domingo, 5 de abril de 2020

Reminiscencia de un pasado inconcluso (Gabriel Zas)





La joven mujer rubia que estaba sentada frente a Dortmund en esos momentos era realmente hermosa. Dueña de una belleza cautivadora, sus relucientes ojos azules miraban a mi amigo con súplica. Yo me mantuve al margen de la discusión, esperando detrás de la puerta con discreción.
_ Lo de mi madre no me deja dormir_ decía la joven, desesperada._ Fue hace diecisiete años, pero no paro de pensar qué fue de su cuerpo.
_ Señorita Castel_ le dijo mi amigo, compasivamente._ Su madre murió en un accidente de tránsito sobre la ruta camino a Bolívar. El auto cayó por el barranco y…
La joven dama interrumpió a mi amigo intrépidamente.
_ ¡Y el cuerpo de mi madre nunca apareció!_ gritó la muchacha con desolación.
_ Porque todo indica que cayó al río y la corriente lo arrastró lejos_ terminó Dortmund su frase.
_ Casualmente, mi padre conoció a otra mujer a la semana de su muerte y se enamoró locamente de ella. Se enamoraron y se casaron. ¿Por qué mi padre olvidaría a mi madre de una semana a la otra tan repentinamente y cómo es que conoció a esa mujer de la nada, la señorita Karen Landal, quien casualmente apareció estrangulada ayer por la mañana?
_ Admito que la cadena de eventos que me relata es más que interesante. Pero también es cierto que su padre es el principal imputado por el asesinato de su madrastra.
_ Yo no la quería. Aborrecí a mi padre desde el momento en que contrajo matrimonio con ella, olvidándose por completo de mi madre.
_ ¿No lamenta su muerte entonces?
Laura Castel se puso a la defensiva.
_ ¿Qué insinúa?
_ Es una pregunta de rutina.
_ Claro que no. Odiaba a Karen y mi padre me recriminaba por eso. Peleábamos todo el tiempo por el mismo tema. Hasta llegó a decirme: “Respetala, Laura. Esa mujer bien podría ser tu madre”.  Estúpido. Jamás permitiría que esa mujer fuese mi madrastra y se tomara atribuciones que no le correspondían. Lamento que mi padre pensara así, pero yo tengo dignidad.
_ ¿Oyó a su padre discutir con la señorita Landal en las últimas semanas?
_ Con mayor frecuencia que en ocasiones anteriores. Pero no sé por qué peleaban. Procuraba mantenerme alejada de sus asuntos todo lo que pudiera.
_ Voy a investigar el caso. Pero, déjeme preguntarle algo señorita Castel. ¿Está dispuesta a aceptar la verdad sea cual fuere aunque  duela? Necesito saberlo antes de emprender mi investigación. Sino, sentiré que estoy perdiendo el tiempo con usted.
_ Se lo prometo_ repuso Laura Castel, afligida.
_ Esto puede significar la culpabilidad de su padre respecto al asesinato de la señorita Landal o su inocencia, la que usted proclama fervientemente.
_ Quiero saber, ante todo, qué pasó con mi madre hace diecisiete años atrás.
_ Sabrá toda la verdad. Déjelo en mis manos.
Laura Castel saludó a mi amigo cortésmente y se retiró. Me cruzó al salir, me saludó con un ademán formal y siguió su camino. Dortmund me vio agazapado en el umbral y me invitó a entrar con denotado entusiasmo.
_ El asesinato de Karen Landal, ¿no es así, Dortmund?
_ Hay más que eso, doctor. Su madre pereció hace diecisiete años atrás en un accidente de tránsito cuando su auto desbarrancó por fallas técnicas y la señora Leila Handel perdió por completo el control del vehículo.  Pero su cuerpo jamás fue hallado. Como el coche quedó totalmente destrozado junto a un río, es posible que el cuerpo haya caído a sus aguas y la corriente lo haya arrastrado hasta un lugar remoto. Pero la señorita Laura no lo cree. Y comparto sus sospechas indiscutiblemente. Su madre muere en un accidente vial, su padre conoce a la semana a otra mujer, de la que se enamora perdidamente y se casa. Y ahora ésa mujer aparece misteriosamente estrangulada y el señor Benjamín Castel es el único detenido e imputado por su asesinato. Realmente, su hija tiene motivos fuertes para dudar de la credibilidad de los hechos.
_ Un caso interesante. ¿Qué hará?
_ Sólo puedo hacer dos cosas, doctor. Hablar con el señor Castel y buscar los archivos de la muerte de la señora Handel.
Mediante el capitán Riestra, Dortmund accedió al expediente de la muerte de la señora Leila Handel y lo examinó rigurosamente. Después de releerlo cientos de veces, simplemente se lo devolvió al capitán Riestra y le agradeció el gesto. Pero a su vez, le pidió otro favor: hablar con el señor Benjamín Castel. Riestra habló con el fiscal del caso, este con el juez y el juez accedió a la petición de mi amigo. Le fue noticiado a Dortmund que el señor Castel lo recibiría y a la mañana siguiente salió temprano para la alcaidía de Tribunales, donde Castel se hallaba provisoriamente detenido hasta que resolviese su situación procesal y se ordenase su traslado a una prisión del Estado.  Lo recibió secamente.
_ Usted dirá_ dijo Benjamín Castel, omitiendo los saludos de rigor y con una actitud hostil y petulante.
_ Su hija Laura cree que usted es inocente y me contrató para que lo averigüe._ se presentó el inspector Dortmund, modestamente.  
_ ¿Quién es usted exactamente?
_  Sean Dortmund. Investigador privado, asesor de la Policía Federal y amante de la verdad. ¿Y usted? ¿Es un asesino o alguien más mató a la señora Landal?
_ ¿Qué le dice su instinto detectivesco?
_ Me importa más lo que dice su instinto paternal. Estoy aquí por Laura, su hija. No lo olvide, señor Castel.
_ Quiero mucho a Laura, es mi hija después de todo. Y voy a quererla a pesar de cuál sea mi destino en esta causa.
_ No dudo de eso, como tampoco dudo de que Laura piense igual. Pero sé que usted y ella no se llevaban bien.
_ Laura nunca me perdonó que me casara con Karen al poco tiempo de la muerte de Leila. Pero ella debía entender que yo debía continuar con mi vida, pese a todo.
_ Quizás continuó con su vida demasiado pronto. ¿No le parece señor Castel? Aunque hubiese una razón para eso.
_ La única razón es no perder el tiempo. Nos conocimos, nos enamoramos y nos casamos. Pero Laura nunca aceptó eso y por ende, la relación entre ella y Karen estaba muy erosionada y afectada por esta circunstancia. Karen quería mucho a Laura. Pero Laura la detestaba y eso perjudicó mi relación con ella.
_ ¿Cómo conoció a la señorita Landal?
_ Fui a ver una obra de teatro para olvidarme un poco lo sucedido. Karen por esos tiempos era unas de sus protagonistas. Me acerqué a saludarla después de la función, hubo empatía entre nosotros y bueno, así de a poco nos fuimos conociendo y fuimos empezando. Dos años después, en 1970, nos casamos. Y ahora 15 años después, la perdí a ella también. Primero, Leila y ahora Karen. Laura es lo único que me queda.
_ Cuénteme qué ocurrió el día del asesinato.
_ Salí a la mañana a hacer un trámite al banco. Cuando regresé y vi todo revuelto, me desesperé. Y entonces, sin anticiparlo, vi a Karen tirada en el piso con el cuello todo magullado. No sé qué ocurrió. Sólo sé que yo no la maté.
_ Voy a hacerle una pregunta que quizás le resulte incómoda. Pero, ¿es posible que Laura haya asesinado a su madrastra para recuperar la relación con usted?
_ ¡Es una injuria que insinúe semejante atrocidad, señor! ¡No se lo voy a permitir! Laura es incapaz de hacer una cosa así. Y además, la Policía la investigó y tenía una coartada sólida al momento del homicidio.
_ Pero usted, no. Fue al banco, pero nadie pudo verificarlo.
_ Ya le dije. Había mucha gente. Me cansé de esperar y me volví. El trámite no era urgente. Podía esperar al día siguiente para hacerlo.
_ Convengamos, señor Castel, que su historia es muy débil.
_ Pero es la verdad. Allá ustedes si no quieren creerme. Terminamos. ¡Guardia!
Mi amigo entendió la indirecta, se levantó, saludó vagamente al señor Benjamín Castel y se retiró. Regresó a nuestra residencia con los ojos brillosos y de inmediato llamó por teléfono a la señorita Laura Castel.
_ Señorita Castel. Le habla el inspector Dortmund. Quiero hacerle una pregunta que quizás le suene un poco extraña. ¿Cuál era la afición de su madre? ¿Eso que siempre quiso hacer y nunca pudo por cuestiones de la vida?_ le preguntó cuando la interlocutora atendió la llamada.
Hasta yo me quedé patitieso al oír semejante pregunta.
_ Quiso ser actriz_ respondió la señorita Laura un tanto desorientada._ Pero, ¿qué tiene que ver eso con su muerte?
_ Nada y todo a la vez. La espero dentro de dos horas en mi despacho. Hasta entonces, señorita Castel.
Y antes de que ella pudiese refutar la contestación de mi amigo, él cortó la comunicación abruptamente.
_ Créame que ahora sí no lo comprendo, Dortmund_ le dije a mi amigo azorado.
_ Observe el siguiente detalle, doctor_ replicó el inspector con perspicacia._ El apellido de la madre de la señorita Castel es Handel y el apellido de la nueva mujer de su padre es Landal. Observe qué tan extraordinariamente parecidos que suenan.
_ Una coincidencia, solamente.
_ Las coincidencias no existen en casos como este. El señor Castel me dijo que conoció a la señora Landal cuando fue a ver una obra de teatro. Ella era la protagonista de ésa obra. Y la señora Leila Handel quería ser precisamente actriz. ¿No son demasiadas coincidencias?
_ Me está usted inquietando, Dortmund.
_ Leila Handel es árabe y los matrimonios mixtos no son permitidos en la cultura aramea. Su cultura promueve los matrimonios arreglados. ¿Cómo la señorita Leila Handel iba a hacerle entender a su familia que se enamoró de un hombre que profesaba otra religión  y que pertenecía a otra cultura? ¿Cómo? Para ellos eso es traición. Y una traición así implica la muerte.
Me quedé helado. Dortmund esperó a que llegara la señorita Laura Castel para contar la segunda parte de la historia. Ella llegó puntual y mi amigo la invitó a tomar asiento caballerosamente.
_ ¿Averiguó algo, Dortmund?_ preguntó Laura Castel, angustiada.
_ Lo sé todo_ repuso mi amigo, afligido._ No creo que esté preparada para lo que va a oír. Es algo que ni yo me esperaba.
_ No importa. Prosiga.
Sean Dortmund le refirió las deducciones de las que hizo gala anteriormente y continuó su relato desde ése punto.
_ Así que, su padre y su madre tuvieron que diseñar un plan rápidamente. Era necesario, que para poder casarse y empezar de cero, y evitar que su madre fuese perseguida por los suyos, fingir en primer lugar su muerte. Durante la madrugada, cuando la ruta estaba deshabitada, fueron hasta un punto estratégico que eligieron previamente y arrojaron el auto por el barranco, desde una altura aproximada de diez metros. Con algunos subterfugios ingeniosos, dieron la apariencia que había alguien adentro del vehículo cuando ocurrió el accidente y que ése alguien era indefectiblemente la señorita Leila Handel. La artimaña resultó implacable. Su madre conducía de madrugada, el auto sufre un desperfecto mecánico de forma intempestiva y se precipita al vacío. Quien manejaba apenas pudo salir de adentro del coche pero se desvaneció y cayó al agua y ya nunca más volvió a saberse de ella. Esta idea convenció a todos y el caso se cerró. Leila Handel huye a un escondite que tenía preparado de antemano y cambia por completo su apariencia. Y Karen Landal aparece en escena. No se esforzó demasiado en pensar un apellido nuevo para su nueva identidad. Así que, se apropió del suyo, reemplazó la H inicial por una L, cambió la última E por otra A y listo. Así nació Landal. Handel, Landal… Suenan extraordinariamente similares.  
<Con esta nueva identidad, su madre puede cumplir su sueño de ser actriz y consigue empleo en una obra próxima a estrenarse. Se lo comunica al señor Castel y la va a ver el día del estreno. Todo lo que pasó ése día fue otro ardid excelentemente pensado y perpetrado. Fingieron conocerse ahí mismo y concretaron lo que tanto habían soñado: casarse. Por eso el apuro y el corto tiempo entre el supuesto accidente de su madre y este suceso. Usted tenía 10 años en ésa época, señorita Laura, si mal no calculo. Era una niña. Y sus padres convinieron en que era mejor no decirle nada. Su madre, muy a pesar suyo, tuvo que simular que era su madrastra. Y ambos tuvieron que sostener con mucho dolor la historia por el bien suyo y el de ellos>.
<Pero tantos años de llevarse mal con usted y de ser merecedora de maltratos e insultos de los que no era digna por parte suya, devastaron a su madre y decidió que era hora de revelarle toda la verdad. La señora Karen, o mejor dicho Leila, no soportó la indiferencia de su hija, a la que amaba con el alma. Pero había un problema: el señor Benjamín Castel no iba a concebirlo. Su relación con usted Laura iba a caerse a un abismo. Pero era natural que a su madre eso no le importase con tal de recuperarla. Por eso discutieron durante las últimas semanas. Y cuando el señor Castel agotó todos los recursos para disuadir a la señora Leila de no revelarle a usted la verdad, acudió a la única solución posible: al asesinato. Lamento profundamente, señorita Laura, decirle que su padre estranguló a su madre. Esta es la verdad. Ojalá las cosas hubieran sido de otra manera, pero fueron así>.
Laura Castel se puso de pie lentamente y empezó a caminar pensativamente por todo el perímetro de la oficina, hasta que no pudo contenerse y se acurrucó contra un hueco llorando compulsamente y devastada por completo.
_ Yo odiando todo este tiempo a mi madrastra y resultó ser mi madre… ¡Mi madre! ¡La lloré todos estos años y estaba viva! Y lo peor es que estaba conmigo y yo la odiaba! ¡Nunca voy a perdonármelo!
_ No es su culpa, señorita Castel. Usted no tiene la culpa de nada. La engañaron. No podía preverlo.
Laura Castel se puso de pie aplicando toda su fuerza de voluntad, y una vez su llanto se iba desvaneciendo, se paró firmemente y devoró a Dortmund con la mirada.
_ No siento lo mismo por mi padre_ deslizó severamente._ Lo odio aún más que antes. Lo aborrezco por todo lo que me hizo pasar y sufrir.
_ Puede decírselo de frente si lo va a ver a la cárcel. Le hará bien desahogarse.
_ No tengo ganas de verle la cara ahora a ése miserable. Ahora entiendo por qué me dijo: “Respetala, Laura. Esa mujer bien podría ser tu madre”. ¡Porque era mi madre! ¡Porque tuve a mi madre conmigo todo este tiempo y no lo sabía! ¡Y yo la odié!
Golpeó la pared con los puños con mucho ímpetu, enceguecida por un  arrebato repentino.  Pero con la misma rapidez controló admirablemente sus impulsos.
_ ¿Cuánto le debo por sus servicios?_ le preguntó Laura a mi amigo, solemnemente.
_ Eso no importa hora, señorita Castel_ respondió Dortmund con un esbozo que detentaba cierta ternura y compasión al mismo tiempo.
_ Gracias. Es usted un buen hombre y un gran investigador. Nunca olvidaré lo que hizo por mí.
_ Quiero darle algo antes de irse.
Sean Dortmund extrajo del primer cajón de su escritorio un sobre madera y se lo entregó a Laura Castel. Ella lo abrió, chequeó su contenido y lo dejó nuevamente en manos del inspector.
_ Puede quedársela. Lo contactaré en breve para retribuirle sus servicios. Hasta luego.
Y abandonó el despacho dignamente.
_ ¿Qué le mostró?_ le pregunté a mi amigo, intrigado.
_ La foto de la señorita Handel.
Y procedió a retirarla del sobre para mostrármela. Me quedé obnubilado cuando la contemplé. El parecido con Karen Landal era increíble.
_ El poder de observación lo es todo, doctor_ repuso Dortmund animadamente.

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