Encontré a Dortmund muy atareado aquélla mañana
y consideré una impertinencia irracional molestarlo por cosas banales. Así que,
me reservé mis dudas para planteárselas en una ocasión más propicia. No sabía
muy bien en qué estaba trabajando, pero debía ser algo de mucha importancia
porque mi amigo no se movió de su escritorio en toda la mañana. Al fin, cuando
se hizo el mediodía, me atreví a interrumpirlo.
_ Necesita descansar un rato_ le sugerí._ No ha
dejado de hacer lo que está haciendo en toda la mañana. Ha bebido sólo un café
negro cuando se levantó y no ha ingerido ningún alimento. Y un estómago lleno
hace que el cerebro funcione mejor. Usted lo repite siempre.
_ Es verdad, doctor_ replicó Dortmund,
poniéndose de pie y frotándose los ojos._ Aprecio su preocupación. He recibido
la boleta del servicio de luz y me han
llegado ochenta australes de más respecto al período anterior que me parece
completamente injusto abonar. Estoy un cien por ciento seguro de que ha habido
un error de facturación y estuve toda la mañana revisando el detalle de la
cuenta para detectarlo. ¿Y puede creer que todavía no tuve éxito? No pagaré ésa
cifra adicional si no existe una buena razón para hacerlo.
Miré al inspector con incredulidad y decepción.
Pues supuse que su problema revestía una gravedad mayor. Le iba a exteriorizar
lo que pensaba pero preferí refugiarme en el silencio de mis propias palabras
para evitar cualquier desavenencia sobre el asunto.
_ Creo que tocaron el timbre_ me dijo con el
oído atento.
_ No oí nada.
Se escuchó un ring por lo bajo y fui a atender
por orden de Dortmund. Nuestro visitante resultó ser el buen capitán Riestra,
que sin dudas se traía un caso entre manos y vino para solicitarle ayuda
profesional al inspector. Le comenté sobre la pequeña preocupación que lo
mantuvo inquietado durante toda la mañana y Riestra soltó una risa tal que
bordeaba el límite con la carcajada. Y sin embargo, Dortmund no lo asimiló.
Recibió al capitán, lo invitó a sentarse y a que explicara el motivo de su
visita, aunque era bien sabido cuál era.
_ Vengo a ver si puede echarme mano en un caso
que me tiene bastante desconcertado, Dortmund_ precisó Riestra, aprensivo.
MI amigo se acomodó cómodamente en su sillón y
miró al capitán con entera satisfacción.
_ Soy todo oídos_ lanzó con predisposición y
entusiasmo.
_ El caso en cuestión ocurrió hace tres días en
Villa Gesell, partido de la Costa Atlántica Argentina. Los hechos fueron
resumidamente los siguientes. Un matrimonio oriundo de la provincia de La Rioja
estaba caminando pacíficamente por la playa y a pleno sol cuando se encontraron
con una amiga que parece que hacía tiempo no veían. Él se llama Norberto Font,
su esposa Úrsula Lobo y la amiga con la que se encontraron se trataba de Jimena
Ocaña. La señorita Ocaña lucía un vestido al ras color caoba, un pañuelo
floreado en la cabeza, unos anteojos de sol que le cubrían gran parte de su
rostro y un collar artesanal con sus iniciales. En tanto, el matrimonio Font y Lobo estaba vestido con
ropa más informal y ojotas. Él una camisa de estilo hawaiana y ella una remera
negra con grandes letras en blanco.
<Según la declaración de algunos testigos
ocasionales, los tres estuvieron hablando durante algunos minutos hasta que se
pusieron de acuerdo para ir a refrescarse a una pequeña laguna que hay cerca de
los médanos. Se alejaron lo suficiente en dirección al lugar indicado y no
habrán pasado más de diez minutos cuando el señor Font volvió del balneario
acompañado sólo por la señorita Ocaña y preguntándole a varios transeúntes que
estaban en la playa si habían visto a la señora Lobo. Naturalmente, se las
describió cómo estaba vestida y les mostró una foto, pero todos negaron haberla
visto. Ya en un estado de desesperación incondicional, el señor Font se separó
de la señorita Ocaña y ambos buscaron por lugares diferentes con resultados
nulos. El señor Norberto Font regresó a la playa, inquieto y enormemente
preocupado porque su mujer había desaparecido misteriosamente. Dijo que se
estaban bañando los tres juntos en la laguna para refrescarse un poco, y que en
un momento dado, la señora Úrsula Lobo se retiró con el pretexto de que iba a
su auto a buscar un poco de protector solar, pero nunca volvió. Y cuando se
dispuso a llamar a la Policía, ella apareció de la nada. El señor Font le
preguntó dónde había estado y ella le respondió que se había perdido porque no
estaba muy familiarizada con la zona.>
<Todo parecía haber acabado ahí, pero ahora
era la señorita Jimena Ocaña la que no había vuelto de ayudarlo a buscar a Norberto
Font a la señora Lobo. Entre tanta conmoción por la desaparición de ésta
última, no percibió la ausencia de la señorita Ocaña. La buscaron ligeramente y
desistieron porque tanto la señora Lobo como el señor Font supusieron que se
había marchado sin avisar, por lo que le restaron importancia al asunto. Hasta
que un pescador que estaba intentando pescar en la zona de las grutas sacó del
mar algo que llamó poderosamente su atención y no era precisamente un pez de
gran tamaño, sino el collar de la señorita Jimena Ocaña. Se asustó y dio rápida
intervención a la Policía, que a través de unos buzos tácticos, recuperó de las
aguas el cuerpo sin vida de Jimena Ocaña. Como el cuerpo estuvo expuesto al
agua durante un tiempo prolongado, al forense le está costando bastante
determinar la hora exacta de su muerte, pero la establecerá cuando realice
todos los análisis complementarios que requiere para precisarlo con esmero.
Pero sí pudo afirmar con plena convicción que murió ahogada. Y no cree para
nada que se trate de un accidente, sino más bien de un asesinato. Sus manos
presentaban heridas de defensa. Pero desgraciadamente no pudo recuperar ningún
rastro que pudiera decirnos quién es el asesino y el caso es un completo
misterio.
La señorita Ocaña se va a bañar con sus amigos,
la señora Lobo desaparece, ella ayuda al señor Font a buscarla, se separan, la
señora Lobo aparece al rato alegando que se había perdido, la señorita Jimena
Ocaña no regresa y aparece horas más tardes flotando en la inmensidad del mar.
No sé, todo me resulta extraordinariamente curioso y muy extraño.>
La actitud de Dortmund al escuchar el relato
del capitán Riestra dejó en claro que se había interesado por el caso desde un
primer momento. Al fin, después de unos segundos de reflexión, dirigió una
serie de interrogantes a nuestro amigo.
_ ¿Vieron los testigos a la señorita Ocaña en
compañía de alguien más mientras se avocaba en la labor de búsqueda de la
señora Lobo?
_ No, Dortmund. Estuvo sola en todo momento,
según el testimonio de tres testigos que lo aseguran porque dijeron que la
vieron nerviosa, que se acercaron para ofrecerle ayuda y que ella los rechazó
de muy malas maneras.
_ ¿Pudieron ver estos mismos testigos si la
seguía alguien?
_ Lo dudo. Después de eso, se ofendieron por los tratos recibidos, la
dejaron sola y volvieron a lo que estaban haciendo antes.
_ Asumiremos entonces, sólo hasta que podamos
demostrar otra cosa, que el señor Norberto Font y su esposa, la señora Úrsula
Lobo, fueron los últimos en ver con vida a la señorita Jimena Ocaña.
Riestra afirmó con un leve movimiento de
cabeza.
_ ¿Estaba nerviosa cuando la encontraron los
señores Lobo y Font?_ siguió indagando Sean Dortmund.
_ ¿La señorita Ocaña? No,
lucía espléndida. Estaba feliz de habérselos encontrado_ respondió Riestra.
_ ¿Hacía cuánto que no se
veían?
_ Cinco años. Se conocían
de La Rioja, su provincia natal.
_ ¿ Y qué hacían en Villa
Gesell?
_ Vacaciones y placer. Como
todo el mundo, Dortmund. Usted debería considerarlo, también.
_ Su única preocupación
latente por el momento_ intervine en tono de broma,_ es lo que le vino de más
en la factura de luz.
Y tanto el capitán Riestra
como yo dejamos escapar una carcajada amigable. Sin embargo, Dortmund nos miró
circunspecto y mosqueado.
_ Hay una mujer muerta y un
caso que resolver_ reprochó._ No es un momento ideal para hacer bromas,
señores.
_ Perdón, Dortmund_ dijo
Riestra, avergonzado.
_ ¿Hacía cuánto que el
señor Font y la señora Lobo habían llegado a Villa Gesell?_ siguió preguntando
mi amigo, de nuevo con mesura.
_ Una semana_ contestó
Riestra._ Pensaban quedarse dos semanas y después volver para La Rioja.
_ ¿Y la señorita Jimena
Ocaña?
_ No lo sabemos con
exactitud. Por lo poco que pudimos averiguar, habría viajado sola por
trabajo.
_ Cuando la señorita Ocaña ayudó al señor Font
a buscar a su esposa, ¿en qué sentido emprendió la búsqueda?
_ Hacia el lado este y el señor Font lo hizo
hacia el lado oeste.
_ Bien, creo que me ha referido usted
todo lo que necesito saber. Le tendré respuestas a la brevedad,
capitán Riestra.
_ Tenemos un punto interesante en este caso_ me
dijo mi amigo, luego de que Riestra se retirara cortésmente de nuestro
departamento.
_ ¿Cuál, según usted, Dortmund?_ le pregunté.
_ Que el único momento que la señora Lobo y la
señorita Ocaña fueron vistas juntas fue cuando se encontraron en la playa.
Luego, la señora Lobo desapareció, entró en escena la señorita Ocaña, ella
desaparece, reaparece la señora Lobo y más tarde el cuerpo de la señorita
Jimena Ocaña aparece flotando en el mar. Además, existe el hecho
inconmensurable de que cuando la señora Lobo hizo su reaparición, ella y el
señor Font plasmaron una búsqueda ligera
para intentar localizar a la señorita Ocaña. Y más tarde, cuando su pesquisa no
arrojó resultados favorables, propusieron la teoría de que simplemente los
había abandonado por voluntad propia y declinaron de buscarla. ¿Por qué? Es
inquietante, ¿no le parece, doctor?
_ No lo había notado.
_ Porque usted no presta demasiada atención a
los detalles. Es igual que el capitán Riestra, en ése sentido.
_ Nunca me voy a poner a la par de su
inteligencia. Pero su deducción concretamente me remite al caso de la actriz de
radioteatro, Isabel Colombo, muerta a manos de su colega, la renombrada
estrella Leticia Morales, quien escondió su cuerpo y se hizo pasar por ella con
la complicidad del señor Gerardo Cae. ¿Lo recuerda?
_ ¡Perfectamente! Usted lo atrapó cuando lo
corrió por media ciudad, más o menos. Estuvo impecable en ésa ocasión. Y sí,
este caso puntual tiene algo de eso. La señora Úrsula Lobo y Norberto Font se
encontraron casualmente con la señorita Jimena Ocaña, a quien estoy seguro, no
conocían de antes. Por algún motivo, la señorita Ocaña intercepta a la pareja y
con algún pretexto, van hasta la laguna del balneario. Allí la pareja comete el
crimen. No importa cuál de los dos ahogó a la señorita Ocaña, ambos son
igualmente responsables por su asesinato. Una vez consumado el crimen, arrojan
al mar su collar y la señora Lobo quita del cuerpo el vestido, los anteojos de
sol y el pañuelo y los viste. En apariencia, la señora Lobo es la señorita
Jimena Ocaña. Seguidamente, ella y su esposo vuelven a la playa y ponen en
práctica la farsa de que la señora Lobo había desaparecido. Sencillamente, la
señora Úrsula Lobo tiene que abandonar las prendas de la señorita Ocaña y
reaparecer como ella misma.
_ Nunca deja de sorprenderme, Dortmund. Apoyo
su teoría. ¿Pero, cómo lo demostramos?
_ Piense, doctor. Si usted fuese la señora
Lobo, ¿en dónde escondería la ropa para que no sea fácilmente encontrada?
Pensé unos segundos antes de emitir una
respuesta.
_ La enterraría en la arena, sin dudarlo, en un
rincón de la playa poco concurrido_ repuse satisfecho de mí mismo.
_ Exacto. Y para ratificar la hipótesis, el
capitán Riestra debe cerciorar con los tres testigos que involucró en su
explicación si realmente la señorita Ocaña a la que se acercaron para intentar
ayudar porque la notaron algo nerviosa, otro detalle dicho sea de paso, lucía
el collar que fue recuperado del agua.
Y me sonrió con su característica sonrisa
impertinente. Por indicación suya, le envié un fax al capitán Riestra, cuya
respuesta concisa nos llegó a las pocas horas.
<Los testigos dijeron que Ocaña no lucía
ningún collar y encontramos sus prendas enterradas en la arena, en un sector aislado
y solitario de la playa, como usted nos sugirió. Recuperamos huellas que había
marcadas en la zona y esperamos confirmación para saber si pertenecen a la
señora Lobo. Tenemos su molde. Ambos están aprehendidos>.
Nos enteramos al día siguiente que los análisis
de las huellas recabadas en la zona en donde fueron recuperadas las ropas de la
señorita Jimena Ocaña pertenecían sin lugar a dudas a la señora Úrsula Lobo. Y
el capitán Riestra, como señal de agradecimiento a los servicios de Sean
Dortmund, vino en persona a contarnos lo que aún nos faltaba conocer.
_ La señorita Jimena Ocaña estaba en Gesell por
trabajo. Era tesorera general de un banco_ nos explicaba Riestra,_ y estaba en
la Costa supervisando otras sucursales. Pero nunca antes había ido a Gesell y
no conocía demasiado. Tenía que ir a cierta dirección a la que le costaba
llegar y paró a Norberto Font y Úrsula Lobo para preguntarles si sabían cómo
llegar. Y acá viene la parte más enfermiza de toda la historia. La señora Lobo
creyó que Jimena Ocaña coqueteaba con su marido y que encima él lo disfrutaba.
Que la cuestión de la dirección fue una excusa para hablarle. Úrsula Lobo se
puso obsesivamente celosa, miró a su marido con hostilidad y luego observó a la
señorita Ocaña con un profundo odio que no supo disimular. Norberto Font lo
advirtió y se encontró en una situación incómoda. Inmediatamente intercambiaron
una mirada con la señora Lobo y se entendieron enseguida. Decidieron asesinar a
Jimena Ocaña para salvar su matrimonio porque comprendieron que ella se había
interpuesto y podría separarlos después de quince años de casados. Y con ella
muerta, estaban salvados. Creo que la emoción y la adrenalina que sintieron al
matar era lo que realmente estaban necesitando. O era la excusa que requerían para
salvar su matrimonio que ya experimentaba desde hacía un tiempo una crisis
bastante profunda y se negaban por alguna razón a recibir cualquier tipo de
ayuda profesional. Es lamentable, a falta de un calificativo mejor.
_ Lamentable, capitán Riestra_ dijo Dortmund_
es que no haya interpretado los hechos correctamente desde un comienzo como sí
lo hice yo. ¿Cuándo va a aprender?
El capitán miró a Dortmund con inquisición y
reproche, y yo tuve que contenerme para evitar reírme por la expresión de
ambos.
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