llave del hotel, tuvimos el mismo problema con la cerradura ya que la llave tampoco abría. Al final, después de volvernos locos, nos dimos cuenta que ambas cerraduras habían sido intencionalmente cambiadas una con otra. Es decir, que la cerradura del cuarto 63 fue colocada en la habitación 64 y viceversa. Creemos que esto fue obra del propio marido para retrasarnos y ganar tiempo en su huida.

_ Es posible, capitán Riestra. ¿Encontraron algo interesante que pudiera orientarlo a descifrar el motivo del crimen?

_ Nada, Dortmund. Absolutamente nada en ninguna de las dos habitaciones.

_ ¿Cómo murió la señora Besnik?

_ Según el forense, asfixiada con la almohada de su propia cama. No hay huellas ni ningún rastro del asesino. Pero estoy convencido que la mató ése Gjon, su esposo. Ya emitimos un alerta roja y está siendo intensamente buscado. Lo encontraremos pronto.

Mi amigo no se había quedado en absoluto satisfecho con la conjetura del capitán Riestra, y a decir verdad, yo tampoco; y comenzó una investigación en paralelo por cuenta propia, en la que yo tuve escasa participación. En lo único en lo que Sean Dortmund estuvo de acuerdo con el capitán era en la cuestión del intercambio de cerraduras. Pues él también estaba convencido de que el ardid respondió a ganar tiempo por parte del asesino. Pero, lejos de quedarse con la palabra de Riestra, mi amigo supuso que también el asesino pudo recurrir a dicha estratagema para ocultar algo que no quería que fuese descubierto enseguida. Quizás en la requisa hecha por los peritos en las habitaciones, en especial en la 64 que era la que pertenecía al señor Eron Gjon, pasaron por arriba algo relevante.

Dortmund se entrevistó brevemente con personal del hotel y otros huéspedes, y ninguno oyó nada ni vio nada extraño ni la mañana del asesinato ni el día anterior. De hecho, algunos testificaron haber visto poco al matrimonio de albaneses. Pero los pocos que lo cruzaron, dieron cuenta de que el señor Gjon estaba muy nervioso y seriamente preocupado por algo. Y que su esposa, Suada Besnik, intentó aquietarlo más de una vez en vano.

Sean Dortmund, después de esos datos que había recolectado, hurgó más en profundidad en la vida del matrimonio y descubrió que Eron Gjon era en realidad el amante de la víctima y que realmente el marido con quien estaba legítimamente casada era Ardian Payan. El matrimonio fue arreglado por los padres de ambos, una tradición muy vigente en Albania y en otros países de descendencia árabe. Y el Código Civil albanés castiga con la muerte al quien traiciona ésta potestad.

Dortmund, entonces, se formó una mínima idea de lo sucedido. Y era que Eron Gjon y Suada Besnik estaban perdidamente enamorados. El señor Gjon no pudo resistir la idea de que amada se casase por convenio con el señor Payan y la persuadió para huir juntos. Ella aceptó y escaparon rumbo a América y decidieron alojarse en Bariloche. Pero el señor Ardian Payan no iba a permitir algo así jamás. Entonces, los siguió y en cuanto tuvo oportunidad, asesinó a quien debía ser su esposa y raptó a Eron Gjon, a quien seguramente asesinó en otra parte y luego escapó sin dejar el mínimo rastro. La teoría me pareció extraordinaria y perfectamente lógica.

Sean  Dortmund se la planteó sin perder tiempo al capitán Riestra, quien se mostró sumamente optimista a su favor, quien la consideró seriamente, aunque sin descartar la primera que había propuesto.

Lo siguiente que hizo Dortmund  fue contactar a los padres de Suada Besnik, la víctima fatal, sin perder tiempo. Su madre se llamaba Edera Kostandin y su padre, Elio Besnik. Mi amigo les expresó con absoluta sinceridad sus condolencias por lo sucedido con la señorita Besnik y les blanqueó toda la situación del matrimonio arreglado por ellos mismos con Ardian Payan, su aventura y posterior fuga con el señor Gjon y su teoría respecto de la muerte de su hija. En concreto, ambos padres dijeron desconocer el romance secreto que su hija mantenía con el señor Gjon. Pero lo más sórdidamente cruel que adujeron fue que no lamentaban para nada la muerte de su hija porque fue justamente castigada por su traición al matrimonio arreglado. Eso estremeció a mi amigo y lo dejó paralizado.

Acto seguido, inmediatamente después de ésa charla, Dortmund centró su investigación más en la vida de la señorita Besnik y descubrió un detalle contundente: Suada Besnik era una Burnesha. Las burneshas son mujeres de comunidades albanesas que simbólicamente se convierten en hombres, adoptando todos los hábitos masculinos sin excepción, para evitar de ése modo el matrimonio arreglado. Por lo tanto, no podían casarse porque, al convertirse en Burnesha, estaba obligada a renunciar al derecho al casamiento. Eso devastó a Sean Dortmund y también al capitán Riestra porque los nuevos datos recabados por mi amigo anulaban todas las hipótesis hasta ése momento planteadas. Sin dudas, Suada Basnik y Eron Gjon huían de algo. Pero, ¿de qué?

La noche estaba empezando a caer y no se había avanzado ni en el asesinato de la señorita Besnik ni en la misteriosa desaparición del señor Gjon. Frente a ése panorama, el inspector, sofocado por la presión del tiempo sobre sus espaldas, revisó minuciosamente pero a ritmo acelerado, tanto el cuarto de la señorita Besnik como el de Eron Gjon. En el primero, no halló nada relevante, sólo efectos personales de la dama. Y en el segundo encontró en una libreta personal del señor Gjon, ciertos datos que Dortmund consideró de vital importancia. Y sin hacer mención alguna al respecto, salió corriendo hacia afuera alarmado, se sentó en soledad en un banco de madera que había en la puerta de entrada al hotel y se sumió en un ensimismamiento profundo. De golpe, como si una idea lo hubiese atacado precipitadamente, alzó su vista, miró el muñeco de nieve que había armado y en un intento desesperado, alejó a todos los chicos que estaban jugando con él y convocó con profusa urgencia al capitán Riestra. Sin darle demasiadas explicaciones, le pidió ayuda para deshacer el muñeco, aunque el capitán se mostraba tan o incluso más confundido que yo. Y cuando terminaron, lo que había oculto en su interior dejó boquiabierto a todo el mundo: el cuerpo del señor Gjon.

Después de unos cuantos minutos y mientras el forense y los peritos trabajaban en el descubrimiento del segundo cuerpo, Sean Dortmund fue conciso en su discusión de los hechos con el capitán Riestra.

_ Tenía razón en algo_ admitió mi amigo: _ el cambio de una cerradura por otra respondió a una cuestión por parte del asesino de querer hacer tiempo para retrasar el descubrimiento del cuerpo de la señorita Suada Besnik y así asegurarse una huida segura. Pero, además, porque deseaba que algo no fuese descubierto.

Dortmund extrajo del bolsillo de su saco la libreta personal del señor Gjon y la abrió en la letra Y.

_ Cuando una persona quiere ocultar muy bien del resto cuestiones de carácter estrictamente reservado_ continuó, _ por lo general utiliza en una libreta letras poco frecuentes como la Ñ, LA W o como es este caso, la Y. Lo que usted ve expresado allí, capitán Riestra, son transacciones de drogas y lavado de dinero, vinculadas con la mafia china y andorrana. Albania es un país con muchas conexiones con China y en especial con Andorra en negocio de drogas, lavado de dinero, extorsión y demás delitos similares. El señor Egor Gjon hizo algo indebido o se quedó con algo que no era suyo y huyó temeroso de que lo asesinaran por lo que hizo. Y por eso eligió Bariloche como destino final porque creyó que iba a estar seguro. Pero nunca se imaginó que lo iban a seguir hasta acá y mucho menos que iban a matar también a su amante, la señorita Suada Besnik. Y antes que me pregunte, capitán Riestra, voy a decirle que no sé cómo hicieron para cambiar una cerradura por otra sin que nadie viera ni oyera nada. Y también, que el señor Gjon era el único de su comunidad y su cultura que desconocía que la señorita Basnik era una Burnesha, quien pese a las expresas privaciones que rigen en virtud de tal hábito, se entregó a la devoción de su amado.

_ No iba a preguntarle precisamente ninguna de ésas dos cosas, Dortmund, aunque agradezco que igualmente me las haya usted aclarado. Más bien, estoy intrigado en saber cómo supo que el cadáver del señor Gjon estaba oculto en el interior del muñeco de nieve.

_ Esconder cuerpos en lugares impensados es el sello de la mafia andorrana y china, también. Y el muñeco de nieve era un lugar imprevisto, naturalmente.

_ Y pensar que creímos que el homicidio de la señorita Besnik era el principal y nos abocamos a ello, y estábamos completamente equivocados. Gracias, Dortmund. Le estaré eternamente agradecido por todo lo que hizo hoy.

Y el capitán Riestra se alejó con las manos puestas adentro de los bolsillos de su pantalón y silbando una tonada muy porteña. Creo que estaba contento de que no le iba a dar el gusto a las autoridades albanesas de entrometerse en la investigación del caso. Por el contrario, yo estaba particularmente convencido de que les iba a refregar el éxito en la cara.

 

 

 

 

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