viernes, 10 de febrero de 2017

Ases (Gabriel Zas)



_ ¿Puedo preguntarle algo, Dortmund?_ le dijo el capitán Riestra al inspector.
Aquél le dirigió una mirada tibia y poco expresiva. No respondió nada, pero el capitán advirtió a tiempo que sus palabras lo incomodaron y optó por acudir al silencio. O Dortmund estaba de mal humor ése día o le encantaba propasase con su papel de hombre difícil. Sea cual fuere la cuestión, pasaron apenas unos segundos hasta que el inspector se cruzó de brazos, lo miró fijamente al capitán Riestra y le dijo:
_ Pregunte, por favor.
El capitán Riestra se acomodó y preguntó algo tímido:
_ ¿Cuál es su juego de cartas predilecto? ¿Bridge, canasta, póker, truco…?
Sean Dortmund lo observó con reproche.
_ Pensé que su duda adquiriría un enfoque más profesional.
_ Bueno. Para serle sincero, esperaba que mi curiosidad despertara en usted alguna idea sobre algún viejo caso que le haya tocado investigar o resolver.
_ ¿Es sobre el caso de los siete jugadores, verdad?_ indagó Dortmund, suspicaz.
El capitán Riestra lanzó una fina risita y algo más resignado, expuso:
_ No sé qué me empujó a querer engañarlo de la manera más burda que existe. Sí, es sobre ése caso. Quisiera conocer su opinión sobre él. Me parece todo tan sobrenatural.
Dortmund desplegó por su rostro una sutil sonrisa.
_ Entonces, adelante. Soy todo oídos. Sea breve y conciso con los detalles y pormenores del caso.
_ Juan Alberto Torrente, Gerardo Irurtia, Leandro Rangazzi, Bruno Chávez, Rómulo Francosi, Anselmo Luana y Ricardo Poglioti son siete amigos que se conocen de toda la vida y quienes comparten una misma pasión en común: su fanatismo por el póker. Se reúnen a jugar todos los martes a la noche, siempre en casa de alguien diferente. Es como un ritual, diría yo. Hacen apuestas de toda índole, desde económicas hasta las más insignificantes e inusuales.  Hace tres martes atrás la fecha coincidió con Halloween, 31 de octubre, y los siete estuvieron de acuerdo en que la apuesta debía responder a dicha celebración. La iniciativa fue aprobada por unanimidad. Cuando Anselmo Luana arrojó su idea, ya no existía la posibilidad de dirimirse al respecto: apostar la vida. Suena escalofriante y terrorífico, pero la idea respondía a algo más superfluo y metafórico. Implicaba vivir la vida de otro, técnicamente del perdedor, por seis días. Cada día durante los seis días seguidos le correspondía el turno a uno diferente.  Es algo nefasto e irracional, pero a ellos les pareció divertido, pensando que nada podía salir mal. Quien repartió las cartas ése día en la primera mano fue Ricardo Poglioti. El partido se estiró a trece manos. En ninguna de las doce anteriores salió ni un solo as, pero en la decimotercer repartición salió el as de corazones que le tocó a Leandro Rangazzi. ¿Oyó eso, inspector Dortmund? Mano trece el 31 de octubre salió el único as de todo el partido: a las cuatro horas, el señor Rangazzi murió como consecuencia de una falla cardíaca, encontrado muerto en su cama por su hermana. ¿Y sabe lo que sostenía entre sus dedos? Un as de corazones. ¡Es horrible! El fiscal indagó a los otros seis pero los dejó libre porque no encontró elementos suficientes que los relacionasen con la muerte de Leandro Rangazzi, y la causa fue caratulada como “averiguación de causa de muerte”. La autopsia no reveló ninguna sustancia extraña, ni algún tipo de veneno ni fármacos ni nada por el estilo. Y lo más impactante de todo es que el señor Rangazzi no sufría de afecciones cardíacas, era un hombre completamente sano. Su muerte resulta un misterio insoluble. Peritamos la escena una y mil veces y no encontramos nada incriminatorio en contra de alguno de los otros seis.
En este punto, Dortmund interrumpió el relato:
_ ¿Encontraron huellas en el as encontrado en poder de la víctima?
_ No, sólo las propias del señor Rangazzi_ repuso el capitán Riestra.
_ ¿Y la cerradura de la puerta de entrada a la casa estaba forzada?
_ No. Definitivamente, no.
Dortmund meneó la cabeza como si una idea lo hubiese atacado, pero se abstuvo de hacer comentarios y le indicó al capitán Riestra que continuara con el relato de la historia.
_ ¿Qué piensa, inspector Dortmund?_ se aventuró a preguntar el capitán Riestra antes de continuar.
_ Lo único posible_ dijo aquél algo pensativo_ es que el señor Rangazzi haya sido inyectado con aire. El aire tapa las venas, bloquea los pulmones y produce una falla general en el organismo, que deriva en un paro cardiorrespiratorio fulminante. De momento, no puedo decirle otra cosa. Prosiga, por favor.
_ Justo una semana después de éste incidente, los otros volvieron a reunirse en casa del señor Torrente para jugar. Es repugnante pensar en eso. No respetaron en absoluto la memoria de su amigo fallecido. Pero igual siguieron, y el misterio y el drama volvieron a ser los protagonistas. En ésa ocasión, o sea, hace dos martes atrás, los ases se rehusaban a participar del juego. Quien repartió en ésa ocasión fue Gerardo Irurtia.  Salió el as de picas a la mitad del juego y recayó en el señor Torrente. A la mañana siguiente, los seis fueron al cementerio a honrar la memoria del señor Rangazzi. Cuando se estaban retirando, Juan Alberto Torrente se tropezó con una rama y cayó al suelo, pero no se levantó, así que Rómulo Francosi se inclinó para ayudarlo a levantarse y cuando tocó su pecho, algo rojo se le impregnó en la mano. Cuando lo volvieron boca arriba… ¡Tenía una pica filosa clavada en su corazón y en su mano sostenía el as de picas! Parecía totalmente imposible, puesto que nadie se acercó a él. Mantenían una distancia considerable y hubiese sido difícil matar de ésa forma sin que el resto no notara nada extraño. Pero ahora estaba claro que se trataba de un asesinato, pero las pistas no nos condujeron a ningún lado y todo quedó nuevamente sin esclarecerse. Rastreamos la pica y era parte de una colección de armas antiguas que la propia víctima poseía en el living de su casa. De allí la extrajo el asesino. Y por eso creo que no es casualidad el hecho de que la partida de póker se desarrolló en casa del señor Torrente.
Ahora quedaban cinco amigos en pie nada más y pese a que estaban signados por la tragedia, la ambición del juego fue más fuerte y se volvieron a reunir al martes siguiente, o sea, el martes de la semana pasada. Bruno Chávez repartió ésa vez y los ases no vieron la luz, hasta que el as de diamantes fue a parar a manos de Anselmo Luana. Con dos antecedentes poco agradables, el señor Luana se estremeció de pies a cabeza, se asustó y se fue angustiado ésa noche de la casa de Francosi. Al otro día, fue encontrado muerto en su cama y la causa de muerte fue por asfixia mecánica, seguramente efectuada con su propia almohada. ¿Y adivine qué? Le robaron una colección de diamantes orientales que guardaba en el segundo cajón de su mesita de luz, y entre los dedos de su mano izquierda, le dejaron el as de diamantes. Las piedras en sí eran un recuerdo que le trajeron sus padres desde Turquía hace tres años atrás. Ellos mismos lo certificaron. Otro asesinato y otra vez estuvimos a la deriva con las pistas y las evidencias. El fiscal y el juez se están volviendo irracionales, y a no ser que tengamos algo firme, esto se va a poner peor y se va a desmoronar.
_ Por eso vino a consultarme, lo comprendo. Y más aún, que no podemos ignorar que hoy es martes y que un cuarto hombre va a perder la vida si no lo evitamos a tiempo.
_ Sólo usted puede ayudarnos a resolver este caso con éxito.
Dortmund se sintió halagado.
_ ¿Quiénes sabían de la existencia de los diamantes en poder del señor Luana?_ preguntó enseguida.
_ Todos. No había secretos entre ellos_ respondió el capitán Riestra.
_ Les haré los honores. Confíe en que lo resolveré. No es un asunto tan complicado, después de todo.
_ ¿Ya lo sabe todo? ¿Dortmund, cómo...?_ enfatizó el capitán Riestra con desesperación.
_ Porque me basé en lo que usted me contó y no en los hechos en sí propiamente dichos. Que el as salga en determinado momento y le toque a determinada persona responde a una sencilla trampa y habilidad de manos. Si yo tengo el as en cierta posición del mazo, existen técnicas de reparticiones falsas y muy efectivas para darlo. No se olvide, capitán Riestra, de que son jugadores de póker experimentados y saben muchos secretos que los profanos ignoran por completo.
_ ¿Pero, cómo es posible que el resto de los ases no salgan nunca?
_ Todo está en la habilidad de manos. Pero, ¿es un hecho comprobado?
_ Fue lo que ellos declararon.
_ ¡Entonces no nos consta! Sólo es la declaración de cuatro personas sospechosas de asesinato. Y recuerde que la ley argentina no los obliga a declarar verdad, sino que pueden mentir. No olvide eso.
_ ¿Pero, quién fue en concreto? ¡Dortmund, por Dios!
_ Recuerde mis palabras: la habilidad con las cartas es esencial. Quien repartió la primera mano de juego el 31 de octubre pasado fue Ricardo Poglioti. Al martes siguiente, ésa tarea se delegó en el señor Irurtia. En el cementerio, recuerde que el señor Rómulo Francosi descubrió que el señor Torrente tenía clavada una pica a la altura del pecho, y Bruno Chávez repartió las cartas en la sesión del martes pasado, en la que falleció el señor Luana.
_ ¿Quiere decir que…?
_ Fue un plan diseñado y brillantemente ejecutado por Ricardo Poglioti, Bruno Chávez, Gerardo Irurtia y Rómulo Francosi.
_ Dortmund, perdone que siga confundido. ¿Y hoy?
_ Hoy no va a pasar nada porque tres están muertos y cuatro son los que conspiraron en sus muertes. Querían que la Policía pensara forzosamente que hoy moriría el cuarto pero es una idea absurda y falsa.
Si el señor Leandro Rangazzi murió cuatro horas después de la partida, lo más sensato es suponer que la causa de muerte obedeció a una intoxicación por monóxido de carbono.
_ Le abrieron la llave de paso del gas mientras dormía.
_ Sí, lo doy por sentado. El señor Francosi (estoy seguro que él fue el ejecutor de todos los crímenes) o, en su defecto, alguno de los otros tres, siguió al señor Rangazzi hasta su casa cautelosamente, esperó a que se durmiera, entró por la ventana, abrió la llave de paso del gas, salió, cerró la ventana, esperó a que el veneno actuara y cuando se cercioró de que ya había muerto, volvió a ingresar, cerró la válvula y se fue, siempre utilizando guantes para evitar dejar alguna huella que lo identificara, no sin antes dejar un as de corazones simbólico entre los dedos del cuerpo. Por eso la hermana lo encontró a la mañana siguiente sin que le pasara nada a ella.
Al martes sucesivo, cuando se juntaron en casa del señor Torrente, aprovechando  que aquél era dueño de una colección de armas antiguas, el señor Francosi debió robar la pica con absoluta cautela y discreción. Luego, en el cementerio, hizo tropezar adrede al señor Torrente y cuando cedió para aparentemente ayudarlo, sacó de su bolsillo el arma y se la asestó, y dejó caer disimuladamente el naipe. Recuerde la historia, capitán Riestra: el señor Francosi fue el único que se inclinó para ayudar al señor Torrente a levantarse. Y probablemente fue el mismo señor Francosi quien asfixió al señor Luana operando de manera similar a como lo hizo con la primera víctima. Los cuatro fueron muy cautos para no dejar indicios. Además, se pusieron de acuerdo para declarar lo mismo y ser unos las coartadas de los otros.
_ ¿Pero, por qué? ¿A qué móvil responde toda ésta locura?
_ Simplemente, por los diamantes del señor Luana. Unas joyas así acá tienen un valor incalculable. Creo que al señor Rangazzi lo mataron porque conocía el plan y decidieron que él representaba una amenaza y lo eliminaron. Es posible entonces que el señor Rangazzi presenciara en secreto alguna conversación que mantuvieron los demás en donde tramaban todo el plan paso a paso.  En cuanto al señor Torrente, se me ocurre pensar que no quiso formar parte de algo así y lo mataron por considerarlo un traidor y además para evitar que los delatara, y lo interpreto así porque la pica significa las limitaciones y la adversidad. Y por eso asocio a su vez la muerte de Leandro Rangazzi al monóxido de carbono: porque el corazón simboliza el sistema circulatorio, sobre el que actúa el gas al sustituir el oxígeno en la hemoglobina, y dadas sus características, se hace muy difícil detectarlo en el cuerpo.
Así, entonces, infiero que el objetivo primario del plan era el señor Luana. La figura del diamante simboliza la riqueza y el final. El as de diamantes le anticipó el motivo de su pronto asesinato.
_ Dortmund: ¡es usted brillante! Sólo me hacen falta las pruebas y nos las tengo.  Estos tipos no dejaron rastros de ninguna clase.
_ Pero yo sé cómo las puede obtener porque tengo un pequeño plan que no puede fallar.  Contamos con la ventaja de que hoy es martes y que ellos desconocen por completo que ya sabemos toda la verdad. Dejaron el as de trébol para el final porque el trébol simboliza la suerte, la que ellos creen que alcanzaron con la ejecución implacable del plan. Lamento tener que decepcionarlos.

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