martes, 21 de febrero de 2017
El caso de la actriz arrepentida (Gabriel Zas)
Una de las principales reglas que teníamos Dortmund y yo cuando investigábamos los casos era no exponer abiertamente aquéllos que involucrasen a figuras públicas por diversas razones ampliamente conocidas. La principal era evitar la divulgación de falsas especulaciones que involuntariamente impidieran direccionar la investigación correctamente. Pero toda regla tiene sus excepciones y por eso decidí compartir el siguiente caso preservándome el derecho de ramificar información en exceso y limitándome sólo a revelar los hechos relevantes de forma prudencial y altamente discreta.
Como es de público conocimiento, la mayoría de los casos nos llegaban por intermedio del capitán Riestra, ya que mi amigo era asesor oficial de la Policía Federal y colaboraba de muy buena fe en los casos que presentaban algún obstáculo que sólo Dortmund podía flagelar gracias al poder de su inteligencia. Y otros, en cambio, eran de carácter particular por estricta recomendación de alguien que quedó agradablemente satisfecho con los servicios del inspector.
Sin más, paso a explicar en cuestión. Dortmund contemplaba la emoción de escuchar por radio uno de los grandes dramas que conmovieron a la opinión pública: Una noche en el paraíso, un radioteatro que lo tenía todo y que gracias a su tan destacado éxito se convirtió en menester cotidiano para todos los argentinos. Prácticamente escucharlo se había vuelto una obligación. Los protagonistas principales eran cuatro: Vicente Del Prado, Isabel Colombo, Leticia Morales y Patricio Gonzaga, actores de renombre que trascendieron en la profesión gracias a ésta historia tan bien contada y tan perfectamente guionada. Y claro que cada actor aportó su grano de arena, lo que la enalteció apasionadamente y la convirtió en una pieza tan sublime. Se emitían dos episodios por día: a la mañana, de 11 a 11:15 se trasmitía el primero. Y a la tarde, de 18 a 18:10 daban el segundo.
Dortmund estaba escuchando el de las 18 y mientras disfrutaba la obra estaba prohibido molestarlo sea por lo que fuera, inclusive por un asesinato. Y afirmar eso era sinceramente preocupante.
_ La mejor historia en muchos años_ dijo mi amigo, después de que terminara.
_ La he escuchado varias veces en profundidad y no le encuentro ninguna emoción al drama_ repliqué sin darle demasiada importancia al tema.
_ Porque usted es hombre que no sabe apreciar la belleza de las cosas, doctor Tait.
_ La belleza se dirime en opiniones diversificadas y claramente muy contradictorias unas de otras.
_ ¿Habla del concepto de belleza, cierto?
_ Por supuesto. A eso me refería.
_ Los significados que se le atribuyen pueden variar, es verdad, como así también pueden variar las apreciaciones. Pero la esencia, no, no cambia jamás. Y sólo los más sabios saben apreciarla con regocijo y sensibilidad propia.
La conversación se mantuvo en torno a lo mismo hasta pasadas las 19:50, cuando fuimos interrumpidos por el capitán Riestra. El inspector se alegró de verlo.
_ Dígame, capitán Riestra_ presumió irónico Dortmund_ que viene a proponerme que lo ayude en la resolución de un caso que embiste el mismo dramatismo que el radioteatro Una noche en el paraíso y de muy buen gusto le diré que acepto.
El capitán lo miró extrañado, pero con cierta simpatía expresada en su sonrisa y en su mirada. Pero volvió a ponerse serio inmediatamente.
_ El drama es inherente a dicha ficción_ comentó luego,_ pero la tragedia es real.
Sean Dortmund abrió los ojos enormemente, tornando su rostro una expresión algo peculiar mediando entre el drama y la emoción.
_ Hable_ insistió él.
_ La actriz Isabel Colombo fue encontrada muerta cinco minutos después de finalizada la grabación.
_ ¿Muerta?_ inquirió Dortmund vacilante.
_ Asesinada_ confirmó Riestra._ La encontraron en el baño de la radio 18:15, estrangulada. Tenía una soga gruesa atada alrededor del cuello, que por cierto carece de huellas dactilares.
_ Terminó la función, la siguieron y la mataron_ reflexioné en voz alta.
_ Exacto. No hay ninguna pista sólida. Esperamos que pueda ayudarnos, inspector Dortmund.
_ Sí, claro, cuente con eso_ repuso mi amigo, visiblemente consternado por la noticia._ Cuénteme los pormenores del caso, si es tan amable.
_ No es gran cosa lo que hasta ahora sabemos. A la mañana fue a grabar el primer capítulo del día en vivo, como lo hacía habitualmente. Estaba normal, lúcida, rozagante, nada fuera de su comportamiento usual. Grabaron y se retiró lo más bien. Según el propio director de la obra, a eso de las 15:40, Isabel Colombo lo llamó diciéndole que no se encontraba bien de salud y que no sabía si iba a poder asistir a la grabación del episodio de las 18. No podía faltar, era la estrella principal del programa. El director, el señor Gerardo Cae, le negó tajantemente toda posibilidad de ausentarse y la obligó a ir. Le importaba más el programa que el propio estado de salud de la señorita Colombo. Según declaró el señor Cae, discutieron por varios minutos hasta que finalmente la convenció para que fuese. Los otros dos actores la notaron muy cambiada y hasta llegaron a decir que no era la misma Isabel Colombo que vieron el mismo día a la mañana. Realmente, la pobre estaba muy mal. Y era raro, porque a la mañana estaba perfectamente y no presentaba ningún problema de salud ni de nada.
_ Pero, aun así y todo, el programa se hizo, porque grabó sin problemas_ interrumpió Dortmund._ Escuché el programa y la percibí muy lúcida y tan inspiradora como siempre. Es sorprendentemente contradictorio lo que plantea, capitán Riestra.
_ Por eso requerimos su ayuda_ confió Riestra.
_ ¿Qué declararon el resto de los actores?
_ Sólo lo que le comenté antes. Nada más.
_ ¿No vieron si alguien la siguió cuando terminó la grabación?
_ No. Nadie vio nada.
_ 18.10 terminó la función y 18.15 apareció muerta y estrangulada_ dije._ Cinco minutos para ahorcar a alguien con un lazo me parecen irrisorios.
A Dortmund se le iluminó el rostro de repente.
_ ¡Le parecen imposibles, doctor Tait, porque son imposibles!
_ ¿A qué se refiere?
_ Apuesto a que ya se le ocurrió algo_ lanzó el capitán Riestra, obstinado.
_ Vamos para el estudio, capitán Riestra. Necesito confirmar una sola cosa.
_ Bien. ¿Precisa algo más, aparte?
_ Sí: una orden de arresto para el señor Cae.
Con el capitán, intercambiamos una mirada de sorpresa. Para cuando reaccionamos, el inspector ya estaba en la vereda abordando un taxi. Sin perder tiempo subimos y a los quince minutos estábamos adentro del estudio cara a cara con Leticia Morales, la actriz coprotagonista del drama; y Patricio Gonzaga, quienes nos contaron lo mismo que nos reseñó el capitán Riestra antes.
_ ¿Y están seguros de que nadie siguió a la señorita Colombo después que terminara de grabar?
_ Sí, claro, segurísima_ afirmó la señorita Morales.
_ Más que seguro_ ratificó el señor Gonzaga.
_ ¡Pues, los dos mienten! Y si ahora mismo no me dicen toda la verdad_ dijo Dortmund enardecido, _ los voy a acusar por encubrimiento.
_ No le ocultamos nada. Ya dijimos todo lo que sabemos_ confirmó Patricio Gonzaga.
_ ¡No, no y no! No podré hacer nada si no son honestos conmigo_ reafirmó.
Los dos actores se miraron uno a otro y finalmente confesaron.
_ El episodio de las 18 no salió en vivo, lo preparamos con antelación_ confesó Leticia Morales, visiblemente sonrojada y arrepentida.
_ ¿Por qué me mintieron al respecto, entonces?
_ Porque queríamos preservar el trabajo_ aseguró Gonzaga.
_ Y también, por temor_ agregó la dama.
_ El señor Cae_ se animó a hablar Patricio Gonzaga_ amenazó con terminar el radioteatro porque Isabel había presentado su renuncia, que por supuesto, él no aceptó.
_ Discutieron en más de una ocasión_ continuó narrando la señorita Morales_ en fuertes términos, hasta que finalmente Gerardo Cae, viendo que Isabel no declinaba su postura, la convenció para grabar algunos capítulos más en diferido al menos para cubrir lo que restaba de este mes y luego aceptaría su decisión de abrirse paso de la obra sin oponerse.
_ Un buen motivo para el homicidio_ justifiqué.
_ Pero, no sólo el señor Cae perdería con la renuncia de la señorita Colombo_ dijo el capitán Riestra, reflexivo, _ porque tengo entendido que usted, señorita Morales, tiene depositadas muchas acciones en los derechos de autor de la obra y su cancelación implicaría pérdidas millonarias para usted, ¿o me equivoco? Tenía mucho más que perder que un simple protagónico.
_ ¿Cómo lo sabe, capitán Riestra?_ preguntó Dortmund con interés.
_ Por su padre, Ruperto Morales. Es oficial de la División Delitos Financieros. Su oficina está dos pisos más arriba que la nuestra y solemos hablar a menudo. Él me lo comentó hace unos días. Y hasta se corrían rumores de que Isabel Colombo, nuestra víctima, sufría los malos tratos tanto suyos como del señor Cae, y eso la hartó, porque es una rivalidad de larga data, de hace como tres años atrás, cuando se pelearon por el protagónico de una obra de teatro. El papel fue finalmente de Isabel Colombo y usted, le juego lo que quiera, que le guarda rencor desde ése día.
_ La señorita Morales_.continuó Dortmund, maravillado por el relato y las deducciones del capitán Riestra_ adquirió las acciones mayoritarias del radioteatro, no por caballerosidad, sino porque eran y son amantes con Gerardo Cae. El señor Cae la hizo socia mayoritaria de su propia producción, algo que quizás ella no se esperaba. O tal vez, sí. Ellos dos tienen personalidades casi idénticas y saben muy bien lo que el otro quiere sin necesidad de que se lo diga, como sabe cada uno asimismo de lo que es capaz el otro si no satisface sus demandas.
Una vez socios, todo cambió radicalmente para la señorita Morales cuando se enteró que Gerardo Cae convocó nada más ni nada menos que a su antigua enemiga de elenco, Isabel Colombo, para el coprotagónico. Supuso que evitar problemas era lo mejor, así que la señorita Morales conservó las diferencias que mantenía con Isabel Colombo para sí. Pero no pudo evitar maltratarla una y otra vez, una y otra vez sin parar. Acosarla y maltratarla constantemente. Isabel Colombo sin dudas se arrepintió de haber aceptado el papel y quiso renunciar. Aunque no creo que se haya arrepentido, porque no era ésa clase de persona. Supuso que el pasado había quedado atrás. Pero la intimidación de Leticia Morales fue tan persistente, que decidió abandonar la obra. Entonces, fue ahí cuando la señorita Morales se dio cuenta de que si la señorita Colombo renunciaba, la obra correría un gran riesgo de concluir y ella perdería toda su parte de las acciones y también el protagónico. Fue entonces cuando le blanqueó al señor Cae sus diferencias con Isabel Colombo para intentar disuadirlo que hable con ella para convencerla y asegurarse lo que era suyo, lo que me lleva a la inevitable injerencia de que la situación económica en general del programa no era muy buena ni muy estable. Y como Isabel Colombo rechazó permanecer en el elenco, tanto el señor Cae y Leticia Morales se pusieron de acuerdo para matarla, procurando deshacerse sutilmente del único testigo que podía descubrir el engaño: Vicente Del Prado. Lograron persuadirlo inteligentemente.
Después de unos segundos de silencio, el señor Gonzaga miró a Leticia Morales algo desvariado y con una mirada intensamente interrogativa.
_ ¿De qué hablan? Deciles que vos no tenés nada que ver con todo esto, que vos no tenés acciones de ninguna clase en ningún lado ni que hiciste nada de lo que ellos dicen que hiciste.
_ Te aseguro, Patricio, que no sé de qué están hablando_ aseguró ella, vacilante.
_ ¡Pará!_ reaccionó de golpe el actor._ Vos hoy saliste un rato antes a la tarde porque dijiste que te había surgido algo de última hora. Y después no te volví a ver.
_ ¿A qué hora fue eso, señor Gonzaga?_ interpuso Dortmund.
_ A eso de la una del mediodía. Siempre nos quedábamos un rato más después de terminar de grabar el capítulo del mediodía para analizar cómo salió, para debatir sobre el programa en general y para ultimar detalles sobre el episodio de las 18. Después nos íbamos y regresábamos a las pocas horas.
_ Pero Leticia se fue antes_ añadió el capitán Riestra._ Luego, volvieron a las 18 creyendo que grabarían, pero usted la vio a Isabel y jamás a Leticia. Y cuando se descubrió el cuerpo, Leticia reapareció de repente de la nada.
_ Creo que imagino el ardid que planearon para asesinar a la señorita Morales_ dije con la voz algo débil y en tono de duda.
_ Seré breve_ dijo Dortmund, con su característica sagacidad._ La señorita Leticia Morales se fue antes de la reunión para disponerse asesinar a la señorita Isabel Colombo. Fue al baño y se escondió muy bien. Una vez allí, la atacó por sorpresa, la mató, ocultó su cuerpo y tomó algunas prendas suyas. Luego, para crearse una coartada consistente y creíble, ella y su cómplice, el señor Gerardo Cae; inventaron la historia de que Isabel Colombo llamó por teléfono para avisar que se sentía mal. Así, entonces, la señorita Morales, como buena actriz que resulta ser, vistió las ropas de la señorita Colombo tomando su lugar. Por eso el cambio de actitud tan repentino. Leticia Morales se encargó de convencer de que ella era en verdad Isabel Colombo. Los cinco minutos que estuvieron presentes a la tarde bastaron para cumplir con el propósito. Luego, regresó al baño, volvió a vestir el cuerpo, lo dejó a la vera para que sea encontrado por cualquiera y se marchó lo más tranquila por donde vino como si nada hubiera pasado. Y para culminar este brillante plan, pusieron al aire un capítulo grabado con anticipación creando la falsa idea de que la historia se estaba desarrollando en vivo y en directo. Así, pues, al rato descubrirían el cuerpo y nadie sospecharía nunca de ustedes. Sólo que el hallazgo tuvo lugar antes de lo esperado.
_ Una historia muy interesante y creativa_ dijo Leticia Morales, con altivez,_ pero carece de pruebas para respaldarla.
La dama cambió completamente su actitud. Ya no era la mujer complaciente de hasta hace unos momentos. Ahora parecía que el diablo había tomado posesión de su personalidad por completo.
_ ¿Cree que no?_ la desafió Dortmund._ Tendré el testimonio del operador del programa. Nadie mejor que él sabe lo de la cinta grabada porque es el encargado de manejar el aire de la radio.
_ Lo dudo. Está…
Y se calló abruptamente, palideciendo terriblemente. Su rostro era de una lividez asombrosa.
_ ¿Muerto?_ completó la frase mi amigo_ Eso en nuestra labor se llama confesión. Era lógico suponer que tenían que deshacerse de él para silenciarlo porque era un potencial testigo en su contra.
El capitán Riestra, junto a dos oficiales, corrieron a la cabina del operador en donde, al ingresar, encontraron el cuerpo de un pobre hombre que yacía sentado sobre una silla y con una corbata atada alrededor del cuello. Riestra volvió enseguida a reunirse con nosotros y moviendo singularmente la cabeza, confirmó el deceso.
_ Hágase un favor, señorita Morales, y dígale a mis amigos dónde se oculta el señor Cae_ sugirió Sean Dortmund.
_ Declaró y se les escapó sin que se percataran. Ni crean que lo voy a traicionar.
_ Peor para usted.
_ Leticia Morales_ expresó el capitán Riestra decidido y autoritario: _ queda detenida por los asesinatos de Isabel Colombo y de…
Nuestro amigo enmudeció súbitamente y quedó reflexivo.
_ El operador se llamaba Miguel Martínez_ acotó el señor Gonzaga.
El capitán Riestra le guiñó el ojo al actor, esposó a la señorita Morales y unos oficiales se la llevaron detenida.
_ Me cuesta procesar todo esto_ se lamentó Patricio Gonzaga.
_ ¿Puedo preguntarle por Vicente Del Prado? ¿De qué forma lograron persuadirlo para que no asistiera?_ preguntó Dortmund.
_ El señor Cae lo llamó por teléfono alrededor de las 17 y le dijo que no viniera porque la locación se había cancelado a última hora_ respondió el actor, todavía abrumado por lo sucedido.
_ Dos testigos habrían notado el ardid rápidamente_ disipé fugazmente.
_ Vicente Del Prado lo hubiera notado enseguida_ siguió mi amigo_ y no era buena idea cargar con tres cuerpos.
_ ¿Pero, no dijo el capitán Riestra que fueron dos los actores que declararon después del crimen?
_ Leticia y yo_ afirmó el señor Gonzaga._ Yo declaré primero y es claro que ella se agarró de mi testimonio para ajustar el suyo a su plan.
_ Es claro_ reprendió Dortmund_ que no es usted quien saca las conclusiones acá. Puede retirarse. Ya no se hace indispensable su presencia en el lugar.
Patricio Gonzaga se mostró ofendido y desapareció tan rápido que dejó una estela de remordimiento impregnada en el ambiente.
_ ¿Quién descubrió el cuerpo?_ indagué una vez que se fue.
_ El personal de limpieza, sin dudas_ afirmó el inspector._ Fue a limpiar el baño y se encontró con el horror. Los empleados acá, se habrá dado cuenta que son contados con los dedos de la mano. Pero no creo que siempre sea así. Estimo que también fueron persuadidos bajo cualquier pretexto para ejecutar el plan sin la presencia de testigos.
_ ¿Y Gerardo Cae?
_ Se encargará de él el capitán Riestra. Después de que declarara, se escabulló discretamente como un fantasma y abandonó a su cómplice, así ella cargaría con todo el peso de la culpa. Vamos, nuestro trabajo terminó.
_ La traicionó. Y pensar que la señorita Morales se abstuvo de hacerlo. Pero, sáqueme de una duda: ¿cómo hizo para descifrar el asunto en tiempo récord?
_ Un pequeño detalle, por más ínfimo que resulte, revela una gran historia. La imaginación y la intuición hacen el resto.
En ése instante, el capitán Riestra volvió por nosotros y fue en ése momento cuando se oyó un fuerte portazo. Los tres nos miramos en alerta.
_ ¡Se escapa!_ se lo escuchó a un oficial decir desde la calle.
Corrimos de inmediato hasta la entrada.
_ Un hombre salió de la nada de adentro del estudio y está huyendo_ le dijo un agente al capitán Riestra, y señaló el lugar de la huida emprendida también por varios oficiales más tanto a pie como en patrulleros.
Sin pensarlo, dejé todo, dispuesto a perseguir al sujeto. Dortmund intentó persuadirme pero sin éxito. Empecé a correr a toda velocidad. Me metí por atajos, por pasajes, crucé semáforos en rojo exponiéndome a que me atropellaran, me metí por lugares recónditos, hasta que me abalancé bruscamente sobre el objetivo y lo reduje sin mayores problemas.
_ ¿Gerardo Cae, cierto?_ le dije con la voz algo cansada y agitada, producto de la travesía.
Apenas unos segundos después, llegaron unos oficiales que se encargaron de arrestar el señor Cae. Se había escondido muy bien pero ésa manobra del final no fue algo muy inteligente de su parte. Otro patrullero arribó al lugar unos instantes después y Dortmund descendió de su interior. Me miró agradablemente emocionado y algo perplejo, a la vez. Yo, en cambio, más bien le devolví una mirada inexpresiva.
_ ¿Acaso un médico forense no puede también ser hombre de acción?_ le reproché insolentemente.
_ Nunca dije lo contrario_ respondió él satisfecho y sin despegar los ojos de mí.
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