lunes, 29 de enero de 2018

Pólvora en el agua (Gabriel Zas)




Como miles de otras tantas veces, este caso llegó a nuestro conocimiento por intervención de nuestro buen amigo, el capitán Riestra. Sin embargo, cuando le consultó a         Dortmund, él estaba ocupado en otro asunto más importante y se excusó ante el capitán, que pareció ofenderse y sorprenderse por la decisión del inspector. Le insistió incansablemente hasta que recurrió a un método poco ortodoxo pero eficaz para obtener de Sean Dortmund la ayuda solicitada.

_ Creo en su capacidad, Dortmund_ lo aduló Riestra._ Y creo que en el mundo no existen dos iguales a usted. Y por eso, podemos hacer más interesante mi ofrecimiento, si usted me lo permite.

Captó la atención de Dortmund de inmediato.

_ ¿De qué clase de ofrecimiento se trata, capitán Riestra?_ inquirió él con súbito entusiasmo.

_ Si logra resolver el caso que estoy investigando en menos de tres horas a partir de ahora, le pagaré cinco mil australes.

_ ¿Me está sobornando?

_ No, le estoy apostando. Si no cumple, usted me deberá el dinero a mí. ¿Acepta?

Sean Dortmund dejó lo que estaba haciendo y le respondió al capitán con un esbozo.

_ Cuéntemelo todo_ dijo.

_ El crimen ocurrió en una quinta en Villa Devoto en medio de una fiesta que daba su anfitrión, llamado Hernán López, quien casualmente resulta ser la víctima fatal en cuestión. Estaba nadando en su pileta y de repente los otros invitados, todos conocidos y allegados suyos, escucharon un sonido similar al de una botella desconchada y vieron sangre fluir del cuerpo del señor López que estaba flotando boca abajo. Todos se conmovieron, reaccionaron, gritaron, se descontrolaron, pero nada pudieron hacer. El disparo le dio directo en el pecho y la muerte fue instantánea. Y acá empieza el misterio.

Al momento del homicidio, el señor López estaba nadando solo, absolutamente solo, estilo pecho. ¿De dónde provino el disparo para impactarle justo en el corazón? Recuperamos el arma del agua pero está limpia. Los técnicos la van a analizar en detalle pero no esperan encontrar demasiado. Los resultados estarán listos recién para hoy a última hora.

_ ¿El crimen tuvo lugar ayer, capitán Riestra?

_ Ayer entre las cinco y las siete de la tarde, Dortmund. Los invitados fueron todos interrogados hasta el hartazgo pero no revelaron información de interés para la causa. El caso me está haciendo perder los estribos. Si al señor Hernán López le dispararon en el corazón mientras nadaba, el tiro tuvo que provenir desde afuera. Pero eso es imposible por dos motivos fundamentales: primero, porque disparar desde afuera de la piscina adelante del resto de los invitados hubiese sido extremadamente arriesgado. Y segundo, porque nadaba estilo pecho. Entonces, ¿cómo murió? El caso me excede. Y a no ser que usted me ayude, voy a enloquecer.

_ ¿Todos los invitados están limpios?

_ Examinamos los antecedentes de cada uno de ellos. Ni una sola mancha en su historial judicial ni asignaturas pendientes con la Justicia. Y ninguno tenía motivos para matar al señor López.

_ Eso no es del todo cierto, capitán Riestra, porque si lo mataron, alguien tenía un motivo.

_ ¿Cuántos invitados eran en total?_ pregunté.

_ Doce_ contestó el capitán Riestra._ Examinamos sus coartadas, sus ubicaciones al momento del asesinato, todos los ángulos posibles...

_ Hábleme del señor López_ le sugirió Dortmund.

_ Se mudó a esta quinta hace tan sólo dos meses. Organizó la fiesta para presentársela oficialmente a sus amigos.

_ ¿Cómo la adquirió?

_ La compró con plata que su padre le dejó de herencia. El señor Francisco López falleció por una insuficiencia cardíaca severa, producto del cigarrillo.

_ ¿Y su madre?

_ Vive en Necochea. Ya sabe lo que pasó con su hijo. Viene en micro, llega hoy a última hora de la noche.

_ ¿Era hijo único?

_ Afirmativo, Dortmund.

_ ¿Algo más sobre el señor Hernán López?

_ Compró varias cosas costosas en las últimas semanas y pagó deudas atrasadas que ascendían a los treinta y cinco mil australes. La discrepancia es que su sueldo no era suficiente para acceder a tantos lujos.

_ ¿De dónde sacó el dinero, entonces?_ interpuse.

_ Estamos trabajando en eso, pero hasta ahora no encontramos nada anormal en sus finanzas. Esperamos que la madre pueda contestarnos al respecto. Quizá sepa algo que nosotros ignoramos.

_ ¿Es posible que las deudas las saldara con la diferencia que le quedó de entre lo que le dejó su padre como herencia y lo que le sobró de ella?_ preguntó reflexivo mi amigo.

_ Lo investigamos. Ése resto lo utilizó para amueblar la propiedad.

_ ¿Cuándo fue construida la residencia, capitán Riestra?

Miramos a Dortmund azorados.

_ ¿Importa eso?_ interrogó Riestra.

_ Es posible que sea la base de todo el caso y que explique el origen de su dinero_ disipó el inspector.

Con el capitán no comprendimos demasiado el punto de vista de Dortmund, pero Riestra le solicitó a la inmobiliaria que le vendió la propiedad al señor López los pliegos de licitación, las escrituras de la quinta, los planos y todo lo referente a ello para certificar la información requerida por Sean Dortmund. La casa se construyó en 1973 sobre un terreno baldío.

_ Hubo una gran cantidad de estupefacientes que desaparecieron y nunca fueron encontrados_ comentó mi amigo cuando Riestra le proporcionó dichos datos._ El traficante se llama Ricardo Rial y está preso desde entonces. Pero nunca le reveló a la Policía el escondite de ése motín de estupefacientes, valuado en más de diez millones de australes, según me notificó una fuente amiga.

_ ¿Usted sugiere que eso fue enterrado en dicho terreno baldío y que el señor López lo encontró de casualidad y lo vendió a otros contrabandistas?_ preguntó Riestra, asombrado y con brillo en sus ojos.

_ Las fechas coinciden y además explicaría de dónde el señor Hernán López consiguió la plata para comprarse cosas ostentosas y saldar completamente deudas atrasadas. Supongamos así que el señor Rial planeó desde la cárcel recuperar lo que era suyo y contactó a alguien de afuera para que hiciera el trabajo. Seguramente, él y su cómplice intercambiaban información a través de misivas que eran ocultas en las mangas de sus prendas, donde planearon todo el golpe y el señor Rial le facilitó a su contacto la ubicación exacta en donde la mercadería estaba enterrada. Pero cuando su cómplice fue hasta allí, se encontró con una lujosa quinta levantada encima del tesoro. El plan ahora es ganarse la confianza y amistad del señor López. El objetivo es alcanzado pero él es una persona presumida y se ufana de su descubrimiento y revela lo que hizo con él. Desconoce que le revela dicha información al enemigo y firma de este modo su sentencia de muerte. El señor Rial da la orden de matar desde la prisión y su cómplice encuentra en la fiesta el momento ideal para asesinarlo.

_ ¡Su teoría es brillante! ¿Pero, cómo dispararon? Ése punto sigue siendo un completo misterio.

_ Con los dedos de los pies. El asesino estaba sentado en la orilla de la pileta con los pies dentro del agua, sosteniendo discretamente el arma. El señor Hernán López nadó y cuando pasó justo por debajo de los pies del asesino, aquél apretó el gatillo seguramente con el dedo gordo de uno de sus pies causándole la muerte al instante. Inmediatamente, deja caer el arma y finge sorpresa y estupor como los demás invitados.

El capitán Riestra se quedó sin palabras ante el fantástico relato de mi amigo y fue hasta la penitenciaria de Marcos Paz para ver los registros de visita del señor Ricardo Rial durante las últimas semanas. Sólo lo visitó reiteradamente una sola persona: Soledad Rial, su hija, casualmente presente en la fiesta del señor López. El capitán logró conseguir una orden de detención en contra de Soledad Rial, quien por recomendación de su abogado defensor, confesó todo y su declaración de los acontecimientos coincidió en todos sus puntos con la versión de Sean Dortmund.

_ Ayudó a la Policía Federal a cerrar dos casos juntos_ le dijo Riestra al inspector, mientras le esbozaba una sutil sonrisa._ Le estoy sumamente agradecido.

Le estrechó la mano, pero Sean Dortmund rechazó el saludo. Miró al capitán con insolencia y una sonrisa enigmática. Y extendiendo descaradamente su mano palma arriba, dijo.

_ ¿No se olvida de algo, capitán Riestra?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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