martes, 7 de abril de 2020

Un caso de inocencia dudosa - cap.3 (Gabriel Zas)





3. Habla Ana Ruiz.



La siguiente diligencia fue entrevistarme con la señorita Ana Ruíz. Por alguna razón que ni yo mismo aún podía descifrar, esa mujer despertó en mí cierto interés particular. Creo que ésa lógica obedece a que mi intuición estaba segura de que la señorita Ruíz ocultaba algo de vital importancia. Pero no era más que eso, un presentimiento, impulsado indudablemente  por mi vasta trayectoria.  
Le envié un telegrama y la respuesta del correo no se demoró en llegar. Ana Ruíz iba a recibirme a la mañana siguiente en su casa. El mensaje tenía adosado el domicilio y la hora de la cita.
Puntual, Ana Ruíz me recibió a la mañana siguiente en su residencia. Era una mujer de estatura promedio 1,63 mts, ojos color café, pelo negro azabache como la noche, largo que terminaba perfectamente en puntas al final de su espalda; boca ancha y un andar muy apresurado.  De carácter fuerte y testaruda, pero dispuesta a prestar toda su colaboración en el caso.
Me invitó algo de beber, pero decliné su ofrecimiento cortésmente.
_ Todavía no puedo creer lo de Consuelo_ dijo Ana Ruíz, devastada y compungida al recordar a la señora Irurtia.
_ Es un hecho lamentable. Y fue lo que me hizo venir a verla_ repetí con delicadeza y respeto.
_ Usted es extranjero. Se le nota en el acento. ¿Cuál dijo que era su nombre? No entendí muy bien su telegrama.
_ Dortmund, Sean Dortmund. Irlandés de sangre, argentino de corazón.
_ Ah_ repuso la señorita Ruíz sin emoción alguna._ ¿Trabaja para la Fiscalía que instruye el caso?
_ No, necesariamente. Me contrató el señor Cisneros, esposo de la señora Irurtia, de forma particular para que esclarezca la muerte de su esposa, ya que él atestigua ser inocente.
La señorita Ana adoptó una actitud algo violenta.
_ ¿Ese desgraciado tiene el descaro de hacer semejante afirmación? Él la mató. La Justicia encontró el veneno en poder suyo, el mismo que mató a Consuelo.
_ Ese es el punto. ¿Por qué iba a conservar el señor Raimundo Cisneros una prueba tan comprometedora en poder suyo en vez de deshacerse de ella?
_ Porque no tuvo tiempo, obviamente. Además, con Gustavo presente, no podía hacer mucho tampoco.
_ Tocó usted, señorita Ruíz, otro punto de interés en este caso.
Ana Ruíz me miró meramente desconcertada.
_ ¿Por qué asesinar a su esposa cuando justamente estaba en compañía de alguien más?_ pregunté sugestivamente._ ¿Por qué no aprovechar otro momento de mayor intimidad para llevar a cabo su cometido?
_ ¿Insinúa que Gustavo es el asesino?
_ Es raro que lo plantee, señorita Ruíz.  
_ No resulta muy difícil entrever sus intenciones. Raimundo lo contrató y obviamente va a responder a sus demandas porque le paga muy bien. Y para eso, necesita delegar la responsabilidad del asesinato de Consuelo en alguien más. Así se asegura el pago de sus honorarios. Esto no es para usted más que un negocio, inspector.
_ Me falta usted el respeto a tomar en consideración semejante acusación. Se funda usted en su odio y rechazo hacia el señor Cisneros para confeccionarla. Pero  déjeme decirle que actúo de forma absolutamente imparcial, sin importar quién me haya contratado y para qué. Lo que le expuse son hechos, solamente hechos y suposiciones que dictan la lógica.
_ Sí, claro… ¿Qué motivos tendría Gustavo Irurtia según usted para asesinar a su propia hermana?
_ La herencia. Con Consuelo muerta, todo lo que dejó su madre para ambos,  queda en su totalidad para él. Lo mismo que el señor Cisneros, que entiendo que estaba celoso por una infidelidad de la que su esposa lo hiciera víctima. Ambos con un motivo potencial para el homicidio y con una oportunidad clara para haberlo cometido.
_ No comparto lo de Gustavo… ¡Porque no era su hermano! ¿Contento?
Enmudecí terriblemente.  La señorita Ruíz, algo avergonzada, se giró de espalda hacia mí. Di la vuelta, me puse frente a ella y mirándola directo a los ojos e intrigado, le pregunté:
_ ¿Está segura de lo que dice?
_ Completamente_ repuso Ana Ruíz._ El hombre que la acompañaba el día del asesinato era Fabián Barreto, su amante.
Me quedé sin aliento.
_ Consuelo no quería que Raimundo se enterase de su existencia por la diferencias que había entre ellos en el pasado_ prosiguió Ana Ruíz._ Supongo que Raimundo lo habrá puesto al tanto de esa historia.
Asentí someramente con la cabeza.
_ Se reencontraron de casualidad hace unos años en la sucursal de un banco. Empezaron a verse, primero poco, y después con mayor regularidad, hasta que los encuentros se hicieron cada vez más frecuentes y no pudieron controlarlo. Y cuando menos lo imaginaron, estaban involucrados sentimentalmente. Consuelo me contó toda la verdad a mí, pero me pidió discreción respecto a Raimundo. Si se enteraba, todo podía terminar mal. No sé cómo, pero la cuestión es que Raimundo empezó a ver en Consuelo actitudes que le hicieron sospechar que su esposa andaba en algo secreto y me confrontó. Como yo era su mejor amiga, intuyó que debía saber lo que le pasaba a Consuelo. Le negué todo, como es natural. Pero Raimundo es un hombre que no se confía demasiado de las cosas tan fácilmente y me presionó para que le dijese la verdad. Intenté controlarme, pero fue más fuerte que yo y le revelé todo.  Esperé un tiempo hasta que pudiera juntar coraje y referirle mi error a Consuelo.  Ése día llegó y Consuelo se enojó conmigo, como era de preverse. Me dijo de todo. Insultos y agravios de todo tipo. Lo último que me dijo antes de que me echara definitivamente de su casa y de su vida era que sólo podía hacer una cosa. Y nunca más volví a saber de ella hasta que me enteré de su asesinato.
_ Puedo decirle con exactitud qué era eso solo que podía hacer la señora Irurtia: terminar definitivamente su romance con el señor Fabián Barreto. Y por eso él estaba presente el día del asesinato. Por eso la señora Consuelo Irurtia mantuvo una relación distante con su esposo, porque temía que reconociera en el rostro de aquél caballero el de Fabián Barreto. Y por eso estuvo rara ése día y por eso inventó lo de la herencia de su madre. Y por eso, señorita Ruíz, cuando usted se enteró del asesinato de la señora Irurtia, supuso irremediablemente que Raimundo Cisneros era el asesino.
_ Algo así, inspector.
Su voz resonó algo tímida y apagada.
_ ¿Qué quiere decir con “algo así”?_ inquirí más intrigado aún que antes.
_ Pensé que Consuelo y Fabián habían discurrido un plan para asesinar a Raimundo, así ellos podían estar definitivamente juntos. Pero que hubo una falla de cálculos y que Consuelo murió por error. Y lo único que se podía hacer entonces para subsanarlo…
_ Era inculpando al señor Raimundo Cisneros_ completé la frase.
Ana Ruíz asintió con culpa.
_ Pero de ser cierta su suposición, ¿por qué el señor Barreto no se mostró como tal en vez de seguir haciendo el papel de hermano de la señora Consuelo?
_ Porque le generaría una duda razonable a los investigadores. La Justicia dudaría de los hechos y él quedaría comprometido. Esto no es más que una simple suposición.
_ Muy válida, por cierto. ¿Y esto lo declaró ante el fiscal que le tomó declaración, señorita Ruíz?
_ ¡No! No iba a arriesgarme. Dije que Raimundo sabía de la infidelidad de su esposa, nada más. Era lo único cierto y concreto en toda esta cadena de suposiciones fabulosas.
_ Prefirió, no obstante, condenar a Raimundo Cisneros a la cárcel por un crimen que presuntamente no cometió. Estoy empezando a dudar seriamente de su culpabilidad después de estos hechos expuestos.
_ ¡Raimundo me odia por eso! Pero, ¿qué otra cosa podía decir? Además, nunca me cayó bien.
_ Empiezo a creer que el señor Fabián Barreto, alías Gustavo Irurtia, tenía un motivo de mucho peso para el asesinato. Él no soporta que la señora Irurtia lo deje y responsabiliza al único hombre al que considera culpable por esa decisión: Raimundo Cisneros. ¿Y qué mejor que deshacerse de dos pájaros con un solo disparo? Se deshace de la señora Irurtia, a quien no perdona el haberlo dejado. Y culpa del asesinato a Raimundo Cisneros, a quien juzga responsable de la decisión que tomó su amante. Pero nadie sospecha de él porque no estaba en el lugar al momento del crimen. Y como el señor Cisneros fue encontrado infraganti y todos los hechos y pruebas lo condenan, el señor Barreto no se preocupa por disponer de una coartada. Es perfecto.
_ No sé qué decirle, inspector…
_ ¿Tenía un hermano realmente la señora Irurtia o esa parte de la historia también es falsa? Porque, sinceramente, me resulta algo muy elaborado y delicado para suponer que forme parte del mismo invento.
_ Tenía, sí… Una hermana. Llevaba años buscándola pero sin éxito.
_ ¿Sabe algo de esa historia al respecto? ¿Consuelo Irurtia alguna vez llegó a decirle algo?
_ Lo único que me dijo era que había averiguado que de chica ella y su hermana fueron abandonadas por sus padres en un orfanato. Y se separaron cuando a la otra la adoptaron cuando tenía 9 años.  Consuelo cumplió la mayoría de edad y la echaron. Y se las ingenió sola para salir adelante. Durante su confinamiento en el orfanato, recibió la educación básica que le permitió terminar la Primaria. Y por eso Consuelo pudo entrar en la Secundaria y finalizarla con éxito.
_ ¿Ahí se conocieron, cierto?
_ Sí. Seguimos en contacto desde entonces. Era una gran persona, una gran amiga. La humanidad perdió a un ser maravilloso y lleno de luz.
Ana Ruíz estaba realmente desconsolada por el asesinato de Consuelo Irurtia.
_ ¿El padre de la señora Irurtia falleció de tuberculosis?_ seguí preguntando con un poco más de tacto y delicadeza.
_ Sí_ respondió la señorita Ruíz con aspereza._ Pero fue un miserable que no le dejó ni un céntimo ni un austral ni un peso ni nada de nada. Absolutamente nada de nada.  No tenía donde caerse muerto.
_ ¿Dónde falleció?
_ En un hospital público de la provincia de Misiones. Los médicos le preguntaron si quería que contactaran a algún familiar suyo para despedirse o para menesteres legales, y de la nada, la mencionó a Consuelo. Los médicos la contactaron por teléfono pero ella pareció no interesarse demasiado y adujo que no podía viajar por cuestiones laborales, lo que era cierto. A la semana y media la notificaron de su fallecimiento.
_ ¿Y su madre?
_ Nunca más supo de ella. Estoy segura que Consuelo jamás les perdonó el haberlas abandonado a ella y a su hermana de chicas.
_ ¿Le dijo alguna vez la señora Consuelo por qué su hermana no se había intentado poner en contacto con ella?
_ Tenía la esperanza de que la estaba buscando, pero que al igual que ella y por situaciones fortuitas del destino, no habían podido reencontrarse todavía.
_ Le agradezco su tiempo, señorita Ruíz. Me ha sido de mucha utilidad.
_ ¿Puedo preguntarle qué piensa al respecto del caso?
_ ¡Que es un engaño! ¡Todo es un engaño y todos, en algún punto, me mintieron!
Y cerré la puerta de calle bruscamente.

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